17 de septiembre - DOMINGO DE LA XXIV SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO, (CICLO A)

 


 DOMINGO DE LA XXIV SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO (CICLO A)
 Oficio del Domingo de la Semana IV del Salterio
  (Liturgia de las Horas, Tomo IV: Oficio de Lecturas Laudes Tercia - 
 Sexta - Nona Vísperas - Completas)
 



PROGRAMA PARROQUIAL:
DOMINGO, 17 DE SEPTIEMBRE

PARROQUIA DEL CARMEN:

- Eucaristía del Domingo de la XXIV Semana del Tiempo Ordinario (a las 11.00 h.).

PARROQUIA DE LOS DOLORES:

- Eucaristía del Domingo de la XXIV Semana del Tiempo Ordinario (a las 12.30 h.).



POLÉMICAS Una lucha a vida o muerte contra el demonio
EEUU Bryce Newman tiene 25 años y ha creado una fundación que reparte iPads a jóvenes enfermos
POLÉMICAS La historiadora Angela Pellicciari repasa los momentos más críticos del catolicismo
PERSONAJES Damian Bryl, obispo de Kalisz, explica por qué el país defiende la vida y la familia
VIDA Y FAMILIA Munilla, Zarraute, Isabel Vaughan... Este 16 y 17, los provida celebran su II Congreso en Madrid
CULTURA Ya en los cines de España la película épica sobre el ejército campesino católico de La Vendée
CIENCIA Y FE Importantes intervenciones en el primer día: se celebra hasta el sábado
PERSONAJES Fernando Gutiérrez es fundador de «Mary's Children», que ya ha ayudado a 150 embarazadas en Kenia
CULTURA Todo lo que debes saber de la Virgen de los Dolores, fiesta que se celebra el 15 de septiembre
PERSONAJES «JuanCa» luchó con su hermano por la conversión de su familia tras una odisea en el ocultismo
VIDA Y FAMILIA El directivo y jefe de contenidos de «All pro dad», BJ Foster, vuelca su experiencia en este listado
CIENCIA Y FE Grandes mentes y hallazgos, en el libro «Nuevas evidencias científicas de la existencia de Dios»


SANTORAL DE HOY


Elogio: San Roberto Belarmino, obispo y doctor de la Iglesia, miembro de la Orden de la Compañía de Jesús, que intervino de modo conspicuo, con sutiles y peculiares aportaciones, en las disputas teológicas de su tiempo. Fue cardenal, y durante algún tiempo también obispo entregado al ministerio pastoral de la diócesis de Capua, en Italia. Finalmente, desempeñó en la Curia romana múltiples actividades relacionadas con la defensa doctrinal de la fe.

Refieren a este santo: Beato Juan Juvenal Ancina, San Luis Gonzaga.

Oración

Señor, tú que dotaste a san Roberto Belarmino de santidad y sabiduría admirable para defender la fe de tu Iglesia, concede a tu pueblo, por su intercesión, la gracia de vivir con la alegría de profesar plenamente la fe verdadera. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén (oración litúrgica).


Otros santos de este día:

   San Sátiro, laico

En Milán, de la Lombardía, sepultura de san Sátiro, cuyos insignes méritos relata su hermano san Ambrosio. Cuando aún no estaba iniciado en los misterios cristianos, sufrió un naufragio sin temor a la muerte, pero, salvado de las aguas, entró en la Iglesia de Dios para no morir con las manos vacías. Unido en íntima y mutua fraternidad a su hermano Ambrosio, fue enterrado por el obispo de Milán junto al mártir san Víctor. († 377)

   San Lamberto de Maastricht, obispo y mártir   

En Lieja, de Austrasia, pasión de san Lamberto, obispo de Maastricht y mártir, que, desterrado, se retiró al monasterio de Stavelot, y tiempo después, restituido a la sede, siendo inocente fue asesinado por los enemigos de la Iglesia mientras desempeñaba brillantemente la función pastoral. († c. 705)

   San Rodingo, abad

En el bosque de la región de Argona, a orillas del Mosa, en Austrasia, san Rodingo, abad, fundador y piadoso pre-pósito del monasterio de Beaulieu, cercano a Lyon. († s. VIII inc.)

   Santa Columba, virgen y mártir   

En Córdoba, en la región hispánica de Andalucía, santa Columba, virgen y mártir, que en la persecución desencadenada por los musulmanes confesó espontáneamente su fe ante el juez y demás magistrados, por lo que fue decapitada frente a las puertas del palacio. († 853)

   San Reinaldo, eremita

En Mélinais, en el territorio de Angers, en la Galia, san Reinaldo, que abrazó la vida eremítica en las montañas de Craon, para mejor vivir los preceptos del Señor. († c. 1104)

   Santa Hildegardis, virgen y doctora de la Iglesia   

En el monasterio de Rupertsberg, cerca de Bingen, en Hesse, santa Hildegardis, virgen y doctora de la Iglesia, que expuso y describió piadosamente en libros los conocimientos conseguidos experimentalmente, tanto sobre ciencias naturales, médicas y musicales, como de contemplación mística. († 1179)

