PROGRAMA PARROQUIAL:MARTES, 25 DE JULIOPARROQUIA DEL CARMEN:
- Eucaristía de la Solemnidad del Apóstol Santiago, Patrono de España (a las 19.00 h.).
PARROQUIA DE LOS DOLORES:
- Eucaristía de la Solemnidad del Apóstol Santiago, Patrono de España (a las 20.00 h.).
PARROQUIA DEL CARMEN:
- Eucaristía de la Solemnidad del Apóstol Santiago, Patrono de España (a las 19.00 h.).
PARROQUIA DE LOS DOLORES:
- Eucaristía de la Solemnidad del Apóstol Santiago, Patrono de España (a las 20.00 h.).
Portada
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Su borrado del pensamiento es «histórico»: «Lo dice todo sobre nuestra época»
Advertencia del filósofo Robert Redeker: la «abolición» del alma precede a la abolición del hombre
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Opinión
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QUE ME LO DEN TODO HECHO, por Por mí, que no quede
Dom. XI Tiempo Ordinario: Ovejas sin pastor , por Palabras para vivir
SANTORAL DE HOY
Elogio: Solemnidad
del apóstol Santiago, hijo del Zebedeo y hermano de san Juan Evangelista, que
con Pedro y Juan fue testigo de la transfiguración y de la agonía del Señor.
Decapitado poco antes de la fiesta de Pascua por Herodes Agripa, fue el primero
de los apóstoles que recibió la corona del martirio.
Patronazgos: patrono de
España, Guatemala y Nicaragua; de los guerreros, trabajadores, porteadores,
sombrereros, calceteros, fabricantes de velas, herreros, farmacéuticos y
boticarios; de los peregrinos; para invocar por el crecimiento de las manzanas
y los cultivos; contra el reumatismo.
Tradiciones,
refranes, devociones: El verano en la montaña, empieza
en Santiago y acaba en Santa Ana (es decir, al día siguiente)
Santiago de chuvias, ano de alubias.
Entre san Xoán e Santiago Deus nos libre dun nubrado.
Refieren a
este santo: Santos Felipe y Santiago.
Oración
Dios todopoderoso y eterno, que consagraste los primeros trabajos
de los apóstoles con la sangre de Santiago, haz que, por su martirio, sea
fortalecida tu Iglesia y, por su patrocinio, España se mantenga fiel a Cristo
hasta el final de los tiempos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive
y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los
siglos. Amén (oración litúrgica).
San Cucufate,
mártir
En Barcelona, ciudad de la Hispania Tarraconense, san Cucufate, mártir,
que, herido con espada durante la persecución desencadenada por el emperador
Diocleciano, subió victorioso al cielo.
Santos
Valentina, Tea y Pablo, mártires
santos Valentina, Tea y Pablo, mártires durante la persecución llevada a
cabo en tiempo del emperador Maximiano, siendo prefecto Firmiliano. Valentina,
virgen, por haber derribado de un puntapié el ara levantada en honor de los
dioses, fue arrojada al fuego junto con Tea, virgen también, después de haber
sido ambas cruelmente atormentadas, y así volaron al encuentro del Esposo.
Pablo, condenado a muerte, habiendo conseguido un breve tiempo para orar, rogó
encarecidamente por la salvación de todos y seguidamente recibió la corona del
martirio al ser decapitado.
Santa Olimpíada,
viuda
En Nicomedia, de Bitinia, tránsito de santa Olimpíada, que, habiendo
enviudado cuando era aún joven, pasó el resto de su vida piísimamente en
Constantinopla, entre las mujeres consagradas a Dios, sirviendo a los pobres.
Permaneció siempre fiel a san Juan Crisóstomo, al que acompañó en su exilio.
San Magnerico de
Tréveris, obispo
En Tréveris, ciudad de Renania, en Austrasia, san Magnerico, obispo,
discípulo de san Niceto, a quien acompañó fielmente cuando éste fue desterrado,
y al que emuló, al sucederle en el episcopado, en el celo por la salvación de
los almas.
Santos Beato y
Banto, presbíteros y eremitas
En Tréveris también, santos Beato y Banto, presbíteros, que llevaron vida
eremítica en tiempo de san Magnerico.
Santa
Glodesindis, abadesa
En Metz, ciudad de la Galia Bélgica, santa Glodesindis, abadesa.
San Teodomiro,
monje mártir
En Córdoba, en la región hispánica de Andalucía, san Teodomiro, monje de
Carmona, martirizado, siendo aún joven, durante la persecución desencadenada
por los sarracenos.
Beato Juan
Soreth, religioso presbítero
En Angers, en Francia, beato Juan Soreth, presbítero de la Orden de
Carmelitas, en la que introdujo una observancia más estrecha y amplió con
conventos para monjas.
