PROGRAMA PARROQUIAL:DOMINGO, 21 DE SEPTIEMBREPARROQUIA DEL CARMEN:
- Eucaristía del Domingo de la XXV Semana del Tiempo Ordinario (a las 11.00 h.).
PARROQUIA DE LOS DOLORES:
- Eucaristía del Domingo de la XXV Semana del Tiempo Ordinario (a las 12.30 h.).
PARROQUIA DEL CARMEN:
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ADORACIÓN PERPETUA
ADORACIÓN PERPETUA
DEL STMO. SACRAMENTO EN VIVO
Parroquia Ntra. Sra. de la MercedInstituto del Verbo EncarnadoCapilla "San Ignacio de Loyola"(Manresa, España)
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"Todo el que por mí deja casa, hermanos o hermanas, padre o madre, hijos o tierras, recibirá cien veces más y heredará la vida eterna" (Mt 19,29)
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SANTORAL DE HOY
Elogio: Fiesta de san Mateo, apóstol y evangelista, llamado antes Levi, que, al ser invitado por Jesús para seguirle, dejó su oficio de publicano o recaudador de impuestos y, elegido entre los apóstoles, escribió un evangelio en que se proclama principalmente que Jesucristo es hijo de David, hijo de Abrahán, con lo que, de este modo, se da plenitud al Antiguo Testamento.
Patronazgos: patrono de los empleados bancarios, financieros, fiscales, funcionarios de aduanas, cambistas y contadores; protector contra el alcoholismo.Oración: Oh Dios, que en tu infinita misericordia te dignaste elegir a san Mateo para convertirlo de publicano en apóstol, concédenos que, fortalecidos con su ejemplo y su intercesión, podamos seguirte siempre y permanecer unidos a ti con fidelidad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén (oración litúrgica).
San Cornelio, papa mártir
En Roma, en la vía Apia, en la cripta de Lucina del cementerio de Calixto, sepultura de san Cornelio, papa y mártir, que se opuso firmemente a la escisión de Novaciano, y con gran espíritu de caridad recuperó a la plena comunión con la Iglesia a muchos cristianos caídos en la herejía. Padeció al final el destierro en Civitavecchia, lugar de Toscana, por parte del emperador Galo, y sufrió lo indecible en palabras de san Cipriano. Su memoria se celebra pasado mañana. († 252)
San Materno de Colonia, obispo
En Colonia Agripina, de Germania, san Materno, obispo, que convirtió a la fe de Cristo a gentes de Tongres, Colonia y Tréveris. († d. 314)
San Pedro de Tarantasia, abad y obispo
En el monasterio de Bellevaux, en la región de Besançon, en Francia, tránsito de san Pedro, obispo, que, siendo abad cisterciense, fue promovido a la sede de Tarantasia, rigiéndola con fervorosa diligencia y esforzado fomento de la concordia entre los pueblos. († 1174)
San Alberto de Jerusalén, obispo y mártir
En Tolemaida, en Palestina, cerca de la actual Haifa, san Alberto (de Castro Gualteri), obispo, que, trasladado de la Iglesia de Vercelli a la de Jerusalén, dio una Regla a los eremitas del monte Carmelo, y que mientras celebraba la fiesta de la Santa Cruz fue asesinado por la espada de un malvado, a quien había reprendido. († 1214)
Santa Notburga, virgen
En la localidad de Eben, en el Tirol, santa Notburga, virgen, cuya dedicación a las labores domésticas y al servicio de Cristo en los pobres fue ejemplo de santidad para sus compatriotas. († 1313)
Beata María Celeste del Santísimo Salvador, virgen y fundadora
En Foggia, Italia, beata María Celeste del Santísimo Salvador, en el siglo Julia Crostarosa, virgen y fundadora de la Orden del Santísimo Redentor (Madres redentoristas). († 1755)
Beato Claudio Laplace, presbítero y mártir
En el mar, frente a la costa de Rochefort, en Francia, beato Claudio Laplace, presbítero y mártir, que, encarcelado en una nave de transporte anclada, debido a su condición de sacerdote, en tiempo de la Revolución Francesa murió por inanición y contagio. († 1794)
San Gabriel Taurino Dufresse, obispo y mártir
En la ciudad de Chengdu, en la provincia china de Sichuan, san Gabriel Taurino Dufresse, obispo y mártir, decapitado cruelmente después de una plena dedicación a la actividad ministerial durante cuarenta años. († 1815)
San Cornelio, papa mártir
En Roma, en la vía Apia, en la cripta de Lucina del cementerio de Calixto, sepultura de san Cornelio, papa y mártir, que se opuso firmemente a la escisión de Novaciano, y con gran espíritu de caridad recuperó a la plena comunión con la Iglesia a muchos cristianos caídos en la herejía. Padeció al final el destierro en Civitavecchia, lugar de Toscana, por parte del emperador Galo, y sufrió lo indecible en palabras de san Cipriano. Su memoria se celebra pasado mañana. († 252)
San Materno de Colonia, obispo
En Colonia Agripina, de Germania, san Materno, obispo, que convirtió a la fe de Cristo a gentes de Tongres, Colonia y Tréveris. († d. 314)
San Pedro de Tarantasia, abad y obispo
En el monasterio de Bellevaux, en la región de Besançon, en Francia, tránsito de san Pedro, obispo, que, siendo abad cisterciense, fue promovido a la sede de Tarantasia, rigiéndola con fervorosa diligencia y esforzado fomento de la concordia entre los pueblos. († 1174)
San Alberto de Jerusalén, obispo y mártir
En Tolemaida, en Palestina, cerca de la actual Haifa, san Alberto (de Castro Gualteri), obispo, que, trasladado de la Iglesia de Vercelli a la de Jerusalén, dio una Regla a los eremitas del monte Carmelo, y que mientras celebraba la fiesta de la Santa Cruz fue asesinado por la espada de un malvado, a quien había reprendido. († 1214)
Santa Notburga, virgen
En la localidad de Eben, en el Tirol, santa Notburga, virgen, cuya dedicación a las labores domésticas y al servicio de Cristo en los pobres fue ejemplo de santidad para sus compatriotas. († 1313)
Beata María Celeste del Santísimo Salvador, virgen y fundadora
En Foggia, Italia, beata María Celeste del Santísimo Salvador, en el siglo Julia Crostarosa, virgen y fundadora de la Orden del Santísimo Redentor (Madres redentoristas). († 1755)
Beato Claudio Laplace, presbítero y mártir
En el mar, frente a la costa de Rochefort, en Francia, beato Claudio Laplace, presbítero y mártir, que, encarcelado en una nave de transporte anclada, debido a su condición de sacerdote, en tiempo de la Revolución Francesa murió por inanición y contagio. († 1794)
San Gabriel Taurino Dufresse, obispo y mártir
En la ciudad de Chengdu, en la provincia china de Sichuan, san Gabriel Taurino Dufresse, obispo y mártir, decapitado cruelmente después de una plena dedicación a la actividad ministerial durante cuarenta años. († 1815)
LITURGIA DE HOY
LITURGIA DE HOY
Misa del Domingo (verde).MISAL: ants. y oracs. props., Gl., Cr., Pf. dominical.LECC.: vol. I (C).- Am 8, 4-7. Contra los que compran al indigente por plata.- Sal 112. R. Alabad al Señor, que alza al pobre.- 1 Tim 2, 1-8. Que se hagan oraciones por toda la humanidad a Dios, que quiere que todos los hombres se salven.- Lc 16, 1-13. No podéis servir a Dios y al dinero.- JORNADA MUNDIAL DEL TURISMO (pontificia y dependiente de la CEE, optativa): Liturgia del día, alusión en la mon. de entrada y en la hom., intención en la orac. univ. - Hoy no se permiten las misas de difuntos, excepto la exequial.Liturgia de las Horas: oficio dominical. Te Deum. Comp. Dom. II.Martirologio: elogs. del 22 de septiembre, pág. 568.CALENDARIOS: Jerez de la Frontera: Aniversario de la ordenación episcopal de Mons. José Rico Pavés, obispo (2012).Cádiz y Ceuta: Aniversario de la muerte de Mons. Antonio Ceballos Atienza, obispo, emérito (2022).Urgel: Aniversario de la ordenación episcopal de Mons. Josep-Lluís Serrano Pentinat, obispo coadjutor (2024).
