DOMINGO V DE PASCUA (CICLO C) Oficio propio del Domingo de la I Semana del Salterio, del tiempo de Pascua (Liturgia de las Horas, Tomo II: Oficio de Lecturas - Laudes - Tercia - Sexta - Nona - Vísperas - Completas)
PROGRAMA PARROQUIAL:DOMINGO, 18 DE MAYOPARROQUIA DEL CARMEN:
- Eucaristía del Domingo V de Pascua (a las 11.00 h.).
PARROQUIA DE LOS DOLORES:
- Eucaristía del Domingo V de Pascua (a las 12.30 h.).
- Misión parroquial por las calles y plazas de nuestra barriada (en la plazoleta de la antigua Fábrica de Harina, a las 12.30 h.).
PARROQUIA DEL CARMEN:
- Eucaristía del Domingo V de Pascua (a las 11.00 h.).
PARROQUIA DE LOS DOLORES:
- Eucaristía del Domingo V de Pascua (a las 12.30 h.).
ADORACIÓN PERPETUA
ADORACIÓN PERPETUA
DEL STMO. SACRAMENTO EN VIVO
Parroquia Ntra. Sra. de la MercedInstituto del Verbo EncarnadoCapilla "San Ignacio de Loyola"(Manresa, España)
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"Todo el que por mí deja casa, hermanos o hermanas, padre o madre, hijos o tierras, recibirá cien veces más y heredará la vida eterna" (Mt 19,29)
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NOTICIAS DE ACTUALIDAD
NOTICIAS DE ACTUALIDAD
Con la celebración eucarística que se va a celebrar a partir de las 10:00, en la Basílica de San Pedro y en la plaza frente a ella, el Papa León XIV, Obispo de Roma, comienza oficialmente su Ministerio Petrino, como sucesor del apóstol Pedro y, por lo tanto, como Pastor de la Iglesia católica
El maestro de las celebraciones pontificias, monseñor Diego Ravelli, ha anunciado la agenda papal para las próximas semanas con la Misa de inicio del Ministerio Petrino el 18 de mayo en San Pedro y, las visitas a las Basílicas de San Pablo Extramuros y Santa María la Mayor
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Durante los próximos tres Domingos de Pascua (el 4, 11 y 18 de mayo) los hermanos del Camino Neocatecumenal y todos aquellos que nos quieran acompañar salimos a las calles y plazas de nuestro barrio de Las Colonias para llevar el Evangelio a los vecinos del barrio y para anunciarles el amor que Dios les tiene como la principal labor evangelizadora de nuestra Parroquia. Esperamos que la semilla del Reino de Dios que anunciamos llegue al corazón de cada uno que lo escuche y puedan experimentar la alegría que se recibe cuando acogemos el Evangelio y a nuestro Señor Jesucristo.
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Hoy el reto del amor es unirnos en acción de gracias al Señor por todos los dones recibidosProyecto Amor Conyugal
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SANTORAL DE HOY
El santo del día en 1 minuto:
Elogio: En Roma, san Félix de Cantalicio, religioso de la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos, el cual, con admirable austeridad y sencillez, ejerció el trabajo de recaudar la limosna en la ciudad eterna durante cuarenta años, sembrando al mismo tiempo paz y caridad a su alrededor.
Patronazgos: patrono de las madres y los niños.
Elogio: San Juan I, papa y mártir, que, habiendo sido enviado por el rey arriano Teodorico en embajada al emperador Justino de Constantinopla, fue el primer pontífice romano que ofreció la Víctima Pascual en aquella Iglesia, pero a su regreso, detenido de manera indigna y aherrojado en la cárcel por el mismo Teodorico, pereció como víctima por Cristo Señor, en Ravena, en la Flaminia.
Refieren a este santo: San Eusebio de Fano, San Félix IV, San Germán de Capua.
OraciónOh Dios, remunerador de las almas fieles, que has consagrado este día con el martirio del papa san Juan primero, escucha las oraciones de tu pueblo y concédenos imitar la constancia en la fe de aquel cuyos méritos veneramos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén (oración litúrgica).
