01 de noviembre - MIÉRCOLES DE LA XXX SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO, Solemnidad de Todos los Santos



  MIÉRCOLES DE LA XXX SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO,
  SOLEMNIDAD DE TODOS LOS SANTOS
  Oficio propio de la Solemnidad de Todos los Satos, del Salterio
  (Liturgia de las Horas, Tomo IV: Oficio de Lecturas Laudes Tercia - 
  Sexta - Nona Vísperas - Completas)
 



PROGRAMA PARROQUIAL:
MIÉRCOLES, 01 DE NOVIEMBRE

PARROQUIA DEL CARMEN:

- Eucaristía de la Solemnidad de Todos los Santos (a las 11.00 h.).
 

PARROQUIA DE LOS DOLORES:

- Eucaristía de la Solemnidad de Todos los Santos (a las 12.30 h.).








NOTICIAS DE ACTUALIDAD







Portada

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SANTORAL DE HOY

Solemnidad de Todos los Santos

Elogio: Solemnidad de Todos los Santos que están con Cristo en la gloria. En el gozo único de esta festividad, la Iglesia Santa, todavía peregrina en la tierra, celebra la memoria de aquellos cuya compañía alegra los cielos, recibiendo así el estímulo de su ejemplo, la dicha de su patrocinio y, un día, la corona del triunfo en la visión eterna de la divina Majestad.

 

Otros santos de este día:

   San Cesáreo, mártir  

En Tarracina, en la costa del Lacio, san Cesáreo, mártir.

   San Benigno de Dijón, presbítero y mártir

En Dijón, en la Galia Lugdunense, san Benigno, venerado como presbítero y mártir.

   San Austremonio de Auvernia, obispo  

En Auvernia, de Aquitania, san Austremonio, obispo, que, según la tradición, predicó en esta ciudad la palabra de la salvación.

   San Marcelo de París, obispo  

En París, en la Galia Lugdunense, san Marcelo, obispo.

   San Rómulo, abad y presbítero

En el territorio de Bourges, en Aquitania, san Rómulo, presbítero y abad.

   San Severino, monje

En Tívoli, en el Lacio, san Severino, monje.

   San Magno de Milán, obispo

En Milán, de la Lombardía, san Magno, obispo.

   San Vigor de Bayeux, obispo  

En Bayeux, en la Galia Lugdunense, san Vigor, obispo, discípulo de san Vedasto.

   San Licinio de Angers, obispo

En Angers, en Neustria, san Licinio, obispo, a quien el papa san Gregorio I Magno encomendó los monjes que se dirigían a Inglaterra.

   San Maturino, presbítero  

En Larchant, ciudad del Gatinais Aquitano, san Maturino, presbítero.

   San Audomaro de Thérouanne, monje y obispo  

En el territorio de Théouranne, en Flandes, san Audomaro, que, siendo discípulo de san Eustasio, abad de Luxeuil, fue elegido obispo de los Marinos y renovó allí la fe cristiana.

   Beato Rainiero Aretino, religioso  

En Borgo Sansepolcro, lugar de Umbría, beato Rainiero Aretino, de la Orden de los Hermanos Menores, que brilló por su humildad, pobreza y paciencia.

   Beatos Pedro Pablo Navarro, Dionisio Fujishima, Pedro Onizuka Sandayu y Clemente Kyuemon, mártires  

En Shimabara, lugar de Japón, beatos Pedro Pablo Navarro, presbítero, Dionisio Fujishima y Pedro Onizuka Sandayu, religiosos de la Orden de la Compañía de Jesús, y Clemente Kyuemon, mártires, que fueron sometidos al tormento del fuego por quienes odiaban la fe.

   Santos Jerónimo Hermosilla, Valentín de Berriochoa y Pedro Almató Ribeira, mártires  

En la ciudad de Hai Duong, en Tonquín, santos mártires Jerónimo Hermosilla y Valentín de Berriochoa, obispos, y Pedro Almató Ribeira, presbítero de la Orden de Predicadores, que fueron decapitados por orden del emperador Tu Duc.