RITOS INICIALES
RITOS INICIALES
Monición de entrada
Antífona de entrada
Yo soy la salvación del pueblo, dice el Señor. Cuando me invoquen en la tribulación, los escucharé y seré para siempre su Señor.
Acto penitencial
- Salvador nuestro: Señor, ten piedad.R. Señor, ten piedad.- Redentor nuestro: Cristo, ten piedad.R. Cristo, ten piedad.- Mediador nuestro: Señor, ten piedad.R. Señor, ten piedad.
Se dice Gloria.
Oración colectaOH, DIOS, que has puesto la plenitud de la ley divinaen el amor a ti y al prójimo,concédenos cumplir tus mandamientos,para que merezcamos llegar a la vida eterna.Por nuestro Señor Jesucristo.
LITURGIA DE LA PALABRA
LITURGIA DE LA PALABRA
PRIMERA LECTURA Contra los que “compran al indigente por plata”
Lectura de la profecía de
Amós 8, 4-7ESCUCHAD ESTO, los que
pisoteáis, al pobre
y elimináis a los
humildes del país, diciendo:
«¿Cuándo pasará la luna
nueva,
para vender el grano,
y el sábado, para abrir
los sacos de cereal
—reduciendo el peso y
aumentando el precio,
y modificando las
balanzas con engaño—
para comprar al indigente
por plata
y al pobre por un par de
sandalias,
para vender hasta el
salvado del grano?».
El Señor lo ha jurado por
la Gloria de Jacob:
«No olvidaré jamás
ninguna de sus acciones».
Palabra de Dios.
SALMO
RESPONSORIAL (Sal 112, 1-2. 4-6. 7-8 (R.: cf. 1a et 7b])
R. Alabad al Señor,
que alza al pobre.
V. Alabad, siervos
del Señor,
alabad el nombre del
Señor.
Bendito sea el nombre del
Señor,
ahora y por siempre.
R. Alabad al Señor,
que alza al pobre.
V. El Señor se eleva
sobre todos los pueblos,
su gloria sobre los
cielos.
¿Quién como el Señor,
Dios nuestro,
que habita en las alturas
y se abaja para mirar al
cielo y a la tierra?
R. Alabad al Señor,
que alza al pobre.
V. Levanta del polvo
al desvalido,
alza de la basura al
pobre,
para sentarlo con los
príncipes,
los príncipes de su
pueblo.
R. Alabad al Señor,
que alza al pobre.
SEGUNDA LECTURAQue se hagan oraciones
por toda la humanidad a Dios,que quiere que todos los
hombres se salven
Lectura de la primera
carta del apóstol san Pablo a Timoteo 2, 1-8
QUERIDO HERMANO:
Ruego, lo primero de
todo, que se hagan súplicas, oraciones, peticiones, acciones de gracias, por
toda la humanidad, por los reyes y por todos los constituidos en autoridad,
para que podamos llevar una vida tranquila y sosegada, con toda piedad y
respeto.
Esto es bueno y agradable
a los ojos de Dios, nuestro Salvador, que quiere que todos los hombres se
salven y lleguen al conocimiento de la verdad.
Pues Dios es uno, y único
también el mediador entre Dios y los hombres: el hombre Cristo Jesús, que se
entregó en rescate por todos; este es un testimonio dado a su debido tiempo y
para el que fui constituido heraldo y apóstol —digo la verdad, no miento—,
maestro de las naciones en la fe y en la verdad.
Quiero, pues, que los
hombres oren en todo lugar, alzando unas manos limpias, sin ira ni divisiones.
Palabra de Dios.
Aleluya 2 Cor 8, 9
R/. Aleluya, aleluya,
aleluya.V. Jesucristo,
siendo rico, se hizo pobre para enriqueceros con su pobreza. R/. EVANGELIO (opción 1)
No podéis servir a Dios y al dinero
Lectura del santo
Evangelio según san Lucas 16, 1-13
EN AQUEL TIEMPO, dijo
Jesús a sus discípulos:
«Un hombre rico tenía un
administrador, a quien acusaron ante él de derrochar sus bienes.
Entonces lo llamó y le
dijo:
“¿Qué es eso que estoy
oyendo de ti? Dame cuenta de tu administración, porque en adelante no podrás
seguir administrando”.
El administrador se puso
a decir para sí:
“¿Qué voy a hacer, pues
mi señor me quita la administración? Para cavar no tengo fuerzas; mendigar me
da vergüenza. Ya sé lo que voy a hacer para que, cuando me echen de la
administración, encuentre quien me reciba en su casa”.
Fue llamando uno a uno a
los deudores de su amo y dijo al primero:
“¿Cuánto debes a mi
amo?”.
Este respondió:
“Cien barriles de
aceite”.
Él le dijo:
“Toma tu recibo; aprisa,
siéntate y escribe cincuenta”.
Luego dijo a otro:
“Y tú, ¿cuánto debes?”.
Él contestó:
“Cien fanegas de trigo”.
Le dice:
“Toma tu recibo y escribe
ochenta”.
Y el amo alabó al
administrador injusto, porque había actuado con astucia. Ciertamente, los hijos
de este mundo son más astutos con su propia gente que los hijos de la luz.
Y yo os digo: ganaos
amigos con el dinero de iniquidad, para que, cuando os falte, os reciban en las
moradas eternas.
El que es fiel en lo
poco, también en lo mucho es fiel; el que es injusto en lo poco, también en lo
mucho es injusto.
Pues, si no fuisteis
fieles en la riqueza injusta, ¿quién os confiará la verdadera? Si no fuisteis
fieles en lo ajeno, ¿lo vuestro, quién os lo dará?
Ningún siervo puede
servir a dos señores, porque, o bien aborrecerá a uno y amará al otro, o bien
se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al
dinero».
Palabra del Señor.
EVANGELIO (opción 2)No podéis servir a Dios y al dinero
Lectura del santo
Evangelio según san Lucas 16, 10-13
EN AQUEL TIEMPO, dijo
Jesús a sus discípulos:
«El que es fiel en lo
poco, también en lo mucho es fiel; el que es injusto en lo poco, también en lo
mucho es injusto.
Pues, si no fuisteis
fieles en la riqueza injusta, ¿quién os confiará la verdadera? Si no fuisteis
fieles en lo ajeno, ¿lo vuestro, quién os lo dará?
Ningún siervo puede
servir a dos señores, porque, o bien aborrecerá a uno y amará al otro, o bien
se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al
dinero».
Palabra del Señor.
Papa Francisco
ÁNGELUS. Domingo, 22 de septiembre de 2019
Queridos hermanos y
hermanas, ¡buenos días!