San Félix, mártir
En Salona, de la Dalmacia, san Félix, mártir en la persecución bajo el emperador Diocleciano. († s. III/IV)
San Dióscoro, mártir
En Egipto, san Dióscoro, mártir, quien, hijo de un lector, después de muchos y variados tormentos, consumó su sacrificio con la decapitación. († c. 303)
Santos Potamón, Ortasio, Serapión y compañeros, mártires
En Alejandría, también en Egipto, santos Potamón, Ortasio y Serapión, presbíteros, y sus compañeros, todos mártires. († s. IV)
Santos Teodoto y Tecusa, Alejandra, Claudia, Faína, Eufrasia, Matrona y Julita, mártires
En Ancira, en Galacia, santos mártires Teodoto y su tía Tecusa, y Alejandra, Claudia, Faína, Eufrasia, Matrona y Julita, vírgenes, que, después de haber sido prostituidas por orden del gobernador, fueron arrojadas a un lago con piedras atadas al cuello. († c. 303)
Beato Burcardo, presbítero
En el territorio de Argovia, en Helvecia, beato Burcardo, presbítero, que como párroco del pueblo de Beinwil cuidó con asidua diligencia pastoral el rebaño a él confiado. († s. XII)
San Erico IX, mártir
En Upsala, ciudad de Suecia, san Erico IX, rey y mártir, que durante su reinado gobernó sabiamente al pueblo, veló por los derechos de las mujeres y envió a Finlandia al obispo san Enrique para que propagase la fe de Cristo, pero finalmente, mientras asistía a la celebración de la Misa, cayó apuñalado en una agresión de sus enemigos daneses. († 1161)
Beato Guillermo, monje y presbítero
En Toulouse, junto al río Garona, beato Guillermo, presbítero de la Orden de Ermitaños de San Agustín. († 1369)
Beata Blandina Merten, virgen
En Mergentheim, en Alemania, beata Blandina (María Magdalena) Merten, virgen de la Orden de Santa Úrsula, que unió a la vida contemplativa el cuidado de la formación humana y cristiana de niñas y adolescentes. († 1918)
Beato Estanislao Kubski, presbítero y mártir
En el campo de concentración de Dachau, cercano a la ciudad de Munich, en Alemania, beato Estanislao Kubski, presbítero y mártir, que en tiempo de guerra entregó su espíritu por Cristo en una cámara de gas. († 1942)
Beato Martín Oprzadek, presbítero y mártir
En el lugar de Hartheim, cerca de Linz, en Austria, beato Martín Oprzadek, presbítero de la Orden de los Hermanos Menores y mártir, el cual, de nacionalidad polaca, en la misma época y del mismo modo alcanzó el reino celestial. († 1942)
San Félix, mártir
En Salona, de la Dalmacia, san Félix, mártir en la persecución bajo el emperador Diocleciano. († s. III/IV)
San Dióscoro, mártir
En Egipto, san Dióscoro, mártir, quien, hijo de un lector, después de muchos y variados tormentos, consumó su sacrificio con la decapitación. († c. 303)
Santos Potamón, Ortasio, Serapión y compañeros, mártires
En Alejandría, también en Egipto, santos Potamón, Ortasio y Serapión, presbíteros, y sus compañeros, todos mártires. († s. IV)
Santos Teodoto y Tecusa, Alejandra, Claudia, Faína, Eufrasia, Matrona y Julita, mártires
En Ancira, en Galacia, santos mártires Teodoto y su tía Tecusa, y Alejandra, Claudia, Faína, Eufrasia, Matrona y Julita, vírgenes, que, después de haber sido prostituidas por orden del gobernador, fueron arrojadas a un lago con piedras atadas al cuello. († c. 303)
Beato Burcardo, presbítero
En el territorio de Argovia, en Helvecia, beato Burcardo, presbítero, que como párroco del pueblo de Beinwil cuidó con asidua diligencia pastoral el rebaño a él confiado. († s. XII)
San Erico IX, mártir
En Upsala, ciudad de Suecia, san Erico IX, rey y mártir, que durante su reinado gobernó sabiamente al pueblo, veló por los derechos de las mujeres y envió a Finlandia al obispo san Enrique para que propagase la fe de Cristo, pero finalmente, mientras asistía a la celebración de la Misa, cayó apuñalado en una agresión de sus enemigos daneses. († 1161)
