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ADORACIÓN PERPETUA
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DEL STMO. SACRAMENTO EN VIVO
Parroquia Ntra. Sra. de la MercedInstituto del Verbo EncarnadoCapilla "San Ignacio de Loyola"(Manresa, España)
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"Todo el que por mí deja casa, hermanos o hermanas, padre o madre, hijos o tierras, recibirá cien veces más y heredará la vida eterna" (Mt 19,29)
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¡El Señor viene para tí!
¡¡Ven, te está esperando!!
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El anglicanismo probablemente se dividirá en dos organizaciones; algunos, pocos, se harán católicos
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SANTORAL DE HOY
Elogio: En Nicomedia, de Bitinia, santos Luciano y Marciano, mártires, que en tiempo del emperador Decio, por orden del prefecto Sabino, fueron quemados vivos.
Patronazgos: protectores de los conversos y los poseídos.
San Rogaciano y Felicísimo, confesores
En Cartago, conmemoración de san Rogaciano, presbítero, a quien, durante la persecución bajo el emperador Decio, su obispo, san Cipriano, confió la administración de la Iglesia de Cartago, y que junto con san Felicísimo padeció torturas y cárceles por el nombre de Cristo.
San Amando de Estrasburgo, obispo
En Argentorato, de Germania, san Amando, considerado como primer obispo de esta sede.
San Rústico de Narbona, obispo
En Narbona, en el mediodía de la Galia, san Rústico, obispo, que deseoso de abandonar su función para retirarse a una vida de silencio, convencido por el papa san León I Magno y reconfortado, permaneció en el cargo y en el trabajo que se le había confiado.
San Aptonio de Angulema, obispo
En Angulema, ciudad de Aquitania, san Aptonio, obispo.
San Ceda de Lastingham, obispo
En Lastingham, en Northumbria, san Ceda, hermano de san Ceada, ordenado obispo de los sajones orientales por san Finano, distinguido por asentar los cimientos de esta nueva Iglesia.
San Eata de Hexham, abad y obispo
En Hexham, también en Northumbria, san Eata, obispo, varón dulce y sencillo, que rigió a la vez varios cenobios e iglesias, hasta que, al regresar a Hexham, fue elegido obispo y abad, sin dejar de llevar una vida ascética.
San Sigebaldo de Metz, obispo
En Metz, ciudad de Austrasia, san Sigebaldo, obispo, fundador de diversos monasterios.
San Witta de Bürberg, obispo
En el monasterio de Heresfeld, en Germania, sepultura de san Witta o Albuino, primer obispo de Bürberg, el cual, oriundo de Inglaterra, fue llamado por san Bonifacio y recibió el encargo de sembrar la simiente de la Palabra de Dios en la región de Hesse.
San Beano de Mortlach, obispo
En Escocia, san Beano, obispo de Mortlach.
San Fulco de Pavia, obispo
En Pavia, en la Lombardia, san Fulco, obispo, el cual, de origen escocés, fue varón pacífico, insigne por su trabajo y su caridad.
Beato Damián Furcheri, religioso presbítero
En la ciudad de Reggio, en la Emilia, beato Damián Furcheri, presbítero de la Orden de Predicadores, egregio proclamador del Evangelio.
Beato Buenaventura de Potenza, religioso presbítero
En Ravello, cerca de Amalfi, en la Campania, beato Buenaventura de Potenza, presbítero de la Orden de los Hermanos Menores Conventuales, que se distinguió por su obediencia y caridad.
Beata Celina Chludzinska, viuda y fundadora
En Cracovia, Polonia, beata Celina Chludzinska, viuda de Borzecka, fundadora de la congregación de Hermanas de la Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo, para la educación cristiana de las jóvenes y la renovación religiosa y moral de la mujer.
Beato Josif Mihali, presbítero y mártir
En Maliq, Korçë, Albania, beato Josif Mihali, presbítero de la administración apostólica de Albania Sur (rito greco-católico albano) y mártir.
Elogio: En Nicomedia, de Bitinia, santos Luciano y Marciano, mártires, que en tiempo del emperador Decio, por orden del prefecto Sabino, fueron quemados vivos.
Patronazgos: protectores de los conversos y los poseídos.
San Rogaciano y Felicísimo, confesores
En Cartago, conmemoración de san Rogaciano, presbítero, a quien, durante la persecución bajo el emperador Decio, su obispo, san Cipriano, confió la administración de la Iglesia de Cartago, y que junto con san Felicísimo padeció torturas y cárceles por el nombre de Cristo.
San Amando de Estrasburgo, obispo
En Argentorato, de Germania, san Amando, considerado como primer obispo de esta sede.