Beato Pedro
Corradini de Mogliano, religioso presbítero
En Camerino, del Piceno, beato Pedro Corradini de Mogliano, presbítero de
la Orden de los Hermanos Menores, insigne por la predicación del Evangelio, por
el ejemplo de sus virtudes y por la fama de sus milagros.
Beatos Rodolfo
Aquaviva, Alfonso Pacheco, Pedro Berna, Antonio Francisco y Francisco Aranha,
religiosos mártires
En la región de Salsette, en la India, beatos mártires Rodolfo Aquaviva,
Alfonso Pacheco, Pedro Berna y Antonio Francisco, presbíteros, y Francisco
Aranha, religioso, todos jesuitas, asesinados por los infieles por haber
exaltado la Cruz.
Beato Antonio
Lucci, religioso y obispo
En Bobino, en la Apulia, beato Antonio Lucci, obispo, de la Orden de los
Hermanos Menores Conventuales, que refulgió por su extraordinaria doctrina, y
se entregó de tal modo a ayudar a los pobres que se olvidaba de atender la más
mínima de sus propias necesidades.
Beato Miguel
Ludovico Brulard, presbítero y mártir
En una nave anclada ante la costa de Rochefort, en Francia, beato Miguel
Ludovico Brulard, presbítero de la Orden de los Carmelitas Descalzos, mártir,
el cual, durante la Revolución Francesa, por ser sacerdote fue encerrado en
dicha nave en condiciones inhumanas, muriendo en ella consumido por la
enfermedad.
Santa María del
Carmen Sallés y Barangueras, virgen y fundadora
En Madrid, capital de España, santa María del Carmen Sallés y
Barangueras, virgen, fundadora de la Congregación de las Hermanas de la
Inmaculada Concepción, para la educación de mujeres piadosas e incultas.
Beato Darío
Acosta Zurita, presbítero y mártir
En Veracruz, México, beato Darío Acosta Zurita, presbítero y mártir.
Beatos Pedro del
Sagrado Corazón Redondo, Félix de las Cinco Llagas Ugalde Irurzun y Benito de
la Virgen del Villar Solano Ruiz, religiosos mártires
En Urda, lugar de la provincia española de Toledo, beatos mártires-Pedro
del Sagrado Corazón Largo Redondo, presbítero, Félix de las Cinco Llagas Ugalde
Irurzún y Pedro de la Virgen del Villar Solana Ruiz, religiosos de la
Congregación de la Pasión, que consiguieron la gloriosa palma del martirio al
ser fusilados por su fe cristiana en la persecución religiosa desencadenada en
tiempo de guerra.
Beatos Federico
Rubio Álvarez, Primo Martínez de San Vicente Castillo, Jerónimo Ochoa
Urdangarín y Juan de la Cruz Delgado Pastor, religiosos mártires
Cerca de Talavera de la Reina, también en la provincia de Toledo, en
España, beatos mártires Federico (Carlos) Rubio Álvarez, presbítero, Primo
Martínez de San Vicente Castillo, Jerónimo Ochoa Urdangarín, Juan de la Cruz
(Eligio) Delgado Pastor, religiosos todos de la Orden Hospitalaria San Juan de
Dios, que, sin previo juicio, durante la misma persecución religiosa obtuvieron
la corona del martirio.
Beato Dionisio
Pamplona Polo, presbítero y mártir
En Monzón, cerca de Huesca, en la región española de Aragón, beato
Dionisio Pamplona Polo, presbítero, de la Orden de Clérigos Regulares de las
Escuelas Pías, asesinado por quienes odiaban la fe en la misma persecución
desencadena contra la religión.
Beatos
Deogracias Palacios, León Inchausti, José Rada, Julián Moreno, presbíteros, y
José Ricardo Díez, religiosos mártires
En Motril, pueblo en el litoral de la provincia española de Granada,
beatos mártires Deogracias Palacios, León Inchausti, José Rada, Julián Moreno
Moreno, presbíteros, y José Ricardo Díez, religioso, miembros de la Orden de
Agustinos Recoletos, detenidos inesperadamente por el populacho durante la citada
persecución e inmediatamente fusilados en el camino.
Beata María
Teresa Kowalska, virgen y mártir
En el campo de concentración de Dzialdowo, en Polonia, beata María Teresa
Kowalska, virgen de la Orden de Clarisas Capuchinas y mártir, la cual, encarcelada
en aquel lugar durante la ocupación militar de Polonia, permaneció firme en la
fe y alcanzó, así, la vida eterna.
Beato Wenceslao
Pedernera, mártir
En Chilecito, La Rioja, República Argentina, beato Wenceslao Pedernera,
mártir, laico casado, miembro del Movimiento Rural Diocesano y catequista.
