- Eucaristía de la Solemnidad de Epifanía, en la Parroquia (11.00 h.).
- Eucaristía de la Solemnidad de Epifanía, en la Parroquia (a las 12.30 h.).
La solemnidad de la Epifanía del Señor
118. En torno a la solemnidad de la Epifanía, que tiene un origen muy antiguo y un contenido muy rico, han nacido y se han desarrollado muchas tradiciones y expresiones genuinas de piedad popular. Entre estas se pueden recordar:
- el solemne anuncio de la Pascua y de las fiestas principales del año: la recuperación de este anuncio, que se está realizando en diversos lugares, se debe favorecer, pues ayuda a los fieles a descubrir la relación entre la Epifanía y la Pascua, y la orientación de todas las fiestas hacia la mayor de las solemnidades cristianas;
- el intercambio de "regalos de Reyes": esta costumbre tiene sus raíces en el episodio evangélico de los dones ofrecidos por los Magos al niño Jesús (cfr. Mt 2,11), y en un sentido más radical, en el don que Dios Padre ha concedido a la humanidad con el nacimiento entre nosotros del Enmanuel (cfr. Is 7,14; 9,6; Mt 1,23). Es deseable que el intercambio de regalos con ocasión de la Epifanía mantenga un carácter religioso, muestre que su motivación última se encuentra en la narración evangélica: esto ayudará a convertir el regalo en una expresión de piedad cristiana y a sacarlo de los condicionamientos de lujo, ostentación y despilfarro, que son ajenos a sus orígenes;
- la bendición de las casas, sobre cuyas puertas se traza la cruz del Señor, el número del año comenzado, las letras iniciales de los nombres tradicionales de los santos Magos (C+M+B) [en algunas lenguas], explicadas también como siglas de "Christus mansinem benedicat", escritas con una tiza bendecida; estos gestos, realizados por grupos de niños acompañados de adultos, expresan la invocación de la bendición de Cristo por intercesión de los santos Magos y a la vez son una ocasión para recoger ofrendas que se dedican a fines misioneros y de caridad;
- las iniciativas de solidaridad a favor de hombres y mujeres que, como los Magos, vienen de regiones lejanas: respecto a ellos, sean o no cristianos, la piedad popular adopta una actitud de comprensión acogedora y de solidaridad efectiva;
- la ayuda a la evangelización de los pueblos: el fuerte carácter misionero de la Epifanía ha sido percibido por la piedad popular, por lo cual, en este día tienen lugar iniciativas a favor de las misiones, especialmente las vinculadas a la "Obra misionera de la Santa Infancia", instituida por la Sede Apostólica;
- la designación de Santos Patronos: en no pocas comunidades religiosas y cofradías existe la costumbre de asignar a cada uno de los miembros un Santo bajo cuyo patrocinio se pone el año recién comenzado.
Significado de la Fiesta de la Epifanía (I),
(por
el Papa Francisco)
Significado
de la Fiesta de la Epifanía (II),
(por
el P. Ángel Espinosa de los Monteros)
Significado
de la Fiesta de la Epifanía (III),
(por
el P. Federico
Vega Ramos, capellán de las Agustinas de Talavera de la Reina, Toledo)
Significado de la Fiesta de la Epifanía (I),
(por el Papa Francisco)
Significado
de la Fiesta de la Epifanía (II),
(por el P. Ángel Espinosa de los Monteros)
Significado
de la Fiesta de la Epifanía (III),
(por
el P. Federico
Vega Ramos, capellán de las Agustinas de Talavera de la Reina, Toledo)
NOTICIAS DE ACTUALIDAD
Portada
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SANTORAL DE HOY
Solemnidad
de la Epifanía del Señor
Para ver el video, pincha aquí
Elogio: Solemnidad de la
Epifanía del Señor, en la que se recuerdan tres manifestaciones del gran Dios y
Señor nuestro Jesucristo: en Belén, Jesús niño, al ser adorado por los magos;
en el Jordán, bautizado por Juan, al ser ungido por el Espíritu Santo y llamado
Hijo por Dios Padre; y en Caná de Galilea, donde manifestó su gloria transformando
el agua en vino en unas bodas.
Refieren a este santo: Traslación de los tres
magos.
Santos Julián y Basilisa, mártires
En
Antinoe, de la Tebaida, santos Julián y Basilisa, mártires.