   Beato Eudald d´Igualada, religioso y mártir

En La Pobla de Claramunt, Barcelona, beato Eudald d'Igualada (Lluís Estruch Vives), capuchino mártir en la persecución religiosa durante la Guerra Civil.

   Beato Ruperto Mayer, religioso presbítero  

En Munich, en la región de Baviera, en Alemania, beato Ruperto Mayer, presbítero de la Orden de la Compañía de Jesús, que fue celosísimo maestro de los fieles, ayuda para los pobres y obreros, y predicador de la palabra de Dios. Sufrió persecución bajo el nefasto régimen nazi, durante el cual le deportaron primero a un campo de concentración y después fue recluido en un monasterio, totalmente incomunicado con sus fieles.

   Beato Teodoro Jorge Romzsa, obispo y mártir  

En la ciudad de Mukacevo, en Ucrania, beato Teodoro Jorge Romzsa, obispo y mártir, que, por mantener su fidelidad infatigable a la Iglesia en tiempo de persecución de la fe, mereció alcanzar la palma gloriosa.


LITURGIA DE HOY

Solemnidad de Todos los Santos, que están con Cristo en la gloria. En el gozo único de esta festividad, la Iglesia Santa, todavía peregrina en la tierra, celebra la memoria de aquellos cuya compañía alegra los cielos, recibiendo así el estímulo de su ejemplo, la dicha de su patrocinio y, un día, la corona del triunfo en la visión eterna de la divina Majestad (elog. del Martirologio Romano).

Misa de la solemnidad (blanco).

MISAL: ants. y oracs. props., Gl., Cr., Pf. prop. No se puede decir la PE IV.

LECC.: vol. IV.

- Ap 7, 2-4. 9-14. Vi una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de todas las naciones, razas, pueblos y lenguas.

- Sal 23. R. Esta es la generación que busca tu rostro, Señor.

- 1 Jn 3, 1-3. Veremos a Dios tal cual es.

- Mt 5, 1-12a. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo.

Todos estamos llamados a la santidad cristiana. Esta es la plenitud de la vida cristiana y la perfección de la caridad, y se realiza en la unión íntima con Cristo y, en él, con la Santísima Trinidad. El camino de santificación del cristiano, que pasa por la cruz, tendrá su cumplimiento en la resurrección final de los justos, cuando Dios sea todo en todos (CEC, Compendio, 428). Los santos, habiendo alcanzado la salvación eterna, cantan la perfecta alabanza a Dios en el cielo e interceden por nosotros. Al celebrar la fiesta de los santos, la Iglesia proclama el Misterio pascual cumplido en ellos, propone a los fieles sus ejemplos, los cuales atraen a todos por Cristo al Padre, y por los méritos de estos implora los beneficios divinos (cf. SC 104).

Liturgia de las Horas: oficio de la solemnidad. Te Deum. Comp. Dom. II.

Martirologio: elogs. del 2 de noviembre, pág. 645.

Indulgencia: A los fieles que visiten devotamente el cementerio u oren solo mentalmente por los difuntos se les concede la indulgencia plenaria (aplicable solamente a las almas del purgatorio) en cada uno de los días del 1 al 8 de noviembre, e indulgencia parcial en los demás días del año.

En el día de la conmemoración de los fieles difuntos (o, con el consentimiento del Ordinario, en el domingo anterior o posterior, o en la solemnidad de Todos los Santos), en todas las iglesias y oratorios se puede lucrar de indulgencia plenaria.


RITOS INICIALES

Monición de entrada

Hoy es la solemnidad de Todos los Santos, que están con Cristo en la gloria. En el gozo único de esta festividad, la Iglesia santa, todavía peregrina en la tierra, celebra la memoria de aquellos que nos estimulan con su ejemplo, nos ayudan con su intercesión y mantienen nuestra esperanza de participar con ellos de su misma vida en Cristo.


