16 de abril - DOMINGO II DE PASCUA O DE LA DIVINA MISERICORDIA

 


  DOMINGO II DE PASCUA O DE LA DIVINA MISERICORDIA
  Oficio propio del Domingo II de Pascua o de la Octava de Pascua, del Salterio
(Liturgia de las Horas, Tomo II: Oficio de Lecturas  -  Laudes  -  Tercia  - Sexta Nona Vísperas Completas)
 



PROGRAMA PARROQUIAL:
DOMINGO, 16 DE ABRIL

PARROQUIA DEL CARMEN:

- Eucaristía del Domingo II de Pascua (a las 11.00 h.).

PARROQUIA DE LOS DOLORES:

- Eucaristía del Domingo II de Pascua  (a las 12.30 h.).


El Tweet del Papa:






NOTICIAS DE ACTUALIDAD



Ángelus del Papa Francisco
(15.04.2023)





Portada

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SANTORAL DE HOY

Elogio: En Nevers, también en Francia, santa María Bernarda Soubirous, virgen, la cual, nacida en Lourdes de una familia muy pobre, siendo aún niña asistió a las apariciones de la Inmaculada Santísima Virgen María, y después abrazó la vida religiosa y llevó una vida escondida y humilde.

Refieren a este santo: Bienaventurada Virgen María de Lourdes.

Otros santos de este día:

   San Leónidas y siete compañeras, mártires   

En Corinto, ciudad de Acaya, santos mártires Leónidas y siete compañeras: Carissa, Galina, Teodora, Nica, Nunencia, Callis y Basilisa, que, tras haber sufrido diversas torturas, fueron arrojados al mar. († III/IV)

   San Optato y sus diecisiete compañeros, mártires   

En Zaragoza, en la Hispania Tarraconense, conmemoración de san Optato y sus diecisiete compañeros, mártires, que en la persecución bajo el emperador Diocleciano fueron ejecutados, después de ser atormentados. Prudencio compuso unos versos sobre su glorioso martirio. Sus nombres son: Luperco, Suceso, Marcial, Urbano, Julia, Quintiliano, Publio, Fronto, Félix, Ceciliano, Evodio, Primitivo, Apodemio y otros cuatro que llevaban todos el nombre de Saturnino. († s. IV)

   Santa Engracia, virgen y mártir   

En la misma ciudad de Zaragoza, santa Engracia, virgen y mártir, que sufrió duros suplicios y le quedaron las llagas como testimonio de su martirio. († s. IV)

   Santos Cayo y Cremencio, mártires   

También en Zaragoza, santos Cayo y Cremencio, que en la misma persecución perseveraron en la fe en Cristo y superaron las torturas que se les infligieron. († s. IV)

   Santo Toribio de Astorga, obispo   

En la sede de Astorga, durante el reinado de los suevos en Hispania, santo Toribio, obispo, que, bajo el mandato del papa san León Magno, se enfrentó decididamente a la secta priscilianista, que allí estaba difundiéndose. († s. V)

   San Fructuoso de Braga, abad y obispo   

En Braga, en la región de Lusitania, san Fructuoso, obispo, el cual, monje y fundador de monasterios, fue obispo de Dumio, y después, por voluntad de los Padres del décimo Concilio de Toledo, también obispo metropolitano de Braga, sede que, junto con sus monasterios, rigió con prudencia. († c. 665)

   San Magno de Orkney, mártir   

En Escocia, san Magno, mártir, que, siendo príncipe de las Islas Orcadas, abrazó la fe cristiana, y enfrentado con el rey de Noruega por haber protestado contra la arrogancia de su pueblo, fue asesinado a traición cuando se presentó desarmado ante él para firmar la paz sobre el dominio de aquellas islas. († 1116)

   San Drogón, peregrino   

En Sebourg, en Hainaut, san Drogón, pastor y peregrino por el Señor, que, buscando una vida sencilla y solitaria, acabó sus días recluso en una pequeña celda. († c. 1189)

   San Contardo, peregrino   

En Broni, cerca de Pavía, en Lombardía, conmemoración de san Contardo, peregrino, que escogió vivir en pobreza total y falleció al contraer una enfermedad mientras se encontraba de camino hacia Santiago. († 1249)

   Beato Joaquín, religioso   

En Siena, en la región de Toscana, beato Joaquín, religioso de la Orden de los Siervos de María, que se distinguió por su devoción a la Virgen María y cumplió la ley de Cristo asumiendo el cuidado de los pobres. († 1306)