LITURGIA DE HOY
LITURGIA DE HOY
Solemnidad del apóstol Santiago, hijo del Zebedeo y hermano de san Juan
Evangelista, que con Pedro y Juan fue testigo de la transfiguración y de la
agonía del Señor. Decapitado poco antes de la fiesta de Pascua por Herodes
Agripa, fue el primero de los apóstoles que recibió la corona del martirio. (elog. del
Martirologio Romano).
Misa de la
solemnidad (rojo).
MISAL: ants. y
oracs. props., Gl., Cr., Pf. prop., conveniente PE I. No se puede decir la PE
IV.
LECC.: vol. IV.
- Hch 4, 33; 5,
12. 27-33; 12, 2. El rey Herodes hizo pasar a cuchillo a
Santiago.
- Sal 66. R. Oh,
Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben.
- 2 Cor 4,
7-15. Llevamos siempre y en todas partes en el cuerpo la muerte de Jesús.
- Mt 20,
20-28. Mi cáliz lo beberéis.
Santiago, hijo de Zebedeo, hermano del apóstol san Juan, fue el primero
de los apóstoles en beber el cáliz del Señor, cuando participó en su Pasión, al
ser decapitado por orden del rey Herodes. De esa manera anunció el reino que
viene por la muerte y resurrección de Cristo (cf. Pf.). Estando sus restos en
Galicia, es patrono de los pueblos de España. Pidamos por su intercesión que
España se mantenga fiel a Cristo hasta el final de los tiempos (1ª orac.). Una
petición muy necesaria hoy día, cuando la fe y los valores cristianos están tan
en crisis en nuestra sociedad. Pidamos también que seamos testigos de esta fe,
como Santiago, dispuestos a beber el cáliz del Señor.
* Hoy no se permiten otras celebraciones, tampoco la misa exequial.
Liturgia de las
Horas: oficio de la solemnidad. Te Deum. Comp. Dom. II.
Martirologio: elogs. del 26 de julio, pág. 445.
RITOS INICIALES
RITOS INICIALES
Jesús paseando junto al mar de Galilea, vio a Santiago, hijo de Zebedeo,
y a Juan, su hermano, que estaban repasando las redes, y los llamó, y les puso
el nombre de Boanerges, es decir, los hijos del trueno.
Monición de
entrada
Celebramos hoy la solemnidad del apóstol Santiago, hijo de Zebedeo y hermano
de san Juan Evangelista, que con Pedro y Juan fue testigo de la transfiguración
y de la agonía del Señor. Decapitado poco antes de la fiesta de Pascua por
Herodes Agripa, fue el primero de los apóstoles que recibió la corona del
martirio; sucedió en el siglo I. Patrono de España, su sepulcro en Compostela
atrae a innumerables peregrinos de todo el mundo.
Acto penitencial
- Tú, que
llamaste a Santiago para que dejara las redes y alentara a los que peregrinan
hacia ti: Señor, ten piedad.
R. Señor, ten
piedad.
- Tú, que
elegiste a Santiago para estar contigo en el Tabor y en Getsemaní: Cristo, ten
piedad.
R. Cristo,
ten piedad.
- Tú, que enviaste a los apóstoles con la fuerza del Espíritu para
que nos anunciasen el perdón de los pecados: Señor, ten piedad.
R. Señor,
ten piedad.
Se dice Gloria.
Oración colecta
que consagraste los primeros trabajos de tus apóstoles
con la sangre de Santiago,
haz que tu Iglesia, reconfortada constantemente por su patrocinio,
sea fortalecida por su testimonio, y que los pueblos de España
se mantengan fieles a Cristo hasta el final de los tiempos.
Por nuestro Señor Jesucristo.
LITURGIA DE LA PALABRA
LITURGIA DE LA PALABRA
Todos se reunían con un mismo espíritu en el pórtico de Salomón.
Les hicieron comparecer ante el Sanedrín y el sumo sacerdote los interrogó, diciendo:
«¿No os habíamos ordenado formalmente no enseñar en ese nombre? En cambio, habéis llenado Jerusalén con vuestra enseñanza y queréis hacernos responsables de la sangre de ese hombre».
Pedro y los apóstoles replicaron:
«Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres. El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús, a quien vosotros matasteis, colgándolo de un madero. Dios lo ha exaltado con su diestra, haciéndolo jefe y salvador, para otorgar a Israel la conversión y el perdón de los pecados. Testigos de esto somos nosotros y el Espíritu Santo, que Dios da a los que lo obedecen».
Ellos, al oír esto, se consumían de rabia y trataban de matarlos.
El rey Herodes hizo pasar a cuchillo a Santiago, hermano de Juan.
SALMO RESPONSORIAL (Sal 66, 2-3. 5. 7-8 [R.: 4])
V. El Señor tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación.
R. Oh Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben.
V. Que
canten de alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia,
y gobiernas las naciones de la tierra.