La parábola contenida en
el Evangelio de este domingo (cf. Lc 16, 1-13) tiene como protagonista a un
administrador astuto y poco honrado que, acusado de haber despilfarrado los
bienes del patrono, está a punto de ser despedido. En esta difícil situación, no
recrimina, no busca justificación ni se deja desanimar, sino que busca una
salida para asegurarse un futuro tranquilo. Al principio reacciona con lucidez,
reconociendo sus propios límites: «Cavar, no puedo; mendigar, me da vergüenza»
(Lc 16, 3); luego actúa con astucia, robando a su amo por última vez. En
efecto, llama a los deudores y reduce las deudas que tienen con el amo, para
congraciárselos y luego ser recompensados por ellos. Se trata de hacer amigos
con la corrupción y obtener gratitud con la corrupción, como desgraciadamente
es habitual hoy en día.
Jesús presenta este
ejemplo no como una exhortación a la deshonestidad, sino como una astucia. De
hecho, enfatiza: «El señor alabó a ese administrador injusto, porque había
obrado astutamente» (Lc 16, 8), es decir, con esa mezcla de inteligencia y
astucia, que te permite superar situaciones difíciles. La clave para leer esta
historia está en la invitación de Jesús al final de la parábola: «Haceos amigos
con las riquezas injustas, para que, cuando lleguen a faltar, os reciban en las
eternas moradas» (Lc 16, 9). Esto parece un poco confuso, pero no lo es: las
"riquezas injustas" son el dinero ?también llamado "estiércol
del diablo"? y en general los bienes materiales.
La riqueza puede empujar
a la gente a construir muros, crear divisiones y discriminación. Jesús, por el
contrario, invita a sus discípulos a invertir el curso: "Hacer amigos con
las riquezas". Es una invitación a saber transformar bienes y riquezas en
relaciones, porque las personas valen más que las cosas y cuentan más que las
riquezas que poseen. En la vida, en efecto, no son los que tienen tantas
riquezas los que dan fruto, sino los que crean y mantienen vivos tantos lazos,
tantas relaciones, tantas amistades a través de las diferentes "riquezas",
es decir, de los diferentes dones con los que Dios los ha dotado. Pero Jesús
indica también el fin último de su exhortación: "Haceos amigos con las
riquezas injustas para que os reciban en las moradas eternas". Si somos
capaces de transformar las riquezas en instrumentos de fraternidad y
solidaridad, nos acogerá en el Paraíso no solamente Dios, sino también aquellos
con los que hemos compartido, administrándolo bien lo que el Señor ha puesto en
nuestras manos.
Hermanos y hermanas, esta
página evangélica hace resonar en nosotros la pregunta del administrador
deshonesto, expulsado por su amo: «¿Qué haré pues?» (Lc 16, 3). Frente a
nuestras carencias y fracasos, Jesús nos asegura que siempre estamos a tiempo
para sanar el mal hecho con el bien. Que los que han causado lágrimas hagan
felices a alguien; que los que han quitado indebidamente, done a los
necesitados. Al hacerlo, seremos alabados por el Señor "porque hemos
obrado astutamente", es decir, con la sabiduría de los que se reconocen
como hijos de Dios y se ponen en juego por el Reino de los cielos.
Que la Santísima Virgen
nos ayude a ser astutos para asegurarnos no el éxito mundano, sino la vida
eterna, para que en el momento del juicio final las personas necesitadas a las
que hemos ayudado sean testigos de que en ellas hemos visto y servido al Señor.
ÁNGELUS, Domingo
18 de septiembre de 2016
Queridos hermanos y
hermanas, ¡buenos días!
Hoy Jesús nos lleva a
reflexionar sobre dos estilos de vida contrapuestos: el mundano y el del
Evangelio. El espíritu del mundo no es el espíritu de Jesús. Y lo hace mediante
la narración de la palabra del administrador infiel y corrupto, que es alabado
por Jesús, a pesar de su deshonestidad (cf. Lc 16, 1-13).
Es necesario precisar
inmediatamente que este administrador no se presenta como modelo a seguir, sino
como ejemplo de astucia.
Este hombre es acusado de
mala administración de los negocios de su señor y, antes de ser apartado, busca
astutamente ganarse la benevolencia de sus deudores, condonando parte de la
deuda para asegurarse, así, un futuro. Comentando este comportamiento, Jesús
observa: «los hijos de este mundo son más astutos con los de su generación que
los hijos de la luz» (Lc 16, 8).
Ante tal astucia mundana
nosotros estamos llamados a responder con la astucia cristiana, que es un don
del Espíritu Santo. Se trata de alejarse del espíritu de los valores del mundo,
que tanto gustan al demonio, para vivir según el Evangelio. Y la mundanidad,
¿cómo se manifiesta? La mundanidad se manifiesta con actitudes de corrupción,
de engaño, de abuso, y supone el camino más equivocado, el camino del pecado,
¡porque uno te lleva al otro! Es como una cadena, aunque sí –es verdad– es el
camino más cómodo de recorrer generalmente.
En cambio el espíritu del
Evangelio requiere un estilo de vida serio –¡serio pero alegre, lleno de
alegría!–, serio y de duro trabajo, basado en la honestidad, en la certeza, en
el respeto de los demás y su dignidad, en el sentido del deber. Y ¡esta es la
astucia cristiana! El recorrido de la vida necesariamente conlleva una elección
entre dos caminos: entre la honestidad y deshonestidad, entre fidelidad e
infidelidad, entre egoísmo y altruismo, entre bien y mal. No se puede oscilar
entre el uno y el otro, porque se mueven en lógicas distintas y contrastantes.
El profeta Elías decía al pueblo de Israel que iba por estos dos caminos:
«¡Vosotros cojeáis con dos pies!» (cf. 1R 18, 21). Es una imagen bonita. Es
importante decidir qué dirección tomar y después, una vez elegida la adecuada,
caminar con soltura y determinación, confiando en la gracia del Señor y en el
apoyo de su Espíritu. Fuerte y categórica es la conclusión del pasaje
evangélico: «Ningún criado puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno
y amará al otro; o bien se entregará a uno y despreciará al otro» (Lc 16, 13).
Con esta enseñanza, Jesús
hoy nos exhorta a elegir claramente entre Él y el espíritu del mundo, entre la
lógica de la corrupción, del abuso y de la avidez y la de la rectitud, de la
humildad y del compartir. Alguien se comporta con la corrupción como con las
drogas: piensa poderla usar y dejarla cuando quiera. Se empieza con poco: una
propina por aquí, un soborno por allá… Y entre esta y aquella lentamente se
pierde la propia libertad. También la corrupción produce adicción, y genera
pobreza, explotación, sufrimiento. Y ¡cuántas víctimas hay hoy por el mundo!
Cuántas víctimas de esta difusa corrupción.
Cuando en cambio
intentamos seguir la lógica evangélica de la integridad, de la transparencia,
en las intenciones y en los comportamientos, de la fraternidad, nosotros nos
convertimos en artesanos de justicia y abrimos horizontes de esperanza para la
humanidad. Con la gratuidad y la donación de nosotros mismos a los hermanos,
servimos al dueño justo: Dios.
Que la Virgen María nos
ayude a elegir en cada ocasión y cueste lo que cueste el camino justo,
encontrando también el valor de ir contracorriente, con el fin de seguir a
Jesús y a su Evangelio.
Del Papa Benedicto XVI
HOMILÍA, Domingo
23 de septiembre de 2007
(...) Queridos hermanos y
hermanas, sé que os habéis preparado para mi visita con un intenso camino
espiritual, adoptando como lema un versículo muy significativo de la primera
carta de san Juan: "Nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene, y
hemos creído en él" (1 Jn 4, 16). Deus caritas est, Dios es
amor: con estas palabras comienza mi primera encíclica, que atañe al centro de
nuestra fe: la imagen cristiana de Dios y la consiguiente imagen del hombre y
de su camino.