   San Benito José Labre, peregrino

En Roma, san Benito José Labre, el cual, deseoso desde su adolescencia de una áspera vida penitente, realizó peregrinaciones a célebres santuarios vistiendo harapos y contentándose con limosnas, dando ejemplo de piedad y penitencia, y de regreso a Roma se entregó a una vida de oración y de pobreza extrema. († 1783)

   Beatos Pedro Delépine, Juan Ménard y veinticuatro compañeras, mártires 

En Avrillé, en las cercanías de Angers, en Francia, beatos Pedro Delépine, Juan Ménard y veinticuatro compañeras, casi todos campesinos, que fueron fusilados durante la Revolución Francesa por quienes odiaban la fe cristiana. Son sus nombres: Renata Bourgeais, Juana Gourdon, María Gingueneau, Francisca Michoneau, Juana Onillon, Renata Séchet, María Roger, Francisca Suhard, Juana Thomas, viuda; Magdalena Cady, María Piou, Petrina Pottier, Renata Rigault, Juana Leduc, Magdalena Sallé, esposas; María Genoveva y Marta Poulain de la Forestrie, Petrina Bourigault, María Forestier, María Lardeux, Petrina Laurent, Ana Maugrain, Margarita Robin y María Rochard. († 1794)

   Beato Mikel Suma (Gaspër), presbítero y mártir 

En Shkodrë, Albania, beato Mikel Suma (Gaspër), presbítero profeso de los Franciscanos Minoritas y mártir. († 1950)


LITURGIA DE HOY

Misa del II Domingo de Pascua (blanco).

MISAL: ants. y oracs. props., Gl., Cr., Pref. Pasc. I «en este día», embolismos props. en las PP. EE. No se puede decir la PE IV.  Despedida con doble «Aleluya».

LECC.: vol. I (A).

- Hch 2, 42-47. Los creyentes vivían todos unidos y tenían todo en común.

- Sal 117. R. Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.

- 1 Pe 1, 3-9. Mediante la resurrección de Jesucristo de entre los muertos,

nos ha regenerado para una esperanza viva.

- Secuencia (opcional)Ofrezcan los cristianos.

- Jn 20, 19-31. A los ocho días llegó Jesús.

El domingo es el día en que san Juan tuvo la visión de Cristo que le encargó escribir el Apocalipsis (2 Lect). El octavo día, el domingo, es el día en que los cristianos reunidos nos encontramos con el Señor resucitado a quien no vemos pero en quien creemos por la fe, como aquellos primeros cristianos que creyeron por el testimonio de los apóstoles y los signos que hacían (2 Lect). Así, se apareció a los apóstoles reunidos la tarde del día en que resucitó y a los ocho días se les apareció otra vez. Los envía por el mundo a llevar la  salvación, como el Padre lo envió a él, y les da potestad para seguir haciendo presente la divina misericordia en el perdón de los pecados (Ev).

- Hoy no se permiten otras celebraciones, tampoco la misa exequial.

Liturgia de las Horas: I Vísp. del oficio dominical. Comp. Dom. I o II.

Martirologio: elogs. del 17 de abril.


RITOS INICIALES


II DOMINGO DE PASCUA
o de la Divina Misericordia

Antífona de entrada 1 Pe 2, 2

Como niños recién nacidos, ansiad la leche espiritual, no adulterada, para que con ella vayáis progresando en la salvación. Aleluya.

 O bien: 4 Esd 2, 36-37

Alegraos en vuestra gloria, dando gracias a Dios, que os ha llamado al reino celestial. Aleluya.

Se dice Gloria.


Oración colecta

DIOS de misericordia infinita,
que reanimas, con el retorno anual de las fiestas de Pascua,
la fe del pueblo a ti consagrado,
acrecienta en nosotros los dones de tu gracia,
para que todos comprendan mejor
qué bautismo nos ha purificado,
qué Espíritu nos ha hecho renacer
y qué sangre nos ha redimido.
Por nuestro Señor Jesucristo.

 DE LA PALABRA

PRIMERA LECTURA
Los creyentes vivían todos unidos y lo tenían todo en común

Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles 2, 42-47

LOS HERMANOS eran constantes en escuchar la enseñanza de los apóstoles, en la vida común, en la fracción del pan y en las oraciones. Todo el mundo estaba impresionado por los muchos prodigios y signos que los apóstoles hacían en Jerusalén. Los creyentes vivían todos unidos y lo tenían todo en común; vendían posesiones y bienes y lo repartían entre todos, según la necesidad de cada uno. A diario acudían al templo todos unidos, celebraban la fracción del pan en las casas y comían juntos alabando a Dios con alegría y de todo corazón; eran bien vistos de todo el pueblo y día tras día el Señor iba agregando al grupo los que se iban salvando.

Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.