Beato Guillermo, monje y presbítero
En Toulouse, junto al río Garona, beato Guillermo, presbítero de la Orden de Ermitaños de San Agustín. († 1369)
Beata Blandina Merten, virgen
En Mergentheim, en Alemania, beata Blandina (María Magdalena) Merten, virgen de la Orden de Santa Úrsula, que unió a la vida contemplativa el cuidado de la formación humana y cristiana de niñas y adolescentes. († 1918)
Beato Estanislao Kubski, presbítero y mártir
En el campo de concentración de Dachau, cercano a la ciudad de Munich, en Alemania, beato Estanislao Kubski, presbítero y mártir, que en tiempo de guerra entregó su espíritu por Cristo en una cámara de gas. († 1942)
Beato Martín Oprzadek, presbítero y mártir
En el lugar de Hartheim, cerca de Linz, en Austria, beato Martín Oprzadek, presbítero de la Orden de los Hermanos Menores y mártir, el cual, de nacionalidad polaca, en la misma época y del mismo modo alcanzó el reino celestial. († 1942)
DIRECTORIO SOBRE LA PIEDAD POPULAR Y LA LITURGIA
Los "meses de María"
190. Con respecto a la práctica de un "mes de María", extendida en varias Iglesias tanto de Oriente como de Occidente, se pueden recordar algunas orientaciones fundamentales.
En Occidente, los meses dedicados a la Virgen, nacidos en una época en la que no se hacía mucha referencia a la Liturgia como forma normativa del culto cristiano, se han desarrollado de manera paralela al culto litúrgico. Esto ha originado, y también hoy origina, algunos problemas de índole litúrgico-pastoral que se deben estudiar cuidadosamente.
191. En el caso de la costumbre occidental de celebrar un "mes de María" en Mayo (en algunos países del hemisferio sur en Noviembre), será oportuno tener en cuenta las exigencias de la Liturgia, las expectativas de los fieles, su maduración en la fe, y estudiar el problema que suponen los "meses de María" en el ámbito de la pastoral de conjunto de la Iglesia local, evitando situaciones de conflicto pastoral que desorienten a los fieles, como sucedería, por ejemplo, si se tendiera a eliminar el "mes de Mayo".
Con frecuencia, la solución más oportuna será armonizar los contenidos del "mes de María" con el tiempo del Año litúrgico. Así, por ejemplo, durante el mes de Mayo, que en gran parte coincide con los cincuenta días de la Pascua, los ejercicios de piedad deberán subrayar la participación de la Virgen en el misterio pascual (cfr. Jn 19,25-27) y en el acontecimiento de Pentecostés (cfr. Hech 1,14), que inaugura el camino de la Iglesia: un camino que ella, como partícipe de la novedad del Resucitado, recorre bajo la guía del Espíritu. Y puesto que los "cincuenta días" son el tiempo propicio para la celebración y la mistagogia de los sacramentos de la iniciación cristiana, los ejercicios de piedad del mes de Mayo podrán poner de relieve la función que la Virgen, glorificada en el cielo, desempeña en la tierra, "aquí y ahora", en la celebración de los sacramentos del Bautismo, de la Confirmación y de la Eucaristía.
En definitiva, se deberá seguir con diligencia la directriz de la Constitución Sacrosanctum Concilium sobre la necesidad de que "el espíritu de los fieles se dirija sobre todo, a las fiestas del Señor, en las cuales se celebran los misterios de salvación durante el curso del año", misterios a los cuales está ciertamente asociada santa María Virgen.
Una oportuna catequesis convencerá a los fieles de que el domingo, memoria semanal de la Pascua, es "el día de fiesta primordial". Finalmente, teniendo presente que en la Liturgia Romana las cuatro semanas de Adviento constituyen un tiempo mariano armónicamente inscrito en el Año litúrgico, se deberá ayudar a los fieles a valorar convenientemente las numerosas referencias a la Madre del Señor, presentes en todo este periodo.