Me alegra que, como guía
del itinerario espiritual y pastoral de la diócesis, hayáis escogido
precisamente esta expresión: "Nosotros hemos conocido el amor que Dios nos
tiene, y hemos creído en él". Hemos creído en el amor: esta es la esencia
del cristianismo. Por tanto, nuestra asamblea litúrgica de hoy no puede por
menos de centrarse en esta verdad esencial, en el amor de Dios, capaz de dar a
la existencia humana una orientación y un valor absolutamente nuevos.
El amor es la esencia del
cristianismo; hace que el creyente y la comunidad cristiana sean fermento de
esperanza y de paz en todas partes, prestando atención en especial a las
necesidades de los pobres y los desamparados. Esta es nuestra misión común: ser
fermento de esperanza y de paz porque creemos en el amor. El amor hace vivir a
la Iglesia, y puesto que es eterno, la hace vivir siempre, hasta el final de
los tiempos.
En los domingos pasados,
san Lucas, el evangelista que más se preocupa de mostrar el amor que Jesús
siente por los pobres, nos ha ofrecido varios puntos de reflexión sobre los
peligros de un apego excesivo al dinero, a los bienes materiales y a todo lo
que impide vivir en plenitud nuestra vocación y amar a Dios y a los hermanos.
También hoy, con una
parábola que suscita en nosotros cierta sorpresa porque en ella se habla de un
administrador injusto, al que se alaba (cf. Lc 16, 1-13), analizando a fondo,
el Señor nos da una enseñanza seria y muy saludable. Como siempre, el Señor
toma como punto de partida sucesos de la crónica diaria: habla de un
administrador que está a punto de ser despedido por gestión fraudulenta de los
negocios de su amo y, para asegurarse su futuro, con astucia trata de negociar
con los deudores. Ciertamente es injusto, pero astuto: el evangelio no nos lo
presenta como modelo a seguir en su injusticia, sino como ejemplo a imitar por
su astucia previsora. En efecto, la breve parábola concluye con estas palabras:
"El amo felicitó al administrador injusto por la astucia con que había
procedido" (Lc 16, 8).
Pero, ¿qué es lo que
quiere decirnos Jesús con esta parábola, con esta conclusión sorprendente?
Inmediatamente después de esta parábola del administrador injusto el
evangelista nos presenta una serie de dichos y advertencias sobre la relación
que debemos tener con el dinero y con los bienes de esta tierra. Son pequeñas
frases que invitan a una opción que supone una decisión radical, una tensión
interior constante.
En verdad, la vida es
siempre una opción: entre honradez e injusticia, entre fidelidad e infidelidad,
entre egoísmo y altruismo, entre bien y mal. Es incisiva y perentoria la
conclusión del pasaje evangélico: "Ningún siervo puede servir a dos amos:
porque, o bien aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se dedicará al primero
y no hará caso del segundo". En definitiva —dice Jesús— hay que decidirse:
"No podéis servir a Dios y al dinero" (Lc 16, 13). La palabra que usa
para decir dinero —"mammona"— es de origen fenicio y evoca
seguridad económica y éxito en los negocios. Podríamos decir que la riqueza se
presenta como el ídolo al que se sacrifica todo con tal de lograr el éxito
material; así, este éxito económico se convierte en el verdadero dios de una
persona.
Por consiguiente, es
necesaria una decisión fundamental para elegir entre Dios y "mammona";
es preciso elegir entre la lógica del lucro como criterio último de nuestra
actividad y la lógica del compartir y de la solidaridad. Cuando prevalece la
lógica del lucro, aumenta la desproporción entre pobres y ricos, así como una
explotación dañina del planeta. Por el contrario, cuando prevalece la lógica
del compartir y de la solidaridad, se puede corregir la ruta y orientarla hacia
un desarrollo equitativo, para el bien común de todos.
En el fondo, se trata de
la decisión entre el egoísmo y el amor, entre la justicia y la injusticia; en
definitiva, entre Dios y Satanás. Si amar a Cristo y a los hermanos no se
considera algo accesorio y superficial, sino más bien la finalidad verdadera y
última de toda nuestra vida, es necesario saber hacer opciones fundamentales,
estar dispuestos a renuncias radicales, si es preciso hasta el martirio. Hoy,
como ayer, la vida del cristiano exige valentía para ir contra corriente, para
amar como Jesús, que llegó incluso al sacrificio de sí mismo en la cruz.
Así pues, parafraseando
una reflexión de san Agustín, podríamos decir que por medio de las riquezas
terrenas debemos conseguir las verdaderas y eternas. En efecto, si existen
personas dispuestas a todo tipo de injusticias con tal de obtener un bienestar
material siempre aleatorio, ¡cuánto más nosotros, los cristianos, deberíamos
preocuparnos de proveer a nuestra felicidad eterna con los bienes de esta
tierra! (cf. Discursos 359, 10).
Ahora bien, la única
manera de hacer que fructifiquen para la eternidad nuestras cualidades y
capacidades personales, así como las riquezas que poseemos, es compartirlas con
nuestros hermanos, siendo de este modo buenos administradores de lo que Dios
nos encomienda. Dice Jesús: "El que es fiel en lo poco, lo es también en
lo mucho; y el que es injusto en lo poco, también lo es en lo mucho" (Lc
16, 10).
De esa opción
fundamental, que es preciso realizar cada día, también habla hoy el profeta
Amós en la primera lectura. Con palabras fuertes critica un estilo de vida
típico de quienes se dejan absorber por una búsqueda egoísta del lucro de todas
las maneras posibles y que se traduce en afán de ganancias, en desprecio a los
pobres y en explotación de su situación en beneficio propio (cf. Am 4, 5).
El cristiano debe
rechazar con energía todo esto, abriendo el corazón, por el contrario, a
sentimientos de auténtica generosidad. Una generosidad que, como exhorta el
apóstol san Pablo en la segunda lectura, se manifiesta en un amor sincero a
todos y en la oración.
En realidad, orar por los
demás es un gran gesto de caridad. El Apóstol invita, en primer lugar, a orar
por los que tienen cargos de responsabilidad en la comunidad civil, porque
—explica— de sus decisiones, si se encaminan a realizar el bien, derivan
consecuencias positivas, asegurando la paz y "una vida tranquila y
apacible, con toda piedad y dignidad" para todos (1 Tm 2, 2). Por
consiguiente, no debe faltar nunca nuestra oración, que es nuestra aportación
espiritual a la edificación de una comunidad eclesial fiel a Cristo y a la
construcción de una sociedad más justa y solidaria.
(...) Que María nos libre
de la codicia de las riquezas, y haga que, elevando al cielo manos libres y
puras, demos gloria a Dios con toda nuestra vida (cf. Colecta). Amén.
ÁNGELUS, Domingo
23 de septiembre de 2007
Queridos hermanos y
hermanas
Durante la solemne
celebración eucarística, comentando los textos litúrgicos, he reflexionado
sobre el uso correcto de los bienes terrenos, un tema que en estos domingos el
evangelista san Lucas ha vuelto a proponer de diversos modos a nuestra
atención.