Salmo responsorial Sal 117, 2-4. 13-15. 22-24
R/. Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.
V/. Diga la casa de Israel:
eterna es su misericordia.
Diga la casa de Aarón:
eterna es su misericordia.
Digan los fieles del Señor:
eterna es su misericordia. R/.
V/. Empujaban y empujaban para derribarme,
pero el Señor me ayudó;
el Señor es mi fuerza y mi energía,
él es mi salvación.
Escuchad: hay cantos de victoria
en las tiendas de los justos. R/.
V/. La piedra que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente.
Éste es el día en que actuó el Señor:
sea nuestra alegría y nuestro gozo. R/.


SEGUNDA LECTURA

Por la resurrección de Jesucristo de entre los muertos nos ha hecho nacer de nuevo para una esperanza viva


Lectura de la primera carta del apóstol San Pedro 1, 3-9

BENDITO SEA DIOS, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que en su gran misericordia, por la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, nos ha hecho nacer de nuevo para una esperanza viva, para una herencia incorruptible, pura, imperecedera, que os está reservada en el cielo.

La fuerza de Dios os custodia en la fe para la salvación que aguarda a manifestarse en el momento final. Alegraos de ello, aunque de momento tengáis que sufrir un poco, en pruebas diversas: así la comprobación de vuestra fe -de más precio que el oro que, aunque perecedero, lo aquilatan a fuego- llegará a ser alabanza y gloria y honor cuando se manifieste Jesucristo nuestro Señor. 

No habéis visto a Jesucristo, y lo amáis; no lo veis, y creéis en él; y os alegráis con un gozo inefable y transfigurado, alcanzando así la meta de vuestra fe: vuestra propia salvación.

Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.


ACLAMACIÓN AL EVANGELIO Jn 20, 29

Aleluya, Aleluya, Aleluya.
Ahora crees, Tomás, porque me has visto.
¡Felices los que creen sin haber visto!, dice el Señor. Aleluya.


EVANGELIO
A los ocho días, llegó Jesús


╬  Lectura del santo Evangelio según San Juan 20, 19-31

AL ANOCHECER de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa con las puertas cerradas, por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: 

-«Paz a vosotros.»

Y diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: 

-«Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo. » 

Y dicho esto exhaló su aliento sobre ellos y les dijo:

-«Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos. » 

Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían: 

-«Hemos visto al Señor.»

Pero él les contestó:

-«Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo.» 

A los ocho días estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: 

-«Paz a vosotros.»

Luego dijo a Tomás:

-«Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.» 

Contestó Tomás:

-¡Señor mío y Dios mío!

Jesús le dijo:

-¿Porque me has visto has creído?  Dichosos los que crean sin haber visto.

Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos.  Estos se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su Nombre.

Palabra del Señor.
Gloria a Ti, Señor Jesús.



FIESTA DE LA DIVINA MISERICORDIA (CICLO A)

Fue Juan Pablo II quien determinó dedicar este domingo a la Divina Misericordia. Ciertamente, aunque las circunstancias concretas habían sido una petición del Señor a la religiosa polaca Faustina Kowalska, encaja perfectamente con afirmaciones tan explícitas del salmo 117: Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia y más, si cabe, con la narración del Evangelio en la que Jesús instituye el sacramento de la misericordia por antonomasia como es la Penitencia.

A raíz de la institución de la fiesta de la Divina Misericordia y de algunas preguntas que le habían sugerido sobre este tema, tuvo la Madre Trinidad de la Santa Madre Iglesia experiencias sabrosísimas que aclaran muy en profundidad este tema.

Veamos algunos fragmentos que pueden, quienes lo deseen, ampliar acudiendo a los temas completos en el libro tantas veces citado Luz en la noche. El misterio de la fe dado en sabiduría amorosa (Opúsculo nº 14):

Y, conforme iba ahondándome..., ahondándome... en el misterio de la razón de ser y de la pletórica perfección de la Divinidad, comprendía, de una manera agudísima, que todos sus infinitos atributos en sus infinitas gamas que rompen como en infinitos tecleares de melódicas armonías de infinitos atributos por infinitudes infinitas de atributos y perfecciones, Dios se los estaba siendo, teniéndoselos siempre sidos, en su acto inmutable de vida trinitaria, en sí, por sí y para sí, en gozo esencial y consustancial de intercomunicación divina; y que la misericordia, que es sida por Dios en sí y por sí, pero que no puede serla para sí en gozo de disfrute esencial de eternidad por la perfección intrínseca de su naturaleza divina; ya que es y dice relación a la miseria de la criatura, que en Dios no cabe; era el derramamiento del poderío excelente de la excelencia de Dios, que, inclinándose en compasión redentora, mira a la humanidad caída, destruida y empecatada por su rebelión contra el Creador, para la restauración de esa misma humanidad, reconciliándola con Él y reencajándola en sus planes eternos.