DIRECTORIO SOBRE LA PIEDAD POPULAR Y LA LITURGIA
Los "meses de María"
190. Con respecto a la práctica de un "mes de María", extendida en varias Iglesias tanto de Oriente como de Occidente, se pueden recordar algunas orientaciones fundamentales.
En Occidente, los meses dedicados a la Virgen, nacidos en una época en la que no se hacía mucha referencia a la Liturgia como forma normativa del culto cristiano, se han desarrollado de manera paralela al culto litúrgico. Esto ha originado, y también hoy origina, algunos problemas de índole litúrgico-pastoral que se deben estudiar cuidadosamente.
191. En el caso de la costumbre occidental de celebrar un "mes de María" en Mayo (en algunos países del hemisferio sur en Noviembre), será oportuno tener en cuenta las exigencias de la Liturgia, las expectativas de los fieles, su maduración en la fe, y estudiar el problema que suponen los "meses de María" en el ámbito de la pastoral de conjunto de la Iglesia local, evitando situaciones de conflicto pastoral que desorienten a los fieles, como sucedería, por ejemplo, si se tendiera a eliminar el "mes de Mayo".
Con frecuencia, la solución más oportuna será armonizar los contenidos del "mes de María" con el tiempo del Año litúrgico. Así, por ejemplo, durante el mes de Mayo, que en gran parte coincide con los cincuenta días de la Pascua, los ejercicios de piedad deberán subrayar la participación de la Virgen en el misterio pascual (cfr. Jn 19,25-27) y en el acontecimiento de Pentecostés (cfr. Hech 1,14), que inaugura el camino de la Iglesia: un camino que ella, como partícipe de la novedad del Resucitado, recorre bajo la guía del Espíritu. Y puesto que los "cincuenta días" son el tiempo propicio para la celebración y la mistagogia de los sacramentos de la iniciación cristiana, los ejercicios de piedad del mes de Mayo podrán poner de relieve la función que la Virgen, glorificada en el cielo, desempeña en la tierra, "aquí y ahora", en la celebración de los sacramentos del Bautismo, de la Confirmación y de la Eucaristía.
En definitiva, se deberá seguir con diligencia la directriz de la Constitución Sacrosanctum Concilium sobre la necesidad de que "el espíritu de los fieles se dirija sobre todo, a las fiestas del Señor, en las cuales se celebran los misterios de salvación durante el curso del año", misterios a los cuales está ciertamente asociada santa María Virgen.
Una oportuna catequesis convencerá a los fieles de que el domingo, memoria semanal de la Pascua, es "el día de fiesta primordial". Finalmente, teniendo presente que en la Liturgia Romana las cuatro semanas de Adviento constituyen un tiempo mariano armónicamente inscrito en el Año litúrgico, se deberá ayudar a los fieles a valorar convenientemente las numerosas referencias a la Madre del Señor, presentes en todo este periodo.
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RITOS INICIALES
RITOS INICIALES
Antífona de entrada Cf. Sal 97, 1-2Cantad al Señor un cántico nuevo porque ha hecho maravillas; reveló a las naciones su salvación. Aleluya.
Monición de entrada (Año C)En nosotros se cumple la promesa del Señor «Dondequiera que estéis reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de vosotros». Así podemos dar testimonio de él con nuestro mutuo amor.
Acto penitencialTodo como en el Ordinario de la Misa. Para la tercera formula pueden usarse las invocaciones propias de la cincuentena pascual.En lugar del acto penitencial, se puede celebrar el rito de la bendición y de la aspersión del agua bendita.
Monición al GloriaSe dice Gloria. Puede introducirse con la siguiente monición.Cantemos (recitemos) el himno de alabanza, invocando a Dios Padre y a Jesucristo, el Señor, sentado a la derecha del Padre para interceder por nosotros.
Oración colectaDios todopoderoso y eterno,
lleva a su pleno cumplimiento en nosotros el Misterio pascual,
para que, quienes, por tu bondad, han sido renovados en el santo bautismo,
den frutos abundantes con tu ayuda y protección
y lleguen a los gozos de la vida eterna.
Por nuestro Señor Jesucristo.