R. Oh Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben.
V. La
tierra ha dado su fruto,
nos bendice el Señor, nuestro Dios.
Que Dios nos bendiga; que le teman
todos los confines de la tierra.
R. Oh Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben.
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios (2 Cor
4, 7-15)
HERMANOS:
Llevamos este tesoro en vasijas de barro, para que se vea que una fuerza
tan extraordinaria es de Dios y no proviene de nosotros:
Atribulados en todo, mas no aplastados; apurados, mas no desesperados;
perseguidos, pero no abandonados; derribados, mas no aniquilados, llevando siempre
y en todas partes en el cuerpo la muerte de Jesús, para que también la vida de
Jesús se manifieste en nuestro cuerpo.
Pues, mientras vivimos, continuamente nos están entregando a la muerte
por causa de Jesús; para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra
carne mortal. De este modo, la muerte actúa en nosotros, y la vida en vosotros.
Pero teniendo el mismo espíritu de fe, según lo que está escrito: «Creí,
por eso hablé», también nosotros creemos y por eso hablamos; sabiendo que quien
resucitó al Señor Jesús también nos resucitará a nosotros con Jesús y nos
presentará con vosotros ante él.
Pues todo esto es para vuestro bien, a fin de que cuantos más reciban la
gracia, mayor sea el agradecimiento, para gloria de Dios.
Palabra de Dios.
«¿Qué deseas?».
Ella contestó:
«Ordena que estos dos hijos míos se sienten en tu reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda».
Pero Jesús replicó:
«No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber el cáliz que yo he de beber?».
Contestaron:
«Podemos».
Él les dijo:
«Mi cáliz lo beberéis; pero sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo, es para aquellos para quienes lo tiene reservado mi Padre».
Los otros diez, al oír aquello, se indignaron contra los dos hermanos. Y llamándolos, Jesús les dijo:
«Sabéis que los jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes los oprimen. No será así entre vosotros: el que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo.
Igual que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido sino a servir y a dar su vida en rescate por muchos».
Catequesis del
Papa Benedicto XVI
Audiencia General, miércoles 21-junio-2006
"Santiago,
el Mayor"
Proseguimos la serie de retratos de los Apóstoles elegidos directamente
por Jesús durante su vida terrena. Hemos hablado de san Pedro y de su hermano
Andrés. Hoy hablamos del apóstol Santiago.
Las listas bíblicas de los Doce mencionan dos personas con este
nombre: Santiago, el hijo de Zebedeo, y Santiago, el hijo de Alfeo (cf. Mc 3,
17-18; Mt 10, 2-3), que por lo general se distinguen con los apelativos de
Santiago el Mayor y Santiago el Menor. Ciertamente, estas designaciones no
pretenden medir su santidad, sino sólo constatar la diversa importancia que
reciben en los escritos del Nuevo Testamento y, en particular, en el marco de
la vida terrena de Jesús. Hoy dedicamos nuestra atención al primero de estos
dos personajes homónimos.
El nombre Santiago es la traducción de Iákobos,
trasliteración griega del nombre del célebre patriarca Jacob. El apóstol así
llamado es hermano de Juan, y en las listas a las que nos hemos referido ocupa
el segundo lugar inmediatamente después de Pedro, como en el evangelio según
san Marcos (cf. Mc 3, 17), o el tercer lugar después de Pedro y Andrés en los
evangelios según san Mateo (cf. Mt 10, 2) y san Lucas (cf. Lc 6, 14), mientras
que en los Hechos de los Apóstoles es mencionado después de Pedro y Juan (cf.
Hch 1, 13). Este Santiago, juntamente con Pedro y Juan, pertenece al grupo de
los tres discípulos privilegiados que fueron admitidos por Jesús a los momentos
importantes de su vida.
Dado que hace mucho calor, quisiera abreviar y mencionar ahora sólo dos
de estas ocasiones. Santiago pudo participar, juntamente con Pedro y Juan, en
el momento de la agonía de Jesús en el huerto de Getsemaní y en el
acontecimiento de la Transfiguración de Jesús. Se trata, por tanto, de
situaciones muy diversas entre sí: en un caso, Santiago, con los otros
dos Apóstoles, experimenta la gloria del Señor, lo ve conversando con Moisés y
Elías, y ve cómo se trasluce el esplendor divino en Jesús; en el otro, se
encuentra ante el sufrimiento y la humillación, ve con sus propios ojos cómo el
Hijo de Dios se humilla haciéndose obediente hasta la muerte.
Ciertamente, la segunda experiencia constituyó para él una ocasión de
maduración en la fe, para corregir la interpretación unilateral, triunfalista,
de la primera: tuvo que vislumbrar que el Mesías, esperado por el pueblo judío
como un triunfador, en realidad no sólo estaba rodeado de honor y de gloria,
sino también de sufrimientos y debilidad. La gloria de Cristo se realiza
precisamente en la cruz, participando en nuestros sufrimientos.