San Rústico de Narbona, obispo
En Narbona, en el mediodía de la Galia, san Rústico, obispo, que deseoso de abandonar su función para retirarse a una vida de silencio, convencido por el papa san León I Magno y reconfortado, permaneció en el cargo y en el trabajo que se le había confiado.
San Aptonio de Angulema, obispo
En Angulema, ciudad de Aquitania, san Aptonio, obispo.
San Ceda de Lastingham, obispo
En Lastingham, en Northumbria, san Ceda, hermano de san Ceada, ordenado obispo de los sajones orientales por san Finano, distinguido por asentar los cimientos de esta nueva Iglesia.
San Eata de Hexham, abad y obispo
En Hexham, también en Northumbria, san Eata, obispo, varón dulce y sencillo, que rigió a la vez varios cenobios e iglesias, hasta que, al regresar a Hexham, fue elegido obispo y abad, sin dejar de llevar una vida ascética.
San Sigebaldo de Metz, obispo
En Metz, ciudad de Austrasia, san Sigebaldo, obispo, fundador de diversos monasterios.
San Witta de Bürberg, obispo
En el monasterio de Heresfeld, en Germania, sepultura de san Witta o Albuino, primer obispo de Bürberg, el cual, oriundo de Inglaterra, fue llamado por san Bonifacio y recibió el encargo de sembrar la simiente de la Palabra de Dios en la región de Hesse.
San Beano de Mortlach, obispo
En Escocia, san Beano, obispo de Mortlach.
San Fulco de Pavia, obispo
En Pavia, en la Lombardia, san Fulco, obispo, el cual, de origen escocés, fue varón pacífico, insigne por su trabajo y su caridad.
Beato Damián Furcheri, religioso presbítero
En la ciudad de Reggio, en la Emilia, beato Damián Furcheri, presbítero de la Orden de Predicadores, egregio proclamador del Evangelio.
Beato Buenaventura de Potenza, religioso presbítero
En Ravello, cerca de Amalfi, en la Campania, beato Buenaventura de Potenza, presbítero de la Orden de los Hermanos Menores Conventuales, que se distinguió por su obediencia y caridad.
Beata Celina Chludzinska, viuda y fundadora
En Cracovia, Polonia, beata Celina Chludzinska, viuda de Borzecka, fundadora de la congregación de Hermanas de la Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo, para la educación cristiana de las jóvenes y la renovación religiosa y moral de la mujer.
Beato Josif Mihali, presbítero y mártir
En Maliq, Korçë, Albania, beato Josif Mihali, presbítero de la administración apostólica de Albania Sur (rito greco-católico albano) y mártir.
LITURGIA DE HOY
Misa del Domingo (verde).MISAL: ants. y oracs. props., Gl., Cr., Pf. dominical.LECC.: vol. I (C).- Eclo 35, 12-14. 16-19a. La oración del humilde atraviesa las nubes.- Sal 33. R. El afligido invocó al Señor, y él lo escuchó.- 2 Tim 4, 6-8. 16-18. Me está reservada la corona de la justicia.- Lc 18, 9-14. El publicano bajó a su casa justificado, y el fariseo no.El fariseo no ha ido al templo a rezar sino a hacer una visita para recordarle a Dios que él es bueno; mientras que el publicano sí ha ido al templo a rezar y a encontrarse consigo mismo, con su dolorosa verdad, y con la misericordia de Dios. Las palabras breves y sinceras del publicano son para Jesús el modelo de toda oración. El fariseo no clama a Dios, pues no se siente pobre y necesitado y, en vez de repasar sus propios pecados, se dedica, en su soberbia, a repasar y despreciar los pecados de los demás.El fariseo, en su oración se busca a sí mismo, mientras que el publicano se siente solidario de tantos pobres y marginados que gritan al Señor con humildad.- Hoy no se permiten las misas de difuntos, excepto la exequial.Liturgia de las Horas: oficio dominical. Te Deum. Comp. Dom. II.Martirologio: elogs. del 27 de octubre, pág. 635.CALENDARIOS: Familia Paulina: Nuestro Señor Jesucristo, Divino Maestro (S).Paúles: Dedicación de las iglesias en que se ignora su día (S).Coria-Cáceres: Aniversario de la muerte de Mons. Jesús Domínguez Gómez, obispo (1990).
LITURGIA DE HOY
RITOS INICIALES
RITOS INICIALES
Monición de entrada
Hoy nos convoca el Señor para la celebración de la eucaristía en el día del Señor y el día de la Iglesia. Una vez más llega hasta nosotros el mensaje de su infinita misericordia. El conoce lo que hay en el interior de nuestro corazón y, ante nuestra sincera actitud de humildad y nuestra sincera petición de perdón, renueva siempre su propuesta de amor y misericordia para con todos nosotros.