Monición de entrada (Año C)
Acto penitencial
Monición al Gloria
lleva a su pleno cumplimiento en nosotros el Misterio pascual,
para que, quienes, por tu bondad, han sido renovados en el santo bautismo,
den frutos abundantes con tu ayuda y protección
y lleguen a los gozos de la vida eterna.
Por nuestro Señor Jesucristo.
LITURGIA DE LA PALABRA
LITURGIA DE LA PALABRA
lento a la cólera y rico en piedad;
el Señor es bueno con todos,
es cariñoso con todas sus criaturas.
que te bendigan tus fieles.
Que proclamen la gloria de tu reinado,
que hablen de tus hazañas.
la gloria y majestad de tu reinado.
Tu reinado es un reinado perpetuo,
tu gobierno va de edad en edad.
Y vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén que descendía del cielo, de parte de Dios, preparada como una esposa que se ha adornado para su esposo.
Y oí una gran voz desde el trono que decía:
«He aquí la morada de Dios entre los hombres, y morará entre ellos, y ellos serán su pueblo, y el “Dios con ellos” será su Dios».
Y enjugará toda lágrima de sus ojos, y ya no habrá muerte, ni duelo, ni llanto ni dolor, porque lo primero ha desaparecido.
Y dijo el que está sentado en el trono:
«Mira, hago nuevas todas las cosas».
Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros; como yo os he amado, amaos también unos a otros. En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os amáis unos a otros».
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El Evangelio de hoy nos conduce al Cenáculo para hacernos
escuchar algunas palabras que Jesús dirigió a sus discípulos en el “discurso de
despedida” antes de su Pasión. Después de haber lavado los pies a los Doce, Él
les dijo: «Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros. Que,
como yo os he amado, así os améis también vosotros los unos a los otros» (Juan
13, 34). ¿Pero en qué sentido Jesús llama “nuevo” a este mandamiento? Porque
sabemos que ya en el Antiguo Testamento, Dios había mandado a los miembros de
su pueblo amar al prójimo como a sí mismos (cf. Levítico 19, 18). Jesús mismo,
a quién le preguntaba cuál era el mandamiento más importante de la Ley,
respondía que el primero es amar a Dios con todo el corazón y el segundo amar
al prójimo como a sí mismo (cf. Mateo 22, 38-39).
Entonces, ¿cuál es la novedad de este mandamiento que Jesús
encomienda a sus discípulos? ¿Por qué lo llama “mandamiento nuevo”? El antiguo
mandamiento del amor se ha convertido en nuevo porque ha sido completado con
este añadido: «como yo os he amado a vosotros», «amaos los unos a los otros
como yo os he amado». La novedad está completamente en el amor de Jesucristo,
ese con el que Él ha dado la vida por nosotros. Se trata del amor de Dios,
universal, sin condiciones y sin límites, que encuentra el ápice sobre la cruz.
En ese momento de extremo abajamiento, en ese momento de abandono al Padre, el
Hijo de Dios ha mostrado y donado al mundo la plenitud del amor. Repensando en
la Pasión y en la agonía de Cristo, los discípulos comprendieron el significado
de esas palabras suyas: «Que como yo os he amado a vosotros, así os améis
también vosotros los unos a los otros».
Jesús nos ha amado primero, nos ha amado a pesar de nuestras fragilidades,
nuestros límites y nuestras debilidades humanas. Ha sido Él quien ha hecho que
nos hiciéramos dignos de su amor que no conoce límites y no termina nunca.
Dándonos el mandamiento nuevo, Él nos pide que nos amemos entre nosotros no
solo y no tanto con nuestro amor, sino con el suyo, que el Espíritu Santo
infunde en nuestros corazones si lo invocamos con fe.
De esta manera —y solo así— nosotros podemos amarnos entre
nosotros no solo como nos amamos a nosotros mismos, sino como Él nos ha amado,
es decir inmensamente más. Dios de hecho nos ama mucho más de cuanto nosotros
nos amamos a nosotros mismos. Y así podemos difundir por todos lados la semilla
del amor que renueva las relaciones entre las personas y abre horizontes de
esperanza. Jesús siempre abre horizontes de esperanza, su amor abre horizontes
de esperanza. Este amor nos hace convertirnos en hombres nuevos, hermanos y
hermanas en el Señor, y hace de nosotros el nuevo Pueblo de Dios, es decir la
Iglesia, en la cual todos son llamados a amar a Cristo y en Él a amarse unos a
otros.