Esta maduración de la fe fue llevada a cabo en plenitud por el Espíritu
Santo en Pentecostés, de forma que Santiago, cuando llegó el momento del
testimonio supremo, no se echó atrás. Al inicio de los años 40 del siglo I, el
rey Herodes Agripa, nieto de Herodes el Grande, como nos informa san Lucas,
"por aquel tiempo echó mano a algunos de la Iglesia para maltratarlos e
hizo morir por la espada a Santiago, el hermano de Juan" (Hch 12, 1-2). La
concisión de la noticia, que no da ningún detalle narrativo, pone de
manifiesto, por una parte, que para los cristianos era normal dar testimonio
del Señor con la propia vida; y, por otra, que Santiago ocupaba una posición
destacada en la Iglesia de Jerusalén, entre otras causas por el papel que había
desempeñado durante la existencia terrena de Jesús.
Una tradición sucesiva, que se remonta al menos a san Isidoro de Sevilla,
habla de una estancia suya en España para evangelizar esa importante región del
imperio romano. En cambio, según otra tradición, su cuerpo habría sido
trasladado a España, a la ciudad de Santiago de Compostela.
Como todos sabemos, ese lugar se convirtió en objeto de gran veneración y
sigue siendo meta de numerosas peregrinaciones, no sólo procedentes de Europa
sino también de todo el mundo. Así se explica la representación iconográfica de
Santiago con el bastón del peregrino y el rollo del Evangelio, características
del apóstol itinerante y dedicado al anuncio de la "buena nueva", y
características de la peregrinación de la vida cristiana.
Por consiguiente, de Santiago podemos aprender muchas cosas: la prontitud
para acoger la llamada del Señor incluso cuando nos pide que dejemos la
"barca" de nuestras seguridades humanas, el entusiasmo al seguirlo
por los caminos que él nos señala más allá de nuestra presunción ilusoria, la
disponibilidad para dar testimonio de él con valentía, si fuera necesario hasta
el sacrificio supremo de la vida. Así, Santiago el Mayor se nos presenta como
ejemplo elocuente de adhesión generosa a Cristo. Él, que al inicio había
pedido, a través de su madre, sentarse con su hermano junto al Maestro en su
reino, fue precisamente el primero en beber el cáliz de la pasión, en compartir
con los Apóstoles el martirio.
Y al final, resumiendo todo, podemos decir que el camino no sólo exterior
sino sobre todo interior, desde el monte de la Transfiguración hasta el monte
de la agonía, simboliza toda la peregrinación de la vida cristiana, entre las
persecuciones del mundo y los consuelos de Dios, como dice el concilio Vaticano
II. Siguiendo a Jesús como Santiago, sabemos, incluso en medio de las
dificultades, que vamos por el buen camino.
Benedicto XVI
Homilía, Santiago de Compostela, sábado-noviembre-2010
Amadísimos Hermanos en Jesucristo:
Doy gracias a Dios por el don de poder estar aquí, en esta espléndida
plaza repleta de arte, cultura y significado espiritual. En este Año Santo,
llego como peregrino entre los peregrinos, acompañando a tantos como vienen
hasta aquí sedientos de la fe en Cristo resucitado. Fe anunciada y transmitida
fielmente por los Apóstoles, como Santiago el Mayor, a quien se venera en
Compostela desde tiempo inmemorial.
Agradezco las gentiles palabras de bienvenida de Monseñor Julián Barrio
Barrio, Arzobispo de esta Iglesia particular, y la amable presencia de Sus
Altezas Reales los Príncipes de Asturias, de los Señores Cardenales, así como
de los numerosos Hermanos en el Episcopado y el Sacerdocio. Vaya también mi
saludo cordial a los Parlamentarios Europeos, miembros del intergrupo
"Camino de Santiago", así como a las distinguidas Autoridades
Nacionales, Autonómicas y Locales que han querido estar presentes en esta
celebración. Todo ello es signo de deferencia para con el Sucesor de Pedro y
también del sentimiento entrañable que Santiago de Compostela despierta en
Galicia y en los demás pueblos de España, que reconoce al Apóstol como su
Patrón y protector. Un caluroso saludo igualmente a las personas consagradas,
seminaristas y fieles que participan en esta Eucaristía y, con una emoción
particular, a los peregrinos, forjadores del genuino espíritu jacobeo, sin el
cual poco o nada se entendería de lo que aquí tiene lugar.