   Beato Querubín Testa, religioso presbítero

En Avigliana, en el territorio de Turín, en el Piamonte, beato Querubín Testa, presbítero de la Orden de Ermitaños de San Agustín, devotísimo de la pasión del Señor. († 1479)

   San Pedro Arbués, presbítero y mártir

En Zaragoza, en el reino de Aragón, san Pedro Arbués, presbítero y mártir, canónigo regular de la Orden de San Agustín. que, dedicado en dicho reino a combatir supersticiones y herejías. fue asesinado ante el altar de la iglesia catedral a manos de algunos afectados por su oficio de inquisidor. († 1485)

   San Estanislao de Jesús y María Papczynski, presbítero y fundador  

En Gora Kalwaria, Polonia, san Estanislao de Jesús y María (Juan Papczynski), presbítero y fundador de la congregación de Clérigos de la Inmaculada Concepción de la Ssima. Virgen María. († 1701)

   San Manuel Nguyen Van Triêu, presbítero y mártir   

En Hue, de Annam, pasión de san Manuel Nguyen Van Triêu, presbítero, mártir bajo el régimen del emperador Canh Thinh. († 1798)

   San Francisco María de Camporosso, religioso

En Génova, de la región de la Liguria, san Francisco María de Camporosso, religioso de la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos, que fue eximio por su caridad para con los pobres, así como por su entrega al bien y salvación de sus vecinos enfermos de una peste arrasadora, de la cual también él mismo se hizo ofrenda como víctima. († 1866)

   San Segismundo Félix Felinski, obispo y fundador   

En Cracovia, ciudad de Polonia, san Segismundo Félix Felinski, obispo de Varsovia, que en medio de grandes dificultades trabajó por la libertad y la instauración de la Iglesia, y para atender a las necesidades del pueblo fundó la Congregación de Hermanas Franciscanas de la Familia de María. († 1895)

   Beato Juan Ventura Solsona, presbítero y mártir   

En la población de Castillo de Villamalefa, en la provincia de Castellón de la Región Valenciana, en España, beato Juan Ventura Solsona, presbítero y mártir, que, perseverante en su fe, emigró a la gloria celestial durante la cruel persecución religiosa. († 1936)

   Beato Timoteo Valero Pérez, presbítero y mártir   

En Madrid, de nuevo en España, beato Timoteo Valero Pérez, presbítero de los Terciarios Capuchinos de Nuestra Señora de los Dolores y mártir, que en la misma contienda libró su buen combate por la fe de Cristo. († 1936)

   Beatas María de San José y María de la Asunción, religiosas mártires 

En Madrid, España, beatas Madre María de San José, abadesa, y Sor María de la Asunción, religiosas concepcionistas del monasterio de Escalona, en Toledo, mártires. († 1936)

   Beato Segismundo Sajna, presbítero y mártir   

En los bosques de Palmiry, cerca de Varsovia, en Polonia, beato Segismundo Sajna, presbítero y mártir, fusilado en tiempo de guerra por no abdicar de su fe bajo un régimen extranjero hostil a Dios. († 1940)

   Beata Leonella Sgorbati, religiosa mártir   

En Mogadishu, Somalia, Leonella Sgorbati, en el siglo Rosa María, mártir, misionera del Instituto de las Hermanas Misioneras de la Consolata. († 2006)


LITURGIA DE HOY

Misa del Domingo (verde).

MISAL: ants. y oracs. props., Gl., Cr., Pf. dominical.

LECC.: vol. I (A).

- Eclo 27, 30 — 28, 7. Perdona la ofensa a tu prójimo y, cuando reces, tus pecados te serán perdonados.
- Sal 102. R. El Señor es compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia.
- Rom 14, 7-9. Ya vivamos, ya muramos, somos del Señor.
- Mt 18, 21-35. No te digo que perdones hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.
El perdón de las ofensas centra la liturgia de la Palabra de hoy. Así en la primera lectura: «Perdona la ofensa a tu prójimo y, cuando reces, tus pecados te serán perdonados». Y el Evangelio nos dice: «No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete». El perdón que pidamos a Dios está ligado al perdón que demos a los demás. Así, en el padrenuestro diremos: «perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden». De esa manera, perdonando, imitaremos y viviremos en nuestra vida la inapreciable misericordia de Dios (Sal resp). En la celebración de la eucaristía Cristo sigue derramando su Sangre para el perdón de nuestros pecados.
- JORNADA MUNDIAL DEL TURISMO (pontificia y dependiente de la CEE, optativa): Liturgia del día, alusión en la mon. de entrada y en la hom., intención en la orac. univ.
- Hoy no se permiten las misas de difuntos, excepto la exequial.
Liturgia de las Horas: oficio dominical. Te Deum. Comp. Dom. II.
Martirologio: elogs. del 18 de septiembre, pág. 560.
CALENDARIOS: Tarazona: Aniversario de la ordenación episcopal de Mons. Vicente Rebollo Mozos, obispo (2022).