El amor que se ha manifestado en la cruz de Cristo y que Él
nos llama a vivir es la única fuerza que transforma nuestro corazón de piedra
en corazón de carne; la única fuerza capaz de transformar nuestro corazón es el
amor de Jesús, si nosotros también amamos con este amor. Y este amor nos hace
capaces de amar a los enemigos y perdonar a quien nos ha ofendido. Yo os haré
una pregunta, que cada uno de vosotros responda en su corazón. ¿Yo soy capaz de
amar a mis enemigos? Todos tenemos gente, no sé si enemigos, pero que no están
de acuerdo con nosotros, que están “del otro lado”; o alguno tiene gente que le
ha hecho daño… ¿Yo soy capaz de amar a esta gente? Ese hombre, esa mujer que me
ha hecho mal, que me ha ofendido. ¿Soy capaz de perdonarlo? Que cada uno
responda en su corazón. El amor de Jesús nos hace ver al otro como miembro actual
o futuro de la comunidad de los amigos de Jesús; nos estimula al diálogo y nos
ayuda a escucharnos y conocernos recíprocamente. El amor nos abre al otro,
convirtiéndose en la base de las relaciones humanas. Hace capaces de superar
las barreras de las propias debilidades y de los propios prejuicios. El amor de
Jesús en nosotros crea puentes, enseña nuevos caminos, produce el dinamismo de
la fraternidad. Que la Virgen María nos ayude, con su materna intercesión, a
acoger de su Hijo Jesús el don de su mandamiento, y del Espíritu Santo la
fuerza de practicarlo en la vida de cada día.
Queridos hermanos y hermanas:
(...) Estamos en el tiempo pascual, que es el tiempo de la
glorificación de Jesús. El Evangelio que acabamos de escuchar nos recuerda que
esta glorificación se realizó mediante la pasión. En el misterio pascual pasión
y glorificación están estrechamente vinculadas entre sí, forman una unidad
inseparable. Jesús afirma: "Ahora ha sido glorificado el Hijo del hombre y
Dios ha sido glorificado en él" (Jn 13, 31) y lo hace cuando Judas sale
del Cenáculo para cumplir su plan de traición, que llevará al Maestro a la
muerte: precisamente en ese momento comienza la glorificación de Jesús. El
evangelista san Juan lo da a entender claramente: de hecho, no dice que Jesús
fue glorificado sólo después de su pasión, por medio de la resurrección, sino
que muestra que su glorificación comenzó precisamente con la pasión. En ella
Jesús manifiesta su gloria, que es gloria del amor, que entrega toda su
persona. Él amó al Padre, cumpliendo su voluntad hasta el final, con una
entrega perfecta; amó a la humanidad dando su vida por nosotros. Así, ya en su
pasión es glorificado, y Dios es glorificado en él. Pero la pasión –como
expresión realísima y profunda de su amor– es sólo un inicio. Por esto Jesús
afirma que su glorificación también será futura (cf. v. 32). Después el Señor,
en el momento de anunciar que deja este mundo (cf. v. 33), casi como testamento
da a sus discípulos un mandamiento para continuar de modo nuevo su presencia en
medio de ellos: "Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los
otros. Como yo os he amado, así amaos también vosotros los unos a los
otros" (v. 34). Si nos amamos los unos a los otros, Jesús sigue estando
presente entre nosotros, y sigue siendo glorificado en el mundo.