Una frase de la primera lectura afirma con admirable sencillez: "Los
apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor con mucho valor"
(Hch 4, 33). En efecto, en el punto de partida de todo lo que el cristianismo
ha sido y sigue siendo no se halla una gesta o un proyecto humano, sino Dios,
que declara a Jesús justo y santo frente a la sentencia del tribunal humano que
lo condenó por blasfemo y subversivo; Dios, que ha arrancado a Jesucristo de la
muerte; Dios, que hará justicia a todos los injustamente humillados de la
historia.
"Testigos de esto somos nosotros y el Espíritu Santo, que Dios da a
los que le obedecen" (Hch 5, 32), dicen los apóstoles. Así pues, ellos
dieron testimonio de la vida, muerte y resurrección de Cristo Jesús, a quien
conocieron mientras predicaba y hacía milagros. A nosotros, queridos hermanos,
nos toca hoy seguir el ejemplo de los apóstoles, conociendo al Señor cada día
más y dando un testimonio claro y valiente de su Evangelio. No hay mayor tesoro
que podamos ofrecer a nuestros contemporáneos. Así imitaremos también a San
Pablo que, en medio de tantas tribulaciones, naufragios y soledades, proclamaba
exultante: "Este tesoro lo llevamos en vasijas de barro, para que se vea
que esa fuerza tan extraordinaria es de Dios y no proviene de nosotros"
(2Co 4, 7).
Junto a estas palabras del Apóstol de los gentiles, están las propias
palabras del Evangelio que acabamos de escuchar, y que invitan a vivir desde la
humildad de Cristo que, siguiendo en todo la voluntad del Padre, ha venido para
servir, "para dar su vida en rescate por muchos" (Mt 20, 28). Para
los discípulos que quieren seguir e imitar a Cristo, el servir a los hermanos
ya no es una mera opción, sino parte esencial de su ser. Un servicio que no se
mide por los criterios mundanos de lo inmediato, lo material y vistoso, sino
porque hace presente el amor de Dios a todos los hombres y en todas sus
dimensiones, y da testimonio de Él, incluso con los gestos más sencillos. Al
proponer este nuevo modo de relacionarse en la comunidad, basado en la lógica
del amor y del servicio, Jesús se dirige también a los "jefes de los
pueblos", porque donde no hay entrega por los demás surgen formas de
prepotencia y explotación que no dejan espacio para una auténtica promoción
humana integral. Y quisiera que este mensaje llegara sobre todo a los jóvenes:
precisamente a vosotros, este contenido esencial del Evangelio os indica la vía
para que, renunciando a un modo de pensar egoísta, de cortos alcances, como
tantas veces os proponen, y asumiendo el de Jesús, podáis realizaros plenamente
y ser semilla de esperanza.
Esto es lo que nos recuerda también la celebración de este Año Santo
Compostelano. Y esto es lo que en el secreto del corazón, sabiéndolo
explícitamente o sintiéndolo sin saber expresarlo con palabras, viven tantos
peregrinos que caminan a Santiago de Compostela para abrazar al Apóstol. El
cansancio del andar, la variedad de paisajes, el encuentro con personas de otra
nacionalidad, los abren a lo más profundo y común que nos une a los humanos:
seres en búsqueda, seres necesitados de verdad y de belleza, de una experiencia
de gracia, de caridad y de paz, de perdón y de redención. Y en lo más recóndito
de todos esos hombres resuena la presencia de Dios y la acción del Espíritu
Santo. Sí, a todo hombre que hace silencio en su interior y pone distancia a
las apetencias, deseos y quehaceres inmediatos, al hombre que ora, Dios le
alumbra para que le encuentre y para que reconozca a Cristo. Quien peregrina a
Santiago, en el fondo, lo hace para encontrarse sobre todo con Dios que,
reflejado en la majestad de Cristo, lo acoge y bendice al llegar al Pórtico de
la Gloria.
Desde aquí, como mensajero del Evangelio que Pedro y Santiago rubricaron
con su sangre, deseo volver la mirada a la Europa que peregrinó a Compostela.
¿Cuáles son sus grandes necesidades, temores y esperanzas? ¿Cuál es la
aportación específica y fundamental de la Iglesia a esa Europa, que ha
recorrido en el último medio siglo un camino hacia nuevas configuraciones y
proyectos? Su aportación se centra en una realidad tan sencilla y decisiva como
ésta: que Dios existe y que es Él quien nos ha dado la vida. Solo Él es
absoluto, amor fiel e indeclinable, meta infinita que se trasluce detrás de
todos los bienes, verdades y bellezas admirables de este mundo; admirables pero
insuficientes para el corazón del hombre. Bien comprendió esto Santa Teresa de
Jesús cuando escribió: "Sólo Dios basta".
Es una tragedia que en Europa, sobre todo en el siglo XIX, se afirmase y
divulgase la convicción de que Dios es el antagonista del hombre y el enemigo
de su libertad. Con esto se quería ensombrecer la verdadera fe bíblica en Dios,
que envió al mundo a su Hijo Jesucristo, a fin de que nadie perezca, sino que
todos tengan vida eterna (cf. Jn 3, 16).