La liturgia de hoy nos ofrece elementos que nos orientan hacia la meditación en la vida eterna y el fin de los tiempos. En la oración colecta pedimos conseguir las promesas del Señor, amando sus preceptos. Así lo expresa también la 2 lect. con estas palabras de san Pablo: «He luchado el noble combate […]. Me está reservada la corona de la justicia». Y la celebración de la eucaristía es ya el comienzo y el anticipo de la vida eterna (cf. orac. después de la comunión). Pero, siendo esto así, nadie puede presumir de tenerla segura, ya que es un don de Dios que debemos pedir con humildad, puesto que solo Dios es santo y nosotros somos unos pobres pecadores. Olvidarlo nos llevaría a la soberbia espiritual de despreciar a los demás, actitud denunciada por Jesús en el Ev. de hoy: el publicano bajó a su casa justificado; el fariseo no.
Antífona de entrada Sal 104, 3-4
aumenta nuestra fe, esperanza y caridad,
y, para que merezcamos conseguir lo que prometes,
concédenos amar tus preceptos.
Por nuestro Señor Jesucristo.
LITURGIA DE LA PALABRA
LITURGIA DE LA PALABRA
PRIMERA LECTURA
La oración del humilde atraviesa las nubes
La oración del humilde atraviesa las nubes
Lectura del libro del Eclesiástico 35, 12-14. 16-18EL SEÑOR es juez,
y para él no cuenta el prestigio de las personas.
Para él no hay acepción de personas en perjuicio del pobre,
sino que escucha la oración del oprimido.
No desdeña la súplica del huérfano,
ni a la viuda cuando se desahoga en su lamento.
Quien sirve de buena gana, es bien aceptado,
y su plegaria sube hasta las nubes.
La oración del humilde atraviesa las nubes,
y no se detiene hasta que alcanza su destino.
No desiste hasta que el Altísimo lo atiende,
juzga a los justos y les hace justicia.
El Señor no tardará.Palabra de Dios.
SALMO RESPONSORIAL (Sal 33, 2-3. 17-18. 19 y 23 [R.: 7ab])R. El afligido invocó al Señor, y él lo escuchó.V. Bendigo al Señor en todo momento,
su alabanza está siempre en mi boca;
mi alma se gloría en el Señor:
que los humildes lo escuchen y se alegren.R. El afligido invocó al Señor, y él lo escuchó.V. El Señor se enfrenta con los malhechores,
para borrar de la tierra su memoria.
Cuando uno grita, el Señor lo escucha
y lo libra de sus angustias.R. El afligido invocó al Señor, y él lo escuchó.V. El Señor está cerca de los atribulados,
salva a los abatidos.
El Señor redime a sus siervos,
no será castigado quien se acoge a él.
R. El afligido invocó al Señor, y él lo escuchó.
SEGUNDA LECTURAMe está reservada la corona de la justiciaLectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo 4, 6-8. 16-18QUERIDO HERMANO:Yo estoy a punto de ser derramado en libación y el momento de mi partida es inminente.He combatido el noble combate, he acabado la carrera, he conservado la fe.Por lo demás, me está reservada la corona de la justicia, que el Señor, juez justo, me dará en aquel día; y no solo a mí, sino también a todos los que hayan aguardado con amor su manifestación.En mi primera defensa, nadie estuvo a mi lado, sino que todos me abandonaron. ¡No les sea tenido en cuenta!Mas el Señor estuvo a mi lado y me dio fuerzas para que, a través de mí, se proclamara plenamente el mensaje y lo oyeran todas las naciones. Y fui librado de la boca del león.El Señor me librará de toda obra mala y me salvará llevándome a su reino celestial.A él la gloria por los siglos de los siglos. Amén.Palabra de Dios.
Aleluya 2 Co 5, 19acR./ Aleluya, aleluya, aleluya.V/. Dios estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo,
y ha puesto en nosotros el mensaje de la reconciliación. R/.
EVANGELIOEl publicano bajó a su casa justificado, y el fariseo, no✠Lectura del santo Evangelio según San Lucas 18, 9-14EN AQUEL TIEMPO, Jesús dijo esta parábola a algunos que se confiaban en sí mismos por considerarse justos y despreciaban a los demás:«Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era fariseo; el otro, publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su interior:“¡Oh Dios!, te doy gracias porque no soy como los demás hombres: ladrones, injustos, adúlteros; ni tampoco como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo”.El publicano, en cambio, quedándose atrás, no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho diciendo:“Oh Dios!, ten compasión de este pecador”.Os digo que este bajó a su casa justificado, y aquel no. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido».Palabra del Señor.
y para él no cuenta el prestigio de las personas.