Jesús habla de un "mandamiento nuevo". ¿Cuál es su
novedad? En el Antiguo Testamento Dios ya había dado el mandato del amor; pero
ahora este mandamiento es nuevo porque Jesús añade algo muy importante:
"Como yo os he amado, así amaos también vosotros los unos a los
otros". Lo nuevo es precisamente este "amar como Jesús ha
amado". Todo nuestro amar está precedido por su amor y se refiere a este
amor, se inserta en este amor, se realiza precisamente por este amor. El
Antiguo Testamento no presentaba ningún modelo de amor, sino que formulaba
solamente el precepto de amar. Jesús, en cambio, se presenta a sí mismo como
modelo y como fuente de amor. Se trata de un amor sin límites, universal, capaz
de transformar también todas las circunstancias negativas y todos los
obstáculos en ocasiones para progresar en el amor. Y en los santos de esta
ciudad vemos la realización de este amor, siempre desde la fuente del amor de
Jesús.
En los siglos pasados la Iglesia que está en Turín ha
conocido una rica tradición de santidad y de generoso servicio a los hermanos
–como han recordado el cardenal arzobispo y el señor alcalde– gracias a la obra
de celosos sacerdotes, religiosos y religiosas de vida activa y contemplativa,
y de fieles laicos. Las palabras de Jesús adquieren una resonancia especial
para esta Iglesia de Turín, una Iglesia generosa y activa, comenzando por sus
sacerdotes. Al darnos el mandamiento nuevo, Jesús nos pide vivir su mismo amor,
vivir de su mismo amor, que es el signo verdaderamente creíble, elocuente y
eficaz para anunciar al mundo la venida del reino de Dios. Obviamente, sólo con
nuestras fuerzas somos débiles y limitados. En nosotros permanece siempre una
resistencia al amor y en nuestra existencia hay muchas dificultades que
provocan divisiones, resentimientos y rencores. Pero el Señor nos ha prometido
estar presente en nuestra vida, haciéndonos capaces de este amor generoso y
total, que sabe vencer todos los obstáculos, también los que radican en nuestro
corazón. Si estamos unidos a Cristo, podemos amar verdaderamente de este modo.
Amar a los demás como Jesús nos ha amado sólo es posible con la fuerza que se
nos comunica en la relación con él, especialmente en la Eucaristía, en la que
se hace presente de modo real su sacrificio de amor que genera amor: es la
verdadera novedad en el mundo y la fuerza de una glorificación permanente de
Dios, que se glorifica en la continuidad del amor de Jesús en nuestro amor.
Quiero dirigir ahora unas palabras de aliento en particular
a los sacerdotes y a los diáconos de esta Iglesia, que se dedican con
generosidad al trabajo pastoral, así como a los religiosos y a las religiosas.
A veces, ser obreros en la viña del Señor puede ser arduo, los compromisos se
multiplican, las exigencias son muchas y no faltan los problemas: aprended a
sacar diariamente de la relación de amor con Dios en la oración la fuerza para
llevar el anuncio profético de salvación; volved a centrar vuestra existencia
en lo esencial del Evangelio; cultivad una dimensión real de comunión y de
fraternidad dentro del presbiterio, de vuestras comunidades, en las relaciones
con el pueblo de Dios; testimoniad en el ministerio el poder del amor que viene
de lo Alto, viene del Señor presente entre nosotros.
La primera lectura que hemos escuchado nos presenta
precisamente un modo especial de glorificación de Jesús: el apostolado y sus
frutos. Pablo y Bernabé, al término de su primer viaje apostólico, regresan a
las ciudades que ya habían visitado y alientan de nuevo a los discípulos,
exhortándolos a permanecer firmes en la fe, porque, como ellos dicen, "es
necesario que pasemos por muchas tribulaciones para entrar en el reino de
Dios" (Hch 14, 22). La vida cristiana, queridos hermanos y hermanas, no es
fácil; sé que tampoco en Turín faltan dificultades, problemas, preocupaciones:
pienso, en particular, en quienes viven concretamente su existencia en
condiciones de precariedad, a causa de la falta de trabajo, de la incertidumbre
por el futuro, del sufrimiento físico y moral; pienso en las familias, en los
jóvenes, en las personas ancianas que con frecuencia viven en soledad, en los
marginados, en los inmigrantes. Sí, la vida lleva a afrontar muchas
dificultades, muchos problemas, pero lo que permite afrontar, vivir y superar
el peso de los problemas cotidianos es precisamente la certeza que nos viene de
la fe, la certeza de que no estamos solos, de que Dios nos ama a cada uno sin
distinción y está cerca de cada uno con su amor. El amor universal de Cristo
resucitado fue lo que impulsó a los Apóstoles a salir de sí mismos, a difundir
la Palabra de Dios, a dar su vida sin reservas por los demás, con valentía,
alegría y serenidad. Cristo resucitado posee una fuerza de amor que supera todo
límite, no se detiene ante ningún obstáculo. Y la comunidad cristiana,
especialmente en las realidades de mayor compromiso pastoral, deber ser
instrumento concreto de este amor de Dios.