San Félix de
Nantes, obispo
En
Nantes, en la Bretaña Menor, san Félix, obispo, quien mostró gran celo
poniéndose al servicio de sus ciudadanos; construyó la iglesia catedral y
evangelizó a la población rural de los alrededores.
Beato Macario
el escocés, abad
En
Würzburg, ciudad de Franconia, beato Macario, abad, que fue el primer superior
del monasterio de los Escoceses de esta ciudad.
San Raimundo de
Peñafort, religioso presbítero
En la
ciudad de Barcelona, en Cataluña, del Reino de Aragón, muerte de san Raimundo
de Peñafort, de quien se hace memoria mañana, día siete.
San Pedro
Tomás, obispo
En
Famagusta, ciudad de Chipre, tránsito de san Pedro Tomás, obispo de Constantinopla,
de la Orden de los Carmelitas, que fue legado del Pontífice Romano en Oriente.
San Andrés
Corsini, religioso y obispo
En
Fiesole, en la Toscana, san Andrés Corsini, obispo, de la Orden de los
Carmelitas, que se distinguió por su austeridad y por la asidua meditación de
la Sagrada Escritura. Rigió sabiamente la Iglesia que se le había encomendado,
repobló los conventos devastados por la peste, prestó auxilio a los pobres y
reconcilió a los enemistados.
San Juan de
Ribera, obispo
En la
ciudad de Valencia, en España, san Juan de Ribera, obispo, que ejerció también
las funciones de virrey. Fue muy devoto de la Santísima Eucaristía, defendió la
verdad católica y educó al pueblo con sus sólidas enseñanzas.
San Carlos de
Sezze, religioso
En
Roma, san Carlos de Sezze, religioso de la Orden de los Hermanos Menores, que
desde niño se vio obligado a ganar el pan cotidiano, invitando a sus compañeros
a imitar a Cristo y a los santos. Vestido con el sayal franciscano, se
entregaba largamente a la adoración del Santísimo Sacramento del Altar.
Beata Rita
Amada de Jesús, virgen y fundadora
En
Casalmendinho, Portugal, beata Rita Amada de Jesús (Rita Lopes de Almeida),
virgen, fundadora del Instituto de Jesús, María y José.
Santa Rafaela
María del Sagrado Corazón, virgen y fundadora
En
Roma, santa Rafaela María del Sagrado Corazón Porras Ayllón, virgen, fundadora
de la Congregación de Esclavas del Sagrado Corazón de Jesús; considerada como
enferma mental, pasó santamente los últimos años de su vida entre tribulaciones
y penitencia.
San Andrés
Bessette, religioso
En
Montreal, ciudad de la provincia de Quebec, en Canadá, san Andrés (Alfredo)
Bessette, religioso de la Congregación de la Santa Cruz, quien trabajó
incansablemente en la construcción del insigne santuario dedicado a san José
que se alza en aquella ciudad.
LITURGIA DE HOY
LITURGIA DE HOY
Solemnidad de la Epifanía del Señor, en la que se recuerdan tres manifestaciones del gran Dios y Señor nuestro Jesucristo: en Belén, Jesús niño, al ser adorado por los magos; en el Jordán, bautizado por Juan, al ser ungido por el Espíritu Santo y llamado Hijo por Dios Padre; y en Caná de Galilea, donde manifestó su gloria transformando el agua en vino en unas bodas (elog. del Martirologio Romano).
Misa del día de la
solemnidad (blanco).
MISAL: ants. y oracs. props.,
Gl., Cr., Pf. de Epifanía, embolismos propios en las PP.EE. No se puede decir
la PE IV.
LECC.: vol. I (B).
- Is 60, 1-6. La gloria del Señor
amanece sobre ti.
- Sal 71. R. Se postrarán ante
ti, Señor, todos los pueblos de la tierra.
- Ef 3, 2-3a. 5-6. Ahora ha sido revelado que
los gentiles son coherederos de la promesa.
- Mt 2, 1-12. Venimos a adorar al Rey.
Hoy se nos revela, por la estrella que guió a los Magos de Oriente hasta Cristo (Ev.), que la salvación no es solo para los judíos sino también para todo el mundo. En la adoración de los Magos se cumple la profecía de Isaías: «La gloria del Señor amanece sobre ti. Caminarán los pueblos a tu luz; los reyes al resplandor de tu aurora» (1 lect.). La estrella simboliza la luz de la fe. Hoy en Cristo, para luz de los pueblos, se revela el misterio de nuestra salvación, pues al manifestarse Cristo en nuestra carne mortal, hemos sido hechos partícipes de la gloria de su inmortalidad (cf. Pf.). Llevemos a todo el mundo la luz de Cristo, que nos salva, anunciando su Evangelio.