Para él no hay acepción de personas en perjuicio del pobre,
sino que escucha la oración del oprimido.
No desdeña la súplica del huérfano,
ni a la viuda cuando se desahoga en su lamento.
Quien sirve de buena gana, es bien aceptado,
y su plegaria sube hasta las nubes.
La oración del humilde atraviesa las nubes,
y no se detiene hasta que alcanza su destino.
No desiste hasta que el Altísimo lo atiende,
juzga a los justos y les hace justicia.
El Señor no tardará.
su alabanza está siempre en mi boca;
mi alma se gloría en el Señor:
que los humildes lo escuchen y se alegren.
para borrar de la tierra su memoria.
Cuando uno grita, el Señor lo escucha
y lo libra de sus angustias.
salva a los abatidos.
El Señor redime a sus siervos,
no será castigado quien se acoge a él.
R. El afligido invocó al Señor, y él lo escuchó.
y ha puesto en nosotros el mensaje de la reconciliación. R/.
PAPA FRANCISCO
Clausura del Sínodo
Homilía. XXX Domingo del Tiempo Ordinario, 27 de octubre de 2019
La Palabra de Dios nos ayuda hoy a rezar mediante tres personajes: en la
parábola de Jesús rezan el fariseo y el publicano, en la primera lectura se
habla de la oración del pobre.
1. La oración del fariseo comienza así: Oh Dios, te agradezco. Es un buen inicio,
porque la mejor oración es la de acción de gracias, es la de alabanza. Pero
enseguida vemos el motivo de ese agradecimiento: porque no soy como los demás
hombres (Lc 18, 11). Y, además, explica el motivo: porque ayuna dos veces a la
semana, cuando entonces la obligación era una vez al año; paga el diezmo de
todo lo que tiene, cuando lo establecido era sólo en base a los productos más
importantes (cf. Dt 14, 22 ss.). En definitiva, presume porque cumple unos
preceptos particulares de manera óptima. Pero olvida el más grande: amar a Dios
y al prójimo (cf. Mt 22, 36-40). Satisfecho de su propia seguridad, de su
propia capacidad de observar los mandamientos, de los propios méritos y
virtudes, sólo está centrado en sí mismo. El drama de este hombre es que no
tiene amor. Pero, como dice san Pablo, incluso lo mejor, sin amor, no sirve de
nada (cf. 1Co 13). Y sin amor, cuál es el resultado? Que al final, más que
rezar, se elogia a sí mismo. De hecho, no le pide nada al Señor, porque no
siente que tiene necesidad o que debe algo, sino que cree que se le debe a él.
Está en el templo de Dios, pero practica otra religión, la religión del yo. Y
tantos grupos "ilustrados", "cristianos católicos", van por
este camino.
Y además de olvidar a Dios, olvida al prójimo, es más, lo desprecia. Es decir,
para él no tiene un precio, no tiene un valor. Se considera mejor que los
demás, a quienes llama, literalmente, "los demás, el resto"
("loipoi", Lc 18, 11). Son "el resto", son los descartados
de quienes hay que mantenerse a distancia. Cuántas veces vemos que se cumple
esta dinámica en la vida y en la historia! Cuántas veces quien está delante,
como el fariseo respecto al publicano, levanta muros para aumentar las
distancias, haciendo que los demás estén más descartados aún. O también
considerándolos inferiores y de poco valor, desprecia sus tradiciones, borra su
historia, ocupa sus territorios, usurpa sus bienes. Cuánta presunta
superioridad que, también hoy se convierte en opresión y explotación lo hemos
visto en el Sínodo cuando hablábamos de la explotación de la creación, de la
gente, de los habitantes de la Amazonía, de la trata de personas, del comercio
de las personas! Los errores del pasado no han bastado para dejar de expoliar y
causar heridas a nuestros hermanos y a nuestra hermana tierra: lo hemos visto
en el rostro desfigurado de la Amazonia. La religión del yo sigue, hipócrita
con sus ritos y "oraciones" tantos son católicos, se confiesan
católicos, pero se han olvidado de ser cristianos y humanos, olvidando que el
verdadero culto a Dios pasa a través del amor al prójimo. También los
cristianos que rezan y van a Misa el domingo están sujetos a esta religión del
yo. Podemos mirarnos dentro y ver si también nosotros consideramos a alguien
inferior, descartable, aunque sólo sea con palabras. Recemos para pedir la
gracia de no considerarnos superiores, de creer que tenemos todo en orden, de
no convertirnos en cínicos y burlones. Pidamos a Jesús que nos cure de hablar
mal y lamentarnos de los demás, de despreciar a nadie: son cosas que no agradan
a Dios. Y hoy providencialmente nos acompañan en esta Misa no solo los
indígenas de la Amazonía: también los más pobres de las sociedades
desarrolladas, los hermanos y hermanas enfermos de la Comunidad del Arca. Están
con nosotros, en primera fila.