 Antífona de entrada

Alegrémonos todos en el Señor al celebrar este día de fiesta en honor de todos los santos. Los ángeles se alegran de esta solemnidad y alaban a una al Hijo de Dios.


Acto penitencial

Reconocemos nuestros pecados ante Dios y los demás, e invocamos a la Virgen María y a todos los santos, para que intercedan por nosotros:

- Tú eres el Santo de Dios: Señor, ten piedad.

R. Señor, ten piedad.

- Tú nos llamas a la santidad: Cristo, ten piedad.

R. Cristo, ten piedad.

- Tú eres la recompensa de todos los santos: Señor, ten piedad.

R. Señor, ten piedad. 


Se dice Gloria.

 

Oración colecta

Dios todopoderoso y eterno,
que nos has otorgado venerar en una misma celebración
los méritos de todos los santos,
concédenos, por esta multitud de intercesores,
la deseada abundancia de tu misericordia.
Por nuestro Señor Jesucristo.

LITURGIA DE LA PALABRA  

PRIMERA LECTURA
Vi una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de todas las naciones, razas, pueblos y lenguas

Lectura del libro del Apocalipsis Ap 7, 2-4. 9-14
YO, JUAN, vi a otro ángel que subía del oriente llevando el sello del Dios vivo. Gritó con voz potente a los cuatro ángeles encargados de dañar a la tierra y al mar diciéndoles:
«No dañéis a la tierra ni al mar ni a los árboles hasta que sellemos en la frente a los siervos de nuestro Dios».
Oí también el número de los sellados, ciento cuarenta y cuatro mil, de todas las tribus de Israel.
Después de esto vi una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de todas las naciones, razas, pueblos y lenguas, de pie delante del trono y delante del Cordero, vestidos con vestiduras blancas y con palmas en sus manos. Y gritan con voz potente:
«¡La victoria es de nuestro Dios, que está sentado en el trono, y del Cordero!».
Y todos los ángeles que estaban de pie alrededor del trono y de los ancianos y de los cuatro vivientes cayeron rostro a tierra ante el trono, y adoraron a Dios, diciendo:
«Amén. La alabanza y la gloria y la sabiduría y la acción de gracias y el honor y el poder y la fuerza son de nuestro Dios, por los siglos de los siglos. Amén».
Y uno de los ancianos me dijo:
«Estos que están vestidos con vestiduras blancas, ¿quiénes son y de dónde han venido?».
Yo le respondí:
«Señor mío, tú lo sabrás».
Él me respondió:
«Estos son los que vienen de la gran tribulación: han lavado y blanqueado sus vestiduras en la sangre del Cordero».
Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL (Sal 23, 1-2. 3-4ab. 5-6 [R.: cf. 6])

R. Esta es la generación que busca tu rostro, Señor.

V. Del Señor es la tierra y cuanto la llena,
el orbe y todos sus habitantes:
él la fundó sobre los mares,
él la afianzó sobre los ríos.

R. Esta es la generación que busca tu rostro, Señor.

V. ¿Quién puede subir al monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sacro?
El hombre de manos inocentes y puro corazón,
que no confía en los ídolos.

R. Esta es la generación que busca tu rostro, Señor.

V. Ese recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de salvación.
Este es el grupo que busca al Señor,
que busca tu rostro, Dios de Jacob.

R. Esta es la generación que busca tu rostro, Señor.


SEGUNDA LECTURA
Veremos a Dios tal cual es

Lectura de la primera carta del apóstol san Juan 1 Jn 3, 1-3

QUERIDOS HERMANOS:

Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos! El mundo no nos conoce porque no lo conoció a él.
Queridos, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es.
Todo el que tiene esta esperanza en él se purifica a sí mismo, como él es puro.
Palabra de Dios.