Narrando la parábola de
un administrador injusto, pero muy astuto, Cristo enseña a sus discípulos cuál
es el mejor modo de utilizar el dinero y las riquezas materiales, es decir,
compartirlos con los pobres, granjeándose así su amistad con vistas al reino de
los cielos. "Haceos amigos con el dinero injusto -dice Jesús-, para que
cuando os falte, os reciban en las moradas eternas" (Lc 16, 9). El dinero
no es "injusto" en sí mismo, pero más que cualquier otra cosa puede
encerrar al hombre en un egoísmo ciego. Se trata, pues, de realizar una especie
de "conversión" de los bienes económicos en vez de usarlos sólo para
el propio interés, es preciso pensar también en las necesidades de los pobres,
imitando a Cristo mismo, el cual, como escribe san Pablo, "siendo rico,
por vosotros se hizo pobre, a fin de que os enriquecierais con su pobreza"
(2Co 8, 9). Parece una paradoja Cristo no nos ha enriquecido con su riqueza,
sino con su pobreza, es decir, con su amor, que lo impulsó a entregarse
totalmente a nosotros.
Aquí podría abrirse un
vasto y complejo campo de reflexión sobre el tema de la riqueza y de la
pobreza, incluso a escala mundial, en el que se confrontan dos lógicas
económicas la lógica del lucro y la lógica de la distribución equitativa de los
bienes, que no están en contradicción entre sí, con tal de que su relación esté
bien ordenada. La doctrina social católica ha sostenido siempre que la
distribución equitativa de los bienes es prioritaria. El lucro es naturalmente
legítimo y, en una medida justa, necesario para el desarrollo económico.
En la encíclica Centesimus
Annus escribió Juan Pablo II "La moderna economía de empresa
comporta aspectos positivos, cuya raíz es la libertad de la persona, que se
expresa en el campo económico y en otros campos" (n. 32). Sin embargo
-añadió-, no se ha de considerar el capitalismo como el único modelo válido de
organización económica (cf. ib., 35). La emergencia del hambre y la emergencia
ecológica muestran cada vez con más evidencia que cuando predomina la lógica
del lucro aumenta la desproporción entre ricos y pobres y una dañosa
explotación del planeta. En cambio, cuando predomina la lógica del compartir y
de la solidaridad, es posible corregir la ruta y orientarla hacia un desarrollo
equitativo y sostenible.
María santísima, que en
el Magníficat proclama el Señor "a los hambrientos los colma de bienes y a
los ricos los despide vacíos" (Lc 1, 53), ayude a los cristianos a usar
con sabiduría evangélica, es decir, con generosa solidaridad, los bienes
terrenos, e inspire a los gobernantes y a los economistas estrategias
clarividentes que favorezcan el auténtico progreso de todos los pueblos.
Se dice Credo.
Oración de los fieles
Oremos a Dios Padre, que
quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad.
El apóstol Pablo nos sugiere algunas intenciones de oración, que hoy hacemos
nuestras.
- Por la Iglesia,
para que sepa dar testimonio de Cristo en medio de nuestro mundo. Roguemos al
Señor.
- Por los
gobernantes de todas las naciones, para que sus esfuerzos por la paz y la
justicia no sean en vano. Roguemos al Señor.
- Por los
marginados, por los parados, por los más pobres, para que encuentren una
solución justa para sus problemas. Roguemos al Señor.
- Por nosotros, para
que no caigamos en la tentación de la codicia y no se apegue nuestro corazón a
las riquezas. Roguemos al Señor.
Que podamos llevar,
Señor,
una vida tranquila y sosegada,
con toda piedad y respeto,
alzando hacia
ti nuestras manos,
limpias de ira y divisiones.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Lectura de la profecía de Amós 8, 4-7
y elimináis a los humildes del país, diciendo:
«¿Cuándo pasará la luna nueva,
para vender el grano,
y el sábado, para abrir los sacos de cereal
—reduciendo el peso y aumentando el precio,
y modificando las balanzas con engaño—
para comprar al indigente por plata
y al pobre por un par de sandalias,
para vender hasta el salvado del grano?».
El Señor lo ha jurado por la Gloria de Jacob:
«No olvidaré jamás ninguna de sus acciones».
Palabra de Dios.
R. Alabad al Señor, que alza al pobre.
V. Alabad, siervos del Señor,
alabad el nombre del Señor.
Bendito sea el nombre del Señor,
ahora y por siempre.
R. Alabad al Señor, que alza al pobre.
V. El Señor se eleva sobre todos los pueblos,
su gloria sobre los cielos.
¿Quién como el Señor, Dios nuestro,
que habita en las alturas
y se abaja para mirar al cielo y a la tierra?
R. Alabad al Señor, que alza al pobre.
V. Levanta del polvo al desvalido,
alza de la basura al pobre,
para sentarlo con los príncipes,
los príncipes de su pueblo.
R. Alabad al Señor, que alza al pobre.
Lectura de la primera
carta del apóstol san Pablo a Timoteo 2, 1-8
QUERIDO HERMANO:
Ruego, lo primero de
todo, que se hagan súplicas, oraciones, peticiones, acciones de gracias, por
toda la humanidad, por los reyes y por todos los constituidos en autoridad,
para que podamos llevar una vida tranquila y sosegada, con toda piedad y
respeto.
Esto es bueno y agradable
a los ojos de Dios, nuestro Salvador, que quiere que todos los hombres se
salven y lleguen al conocimiento de la verdad.
Pues Dios es uno, y único
también el mediador entre Dios y los hombres: el hombre Cristo Jesús, que se
entregó en rescate por todos; este es un testimonio dado a su debido tiempo y
para el que fui constituido heraldo y apóstol —digo la verdad, no miento—,
maestro de las naciones en la fe y en la verdad.
Quiero, pues, que los hombres oren en todo lugar, alzando unas manos limpias, sin ira ni divisiones.
Palabra de Dios.
Aleluya 2 Cor 8, 9
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 16, 1-13
EN AQUEL TIEMPO, dijo
Jesús a sus discípulos:
«Un hombre rico tenía un
administrador, a quien acusaron ante él de derrochar sus bienes.
Entonces lo llamó y le
dijo:
“¿Qué es eso que estoy
oyendo de ti? Dame cuenta de tu administración, porque en adelante no podrás
seguir administrando”.
El administrador se puso
a decir para sí:
“¿Qué voy a hacer, pues
mi señor me quita la administración? Para cavar no tengo fuerzas; mendigar me
da vergüenza. Ya sé lo que voy a hacer para que, cuando me echen de la
administración, encuentre quien me reciba en su casa”.
Fue llamando uno a uno a
los deudores de su amo y dijo al primero:
“¿Cuánto debes a mi
amo?”.
Este respondió:
“Cien barriles de
aceite”.
Él le dijo:
“Toma tu recibo; aprisa,
siéntate y escribe cincuenta”.
Luego dijo a otro:
“Y tú, ¿cuánto debes?”.
Él contestó:
“Cien fanegas de trigo”.
Le dice:
“Toma tu recibo y escribe
ochenta”.
Y el amo alabó al
administrador injusto, porque había actuado con astucia. Ciertamente, los hijos
de este mundo son más astutos con su propia gente que los hijos de la luz.
Y yo os digo: ganaos
amigos con el dinero de iniquidad, para que, cuando os falte, os reciban en las
moradas eternas.
El que es fiel en lo
poco, también en lo mucho es fiel; el que es injusto en lo poco, también en lo
mucho es injusto.
Pues, si no fuisteis
fieles en la riqueza injusta, ¿quién os confiará la verdadera? Si no fuisteis
fieles en lo ajeno, ¿lo vuestro, quién os lo dará?
Ningún siervo puede servir a dos señores, porque, o bien aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero».
Palabra del Señor.
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 16, 10-13
EN AQUEL TIEMPO, dijo Jesús a sus discípulos:
«El que es fiel en lo poco, también en lo mucho es fiel; el que es injusto en lo poco, también en lo mucho es injusto.