RITOS INICIALES

INTRODUCCIÓN
Desde el Antiguo Testamento viene inculcada en el pueblo de Dios, la necesidad de perdonar a los hermanos para poder aspirar al perdón de Dios. De alguna manera estamos obligados a imitar la misericordia de Dios y el saber que debemos ponernos bajo el juicio divino después de esta vida, nos debe llevar a ser generosos con el prójimo.
Jesús insiste con firmeza en la ley evangélica del perdón. Jesús le manifiesta a Pedro que el perdón al prójimo no debe tener límites y que debe ser dado sin cálculo, sin cansancio, tal como lo indica la cifra simbólica de setenta veces siete. La parábola agrega que no existe proporción entre lo que Dios nos perdona a nosotros y lo que nosotros debemos perdonarle a los otros. No se trata de perdonar de palabra, ni de medias tintas. El perdón tiene que ser de corazón, con sinceridad y con profundidad de sentimiento. Quien se resta al deber del perdón es incapaz de tener una verdadera práctica religiosa. Rechazar el perdón significa no conocer al Padre de los Cielos, es repudiar el Evangelio de la manera más irracional, es no tener en cuenta la gracia que se nos da para vencer nuestras debilidades.
Nuestra vida y nuestra muerte le pertenecen a Cristo, porque ellas pertenecen al Señor. Cada uno de nosotros, fieles de Cristo, estamos íntimamente asociados a la muerte y resurrección del Señor.

Antífona de entrada Cf. Eclo 36, 15
Señor, da la paz a los que esperan en ti, y saca veraces a tus profetas, escucha la súplica de tus siervos y de tu pueblo Israel.

Acto penitencial
Por ello, preparemos nuestro corazón para acoger su presencia sacramental pidiéndole perdón por nuestros pecados, así experimentaremos en nuestra vida la misericordia y el amor que Dios nos tiene.

V/. Tú, que ofrecías el perdón a publicanos y pecadores. Señor, ten piedad.
R/. Señor, ten piedad.
V/. Tú, que moriste en la cruz perdonando. Cristo, ten piedad.
R/. Cristo, ten piedad.
V/. Tú, que nos diste ejemplo para que sigamos tus huellas. Señor, ten piedad.
R/. Señor, ten piedad.

Gloria.

Oración colecta
MÍRANOS, oh, Dios, creador y guía de todas las cosas,
y concédenos servirte de todo corazón,
para que percibamos el fruto de tu misericordia.
Por nuestro Señor Jesucristo.

LITURGIA DE LA PALABRA  

PRIMERA LECTURA
Perdona la ofensa a tu prójimo y, cuando reces, tus pecados te serán perdonados
Lectura del libro del Eclesiástico 27, 30 — 28, 7
RENCOR e ira también son detestables,
el pecador los posee.
El vengativo sufrirá la venganza del Señor,
que llevará cuenta exacta de sus pecados.
Perdona la ofensa a tu prójimo
y, cuando reces, tus pecados te serán perdonados.
Si un ser humano alimenta la ira contra otro,
¿cómo puede esperar la curación del Señor?
Si no se compadece de su semejante,
¿cómo pide perdón por sus propios pecados?
Si él, simple mortal, guarda rencor,
¿quién perdonará sus pecados?
Piensa en tu final y deja de odiar,
acuérdate de la corrupción y de la muerte
y sé fiel a los mandamientos.
Acuérdate de los mandamientos
y no guardes rencor a tu prójimo;
acuérdate de la alianza del Altísimo
y pasa por alto la ofensa.
Palabra de Dios.

Salmo responsorial Sal 102, 1bc-2. 3-4. 9-10. 11-12 (R: 8)
R/. El Señor es compasivo y misericordioso,
lento a la ira y rico en clemencia.
V/. Bendice, alma mía, al Señor,
y todo mi ser a su santo nombre.
Bendice, alma mía, al Señor,
y no olvides sus beneficios. R/.
V/. Él perdona todas tus culpas
y cura todas tus enfermedades;
él rescata tu vida de la fosa,
y te colma de gracia y de ternura. R/.
V/. No está siempre acusando
ni guarda rencor perpetuo;
no nos trata como merecen nuestros pecados
ni nos paga según nuestras culpas. R/.
V/. Como se levanta el cielo sobre la tierra,
se levanta su bondad sobre los que lo temen;
como dista el oriente del ocaso,
así aleja de nosotros nuestros delitos. R/.

SEGUNDA LECTURA
Ya vivamos, ya muramos, somos del Señor
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 14, 7-9
HERMANOS:
Ninguno de nosotros vive para sí mismo y ninguno muere para sí mismo.
Si vivimos, vivimos para el Señor; si morimos, morimos para el Señor; así que, ya vivamos ya muramos, somos del Señor.
Pues para esto murió y resucitó Cristo: para ser Señor de muertos y vivos.
Palabra de Dios.

Aleluya Jn 13, 34
R/. Aleluya, aleluya, aleluya.
V/. Os doy un mandamiento nuevo —dice el Señor—:
que os améis unos a otros, como yo os he amado. R/.