2. Pasamos a la otra oración. La oración del publicano, en cambio, nos ayuda a
comprender qué es lo que agrada a Dios. Él no comienza por sus méritos, sino
por sus faltas; ni por sus riquezas, sino por su pobreza. No se trata de una
pobreza económica los publicanos eran ricos e incluso ganaban injustamente, a
costa de sus connacionales sino que siente una pobreza de vida, porque en el
pecado nunca se vive bien. Ese hombre que se aprovecha de los demás se reconoce
pobre ante Dios y el Señor escucha su oración, hecha sólo de siete palabras,
pero también de actitudes verdaderas. En efecto, mientras el fariseo está
delante en pie (cf. v. 11), el publicano permanece a distancia y "no se
atreve ni a levantar los ojos al cielo", porque cree que el cielo existe y
es grande, mientras que él se siente pequeño. Y "se golpea el pecho"
(cf. v. 13), porque en el pecho está el corazón. Su oración nace precisamente
del corazón, es transparente; pone delante de Dios el corazón, no las
apariencias. Rezar es dejar que Dios nos mire por dentro es Dios el que me mira
cuando rezo, sin fingimientos, sin excusas, sin justificaciones. Muchas veces
nos hacen reír los arrepentimientos llenos de justificaciones. Más que un
arrepentimiento parece una autocanonización. Porque del diablo vienen la
opacidad y la falsedad estas son las justificaciones, de Dios la luz y la
verdad, la trasparencia de mi corazón. Queridos Padres y Hermanos sinodales: Ha
sido hermoso y les estoy muy agradecido, por haber dialogado durante estas semanas
con el corazón, con sinceridad y franqueza, exponiendo ante Dios y los hermanos
las dificultades y las esperanzas.
Hoy, mirando al publicano, descubrimos de nuevo de dónde tenemos que volver a
partir: del sentirnos necesitados de salvación, todos. Es el primer paso de la
religión de Dios, que es misericordia hacia quien se reconoce miserable. En
cambio, la raíz de todo error espiritual, como enseñaban los monjes antiguos,
es creerse justos. Considerarse justos es dejar a Dios, el único justo, fuera
de casa. Es tan importante esta actitud de partida que Jesús nos lo muestra con
una comparación paradójica, poniendo juntos en la parábola a la persona más
piadosa y devota de aquel tiempo, el fariseo, y al pecador público por
excelencia, el publicano. Y el juicio se invierte: el que es bueno pero
presuntuoso fracasa; a quien es desastroso pero humilde Dios lo exalta. Si nos
miramos por dentro con sinceridad, vemos en nosotros a los dos, al publicano y
al fariseo. Somos un poco publicanos, por pecadores, y un poco fariseos, por
presuntuosos, capaces de justificarnos a nosotros mismos, campeones en
justificarnos deliberadamente. Con los demás, a menudo funciona, pero con Dios
no. Con Dios el maquillaje no funciona. Recemos para pedir la gracia de
sentirnos necesitados de misericordia, interiormente pobres. También para eso
nos hace bien estar a menudo con los pobres, para recordarnos que somos pobres,
para recordarnos que sólo en un clima de pobreza interior actúa la salvación de
Dios.
3. Llegamos así a la oración del pobre, de la primera lectura. Esta, dice el
Eclesiástico, atraviesa las nubes (Si 35, 17). Mientras la oración de quien
presume ser justo se queda en la tierra, aplastada por la fuerza de gravedad
del egoísmo, la del pobre sube directamente hacia Dios. El sentido de la fe del
Pueblo de Dios ha visto en los pobres "los porteros del cielo": ese
sensus fidei que faltaba en la declaración [del fariseo]. Ellos son los que nos
abrirán, o no, las puertas de la vida eterna; precisamente ellos que no se han
considerado como dueños en esta vida, que no se han puesto a sí mismos antes
que a los demás, que han puesto sólo en Dios su propia riqueza. Ellos son
iconos vivos de la profecía cristiana.