Pues, si no fuisteis fieles en la riqueza injusta, ¿quién os confiará la verdadera? Si no fuisteis fieles en lo ajeno, ¿lo vuestro, quién os lo dará?
Ningún siervo puede servir a dos señores, porque, o bien aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero».
Palabra del Señor.
Queridos hermanos y
hermanas, ¡buenos días!
La parábola contenida en
el Evangelio de este domingo (cf. Lc 16, 1-13) tiene como protagonista a un
administrador astuto y poco honrado que, acusado de haber despilfarrado los
bienes del patrono, está a punto de ser despedido. En esta difícil situación, no
recrimina, no busca justificación ni se deja desanimar, sino que busca una
salida para asegurarse un futuro tranquilo. Al principio reacciona con lucidez,
reconociendo sus propios límites: «Cavar, no puedo; mendigar, me da vergüenza»
(Lc 16, 3); luego actúa con astucia, robando a su amo por última vez. En
efecto, llama a los deudores y reduce las deudas que tienen con el amo, para
congraciárselos y luego ser recompensados por ellos. Se trata de hacer amigos
con la corrupción y obtener gratitud con la corrupción, como desgraciadamente
es habitual hoy en día.
Jesús presenta este
ejemplo no como una exhortación a la deshonestidad, sino como una astucia. De
hecho, enfatiza: «El señor alabó a ese administrador injusto, porque había
obrado astutamente» (Lc 16, 8), es decir, con esa mezcla de inteligencia y
astucia, que te permite superar situaciones difíciles. La clave para leer esta
historia está en la invitación de Jesús al final de la parábola: «Haceos amigos
con las riquezas injustas, para que, cuando lleguen a faltar, os reciban en las
eternas moradas» (Lc 16, 9). Esto parece un poco confuso, pero no lo es: las
"riquezas injustas" son el dinero ?también llamado "estiércol
del diablo"? y en general los bienes materiales.
La riqueza puede empujar
a la gente a construir muros, crear divisiones y discriminación. Jesús, por el
contrario, invita a sus discípulos a invertir el curso: "Hacer amigos con
las riquezas". Es una invitación a saber transformar bienes y riquezas en
relaciones, porque las personas valen más que las cosas y cuentan más que las
riquezas que poseen. En la vida, en efecto, no son los que tienen tantas
riquezas los que dan fruto, sino los que crean y mantienen vivos tantos lazos,
tantas relaciones, tantas amistades a través de las diferentes "riquezas",
es decir, de los diferentes dones con los que Dios los ha dotado. Pero Jesús
indica también el fin último de su exhortación: "Haceos amigos con las
riquezas injustas para que os reciban en las moradas eternas". Si somos
capaces de transformar las riquezas en instrumentos de fraternidad y
solidaridad, nos acogerá en el Paraíso no solamente Dios, sino también aquellos
con los que hemos compartido, administrándolo bien lo que el Señor ha puesto en
nuestras manos.
Hermanos y hermanas, esta
página evangélica hace resonar en nosotros la pregunta del administrador
deshonesto, expulsado por su amo: «¿Qué haré pues?» (Lc 16, 3). Frente a
nuestras carencias y fracasos, Jesús nos asegura que siempre estamos a tiempo
para sanar el mal hecho con el bien. Que los que han causado lágrimas hagan
felices a alguien; que los que han quitado indebidamente, done a los
necesitados. Al hacerlo, seremos alabados por el Señor "porque hemos
obrado astutamente", es decir, con la sabiduría de los que se reconocen
como hijos de Dios y se ponen en juego por el Reino de los cielos.
Que la Santísima Virgen nos ayude a ser astutos para asegurarnos no el éxito mundano, sino la vida eterna, para que en el momento del juicio final las personas necesitadas a las que hemos ayudado sean testigos de que en ellas hemos visto y servido al Señor.
ÁNGELUS, Domingo
18 de septiembre de 2016
Queridos hermanos y
hermanas, ¡buenos días!
Hoy Jesús nos lleva a
reflexionar sobre dos estilos de vida contrapuestos: el mundano y el del
Evangelio. El espíritu del mundo no es el espíritu de Jesús. Y lo hace mediante
la narración de la palabra del administrador infiel y corrupto, que es alabado
por Jesús, a pesar de su deshonestidad (cf. Lc 16, 1-13).
Es necesario precisar
inmediatamente que este administrador no se presenta como modelo a seguir, sino
como ejemplo de astucia.
Este hombre es acusado de
mala administración de los negocios de su señor y, antes de ser apartado, busca
astutamente ganarse la benevolencia de sus deudores, condonando parte de la
deuda para asegurarse, así, un futuro. Comentando este comportamiento, Jesús
observa: «los hijos de este mundo son más astutos con los de su generación que
los hijos de la luz» (Lc 16, 8).
Ante tal astucia mundana
nosotros estamos llamados a responder con la astucia cristiana, que es un don
del Espíritu Santo. Se trata de alejarse del espíritu de los valores del mundo,
que tanto gustan al demonio, para vivir según el Evangelio. Y la mundanidad,
¿cómo se manifiesta? La mundanidad se manifiesta con actitudes de corrupción,
de engaño, de abuso, y supone el camino más equivocado, el camino del pecado,
¡porque uno te lleva al otro! Es como una cadena, aunque sí –es verdad– es el
camino más cómodo de recorrer generalmente.
En cambio el espíritu del
Evangelio requiere un estilo de vida serio –¡serio pero alegre, lleno de
alegría!–, serio y de duro trabajo, basado en la honestidad, en la certeza, en
el respeto de los demás y su dignidad, en el sentido del deber. Y ¡esta es la
astucia cristiana! El recorrido de la vida necesariamente conlleva una elección
entre dos caminos: entre la honestidad y deshonestidad, entre fidelidad e
infidelidad, entre egoísmo y altruismo, entre bien y mal. No se puede oscilar
entre el uno y el otro, porque se mueven en lógicas distintas y contrastantes.
El profeta Elías decía al pueblo de Israel que iba por estos dos caminos:
«¡Vosotros cojeáis con dos pies!» (cf. 1R 18, 21). Es una imagen bonita. Es
importante decidir qué dirección tomar y después, una vez elegida la adecuada,
caminar con soltura y determinación, confiando en la gracia del Señor y en el
apoyo de su Espíritu. Fuerte y categórica es la conclusión del pasaje
evangélico: «Ningún criado puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno
y amará al otro; o bien se entregará a uno y despreciará al otro» (Lc 16, 13).
Con esta enseñanza, Jesús
hoy nos exhorta a elegir claramente entre Él y el espíritu del mundo, entre la
lógica de la corrupción, del abuso y de la avidez y la de la rectitud, de la
humildad y del compartir. Alguien se comporta con la corrupción como con las
drogas: piensa poderla usar y dejarla cuando quiera. Se empieza con poco: una
propina por aquí, un soborno por allá… Y entre esta y aquella lentamente se
pierde la propia libertad. También la corrupción produce adicción, y genera
pobreza, explotación, sufrimiento. Y ¡cuántas víctimas hay hoy por el mundo!
Cuántas víctimas de esta difusa corrupción.
Cuando en cambio
intentamos seguir la lógica evangélica de la integridad, de la transparencia,
en las intenciones y en los comportamientos, de la fraternidad, nosotros nos
convertimos en artesanos de justicia y abrimos horizontes de esperanza para la
humanidad. Con la gratuidad y la donación de nosotros mismos a los hermanos,
servimos al dueño justo: Dios.
Que la Virgen María nos ayude a elegir en cada ocasión y cueste lo que cueste el camino justo, encontrando también el valor de ir contracorriente, con el fin de seguir a Jesús y a su Evangelio.