EVANGELIO
No te digo que perdones hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 18, 21-35
 EN AQUEL TIEMPO, acercándose Pedro a Jesús le preguntó:
«Señor, si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces tengo que perdonarlo? ¿Hasta siete veces?».
Jesús le contesta:
«No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.
Por esto, se parece el reino de los cielos a un rey que quiso ajustar las cuentas con sus criados. Al empezar a ajustarlas, le presentaron uno que debía diez mil talentos. Como no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él con su mujer y sus hijos y todas sus posesiones, y que pagara así.
El criado, arrojándose a sus pies, le suplicaba diciendo:
“Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo”.
Se compadeció el señor de aquel criado y lo dejó marchar, perdonándole la deuda. Pero al salir, el criado aquel encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios y, agarrándolo, lo estrangulaba diciendo:
“Págame lo que me debes”.
El compañero, arrojándose a sus pies, le rogaba diciendo:
“Ten paciencia conmigo y te lo pagaré”.
Pero él se negó y fue y lo metió en la cárcel hasta que pagara lo que debía.
Sus compañeros, al ver lo ocurrido, quedaron consternados y fueron a contarle a su señor todo lo sucedido. Entonces el señor lo llamó y le dijo:
“¡Siervo malvado! Toda aquella deuda te la perdoné porque me lo rogaste. ¿No debías tú también tener compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?”.
Y el señor, indignado, lo entregó a los verdugos hasta que pagara toda la deuda.
Lo mismo hará con vosotros mi Padre celestial, si cada cual no perdona de corazón a su hermano».
Palabra del Señor.

Audio y comentario del Evangelio de hoy (I)

Audio y comentario del Evangelio de hoy (I)



DOMINGO DE LA XXIV SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO
(CICLO A)

En una de las peticiones de la oración por excelencia, que es la que nos enseñó Jesús: el Padre Nuestro, decimos: perdónanos nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. La postura del perdón que tan lejos estaba en los ambientes donde se vivía normalmente la ley del talión, ojo por ojo... Jesús nos la aclara con la parábola que hoy nos trae el Evangelio: el reino de los cielos se parece a un rey que quiso ajustar las cuentas con sus empleados...

Al comentar la diferencia entre los diez mil talentos y los cien denarios los comentaristas están de acuerdo en la distancia fabulosa que hay entre una y otra cantidad (la Biblia de la CEE dirá cien denarios y diez mil talentos igual a 174 toneladas de oro y cien denarios igual a 30 gramos) lo cierto es que el Señor quiso poner de relieve que ante la deuda que tenemos frente a Dios, cualquier cosa que tengan de deuda los demás para con nosotros es insignificante.

Ya la respuesta de Jesús ante la pregunta de Pedro: no te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete; nos marca cuál tiene que ser nuestra postura ante los demás; e indirectamente comprendemos ya la disponibilidad que encontraremos en el Señor siempre que nos sintamos en la necesidad de acercarnos a Él pidiéndole perdón.

A la luz de las afirmaciones del Evangelio de hoy tiene un matiz especial la antífona que leemos como introducción al mismo: os doy un mandamiento nuevo, que os améis unos a otros como yo os he amado.

En los ambientes donde parece que volvemos a la ley del talión, chocará siempre la postura del cristiano. De hecho es un matiz que descubrimos de un modo permanente en quienes van al martirio por odio a su fe. Desde San Esteban que dirá al morir apedreado: Señor, no les tengas en cuenta este pecado; hasta los mártires de nuestros días que mueren con este sentimiento del perdón ante sus verdugos.

No entro a reflexionar sobre la exigencia de justicia que tienen muchos ante injusticias flagrantes y que no están reñidas con lo que nos dice Jesús hoy. Ante muchos está la figura de San Juan Pablo II, perdonando en la cárcel a quien intentó matarlo, pero no impidiendo que se aplicara en él la justicia humana.
Lo que sí es cierto es que el perdón se aplicará sólo y siempre cuando haya en nosotros un auténtico arrepentimiento.

En Dios el atributo de su misericordia no puede ir en contra de su justicia. Esta afirmación desarrollada con la ley de Dios nos aclara aspectos que vemos aplicados en la reflexión de hoy. Léase el tema: EL QUE DIOS SEA MISERICORDIA INFINITA EN DONACIÓN ETERNA DE AMOR, NO PUEDE IR EN CONTRA DE SU JUSTICIA POR EXIGENCIA DE SU COETERNA Y SUBSISTENTE SANTIDAD (Colección Luz en la noche. El misterio de la fe dado en sabiduría amorosa - Madre de la Trinidad de la Santa Madre Iglesia, Escritos del 23-6-2001)


EL QUE DIOS SEA MISERICORDIA INFINITA
EN DONACIÓN ETERNA DE AMOR, NO PUEDE IR EN CONTRA DE SU JUSTICIA POR EXIGENCIA DE SU COETERNA Y SUBSISTENTE SANTIDAD

Dios, rompiendo en misericordia por Cristo al hombre, tiene que ser respondido por éste en justicia, ante la donación del Verbo Infinito Encarnado; cosa que el Señor también me hizo entender, penetrada de su sabiduría divina, abrasada en su fuego y bajo el impulso de su fuerza, el día 3 de abril de 1959:

El que Dios sea misericordia infinita en donación eterna de amor, no puede ir en contra de su justicia, que exige respuesta de retornación de la criatura al Creador según corresponde al don recibido; puesto que, a mayor donación, más grande respuesta. «A quien mucho se le da, mucho se le reclamará, y a quien mucho se le ha entregado, mucho se le pedirá»1 .