En este Sínodo hemos tenido la gracia de escuchar las voces de los pobres y de
reflexionar sobre la precariedad de sus vidas, amenazadas por modelos de
desarrollo depredadores. Y, sin embargo, aun en esta situación, muchos nos han
testimoniado que es posible mirar la realidad de otro modo, acogiéndola con las
manos abiertas como un don, habitando la creación no como un medio para
explotar sino como una casa que se debe proteger, confiando en Dios. Él es
Padre y, dice también el Eclesiástico, escucha la oración del oprimido (v. 16).
Y cuántas veces, también en la Iglesia, las voces de los pobres no se escuchan,
e incluso son objeto de burlas o son silenciadas por incómodas. Recemos para
pedir la gracia de saber escuchar el grito de los pobres: es el grito de
esperanza de la Iglesia. El grito de los pobres es el grito de esperanza de la
Iglesia. Haciendo nuestro su grito, también nuestra oración, estamos seguros,
atravesará las nubes.
Se dice Credo.
PAPA FRANCISCO
Clausura del Sínodo
Homilía. XXX Domingo del Tiempo Ordinario, 27 de octubre de 2019
La Palabra de Dios nos ayuda hoy a rezar mediante tres personajes: en la parábola de Jesús rezan el fariseo y el publicano, en la primera lectura se habla de la oración del pobre.
1. La oración del fariseo comienza así: Oh Dios, te agradezco. Es un buen inicio, porque la mejor oración es la de acción de gracias, es la de alabanza. Pero enseguida vemos el motivo de ese agradecimiento: porque no soy como los demás hombres (Lc 18, 11). Y, además, explica el motivo: porque ayuna dos veces a la semana, cuando entonces la obligación era una vez al año; paga el diezmo de todo lo que tiene, cuando lo establecido era sólo en base a los productos más importantes (cf. Dt 14, 22 ss.). En definitiva, presume porque cumple unos preceptos particulares de manera óptima. Pero olvida el más grande: amar a Dios y al prójimo (cf. Mt 22, 36-40). Satisfecho de su propia seguridad, de su propia capacidad de observar los mandamientos, de los propios méritos y virtudes, sólo está centrado en sí mismo. El drama de este hombre es que no tiene amor. Pero, como dice san Pablo, incluso lo mejor, sin amor, no sirve de nada (cf. 1Co 13). Y sin amor, cuál es el resultado? Que al final, más que rezar, se elogia a sí mismo. De hecho, no le pide nada al Señor, porque no siente que tiene necesidad o que debe algo, sino que cree que se le debe a él. Está en el templo de Dios, pero practica otra religión, la religión del yo. Y tantos grupos "ilustrados", "cristianos católicos", van por este camino.
Y además de olvidar a Dios, olvida al prójimo, es más, lo desprecia. Es decir, para él no tiene un precio, no tiene un valor. Se considera mejor que los demás, a quienes llama, literalmente, "los demás, el resto" ("loipoi", Lc 18, 11). Son "el resto", son los descartados de quienes hay que mantenerse a distancia. Cuántas veces vemos que se cumple esta dinámica en la vida y en la historia! Cuántas veces quien está delante, como el fariseo respecto al publicano, levanta muros para aumentar las distancias, haciendo que los demás estén más descartados aún. O también considerándolos inferiores y de poco valor, desprecia sus tradiciones, borra su historia, ocupa sus territorios, usurpa sus bienes. Cuánta presunta superioridad que, también hoy se convierte en opresión y explotación lo hemos visto en el Sínodo cuando hablábamos de la explotación de la creación, de la gente, de los habitantes de la Amazonía, de la trata de personas, del comercio de las personas! Los errores del pasado no han bastado para dejar de expoliar y causar heridas a nuestros hermanos y a nuestra hermana tierra: lo hemos visto en el rostro desfigurado de la Amazonia. La religión del yo sigue, hipócrita con sus ritos y "oraciones" tantos son católicos, se confiesan católicos, pero se han olvidado de ser cristianos y humanos, olvidando que el verdadero culto a Dios pasa a través del amor al prójimo. También los cristianos que rezan y van a Misa el domingo están sujetos a esta religión del yo. Podemos mirarnos dentro y ver si también nosotros consideramos a alguien inferior, descartable, aunque sólo sea con palabras. Recemos para pedir la gracia de no considerarnos superiores, de creer que tenemos todo en orden, de no convertirnos en cínicos y burlones. Pidamos a Jesús que nos cure de hablar mal y lamentarnos de los demás, de despreciar a nadie: son cosas que no agradan a Dios. Y hoy providencialmente nos acompañan en esta Misa no solo los indígenas de la Amazonía: también los más pobres de las sociedades desarrolladas, los hermanos y hermanas enfermos de la Comunidad del Arca. Están con nosotros, en primera fila.