* Después del Evangelio se anuncian las fiestas movibles del año en curso.
* Hoy no se permiten otras celebraciones, tampoco la misa exequial.
Liturgia de las Horas: oficio de la
solemnidad. Te Deum. Comp. Dom. II.
Martirologio: elogs. del 7 de enero,
pág. 97.
CALENDARIOS: Pamplona y
Tudela: Aniversario de la ordenación episcopal de Mons. Francisco Pérez González,
arzobispo (1996).
RITOS INICIALES
RITOS INICIALES
Mirad
que llega el Señor que domina; en su mano está el reino y el poder y la fuerza.
Monición de entrada
Celebramos
hoy la solemnidad de la Epifanía del Señor, su manifestación a todas las
gentes. Como los Magos, también nosotros hemos legado hasta aquí, guiados por
la estrella de nuestra fe. Y aquí nos encontramos con el Señor.
Se
dice Gloria.
Oración colecta
Oh, Dios, que revelaste en este día tu Unigénito
a los pueblos gentiles por medio de una estrella,
concédenos con bondad, a los que ya te conocemos por la fe,
poder contemplar la hermosura infinita de tu gloria.
Por nuestro Señor Jesucristo.
LITURGIA DE LA PALABRA
LITURGIA DE LA PALABRA
R. Se postrarán ante ti, Señor, todos los pueblos dé la tierra.
R. Se postrarán ante ti, Señor, todos los pueblos dé la tierra.
R. Se postrarán ante ti, Señor, todos los pueblos dé la tierra.
R. Se postrarán ante ti, Señor, todos los pueblos dé la tierra.
Lectura
de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios 3, 2-3a. 5-6
HERMANOS:
Habéis
oído hablar de la distribución de la gracia de Dios que se me ha dado en favor
de vosotros, los gentiles.
Ya
que se me dio a conocer por revelación el misterio, que no había sido
manifestado a los hombres en otros tiempos, como ha sido revelado ahora por el
Espíritu a sus santos apóstoles y profetas: que también los gentiles son
coherederos, miembros del mismo cuerpo, y partícipes de la misma promesa en
Jesucristo, por el Evangelio.
Palabra de Dios.
Aleluya Cf. Mt 2, 2
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Hemos visto salir su estrella y venimos a adorar al Señor. R.
EVANGELIOVenimos
a adorar al Rey✠
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 2, 1-12
De
acuerdo a los usos del lugar y tras el canto del Evangelio, un diácono u otro
ministro subirá al ambón y desde allí anunciará al pueblo la relación de
fiestas móviles del año en curso:
Queridos hermanos:
La gloria del Señor se ha manifestado y se continuará manifestando
entre nosotros, hasta el día de su retorno glorioso. En la sucesión de las
diversas fiestas y solemnidades del tiempo, recordamos y vivimos los
misterios de la salvación. Centro de todo el año litúrgico es el Triduo
pascual del Señor crucificado, sepultado y resucitado, que este año
culminará en la noche santa de Pascua que, con gozo, celebraremos el día 31 de
marzo. Cada domingo, Pascua semanal, la santa Iglesia hará presente este
mismo acontecimiento, en el cual Cristo ha vencido al pecado y la muerte.
De la Pascua fluyen, como de su manantial, todos los demás días
santos: el Miércoles de Ceniza, comienzo de la Cuaresma, que celebraremos
el día 14 de febrero. La Ascensión del Señor, que este año será el 12 de
mayo. El Domingo de Pentecostés, que este año coincidirá con el día 19 de
mayo. El primer domingo de Adviento, que celebraremos el día 1 de
diciembre.
También en las fiestas de la Virgen María, Madre de Dios, de los
apóstoles, de los santos y en la conmemoración de todos los fieles
difuntos, la Iglesia, peregrina en la tierra, proclama la Pascua de su
Señor.
A él, el Cristo glorioso, el que es, el que era y ha de venir, al que es Señor del tiempo y de la historia, el honor y la gloria por los siglos de los siglos.