¡Cómo veía este día que la exuberancia pletórica de sus atributos insondables, en infinitud infinita de infinitudes de perfecciones y atributos, por la perfección del mismo ser de Dios, era como un concierto en el acoplamiento melódico de la realidad, infinitamente sida y abarcadora, de su Divinidad...!

Comprendiendo hoy y penetrando que algo parecido sucede con los diversos dones y carismas que Dios reparte a los fieles; que si son de Dios, no pueden oponerse unos a otros, sino que se compenetran y ayudan recíprocamente para la consecución de un mismo fin, bajo la acción de un mismo Espíritu, un mismo Señor y un único Dios.

Viniéndome al pensamiento las palabras del Apóstol San Pablo sobre los diversos dones y carismas que Dios da a su Iglesia para la consolidación y expansión de toda ella:

«A cada uno de nosotros ha sido dada la gracia en la medida del don de Cristo... Y Él constituyó a unos apóstoles, a otros, profetas, a éstos, evangelistas, a aquéllos, pastores y doctores, para la perfección consumada de los santos, para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo...; llegándonos a Aquél que es nuestra cabeza, Cristo, por quien todo el cuerpo, trabado y unido por todos los ligamentos que lo unen y nutren según la operación de cada miembro, va obrando su crecimiento en orden a su construcción en la caridad»2.
«Hay diversidad de dones, pero uno mismo es el Espíritu. Hay diversidad de ministerios, pero uno mismo es el Señor. Hay diversidad de operaciones, pero uno mismo es Dios, que obra todas las cosas en todos. Y a cada uno se le otorga la manifestación del Espíritu para común utilidad... Todas estas cosas las obra el único y mismo Espíritu, que distribuye a cada uno según quiere.
Porque así como, siendo el cuerpo uno, tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, con ser muchos, son un cuerpo único, así es también Cristo...
De esta suerte, si padece un miembro, todos los miembros padecen con él; y si un miembro es honrado, todos los otros a una se gozan. Pues vosotros sois el cuerpo de Cristo y cada uno es un miembro»3.

«¡Que no se confundan...! –exclamaba entonces–. Sobreabunda la misericordia para quien quiera aprovecharse de la Sangre redentora de Cristo, la Misericordia Encarnada; sobreabunda al pecado la misericordia y el amor, para aquellos que quieran aprovecharse de la sobreabundancia de la misericordia infinita en derramamiento amoroso de los torrenciales afluentes divinos de los eternos Manantiales».

¡Qué dolor! ante la confusión, llena de insensatez, de los que piensan, por falta de conocimiento de la excelencia subsistente de Dios, que, por haber sido redimidos por Cristo, ya podemos oponernos a la Santidad infinita, que, por justicia, exige respuesta de la criatura; no ya sólo como Creador, sino ¡también como Redentor que muere, lleno de amor misericordioso, para redimir al hombre con su Sangre santísima...!

¿Cómo es posible que el desvarío de la mente humana, intentando acogerse a la misericordia divina, que por justicia exige la respuesta del hombre redimido, piense que, aunque se rebele contra Dios y desprecie la donación de la Redención, está salvado; y sin haber sido purificado y santificado por la Sangre del Unigénito Hijo de Dios, pueda entrar sin traje de fiesta en las Bodas del Cordero?

«Entrando el rey para ver a los que estaban a la mesa, vio allí a un hombre que no llevaba traje de boda, y le dijo: Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin el vestido de boda?. Él enmudeció. Entonces el rey dijo a sus ministros: Atadle de pies y manos y arrojadle a las tinieblas exteriores; allí habrá llanto y crujir de dientes. Porque muchos son los llamados y pocos los escogidos»4.

¡¿Cómo podrá, por justicia, el Dios Misericordioso Encarnado, siendo menospreciado, llevar a los que se enfrentan obstinadamente a su Santidad, a participar para siempre en la Eternidad de la felicidad de la vida divina en intimidad de familia con las divinas Personas?!

¡¿Cómo podrá unirse a Dios el pecado del hombre con su: «no me someteré a tu voluntad ni como Creador ni como Redentor», que abusando de las donaciones del mismo Dios, se opone a todo su ser manifestándose su voluntad contra el pecado, menospreciándole y ultrajándole?! [...]

¡Y cómo podré expresar lo que es para mi alma, profundizada en los misterios de la Eterna Sabiduría, la soberanía majestuosa del que Es!; el cual imprimió en mi espíritu algo que quedó grabado en la médula de mi ser para siempre, y que ahora quiero contar, transcribiendo un fragmento del escrito del 2 de septiembre de 1997:

«Cuando aún sólo tenía unos 27 años, fuimos un grupo de chicas consagradas a veranear a un pueblecito de la sierra de Ávila [...]; desde donde íbamos algunas veces a pasar el día al Santuario de la Virgen del Espino; para, aprovechar, al mismo tiempo que estábamos en el campo, ocasiones de acompañar a Jesús Sacramentado en el sagrario. Cosa que ha sido una de las tendencias más fuertes de mi vida.