2. Pasamos a la otra oración. La oración del publicano, en cambio, nos ayuda a
comprender qué es lo que agrada a Dios. Él no comienza por sus méritos, sino
por sus faltas; ni por sus riquezas, sino por su pobreza. No se trata de una
pobreza económica los publicanos eran ricos e incluso ganaban injustamente, a
costa de sus connacionales sino que siente una pobreza de vida, porque en el
pecado nunca se vive bien. Ese hombre que se aprovecha de los demás se reconoce
pobre ante Dios y el Señor escucha su oración, hecha sólo de siete palabras,
pero también de actitudes verdaderas. En efecto, mientras el fariseo está
delante en pie (cf. v. 11), el publicano permanece a distancia y "no se
atreve ni a levantar los ojos al cielo", porque cree que el cielo existe y
es grande, mientras que él se siente pequeño. Y "se golpea el pecho"
(cf. v. 13), porque en el pecho está el corazón. Su oración nace precisamente
del corazón, es transparente; pone delante de Dios el corazón, no las
apariencias. Rezar es dejar que Dios nos mire por dentro es Dios el que me mira
cuando rezo, sin fingimientos, sin excusas, sin justificaciones. Muchas veces
nos hacen reír los arrepentimientos llenos de justificaciones. Más que un
arrepentimiento parece una autocanonización. Porque del diablo vienen la
opacidad y la falsedad estas son las justificaciones, de Dios la luz y la
verdad, la trasparencia de mi corazón. Queridos Padres y Hermanos sinodales: Ha
sido hermoso y les estoy muy agradecido, por haber dialogado durante estas semanas
con el corazón, con sinceridad y franqueza, exponiendo ante Dios y los hermanos
las dificultades y las esperanzas.
Hoy, mirando al publicano, descubrimos de nuevo de dónde tenemos que volver a
partir: del sentirnos necesitados de salvación, todos. Es el primer paso de la
religión de Dios, que es misericordia hacia quien se reconoce miserable. En
cambio, la raíz de todo error espiritual, como enseñaban los monjes antiguos,
es creerse justos. Considerarse justos es dejar a Dios, el único justo, fuera
de casa. Es tan importante esta actitud de partida que Jesús nos lo muestra con
una comparación paradójica, poniendo juntos en la parábola a la persona más
piadosa y devota de aquel tiempo, el fariseo, y al pecador público por
excelencia, el publicano. Y el juicio se invierte: el que es bueno pero
presuntuoso fracasa; a quien es desastroso pero humilde Dios lo exalta. Si nos
miramos por dentro con sinceridad, vemos en nosotros a los dos, al publicano y
al fariseo. Somos un poco publicanos, por pecadores, y un poco fariseos, por
presuntuosos, capaces de justificarnos a nosotros mismos, campeones en
justificarnos deliberadamente. Con los demás, a menudo funciona, pero con Dios
no. Con Dios el maquillaje no funciona. Recemos para pedir la gracia de
sentirnos necesitados de misericordia, interiormente pobres. También para eso
nos hace bien estar a menudo con los pobres, para recordarnos que somos pobres,
para recordarnos que sólo en un clima de pobreza interior actúa la salvación de
Dios.
3. Llegamos así a la oración del pobre, de la primera lectura. Esta, dice el
Eclesiástico, atraviesa las nubes (Si 35, 17). Mientras la oración de quien
presume ser justo se queda en la tierra, aplastada por la fuerza de gravedad
del egoísmo, la del pobre sube directamente hacia Dios. El sentido de la fe del
Pueblo de Dios ha visto en los pobres "los porteros del cielo": ese
sensus fidei que faltaba en la declaración [del fariseo]. Ellos son los que nos
abrirán, o no, las puertas de la vida eterna; precisamente ellos que no se han
considerado como dueños en esta vida, que no se han puesto a sí mismos antes
que a los demás, que han puesto sólo en Dios su propia riqueza. Ellos son
iconos vivos de la profecía cristiana.
En este Sínodo hemos tenido la gracia de escuchar las voces de los pobres y de
reflexionar sobre la precariedad de sus vidas, amenazadas por modelos de
desarrollo depredadores. Y, sin embargo, aun en esta situación, muchos nos han
testimoniado que es posible mirar la realidad de otro modo, acogiéndola con las
manos abiertas como un don, habitando la creación no como un medio para
explotar sino como una casa que se debe proteger, confiando en Dios. Él es
Padre y, dice también el Eclesiástico, escucha la oración del oprimido (v. 16).