Audio y comentario del Evangelio de hoy (I)
Audio y comentario del Evangelio de hoy (II)
SANTA MISA EN LA SOLEMNIDAD
DE LA EPIFANÍA DEL SEÑOR
HOMILÍA DEL SANTO PADRE
FRANCISCO
Basílica
de San Pedro. Miércoles, 6 de enero de 2021
El evangelista Mateo subraya que los magos, cuando llegaron a Belén, «vieron al niño con María, su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron» (Mt 2,11). Adorar al Señor no es fácil, no es un hecho inmediato: exige una cierta madurez espiritual, y es el punto de llegada de un camino interior, a veces largo. La actitud de adorar a Dios no es espontánea en nosotros. Sí, el ser humano necesita adorar, pero corre el riesgo de equivocar el objetivo. En efecto, si no adora a Dios adorará a los ídolos ―no existe un punto intermedio, o Dios o los ídolos; o diciéndolo con una frase de un escritor francés: “Quien no adora a Dios, adora al diablo” (Léon Bloy)―, y en vez de creyente se volverá idólatra. Y es asís, aut aut.
En nuestra época es particularmente necesario que, tanto individual como comunitariamente, dediquemos más tiempo a la adoración, aprendiendo a contemplar al Señor cada vez mejor. Se ha perdido un poco el sentido de la oración de adoración, debemos recuperarlo, ya sea comunitariamente como también en la propia vida espiritual. Hoy, por lo tanto, pongámonos en la escuela de los magos, para aprender de ellos algunas enseñanzas útiles: como ellos, queremos ponernos de rodillas y adorar al Señor. Adorarlo en serio, no como dijo Herodes: “Avísenme dónde se encuentra para que vaya a adorarlo”. No, este tipo de adoración no funciona. De verdad.
De la liturgia de la Palabra de hoy entresacamos tres expresiones, que pueden ayudarnos a comprender mejor lo que significa ser adoradores del Señor. Estas expresiones son: “levantar la vista”, “ponerse en camino” y “ver”. Estas tres expresiones nos ayudarán a entender qué significa ser adoradores del Señor.
La primera expresión, levantar la vista, nos la ofrece el profeta Isaías. A la comunidad de Jerusalén, que acababa de volver del exilio y estaba abatida a causa de tantas dificultades, el profeta les dirige este fuerte llamado: «Levanta la vista en torno, mira» (60,4). Es una invitación a dejar de lado el cansancio y las quejas, a salir de las limitaciones de una perspectiva estrecha, a liberarse de la dictadura del propio yo, siempre inclinado a replegarse sobre sí mismo y sus propias preocupaciones. Para adorar al Señor es necesario ante todo “levantar la vista”, es decir, no dejarse atrapar por los fantasmas interiores que apagan la esperanza, y no hacer de los problemas y las dificultades el centro de nuestra existencia. Eso no significa que neguemos la realidad, fingiendo o creyendo que todo está bien. No. Se trata más bien de mirar de un modo nuevo los problemas y las angustias, sabiendo que el Señor conoce nuestras situaciones difíciles, escucha atentamente nuestras súplicas y no es indiferente a las lágrimas que derramamos.
Esta mirada que, a pesar de las vicisitudes de la vida, permanece confiada en el Señor, genera la gratitud filial. Cuando esto sucede, el corazón se abre a la adoración. Por el contrario, cuando fijamos la atención exclusivamente en los problemas, rechazando alzar los ojos a Dios, el miedo invade el corazón y lo desorienta, dando lugar a la rabia, al desconcierto, a la angustia y a la depresión. En estas condiciones es difícil adorar al Señor. Si esto ocurre, es necesario tener la valentía de romper el círculo de nuestras conclusiones obvias, con la conciencia de que la realidad es más grande que nuestros pensamientos. Levanta la vista en torno, mira: el Señor nos invita sobre todo a confiar en Él, porque cuida realmente de todos. Por tanto, si Dios viste tan bien la hierba, que hoy está en el campo y mañana es arrojada al horno, ¿cuánto más hará por nosotros? (cf. Lc 12,28). Si alzamos la mirada hacia el Señor, y contemplamos la realidad a su luz, descubriremos que Él no nos abandona jamás: «el Verbo se hizo carne» (Jn 1,14) y permanece siempre con nosotros, todos los días (cf. Mt 28,20). Siempre.