Por lo que siempre que podía, me escabullía del grupo, para entrar de vez en cuando en la iglesia, acercarme al sagrario y acompañar a Jesús, amarle, consolarle..., procurando hacerle sonreír con mis locuras de amor, como yo las llamaba; que me hacían, muchas veces, bailar espiritualmente ante Él, como en mis años primeros; comprendiendo, en saboreo amoroso, lo que esto le gustaba a Jesús.
Lo cual llenaba de gozo mi alma de niña enamorada, ante el amor que tenía a mi Esposo divino. [...]

Y durante este día de campo tan feliz que estaba pasando, una de las veces que corría presurosa desde los portones del Santuario hacia el altar mayor, donde estaba Jesús Sacramentado, ¡oh lo que me ocurrió...!, [...] ¡tan sorprendente, y hasta entonces, para mí, desconocido!:

Cuando sólo me faltaban unos diez metros para llegar al presbiterio –donde solía postrarme de rodillas, llamaba a la puertecita del sagrario..., me gustaba meter el dedo pequeño en el agujerito de la llave como si intentara abrirlo en mis atrevimientos de juegos amorosos en requiebros llenos de ternura indescriptible e indecible con mi Jesús del sagrario, los cuales yo sabía bien que le gustaban–;
de pronto, en un momento lleno de sorpresa indescriptible, ¡¡empecé a experimentar la terribilidad terrible, majestuosa y soberana del infinito poderío de Dios lleno de magnificencia y esplendor en la altura de su inmensidad insondable, inaccesible e intocable, que me dejó parada en seco, de pie, y sin atreverme a mirar a ninguna parte, ni a moverme, ni casi a respirar...!!

Y esto era de un modo tan profundo, sorprendente y majestuoso, que sentía que, si daba un paso más, allí mismo podía quedar muerta por la majestad excelsa, terrible y todopoderosa del Jesús que estaba en el sagrario, y que se me manifestaba en el esplendor deslumbrante y omnipotente de su gloria, como el Dios terrible de majestad soberana; al que criatura alguna no se podía acercar, sin quedar destruida en un instante, si no era invitada por el poderío de la Soberanía Infinita.

Y de tal manera era esto, [...] ¡que no me atrevía a moverme ni una chispita...!, ni siquiera para tirarme al suelo a adorar. Porque experimentaba en todo mi ser que, ante cualquier movimiento, podía quedar aniquilada por el poder majestuoso e imperioso de la excelencia, en terribilidad aplastante, del Ser Infinito, Omnipotente y Eterno.

Por mucho que diga, [...] de lo que me sucedió en este día, jamás lo podré expresar, por no tener palabras ni conceptos para que la mente humana lo pueda captar.
[...] ¡Ni siquiera me atrevía a mirar para detrás, ni echar a correr!, como tanto lo deseaba por el impulso que sentía de liberarme y escapar de aquella sorprendente situación; que al mismo tiempo que me inundaba de temor, me hacía conocer la magnificencia poderosa y esplendorosa del Dios de la Eucaristía que, por amor al hombre, está oculto bajo las apariencias sencillas, sacrosantas y misteriosas de un pedacito de Pan.
¡Un paso más, y tal vez hubiera podido quedar aniquilada por el poderío inconmensurable del Infinito Ser!

Y, cuando me parecía que mi pobre naturaleza no podía soportar aquella majestuosa pero abrumadora situación, ya que hasta las piernas me temblaban, de pronto, empecé a experimentar de una manera pausada y suave que el Jesús de mi sagrario, dulce, tierna y acariciadoramente, me tendía la mano, invitándome a que me acercara...

Mi primer instinto, al ver que ya me podía mover, fue echar a correr y escapar por la puerta.

Pero el Dios del Sacramento me hacía comprender, lleno de ternura, amor, misericordia y compasión, que quería que me acercara a Él ¡y con la misma confianza que siempre lo había hecho!; experimentando que, con brazo extendido en paternidad amorosa sobre mi pobre alma, me pedía que fuera hacia Él; mientras que, temblorosa, iba andando quedamente y despacito, casi sin atreverme a avanzar.

Y cuando al fin me acerqué al sagrario, pues Jesús así me lo pedía, allí ¡adoraba..., amaba... y me anonadaba...!, mientras sentía la caricia acogedora de Jesús, consolándome y, lleno de ternura, invitándome a acercarme para reclinarme en su pecho.

Pero la impresión de lo que acababa de vivir no se me podía quitar tan fácilmente, a pesar de que la ternura amorosa de Jesús hacia mí era indescriptible.

Haciéndome comprender, con cuanto había vivido, la majestad soberana que Él era en terribilidad de poderío infinito, ante el cual toda criatura tenía que estar llena de veneración, respeto, reverencia y adoración; y la bondad infinita de su misericordia, que se inclina a la criatura de tal manera que descansa en ella..., se goza..., y hasta, con los juegos amorosos de mi delirio de amor, era capaz de hacerle sonreír...