HOMILÍA, Domingo 23 de septiembre de 2007
(...) Queridos hermanos y
hermanas, sé que os habéis preparado para mi visita con un intenso camino
espiritual, adoptando como lema un versículo muy significativo de la primera
carta de san Juan: "Nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene, y
hemos creído en él" (1 Jn 4, 16). Deus caritas est, Dios es
amor: con estas palabras comienza mi primera encíclica, que atañe al centro de
nuestra fe: la imagen cristiana de Dios y la consiguiente imagen del hombre y
de su camino.
Me alegra que, como guía
del itinerario espiritual y pastoral de la diócesis, hayáis escogido
precisamente esta expresión: "Nosotros hemos conocido el amor que Dios nos
tiene, y hemos creído en él". Hemos creído en el amor: esta es la esencia
del cristianismo. Por tanto, nuestra asamblea litúrgica de hoy no puede por
menos de centrarse en esta verdad esencial, en el amor de Dios, capaz de dar a
la existencia humana una orientación y un valor absolutamente nuevos.
El amor es la esencia del
cristianismo; hace que el creyente y la comunidad cristiana sean fermento de
esperanza y de paz en todas partes, prestando atención en especial a las
necesidades de los pobres y los desamparados. Esta es nuestra misión común: ser
fermento de esperanza y de paz porque creemos en el amor. El amor hace vivir a
la Iglesia, y puesto que es eterno, la hace vivir siempre, hasta el final de
los tiempos.
En los domingos pasados,
san Lucas, el evangelista que más se preocupa de mostrar el amor que Jesús
siente por los pobres, nos ha ofrecido varios puntos de reflexión sobre los
peligros de un apego excesivo al dinero, a los bienes materiales y a todo lo
que impide vivir en plenitud nuestra vocación y amar a Dios y a los hermanos.
También hoy, con una
parábola que suscita en nosotros cierta sorpresa porque en ella se habla de un
administrador injusto, al que se alaba (cf. Lc 16, 1-13), analizando a fondo,
el Señor nos da una enseñanza seria y muy saludable. Como siempre, el Señor
toma como punto de partida sucesos de la crónica diaria: habla de un
administrador que está a punto de ser despedido por gestión fraudulenta de los
negocios de su amo y, para asegurarse su futuro, con astucia trata de negociar
con los deudores. Ciertamente es injusto, pero astuto: el evangelio no nos lo
presenta como modelo a seguir en su injusticia, sino como ejemplo a imitar por
su astucia previsora. En efecto, la breve parábola concluye con estas palabras:
"El amo felicitó al administrador injusto por la astucia con que había
procedido" (Lc 16, 8).
Pero, ¿qué es lo que
quiere decirnos Jesús con esta parábola, con esta conclusión sorprendente?
Inmediatamente después de esta parábola del administrador injusto el
evangelista nos presenta una serie de dichos y advertencias sobre la relación
que debemos tener con el dinero y con los bienes de esta tierra. Son pequeñas
frases que invitan a una opción que supone una decisión radical, una tensión
interior constante.
En verdad, la vida es
siempre una opción: entre honradez e injusticia, entre fidelidad e infidelidad,
entre egoísmo y altruismo, entre bien y mal. Es incisiva y perentoria la
conclusión del pasaje evangélico: "Ningún siervo puede servir a dos amos:
porque, o bien aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se dedicará al primero
y no hará caso del segundo". En definitiva —dice Jesús— hay que decidirse:
"No podéis servir a Dios y al dinero" (Lc 16, 13). La palabra que usa
para decir dinero —"mammona"— es de origen fenicio y evoca
seguridad económica y éxito en los negocios. Podríamos decir que la riqueza se
presenta como el ídolo al que se sacrifica todo con tal de lograr el éxito
material; así, este éxito económico se convierte en el verdadero dios de una
persona.
Por consiguiente, es
necesaria una decisión fundamental para elegir entre Dios y "mammona";
es preciso elegir entre la lógica del lucro como criterio último de nuestra
actividad y la lógica del compartir y de la solidaridad. Cuando prevalece la
lógica del lucro, aumenta la desproporción entre pobres y ricos, así como una
explotación dañina del planeta. Por el contrario, cuando prevalece la lógica
del compartir y de la solidaridad, se puede corregir la ruta y orientarla hacia
un desarrollo equitativo, para el bien común de todos.
En el fondo, se trata de
la decisión entre el egoísmo y el amor, entre la justicia y la injusticia; en
definitiva, entre Dios y Satanás. Si amar a Cristo y a los hermanos no se
considera algo accesorio y superficial, sino más bien la finalidad verdadera y
última de toda nuestra vida, es necesario saber hacer opciones fundamentales,
estar dispuestos a renuncias radicales, si es preciso hasta el martirio. Hoy,
como ayer, la vida del cristiano exige valentía para ir contra corriente, para
amar como Jesús, que llegó incluso al sacrificio de sí mismo en la cruz.
Así pues, parafraseando
una reflexión de san Agustín, podríamos decir que por medio de las riquezas
terrenas debemos conseguir las verdaderas y eternas. En efecto, si existen
personas dispuestas a todo tipo de injusticias con tal de obtener un bienestar
material siempre aleatorio, ¡cuánto más nosotros, los cristianos, deberíamos
preocuparnos de proveer a nuestra felicidad eterna con los bienes de esta
tierra! (cf. Discursos 359, 10).
Ahora bien, la única
manera de hacer que fructifiquen para la eternidad nuestras cualidades y
capacidades personales, así como las riquezas que poseemos, es compartirlas con
nuestros hermanos, siendo de este modo buenos administradores de lo que Dios
nos encomienda. Dice Jesús: "El que es fiel en lo poco, lo es también en
lo mucho; y el que es injusto en lo poco, también lo es en lo mucho" (Lc
16, 10).
De esa opción
fundamental, que es preciso realizar cada día, también habla hoy el profeta
Amós en la primera lectura. Con palabras fuertes critica un estilo de vida
típico de quienes se dejan absorber por una búsqueda egoísta del lucro de todas
las maneras posibles y que se traduce en afán de ganancias, en desprecio a los
pobres y en explotación de su situación en beneficio propio (cf. Am 4, 5).
El cristiano debe
rechazar con energía todo esto, abriendo el corazón, por el contrario, a
sentimientos de auténtica generosidad. Una generosidad que, como exhorta el
apóstol san Pablo en la segunda lectura, se manifiesta en un amor sincero a
todos y en la oración.
En realidad, orar por los
demás es un gran gesto de caridad. El Apóstol invita, en primer lugar, a orar
por los que tienen cargos de responsabilidad en la comunidad civil, porque
—explica— de sus decisiones, si se encaminan a realizar el bien, derivan
consecuencias positivas, asegurando la paz y "una vida tranquila y
apacible, con toda piedad y dignidad" para todos (1 Tm 2, 2). Por
consiguiente, no debe faltar nunca nuestra oración, que es nuestra aportación
espiritual a la edificación de una comunidad eclesial fiel a Cristo y a la
construcción de una sociedad más justa y solidaria.
(...) Que María nos libre de la codicia de las riquezas, y haga que, elevando al cielo manos libres y puras, demos gloria a Dios con toda nuestra vida (cf. Colecta). Amén.
ÁNGELUS, Domingo
23 de septiembre de 2007
Queridos hermanos y
hermanas
Durante la solemne
celebración eucarística, comentando los textos litúrgicos, he reflexionado
sobre el uso correcto de los bienes terrenos, un tema que en estos domingos el
evangelista san Lucas ha vuelto a proponer de diversos modos a nuestra
atención.