Por lo que el infinito Ser, ante la destrucción de la criatura y su miseria, sacando de la potencia de su infinito poderío una manera maravillosa en desbordamiento de compasión misericordiosa, no por necesidad sino por benevolencia; haciendo posible como lo imposible, y movido en amor hacia el hombre –aunque esencialmente Dios es el amor consustancial, infinitamente perfecto y acabado, lo mismo si lo realizara que si no lo hubiera realizado–; determina, en un coloquio amoroso de Familia Divina, bajo el impulso del Espíritu Santo y por la voluntad infinita del Padre, que su Hijo unigénito, la Palabra infinita que le expresa, en concierto eterno de divinales canciones, todo lo que es y cómo lo es, en su seerse siempre sido, estándose siendo toda su Divinidad, se encarne mediante la unión hipostática de la naturaleza divina y la naturaleza humana en la persona del Verbo.

El cual, en un romance de amor coeterno, nos deletrea, como Canción divina y humana, en derramamiento amoroso de divina misericordia, el Cántico infinito, el Cántico magno que sólo Dios puede cantarse.

Y el Cristo del Padre, en y por la plenitud de su Sacerdocio, en su principal y peculiar postura sacerdotal, siendo el Dios misericordioso Encarnado, responde infinitamente a la Santidad de Dios ofendida, reparándola en representación de la humanidad; y, como consecuencia, restaura a ésta, reencajándola en los planes eternos de Dios, que creó al hombre a su imagen y semejanza sólo y exclusivamente para que le poseyera.

Por lo que «el Verbo se hizo carne» en el seno todo blanco de Nuestra Señora de la Encarnación, ¡toda Virgen, toda Madre, toda Reina y toda Señora!, por obra y gracia del Espíritu Santo; y bajo la fuerza de su infinito poderío «habitó entre nosotros»1:

¡Manifestación esplendorosa del poder de Dios! que, inclinándose hacia la miseria, se desborda en amor misericordioso reventando en compasión, lleno de ternura; que, «por ser Amor que puede, y por ser Amor que ama», le lleva, en donación redentora de derramamiento amoroso, a hacerse Hombre;

y, cargando con nuestras miserias y como responsable de todas ellas, a dar su vida en rescate de todo el que se acoja al precio de su sangre divina; y a entregarse, clavado entre el cielo y la tierra, en la demostración más grande y sublime del Amor amando, siendo la Misericordia Encarnada, que es dar la vida por la persona amada: «Por eso me ama el Padre: porque Yo entrego mi vida para poder recuperarla. Nadie me la quita, sino que Yo la entrego libremente»2.

Y, en el esplendor y para el esplendor de la magnificencia de su infinito poder, en victimación de dolor y desgarro, mediante su muerte redentora, entona el «miserere», reparando infinitamente a la Santidad de Dios ofendida por su criatura.

Y levantando, por el precio de su redención, al hombre caído de la postración en que se encuentra, e injertándolo en Él, como la vid a los sarmientos; y, mediante el fruto de su resurrección gloriosa, abriendo los portones suntuosos de la eternidad, cerrados por el pecado de nuestros primeros Padres, introduce en el gozo de Dios, en el festín de las Bodas eternas, a los que, acogiéndose y aprovechándose de los afluentes de los manantiales que brotan por su costado abierto en derramamiento de infinita y divina misericordia, están marcados en sus frentes con el nombre de Dios y el sello del Cordero3.

Realizándose, por medio de la muerte y la resurrección de Cristo, para el esplendor de la gloria de «Yahvé, que es amor compasivo y misericordioso»4, el que Dios mismo en persona se incline hacia la miseria, manifestándose en misericordia.

...Por lo que, aunque la misericordia no sea un atributo intrínsecamente esencial en Dios, en glorificación consustancial e infinita de sí mismo; es el que hace posible el misterio trascendente, desbordante, majestuoso y esplendoroso de la Encarnación.

De forma que, para el pensamiento del hombre que no conoce bien la profundidad profunda del arcano divino e insondable del infinito Ser, la misericordia es el atributo más grande de los atributos divinos; y el más consolador, más tierno y lleno de esperanza, porque, ¿qué hubiera sido de nosotros si Cristo, la Misericordia Encarnada, no nos hubiera redimido?