Con la cabeza inclinada delante del sagrario, aprendí aquella enseñanza que Jesús, con ternura de amor infinito, hizo a la pequeña Trinidad de la Santa Madre Iglesia; para que, aunque llena de confianza en su misericordia infinita rebosante de inéditas ternuras y amores eternos, comprendiera, distinguiendo bien, lo que Dios es en sí, por sí y para sí, y hasta dónde se abaja, inclinándose a la pequeñez del hombre.

Por lo que, desde este día, a pesar de tener tanta confianza como Jesús me da, un santo temor de Dios en respetuosa reverencia amorosa me hace entender más profundamente, en sapiental sabiduría, cuál es la distancia que existe entre la criatura y el Creador.

Recordando el pasaje en el que Yahvé, desde la zarza ardiendo, dijo a Moisés: No te acerques, quítate las sandalias de tus pies, porque el lugar sobre el que estás de pie es una tierra santa5.

La Casa de Dios y Morada del Altísimo en la tierra ha sido consagrada para el culto, la adoración y la oración.

Entró Jesús en el templo de Dios y arrojó de allí a cuantos vendían y compraban en él, y derribó las mesas de los cambistas y los asientos de los vendedores de palomas, diciéndoles: Escrito está: ‘Mi casa será llamada casa de oración’, pero vosotros la habéis convertido en cueva de ladrones6.

Penetrando y comprendiendo con qué veneración, respeto y adoración tenemos que entrar y mantenernos en el Sancta Sanctórum de los templos consagrados a Dios;
entonando el himno de alabanza de los Serafines ante el Señor sentado en su trono alto y sublime...: ¡Santo, Santo, Santo, Yahvé Sebaot! ¡Toda la tierra está llena de su gloria!7».

¡Qué confusa [...] la mente del hombre...!, ¡qué ofuscada y qué tenebrosa!, por falta de conocimiento del Infinito Ser, por compararlo siempre con nosotros; llegando, en nuestra insensatez, a querernos aprovechar desordenadamente de la divina misericordia, sin hacer justicia, con nuestra respuesta amorosa a la Santidad de Dios ultrajada y ofendida por la criatura, al Supremo Creador manifestándose en voluntad.

[...] La voluntad infinita de Dios, derramándose en Santidad, exige, por justicia, en su serse justicia de perfección, respuesta del hombre, ya no sólo por haberle creado, sino por la donación del Dios Infinito Encarnado que, hecho Hombre, busca incansable la manera de glorificarse a través de su amor misericordioso;
y que, irrumpiendo en el romance más inédito que se pueda pensar, reventando en sangre por todos sus poros, coronado de espinas, clavado en la cruz, con su costado abierto y sus llagas sangrantes, nos clama cruzado en el Abismo: «El que tenga sed que venga a mí y beba, y Yo le daré de balde del agua de la vida»8.
«El que come mi Carne y bebe mi Sangre habita en mí y Yo en él y Yo le resucitaré el último día»9.

Y así, «las águilas reales», con corazón candente y ojos de luminosa sabiduría, cruzan el Abismo; para, mediante la Redención del Cristo Grande de todos los tiempos, que se perpetúa en donación amorosa a los hombres en la Iglesia, ser llevadas por Él al triunfo definitivo de los Bienaventurados; y con la entrada de Cristo en la Eternidad, introducirnos a vivir, en disfrute dichosísimo, en el gozo infinito de la participación, en gloria, de la misma vida divina de la Trinidad.

Y en esta mañana, fiesta del Inmaculado Corazón de María, también durante el Santo Sacrificio del Altar, llena y exultante de gozo en el Espíritu Santo por el amor filial tan grande y desbordante que oprimo en mi espíritu hacia la Santísima Virgen, sentí que la Sapiencia divina, especialmente en el momento de la Consagración, imprimía en lo más profundo de mi espíritu algo muy dulce y saboreable sobre la Santísima Virgen, la Madre del Verbo Infinito Encarnado, el cual es la Divina Misericordia que se nos derrama a borbotones desde el Seno del Padre por su costado abierto a través de la Maternidad de María para la salvación en restauración de la humanidad caída.

Mi espíritu penetraba gozosamente que el derramamiento de la misericordia infinita sobre el hombre caído, fue anunciado y promulgado por Dios en el Paraíso terrenal; que se nos daría por medio de la Mujer, cuya descendencia aplastaría la cabeza de la serpiente: «Pongo perpetua enemistad entre ti y la Mujer, entre tu linaje y el suyo: Éste te aplastará la cabeza y tú le atacarás al calcañal»10.

Ya que por María, en María, por la voluntad del Padre, el amor del Espíritu Santo y la Encarnación del Verbo, el Unigénito de Dios se hizo Hombre y habitó entre nosotros, siendo el Primogénito de la descendencia de la Mujer.

Por lo que en el año 1959 mi alma exclamaba: «María es la que tiene la culpa de que todos los hombres se llenen de gracia y vivan de Dios, porque arrancando la Gracia que sale del Seno del Padre, que es el Verbo, robó al Padre la Fuente de la gracia –de cuya plenitud todos hemos recibido11– y se la dio a los hombres».