Y cuántas veces, también en la Iglesia, las voces de los pobres no se escuchan,
e incluso son objeto de burlas o son silenciadas por incómodas. Recemos para
pedir la gracia de saber escuchar el grito de los pobres: es el grito de
esperanza de la Iglesia. El grito de los pobres es el grito de esperanza de la
Iglesia. Haciendo nuestro su grito, también nuestra oración, estamos seguros,
atravesará las nubes.
LITURGIA EUCARÍSTICA
LITURGIA EUCARÍSTICA
Oración sobre las ofrendasMIRA, Señor,
los dones que ofrecemos a tu majestad,
para que redunde en tu mayor gloria
cuanto se cumple con nuestro ministerio.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Prefacio
El misterio de la salvación en Cristo
En verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación,
darte gracias, Padre santo,
siempre y en todo lugar,
por Jesucristo, tu Hijo amado.Por él, que es tu palabra, hiciste todas las cosas;
tú nos lo enviaste
para que, hecho hombre por obra del Espíritu Santo
y nacido de María la Virgen,
fuera nuestro Salvador y Redentor.Él, en cumplimiento de tu voluntad,
para destruir la muerte
y manifestar la resurrección,
extendió sus brazos en la cruz,
y así adquirió para ti un pueblo santo.Por eso,
con los ángeles y los santos,
cantamos tu gloria diciendo:Santo, Santo, Santo...
Antífona de comunión Cf. Sal 19, 6Que nos alegremos en tu salvación y glorifiquemos el nombre de nuestro Dios. O bien: Cf. Ef 5, 2Cristo nos amó y se entregó por nosotros como oblación de suave olor.
Oración después de la comuniónQUE tus sacramentos, Señor,
efectúen en nosotros lo que expresan,
para que obtengamos en la realidad
lo que celebramos ahora sacramentalmente.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
los dones que ofrecemos a tu majestad,
para que redunde en tu mayor gloria
cuanto se cumple con nuestro ministerio.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
El misterio de la salvación en Cristo
es nuestro deber y salvación,
darte gracias, Padre santo,
siempre y en todo lugar,
por Jesucristo, tu Hijo amado.
tú nos lo enviaste
para que, hecho hombre por obra del Espíritu Santo
y nacido de María la Virgen,
fuera nuestro Salvador y Redentor.
para destruir la muerte
y manifestar la resurrección,
extendió sus brazos en la cruz,
y así adquirió para ti un pueblo santo.
con los ángeles y los santos,
cantamos tu gloria diciendo:
Oración después de la comunión
efectúen en nosotros lo que expresan,
para que obtengamos en la realidad
lo que celebramos ahora sacramentalmente.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Pensamientos para el Evangelio de hoy
«No permita Dios que permanezcamos insensibles ante la bondad de Cristo. Si Él imitara nuestro modo ordinario de actuar, ya podríamos darnos por perdidos. Así pues, ya que nos hemos hecho discípulos suyos, aprendamos a vivir conforme al cristianismo» (San Ignacio de Antioquía).
«La medicina ha alargado el tiempo del hombre. ¿Pero de verdad tenemos tiempo? ¿O nos tiene el tiempo a nosotros? La mayoría, en todo caso, no tiene tiempo para Dios, necesita su tiempo para sí, para sus “negocios”…» (Benedicto XVI).
«Este misterio de comunión bienaventurada con Dios y con todos los que están en Cristo sobrepasa toda comprensión y toda representación. La Escritura nos habla de ella en imágenes: vida, luz, paz, banquete de bodas, vino del reino, casa del Padre, Jerusalén celeste, paraíso: ‘Lo que ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni al corazón del hombre llegó, lo que Dios preparó para los que le aman’ (1Cor 2,9)» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 1.027).
Pensamientos para el Evangelio de hoy
«No permita Dios que permanezcamos insensibles ante la bondad de Cristo. Si Él imitara nuestro modo ordinario de actuar, ya podríamos darnos por perdidos. Así pues, ya que nos hemos hecho discípulos suyos, aprendamos a vivir conforme al cristianismo» (San Ignacio de Antioquía).
«La medicina ha alargado el tiempo del hombre. ¿Pero de verdad tenemos tiempo? ¿O nos tiene el tiempo a nosotros? La mayoría, en todo caso, no tiene tiempo para Dios, necesita su tiempo para sí, para sus “negocios”…» (Benedicto XVI).
«Este misterio de comunión bienaventurada con Dios y con todos los que están en Cristo sobrepasa toda comprensión y toda representación. La Escritura nos habla de ella en imágenes: vida, luz, paz, banquete de bodas, vino del reino, casa del Padre, Jerusalén celeste, paraíso: ‘Lo que ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni al corazón del hombre llegó, lo que Dios preparó para los que le aman’ (1Cor 2,9)» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 1.027).

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