R. Te alabamos, Señor.

 
Aleluya Mt 11, 28

R. Aleluya, aleluya, aleluya.

V. Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados -dice el Señor-,
y yo os aliviaré. R/.


EVANGELIO
Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo

Lectura del santo Evangelio según san Mateo (Mt 5, 1-12a)

EN AQUEL TIEMPO, al ver Jesús el gentío, subió al monte, se sentó y se acercaron sus discípulos; y, abriendo su boca, les enseñaba diciendo:
«Bienaventurados los pobres en el espíritu,
porque de ellos es el reino de los cielos.
Bienaventurados los mansos,
porque ellos heredarán la tierra.
Bienaventurados los que lloran,
porque ellos serán consolados.
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia,
porque ellos quedarán saciados.
Bienaventurados los misericordiosos,
porque ellos alcanzarán misericordia.
Bienaventurados los limpios de corazón,
porque ellos verán a Dios.
Bienaventurados los que trabajan por la paz,
porque ellos serán llamados hijos de Dios.
Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia,
porque de ellos es el reino de los cielos.
Bienaventurados vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo»

Palabra del Señor.




SOLEMNIDAD DE TODOS LOS SANTOS
PAPA FRANCISCO
ÁNGELUS. Plaza de San Pedro. Domingo, 1 de noviembre de 2020

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

En esta solemne fiesta de Todos los Santos, la Iglesia nos invita a reflexionar sobre la gran esperanza, la gran esperanza que se funda en la Resurrección de Cristo: Cristo ha resucitado y también nosotros estaremos con Él. Los santos y los beatos son los testigos más autorizados de la esperanza cristiana, porque la han vivido plenamente en su existencia, entre alegrías y sufrimientos, poniendo en práctica las Bienaventuranzas que Jesús predicó y que hoy resuenan en la liturgia (cf. Mt 5,1-12a). Las Bienaventuranzas evangélicas son, en efecto, el camino de la santidad. Me refiero ahora a dos Bienaventuranzas, la segunda y la tercera.

La segunda es esta: "Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados" (v. 4). Parecen palabras contradictorias, porque el llanto no es un signo de alegría y felicidad. Motivos de llanto y de sufrimiento son la muerte, la enfermedad, las adversidades morales, el pecado y los errores: simplemente la vida cotidiana, frágil, débil y marcada por las dificultades. Una vida a veces herida y probada por la ingratitud y la incomprensión. Jesús proclama bienaventurados a los que lloran por estas situaciones y, a pesar de todo, confían en el Señor y se ponen a su sombra. No son indiferentes ni tampoco endurecen sus corazones en el dolor, sino que esperan con paciencia en el consuelo de Dios. Y ese consuelo lo experimentan ya en esta vida.

En la tercera Bienaventuranza Jesús afirma: "Bienaventurados los mansos, porque ellos heredarán la tierra" (v. 5). Hermanos y hermanas ¡la mansedumbre! La mansedumbre es característica de Jesús, que dice de sí mismo: «Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón» (Mt 11, 29). Mansos son aquellos que tienen dominio de sí, que dejan sitio al otro, que lo escuchan y lo respetan en su forma de vivir, en sus necesidades y en sus demandas. No pretenden someterlo ni menospreciarlo, no quieren sobresalir y dominarlo todo, ni imponer sus ideas e intereses en detrimento de los demás. Estas personas, que la mentalidad mundana no aprecia, son en cambio preciosas a los ojos de Dios, que les da en herencia la tierra prometida, es decir, la vida eterna. También esta bienaventuranza comienza aquí abajo y se cumplirá en el Cielo, en Cristo. La mansedumbre. En este momento de la vida, también mundial, donde hay tanta agresividad...Y también en la vida cotidiana, lo primero que sale de nosotros es la agresión, la defensa. Necesitamos mansedumbre para avanzar en el camino de la santidad. Escuchar, respetar, no agredir: mansedumbre.