El autor sagrado afirma tajante ante un paganismo para el cual Dios es
envidioso o despectivo del hombre: ¿Cómo hubiera creado Dios todas las cosas si
no las hubiera amado, Él que en su plenitud infinita no necesita nada? (cf. Sb
11, 24-26). ¿Cómo se hubiera revelado a los hombres si no quisiera velar por
ellos? Dios es el origen de nuestro ser y cimiento y cúspide de nuestra
libertad; no su oponente. ¿Cómo el hombre mortal se va a fundar a sí mismo y
cómo el hombre pecador se va a reconciliar a sí mismo? ¿Cómo es posible que se
haya hecho silencio público sobre la realidad primera y esencial de la vida
humana? ¿Cómo lo más determinante de ella puede ser recluido en la mera
intimidad o remitido a la penumbra? Los hombres no podemos vivir a oscuras, sin
ver la luz del sol. Y, entonces, ¿cómo es posible que se le niegue a Dios, sol
de las inteligencias, fuerza de las voluntades e imán de nuestros corazones, el
derecho de proponer esa luz que disipa toda tiniebla? Por eso, es necesario que
Dios vuelva a resonar gozosamente bajo los cielos de Europa; que esa palabra
santa no se pronuncie jamás en vano; que no se pervierta haciéndola servir a
fines que le son impropios. Es menester que se profiera santamente. Es
necesario que la percibamos así en la vida de cada día, en el silencio del
trabajo, en el amor fraterno y en las dificultades que los años traen consigo.
Europa ha de abrirse a Dios, salir a su encuentro sin miedo, trabajar con
su gracia por aquella dignidad del hombre que habían descubierto las mejores
tradiciones: además de la bíblica, fundamental en este orden, también las de
época clásica, medieval y moderna, de las que nacieron las grandes creaciones
filosóficas y literarias, culturales y sociales de Europa.
Ese Dios y ese hombre son los que se han manifestado concreta e históricamente
en Cristo. A ese Cristo que podemos hallar en los caminos hasta llegar a
Compostela, pues en ellos hay una cruz que acoge y orienta en las encrucijadas.
Esa cruz, supremo signo del amor llevado hasta el extremo, y por eso don y
perdón al mismo tiempo, debe ser nuestra estrella orientadora en la noche del
tiempo. Cruz y amor, cruz y luz han sido sinónimos en nuestra historia, porque
Cristo se dejó clavar en ella para darnos el supremo testimonio de su amor,
para invitarnos al perdón y la reconciliación, para enseñarnos a vencer el mal
con el bien. No dejéis de aprender las lecciones de ese Cristo de las
encrucijadas de los caminos y de la vida, en el que nos sale al encuentro Dios
como amigo, padre y guía. ¡Oh Cruz bendita, brilla siempre en tierras de
Europa!
Dejadme que proclame desde aquí la gloria del hombre, que advierta de las
amenazas a su dignidad por el expolio de sus valores y riquezas originarios,
por la marginación o la muerte infligidas a los más débiles y pobres. No se
puede dar culto a Dios sin velar por el hombre su hijo y no se sirve al hombre
sin preguntarse por quién es su Padre y responderle a la pregunta por él. La
Europa de la ciencia y de las tecnologías, la Europa de la civilización y de la
cultura, tiene que ser a la vez la Europa abierta a la trascendencia y a la
fraternidad con otros continentes, al Dios vivo y verdadero desde el hombre
vivo y verdadero. Esto es lo que la Iglesia desea aportar a Europa: velar por
Dios y velar por el hombre, desde la comprensión que de ambos se nos ofrece en
Jesucristo.
Queridos amigos, levantemos una mirada esperanzadora hacia todo lo que
Dios nos ha prometido y nos ofrece. Que Él nos dé su fortaleza, que aliente a
esta Archidiócesis compostelana, que vivifique la fe de sus hijos y los ayude a
seguir fieles a su vocación de sembrar y dar vigor al Evangelio, también en
otras tierras.
Que Santiago, el amigo del Señor, alcance abundantes bendiciones para
Galicia, para los demás pueblos de España, de Europa y de tantos otros lugares
allende los mares, donde el Apóstol es signo de identidad cristiana y promotor
del anuncio de Cristo. Amen.
Monición al
Credo
Se dice Credo. Puede introducirse con la siguiente monición.
Confesamos nuestra fe: la fe que nos trajo el apóstol Santiago; la fe que
él nos proclamó y la que selló con su sangre.
Oración de los
fieles
Oremos a Dios Padre por medio de Cristo, que eligió al apóstol Santiago
como servidor, el cual fue el primero que bebió su mismo cáliz.