Cuando elevamos los ojos a Dios, los problemas de la vida no desaparecen, no, pero sentimos que el Señor nos da la fuerza necesaria para afrontarlos. “Levantar la vista”, entonces, es el primer paso que nos dispone a la adoración. Se trata de la adoración del discípulo que ha descubierto en Dios una alegría nueva, una alegría distinta. La del mundo se basa en la posesión de bienes, en el éxito y en otras cosas por el estilo, siempre con el “yo” al centro. La alegría del discípulo de Cristo, en cambio, tiene su fundamento en la fidelidad de Dios, cuyas promesas nunca fallan, a pesar de las situaciones de crisis en las que podamos encontrarnos. Y es ahí, entonces, que la gratitud filial y la alegría suscitan el anhelo de adorar al Señor, que es fiel y nunca nos deja solos.
La segunda expresión que nos puede ayudar es ponerse en camino. Levantar la vista [la primera]; la segunda: ponerse en camino. Antes de poder adorar al Niño nacido en Belén, los magos tuvieron que hacer un largo viaje. Escribe Mateo: «Unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén preguntando: “¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo”» (Mt 2,1-2). El viaje implica siempre una trasformación, un cambio. Después del viaje ya no somos como antes. En el que ha realizado un camino siempre hay algo nuevo: sus conocimientos se han ampliado, ha visto personas y cosas nuevas, ha experimentado el fortalecimiento de su voluntad al enfrentar las dificultades y los riesgos del trayecto. No se llega a adorar al Señor sin pasar antes a través de la maduración interior que nos da el ponernos en camino.
Llegamos a ser adoradores del Señor mediante un camino gradual. La experiencia nos enseña, por ejemplo, que una persona con cincuenta años vive la adoración con un espíritu distinto respecto a cuando tenía treinta. Quien se deja modelar por la gracia, normalmente, con el pasar del tiempo, mejora. El hombre exterior se va desmoronando —dice san Pablo—, mientras el hombre interior se renueva día a día (cf. 2 Co 4,16), preparándose para adorar al Señor cada vez mejor. Desde este punto de vista, los fracasos, las crisis y los errores pueden ser experiencias instructivas, no es raro que sirvan para hacernos caer en la cuenta de que sólo el Señor es digno de ser adorado, porque solamente Él satisface el deseo de vida y eternidad presente en lo íntimo de cada persona. Además, con el paso del tiempo, las pruebas y las fatigas de la vida —vividas en la fe— contribuyen a purificar el corazón, a hacerlo más humilde y por tanto más dispuesto a abrirse a Dios. También los pecados, también la conciencia de ser pecadores, de descubrir cosas muy feas. “Sí, pero yo hice esto… cometí…” Si aceptas esto con fe y con arrepentimiento, con contrición, te ayudará a crecer. Dice Pablo que todo, todo, ayuda al crecimiento espiritual, al encuentro con Jesús; también los pecados, también. Y añade santo Tomás “Etiam mortalia”, aún los pecados más feos, los peores. Si tú lo afrontas con arrepentimiento, te ayudará en este viaje hacia el encuentro con el Señor y a adorarlo mejor.
Como los magos, también nosotros debemos dejarnos instruir por el camino de la vida, marcado por las inevitables dificultades del viaje. No permitamos que los cansancios, las caídas y los fracasos nos empujen hacia el desaliento. Por el contrario, reconociéndolos con humildad, nos deben servir para avanzar hacia el Señor Jesús. La vida no es una demostración de habilidades, sino un viaje hacia Aquel que nos ama. No tenemos que andar enseñando en cada momento de la vida nuestra credencial de virtudes. Con humildad, debemos dirigirnos hacia el Señor. Mirando al Señor, encontraremos la fuerza para seguir adelante con alegría renovada.
Y llegamos a la tercera expresión: ver. Levantar la vista, ponerse en camino, ver. El evangelista escribe: «Entraron en la casa, vieron al niño con María, su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron» (Mt 2,11). La adoración era el homenaje reservado a los soberanos, a los grandes dignatarios. Los magos, en efecto, adoraron a Aquel que sabían que era el rey de los judíos (cf. Mt 2,2). Pero, de hecho, ¿qué fue lo que vieron? Vieron a un niño pobre con su madre. Y sin embargo estos sabios, llegados desde países lejanos, supieron trascender aquella escena tan humilde y corriente, reconociendo en aquel Niño la presencia de un soberano. Es decir, fueron capaces de “ver” más allá de la apariencia. Arrodillándose ante el Niño nacido en Belén, expresaron una adoración que era sobre todo interior: abrir los cofres que llevaban como regalo fue signo del ofrecimiento de sus corazones.