Es María la Madre de Cristo, el Hijo de Dios Encarnado y su Hijo, la Madre de la Misericordia; por lo cual la proclaman bienaventurada todas las generaciones.

Siendo María la Puerta del Cielo, la Madre del amor hermoso.

Entonando mi alma, exultante de gozo en el Espíritu Santo, con la Santísima Virgen, su Magníficat de gloria:

«Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi Salvador..., su Nombre es Santo, y su misericordia de generación en generación llega a los que le aman...
Acogió a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia, como lo había prometido a nuestros Padres en favor de Abraham y su descendencia por siempre»12;
dando gloria al Padre, gloria al Hijo y gloria al Espíritu Santo por el Unigénito de Dios hecho Hombre, el Hijo de María y el Primogénito de la humanidad, que es Dios, «porque sus misericordias son eternas»13 y no tienen fin.

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1 Lc 12, 48. 2 Ef 4, 7. 11-12. 15b-16. 3 1 Cor 12, 4-7. 11-12. 26-27. 4 Mt 22, 11-14. 5 Éx 3, 5. 6 Mt 21, 12-13. 7 Is 6, 1-3. 8 Jn 7, 37; Ap 21, 6. 9 Jn 6, 56. 40. 10 Gén 3, 15. 11 Jn 1, 16. 12 Lc 1, 46-55. 13 Sal 135.


Credo.

Oración de los fieles
Dirijamos ahora nuestras peticiones a Dios, Padre misericordioso, que conoce nuestra miseria y nuestra debilidad y que no nos trata como merecen nuestros pecados ni nos paga según nuestras culpas.
1.- Para que la Iglesia sea el lugar de la misericordia, la acogida, y la reconciliación incondicional para todos; y así se manifieste al mundo el perdón de Dios. Roguemos al Señor.
2.- Para que surjan vocaciones al ministerio sacerdotal que sirvan a nuestra diócesis de N. y nos transmitan el perdón de Dios. Roguemos al Señor.
3.- Para que los gobernantes trabajen por la reconciliación de unos y otros sobre la base de la justicia, el respeto, la paciencia y el amor. Roguemos al Señor.
4.- Para que la gracia de Dios destierre de los corazones el odio y la venganza, y sean capaces de perdonar y olvidar los que se sienten justamente ofendidos. Roguemos al Señor.
5.- Para que viviendo para Dios, tengamos un corazón como el suyo, siempre dispuesto a perdonar a todos los que nos han ofendido. Roguemos al Señor.
Dios de la justicia y el amor,
que nos perdonas si nosotros perdonamos a nuestros hermanos;
atiende con bondad nuestras súplicas
y crea en nosotros un corazón nuevo a imagen de tu Hijo,
un corazón siempre más grande que cualquier ofensa,
para mostrar al mundo cómo Tú nos amas.
Por Jesucristo nuestro Señor.

LITURGIA EUCARÍSTICA

Oración sobre las ofrendas
SÉ propicio a nuestras súplicas, Señor,
y recibe complacido estas ofrendas de tus siervos,
para que la oblación que ofrece cada uno
en honor de tu nombre
sirva para la salvación de todos.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Prefacio
El misterio de la salvación en Cristo

En verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación,
darte gracias, Padre santo,
siempre y en todo lugar,
por Jesucristo, tu Hijo amado.
Por él, que es tu palabra, hiciste todas las cosas;
tú nos lo enviaste
para que, hecho hombre por obra del Espíritu Santo
y nacido de María la Virgen,
fuera nuestro Salvador y Redentor.
Él, en cumplimiento de tu voluntad,
para destruir la muerte
y manifestar la resurrección,
extendió sus brazos en la cruz,
y así adquirió para ti un pueblo santo.
Por eso,
con los ángeles y los santos,
cantamos tu gloria diciendo:
Santo, Santo, Santo...


Antífona de comunión Sal 35, 8
Qué inapreciable es tu misericordia, oh, Dios. Los humanos se acogen a la sombra de tus alas.
O bien: Cf. 1 Cor 10, 16
El cáliz de la bendición que bendecimos es comunión de la Sangre de Cristo; el pan que partimos es participación en el Cuerpo del Señor.

Oración después de la comunión
TE pedimos, Señor,
que el fruto del don del cielo
penetre nuestros cuerpos y almas,
para que sea su efecto,
y no nuestro sentimiento,
el que prevalezca siempre en nosotros.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Pensamientos para el Evangelio de hoy

«El perdón atestigua que en el mundo está presente el amor más fuerte que el pecado» (San Juan Pablo II).

«Ante la gravedad del pecado, Dios responde con la plenitud del perdón. La misericordia siempre será más grande que cualquier pecado y nadie podrá poner un límite al amor de Dios que perdona» (Francisco).

«(…) Es en el fondo ‘del corazón’ donde todo se ata y se desata. No está en nuestra mano no sentir ya la ofensa y olvidarla; pero el corazón que se ofrece al Espíritu Santo cambia la herida en compasión y purifica la memoria transformando la ofensa en intercesión» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 2.843).


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