- Por toda
la Iglesia, para que siguiendo el ejemplo de los apóstoles anuncie a Jesucristo
como el Salvador de todos. Roguemos al Señor.
- Por
nuestros gobernantes, para que sean verdaderos servidores de todos y favorezcan
siempre la justicia y la verdad. Roguemos al Señor.
- Por todas las regiones de España, para que logremos la convivencia
pacífica a través del diálogo y la mutua comprensión. Roguemos al Señor.
- Por los
que viven alejados de nuestra patria, para que hallen comprensión y una vida
digna en los lugares donde se encuentren. Roguemos al Señor.
- Por todos
nosotros, para que, como al apóstol Santiago, el Señor nos conceda crecer en la
amistad con él. Roguemos al Señor.
Escucha, Señor,
la oración de tu Iglesia,
que reconoce al apóstol Santiago
como patrono e intercesor.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
LITURGIA EUCARÍSTICA
LITURGIA EUCARÍSTICA
Oración sobre las ofrendasPurifícanos,
Señor, con el bautismo salvador de la muerte de tu Hijo,
para que, en la
solemnidad de Santiago,
el primer
apóstol que participó en el cáliz redentor de Cristo,
podamos
ofrecerte un sacrificio agradable.
Por Jesucristo,
nuestro Señor.
para que, en la solemnidad de Santiago,
el primer apóstol que participó en el cáliz redentor de Cristo,
podamos ofrecerte un sacrificio agradable.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
El patronazgo del Apóstol
En verdad es
justo y necesario,
es nuestro deber y salvación
darte gracias siempre y en todo lugar, Señor,
Padre santo, Dios todopoderoso, Pastor eterno.
Porque Santiago, testigo predilecto,
anunció el reino que viene por la muerte y resurrección de tu Hijo,
y, el primero entre los apóstoles, bebió el cáliz del Señor:
con su guía y patrocinio se conserva la fe en España y en los pueblos hermanos
y se dilata por toda la tierra,
mientras tu apóstol alienta a los que peregrinan para que lleguen finalmente a
ti,
por Cristo, Señor nuestro.
Por eso, Señor, con todos los ángeles
te alabamos ahora y por siempre,
diciendo con humilde fe:
R. Santo,
Santo, Santo...
Antífona de la comunión Cf. Mt 20, 22-23
Bebieron el cáliz del Señor y se hicieron amigos de Dios.
en esta solemnidad de Santiago, apóstol, patrono de España,
te pedimos que sigas protegiéndonos siempre con su poderosa intercesión.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Se puede utilizar la bendición solemne de los Apóstoles.
Dios que os ha edificado sobre el cimiento de los apóstoles,
por la intercesión gloriosa de san N., apóstol,
os llene de sus bendiciones.
os conceda su ayuda para que seáis testigos de la verdad ante el mundo.
Para que así obtengáis la heredad del reino eterno,
por la intercesión de los apóstoles, por cuya palabra os mantenéis firmes en la fe.
Y la bendición de Dios todopoderoso,
Padre, Hijo ✠ y Espíritu Santo,
Pensamientos para el Evangelio de hoy
«Es como si Jesús les dijera: Vosotros me habláis de honores y de coronas, pero yo os hablo de luchas y fatigas. Éste no es tiempo de premios» (San Juan Crisóstomo).
«La tentación del cristianismo sin la cruz, una Iglesia a medio camino, que no quiere llegar a donde el Padre quiere, es la tentación del triunfalismo. Queremos el triunfo de hoy, sin ir a la cruz, un triunfo mundano, un triunfo razonable» (Francisco).
«La redención de Cristo consiste en que Él ‘ha venido a dar su vida como rescate por muchos’ (Mt 20,28), es decir ‘a amar a los suyos hasta el extremo’ (Jn 13,1) para que ellos fuesen ‘rescatados de la conducta necia heredada de sus padres’ (1Pe 1,18)» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 622).
Pensamientos para el Evangelio de hoy
«Es como si Jesús les dijera: Vosotros me habláis de honores y de coronas, pero yo os hablo de luchas y fatigas. Éste no es tiempo de premios» (San Juan Crisóstomo).
«La tentación del cristianismo sin la cruz, una Iglesia a medio camino, que no quiere llegar a donde el Padre quiere, es la tentación del triunfalismo. Queremos el triunfo de hoy, sin ir a la cruz, un triunfo mundano, un triunfo razonable» (Francisco).
«La redención de Cristo consiste en que Él ‘ha venido a dar su vida como rescate por muchos’ (Mt 20,28), es decir ‘a amar a los suyos hasta el extremo’ (Jn 13,1) para que ellos fuesen ‘rescatados de la conducta necia heredada de sus padres’ (1Pe 1,18)» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 622).
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