Queridos hermanos y hermanas, elegir la pureza, la mansedumbre y la misericordia; elegir confiarse al Señor en la pobreza de espíritu y en la aflicción; esforzarse por la justicia y la paz, todo esto significa ir a contracorriente de la mentalidad de este mundo, de la cultura de la posesión, de la diversión sin sentido, de la arrogancia hacia los más débiles. Los santos y los beatos han seguido este camino evangélico. La solemnidad de hoy, que celebra a Todos los Santos, nos recuerda la vocación personal y universal a la santidad, y nos propone los modelos seguros de este camino, que cada uno recorre de manera única, de manera irrepetible. Basta pensar en la inagotable variedad de dones e historias concretas que se dan entre los santos y las santas: no son iguales, cada uno tiene su personalidad y ha desarrollado su vida en la santidad según su propia personalidad y cada uno de nosotros puede hacerlo, ir por ese camino. Mansedumbre, mansedumbre por favor e iremos a la santidad.

Esta inmensa familia de fieles discípulos de Cristo tiene una madre, la Virgen María. Nosotros la veneramos con el título de Reina de todos los Santos, pero es sobre todo la Madre, que enseña a cada uno a acoger y seguir a su Hijo. Que nos ayude a alimentar el deseo de santidad recorriendo el camino de las Bienaventuranzas.


LITURGIA EUCARÍSTICA

Oración sobre las ofrendas
Padre santo, tu Hijo quiso lavar los pies a sus discípulos para darnos ejemplo;
recibe los dones que te presentamos en esta liturgia
y, al ofrecernos como víctima espiritual,
concédenos crecer en humildad y amor.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Prefacio
La gloria de la Iglesia, nuestra Madre

V/. El Señor esté con vosotros.
R/. Y con tu espíritu.
V/. Levantemos el corazón.
R/. Lo tenemos levantado hacia el Señor.
V/. Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
R/. Es justo y necesario.

En verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación,
darte gracias siempre y en todo lugar,
Señor Padre santo,
Dios todopoderoso y eterno,
por Cristo, Señor nuestro.

Porque hoy nos concedes celebrar la gloria de tu ciudad santa,
la Jerusalén celestial, que es nuestra madre,
donde eternamente te alaba la asamblea festiva
de todos los Santos, nuestros hermanos.

Hacia ella, aunque peregrinos en país extraño,
nos encaminamos alegres, guiados por la fe
y gozosos por la gloria de los mejores hijos de la Iglesia;
en ellos encontramos ejemplo y ayuda para nuestra debilidad.

Por eso, unidos a estos Santos y a los coros de los ángeles,
te glorificamos y cantamos diciendo:

Santo, Santo, Santo...

Antífona de comunión Lc 12, 37

Felices los servidores a quienes el Señor encuentra velando a su llegada. Les aseguro que él mismo recogerá su túnica, los hará sentar a la mesa y se pondrá a servirlos.


Oración después de la comunión

Padre, concede a tus hijos, alimentados con esta eucaristía,
ser fieles ministros del Evangelio, de los sacramentos y de la caridad,
para gloria tuya y salvación de los creyentes.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Pensamientos para el Evangelio de hoy

«La divinidad es pureza, es liberación de las pasiones y remoción de todo mal: si todo eso está en ti, entonces Dios está realmente en ti» (San Gregorio de Nisa).

«No estamos solos; estamos rodeados por una gran nube de testigos: con ellos formamos el Cuerpo de Cristo» (Benedicto XVI).

«La sexta bienaventuranza proclama: ‘Bienaventurados los limpios de corazón porque ellos verán a Dios’ (Mt 5,8). Los ‘corazones limpios’ designan a los que han ajustado su inteligencia y su voluntad a las exigencias de la santidad de Dios, principalmente en tres dominios: la caridad, la castidad o rectitud sexual, el amor de la verdad y la ortodoxia de la fe. Existe un vínculo entre la pureza del corazón, del cuerpo y de la fe» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 2.518).