Y de alguna manera –ante lo injustificable de la rebelión de la criatura al Creador– podemos decir, exultantes de gozo en el Espíritu Santo, desde la ruindad de nuestra miseria, sobrepasados de agradecimiento y postrados en reverente adoración ante el infinito Ser tres veces Santo:

¡En bienaventuranza se ha convertido la culpa para el hombre arrepentido que, puesto a la fuente de la divina gracia que brota del costado de Cristo y redimido del pecado, es introducido en las mansiones majestuosas y suntuosas de la eternidad en el gozo eterno de los bienaventurados, consiguiendo el fin para el cual ha sido creado!

La misericordia divina, aunque no sea intrínsecamente glorificación subsistente y esencial del mismo Dios, sida para sí en gozo consustancial de Divinidad; es la manifestación esplendorosa de su amor compasivo que, en triunfo y trofeo de gloria, se nos da por su unigénito Hijo Encarnado –la segunda Persona de la adorable Trinidad– que quita los pecados del mundo, sellándonos con su sangre divina y marcando a los elegidos en sus frentes con el nombre de Dios y el sello del Cordero5.

¡Cristo es un Portento divino, siendo en sí la Divinidad y el Recopilador de la miseria de toda la humanidad, realidades tan opuestas entre sí como el fuego y el agua!

1 Jn 1, 14. 2 Jn 10, 17-18. 3 Cfr. Ap 14, 1. 4 Sal 144, 8. 5 Cfr. Ap 7, 3; 14, 1.


En la segunda lectura: (Carta de San Pedro): se nos recalcan otros aspectos en torno a la misericordia de Dios: en su gran misericordia, nos ha hecho nacer de nuevo para una esperanza viva, para una herencia incorruptible, pura, imperecedera, que os está reservada en el cielo. Y al final del fragmento señala: alcanzando así la meta de vuestra fe: vuestra propia salvación.

La misericordia, que es benevolencia de parte de Dios, hace posible una auténtica conversión, primer paso de acercamiento a Dios que culmina con un último paso, fruto también de la misericordia divina, que es nuestra salvación.

El año 2011 tuvimos la alegría de participar en la beatificación de Juan Pablo II, gran promotor de la fiesta de la Divina Misericordia en este segundo domingo de Pascua, precisamente, en los últimos años de su Pontificado.


Se dice Credo.

LITURGIA EUCARÍSTICA

Oración sobre las ofrendas

RECIBE, Señor, las ofrendas de tu pueblo
[y de los recién bautizados],
para que, renovados por la confesión de tu nombre
y por el bautismo,
consigamos la eterna bienaventuranza.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Prefacio I de Pascua (en este día)
El  misterio pascual

En verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación
glorificarte siempre, Señor;
pero más que nunca en esta noche (este día) (este tiempo)
en que Cristo, nuestra Pascua, ha sido inmolado.

Porque él es el verdadero Cordero
que quitó el pecado del mundo;
muriendo destruyó nuestra muerte,
y resucitando restauró la vida.

Por eso,
con esta efusión de gozo pascual,
el mundo entero se desborda de alegría
y también los coros celestiales,
los ángeles y los arcángeles,
cantan sin cesar el himno de tu gloria:

Santo, Santo, Santo.

Antífona de comunión Cf. Jn 20, 27

Trae tu mano y métela en el agujero de los clavos: y no seas incrédulo, sino
creyente. Aleluya.

Oración después de la comunión

CONCÉDENOS, Dios todopoderoso,
que el sacramento pascual recibido
permanezca siempre en nuestros corazones.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Para la bendición final de la misa, conviene que el sacerdote use la fórmula de bendición solemne para la misa de la Vigilia pascual.

Para despedir al pueblo, se canta:

Podéis ir en paz, aleluya, aleluya.

Y todos responden:

Demos gracias a Dios, aleluya, aleluya 

Pensamientos para el Evangelio de hoy

«Y a ti, oh Señor, que ves nítidamente con tus ojos los abismos de la conciencia humana, ¿qué podría pasarte desapercibido de mí, aun cuando yo me negara a confesártelo?» (San Agustín).

«Muchas veces pensamos que ir a confesarnos es como ir a la tintorería. Pero Jesús en el confesionario no es una tintorería. La confesión es un encuentro con Jesús que nos espera tal como somos» (Francisco).

«Cristo actúa en cada uno de los sacramentos. Se dirige personalmente a cada uno de los pecadores: ‘Hijo, tus pecados están perdonados’ (Mc 2,5); es el médico que se inclina sobre cada uno de los enfermos que tienen necesidad de Él para curarlos; los restaura y los devuelve a la comunión fraterna. Por tanto, la confesión personal es la forma más significativa de la reconciliación con Dios y con la Iglesia» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 1.484).


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