Narrando la parábola de
un administrador injusto, pero muy astuto, Cristo enseña a sus discípulos cuál
es el mejor modo de utilizar el dinero y las riquezas materiales, es decir,
compartirlos con los pobres, granjeándose así su amistad con vistas al reino de
los cielos. "Haceos amigos con el dinero injusto -dice Jesús-, para que
cuando os falte, os reciban en las moradas eternas" (Lc 16, 9). El dinero
no es "injusto" en sí mismo, pero más que cualquier otra cosa puede
encerrar al hombre en un egoísmo ciego. Se trata, pues, de realizar una especie
de "conversión" de los bienes económicos en vez de usarlos sólo para
el propio interés, es preciso pensar también en las necesidades de los pobres,
imitando a Cristo mismo, el cual, como escribe san Pablo, "siendo rico,
por vosotros se hizo pobre, a fin de que os enriquecierais con su pobreza"
(2Co 8, 9). Parece una paradoja Cristo no nos ha enriquecido con su riqueza,
sino con su pobreza, es decir, con su amor, que lo impulsó a entregarse
totalmente a nosotros.
Aquí podría abrirse un
vasto y complejo campo de reflexión sobre el tema de la riqueza y de la
pobreza, incluso a escala mundial, en el que se confrontan dos lógicas
económicas la lógica del lucro y la lógica de la distribución equitativa de los
bienes, que no están en contradicción entre sí, con tal de que su relación esté
bien ordenada. La doctrina social católica ha sostenido siempre que la
distribución equitativa de los bienes es prioritaria. El lucro es naturalmente
legítimo y, en una medida justa, necesario para el desarrollo económico.
En la encíclica Centesimus
Annus escribió Juan Pablo II "La moderna economía de empresa
comporta aspectos positivos, cuya raíz es la libertad de la persona, que se
expresa en el campo económico y en otros campos" (n. 32). Sin embargo
-añadió-, no se ha de considerar el capitalismo como el único modelo válido de
organización económica (cf. ib., 35). La emergencia del hambre y la emergencia
ecológica muestran cada vez con más evidencia que cuando predomina la lógica
del lucro aumenta la desproporción entre ricos y pobres y una dañosa
explotación del planeta. En cambio, cuando predomina la lógica del compartir y
de la solidaridad, es posible corregir la ruta y orientarla hacia un desarrollo
equitativo y sostenible.
María santísima, que en el Magníficat proclama el Señor "a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos" (Lc 1, 53), ayude a los cristianos a usar con sabiduría evangélica, es decir, con generosa solidaridad, los bienes terrenos, e inspire a los gobernantes y a los economistas estrategias clarividentes que favorezcan el auténtico progreso de todos los pueblos.
Se dice Credo.
Oración de los fieles
Oremos a Dios Padre, que
quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad.
El apóstol Pablo nos sugiere algunas intenciones de oración, que hoy hacemos
nuestras.
- Por la Iglesia,
para que sepa dar testimonio de Cristo en medio de nuestro mundo. Roguemos al
Señor.
- Por los
gobernantes de todas las naciones, para que sus esfuerzos por la paz y la
justicia no sean en vano. Roguemos al Señor.
- Por los
marginados, por los parados, por los más pobres, para que encuentren una
solución justa para sus problemas. Roguemos al Señor.
- Por nosotros, para que no caigamos en la tentación de la codicia y no se apegue nuestro corazón a las riquezas. Roguemos al Señor.
una vida tranquila y sosegada,
con toda piedad y respeto,
alzando hacia ti nuestras manos,
limpias de ira y divisiones.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
LITURGIA EUCARÍSTICA
LITURGIA EUCARÍSTICA
Oración sobre las ofrendasRecibe, Señor, en tu bondad las ofrendas de tu pueblo,
para que cuanto creemos por la fe
lo alcancemos por el sacramento celestial.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Prefacio
El misterio de la salvación en Cristo
En verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación,
darte gracias, Padre santo,
siempre y en todo lugar,
por Jesucristo, tu Hijo amado.Por él, que es tu palabra, hiciste todas las cosas;
tú nos lo enviaste
para que, hecho hombre por obra del Espíritu Santo
y nacido de María la Virgen,
fuera nuestro Salvador y Redentor.Él, en cumplimiento de tu voluntad,
para destruir la muerte
y manifestar la resurrección,
extendió sus brazos en la cruz,
y así adquirió para ti un pueblo santo.Por eso,
con los ángeles y los santos,
cantamos tu gloria diciendo:Santo, Santo, Santo...
Antífona de comunión Mt 10, 32
Tú, Señor, promulgas tus
decretos para que se observen exactamente; ojalá esté firme mi camino para
cumplir tus consignas.
O bien: Jn 10, 14
Yo soy el Buen Pastor,
dice el Señor, que conozco a mis ovejas, y las mías me conocen.
Oración después de la
comunión
Señor, apoya bondadoso
con tu ayuda continua
a los que alimentas con tus sacramentos,
para que
consigamos el fruto de la salvación
en los sacramentos y en la vida diaria.
Por
Jesucristo, nuestro Señor.
para que cuanto creemos por la fe
lo alcancemos por el sacramento celestial.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
El misterio de la salvación en Cristo
es nuestro deber y salvación,
darte gracias, Padre santo,
siempre y en todo lugar,
por Jesucristo, tu Hijo amado.
tú nos lo enviaste
para que, hecho hombre por obra del Espíritu Santo
y nacido de María la Virgen,
fuera nuestro Salvador y Redentor.
para destruir la muerte
y manifestar la resurrección,
extendió sus brazos en la cruz,
y así adquirió para ti un pueblo santo.
con los ángeles y los santos,
cantamos tu gloria diciendo:
Tú, Señor, promulgas tus decretos para que se observen exactamente; ojalá esté firme mi camino para cumplir tus consignas.
O bien: Jn 10, 14
Yo soy el Buen Pastor, dice el Señor, que conozco a mis ovejas, y las mías me conocen.
a los que alimentas con tus sacramentos,
para que consigamos el fruto de la salvación
en los sacramentos y en la vida diaria.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Pensamientos para el Evangelio de hoy
«Cuando se introduce la palabra divina en una inteligencia limpia de los cuidados mundanos, echa raíces profundas, produce espigas y crece oportunamente» (San Cirilo de Alejandría).
«La semilla del Evangelio fecunda la historia de los hombres y anuncia una cosecha abundante. Jesús hace asimismo una advertencia: sólo en el corazón bien dispuesto germina la Palabra de Dios» (San Juan Pablo II).
«La invocación del santo Nombre de Jesús es el camino más sencillo de la oración continua. Repetida con frecuencia por un corazón humildemente atento, no se dispersa en ‘palabrerías’, sino que ‘conserva la Palabra y fructifica con perseverancia (…)» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 2.668).
Pensamientos para el Evangelio de hoy
«Cuando se introduce la palabra divina en una inteligencia limpia de los cuidados mundanos, echa raíces profundas, produce espigas y crece oportunamente» (San Cirilo de Alejandría).
«La semilla del Evangelio fecunda la historia de los hombres y anuncia una cosecha abundante. Jesús hace asimismo una advertencia: sólo en el corazón bien dispuesto germina la Palabra de Dios» (San Juan Pablo II).
«La invocación del santo Nombre de Jesús es el camino más sencillo de la oración continua. Repetida con frecuencia por un corazón humildemente atento, no se dispersa en ‘palabrerías’, sino que ‘conserva la Palabra y fructifica con perseverancia (…)» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 2.668).
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