Para
adorar al Señor es necesario “ver” más allá del velo de lo visible, que
frecuentemente se revela engañoso. Herodes y los notables de Jerusalén
representan la mundanidad, perennemente esclava de la apariencia. Ven pero no
saben mirar ―no digo que no crean, sería demasiado― pero no saben mirar porque
su capacidad es esclava de la apariencia y en busca de entretenimiento. La
mundanidad sólo da valor a las cosas sensacionales, a las cosas que llaman la
atención de la masa. En cambio, en los magos vemos una actitud distinta, que
podríamos definir como realismo teologal ―una palabra demasiado “alta”, pero
podemos decir así, un realismo teologal―. Este percibe con objetividad la
realidad de las cosas, llegando finalmente a la comprensión de que Dios se
aparta de cualquier ostentación. El Señor está en la humildad, el Señor es como
aquel niño humilde, que huye de la ostentación, que es el resultado de la
mundanidad. Este modo de “ver” que trasciende lo visible, hace que nosotros
adoremos al Señor, a menudo escondido en las situaciones sencillas, en las
personas humildes y marginales. Se trata pues de una mirada que, sin dejarse
deslumbrar por los fuegos artificiales del exhibicionismo, busca en cada
ocasión lo que no es fugaz, busca al Señor. Nosotros, por eso, como escribe el
apóstol Pablo, «no nos fijamos en lo que se ve, sino en lo que no se ve; en
efecto, lo que se ve es transitorio; lo que no se ve es eterno» (2 Co 4,18).Que
el Señor Jesús nos haga verdaderos adoradores suyos, capaces de manifestar con
la vida su designio de amor, que abraza a toda la humanidad. Pidamos para cada
uno de nosotros y para toda la Iglesia la gracia de aprender a adorar, de
continuar adorando, de practicar mucho esta oración de adoración, porque sólo
Dios debe ser adorado.
Monición al Credo
Se
dice Credo. Puede introducirse con la siguiente monición.
Confesamos
nuestra fe en Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, en la unidad de la santa
Iglesia.
Oración de los fieles
Oremos a Dios Padre, que distribuye su gracia por Jesucristo, su Hijo.
- Por la Iglesia, extendida de oriente a occidente, para que, arraigando en todas las culturas, sea signo de salvación para todos los pueblos. Roguemos al Señor.
- Por las naciones que todavía no han recibido la Buena Nueva de Cristo, para que brille sobre ellas la estrella que conduce a la salvación. Roguemos al Señor.
- Por los que sufren sin esperanza, los que buscan sin fe, los que aman a Dios sin saberlo, para que se les manifieste e ilumine sus vidas Roguemos al Señor.
- Por nosotros, aquí reunidos ante el Señor, como los Magos, para ofrecerle el homenaje de nuestra adoración, para que alumbre nuestros corazones y seamos luz de Cristo en medio del mundo. Roguemos al Señor.
escúchanos y apiádate de nosotros.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
LITURGIA EUCARÍSTICA
LITURGIA EUCARÍSTICA
Oración sobre las ofrendas
Mira propicio, Señor, los dones de tu Iglesia
que no son oro, incienso y mirra, sino Jesucristo
que, en estas ofrendas, se manifiesta, se inmola y se da en alimento.
Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.
En verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación
darte gracias siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Porque hoy has revelado en Cristo, para luz de los pueblos,
el verdadero misterio de nuestra salvación;
y al manifestarse Cristo en nuestra carne mortal
nos renovaste con la gloria de su inmortalidad.
Por eso, con los ángeles y arcángeles,
tronos y dominaciones, y con todos los coros celestiales,
cantamos sin cesar el himno de tu gloria:
Santo, Santo, Santo…
Antífona de comunión Cf. Mt 2, 2
Hemos
visto salir su estrella en Oriente y venimos con regalos a adorar al Señor.
Oración después de la
comunión
Que tu luz, Señor, nos prepare siempre y en todo lugar,
para que contemplemos con mirada limpia y recibamos con amor sincero
el misterio del que has querido hacernos partícipes.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Se
puede usar la Bendición solemne de la Epifanía del Señor.
derrame abundantemente sus bendiciones sobre vosotros
y afiance vuestros corazones en la fe, la esperanza y la caridad.
manifestado hoy al mundo como luz en la tiniebla,
os haga testigos de la verdad ante los hermanos.
lleguéis a encontraros con Cristo, luz de luz,
a quien los Magos, guiados por la estrella,
contemplaron con inmensa alegría.
Padre, Hijo + y Espíritu Santo,
descienda sobre vosotros y os acompañe siempre.
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