Exhorto a las familias a vivir la dimensión cristiana del
amor en las acciones cotidianas sencillas, en las relaciones familiares,
superando divisiones e incomprensiones, cultivando la fe que hace todavía más
firme la comunión. Que en el rico y variado mundo de la Universidad y de la
cultura tampoco falte el testimonio del amor del que nos habla el Evangelio de
hoy, con la capacidad de escucha atenta y de diálogo humilde en la búsqueda de
la Verdad, seguros de que es la Verdad misma la que nos sale al encuentro y nos
aferra. Deseo también alentar el esfuerzo, a menudo difícil, de quien está
llamado a administrar el sector público: la colaboración para buscar el bien
común y hacer que la ciudad sea cada vez más humana y habitable es una señal de
que el pensamiento cristiano sobre el hombre nunca va contra su libertad, sino
en favor de una mayor plenitud que sólo encuentra su realización en una
"civilización del amor". A todos, en particular a los jóvenes, quiero
decir que no pierdan nunca la esperanza, la que viene de Cristo resucitado, de
la victoria de Dios sobre el pecado, sobre el odio y sobre la muerte.
La segunda lectura de hoy nos muestra precisamente el
resultado final de la resurrección de Jesús: es la nueva Jerusalén, la ciudad santa,
que desciende del cielo, de Dios, engalanada como una esposa ataviada para su
esposo (cf. Ap 21, 2). Aquel que fue crucificado, que compartió nuestro
sufrimiento, como nos recuerda también, de manera elocuente, la Sábana Santa,
ha resucitado y nos quiere reunir a todos en su amor. Se trata de una esperanza
estupenda, "fuerte", sólida, porque, como dice el libro del
Apocalipsis: "(Dios) enjugará toda lágrima de sus ojos, y no habrá ya
muerte ni habrá llanto, ni gritos ni fatigas, porque el mundo viejo ha
pasado" (Ap 21, 4). ¿Acaso la Sábana Santa no comunica el mismo mensaje?
En ella vemos reflejados como en un espejo nuestros padecimientos en los
sufrimientos de Cristo: "Passio Christi. Passio hominis".
Precisamente por esto la Sábana Santa es un signo de esperanza: Cristo afrontó
la cruz para atajar el mal; para hacernos entrever, en su Pascua, la
anticipación del momento en que para nosotros enjugará toda lágrima y ya no
habrá muerte, ni llanto, ni gritos ni fatigas.
El pasaje del Apocalipsis termina con la afirmación:
"Dijo el que está sentado en el trono: "Mira que hago un mundo
nuevo"" (Ap 21, 5). Lo primero absolutamente nuevo realizado por Dios
fue la resurrección de Jesús, su glorificación celestial, la cual es el inicio
de toda una serie de "cosas nuevas", a las que pertenecemos también
nosotros. "Cosas nuevas" son un mundo lleno de alegría, en el que ya
no hay sufrimientos ni vejaciones, ya no hay rencor ni odio, sino sólo el amor
que viene de Dios y que lo transforma todo.
Querida Iglesia que está en Turín, he venido entre vosotros
para confirmaros en la fe. Deseo exhortaros, con fuerza y con afecto, a
permanecer firmes en la fe que habéis recibido, que da sentido a la vida, que
da fuerza para amar; a no perder nunca la luz de la esperanza en Cristo
resucitado, que es capaz de transformar la realidad y hacer nuevas todas las
cosas; a vivir de modo sencillo y concreto el amor de Dios en la ciudad, en los
barrios, en las comunidades, en las familias: "Como yo os he amado, así
amaos los unos a los otros".
y haz que cumplamos el mandamiento nuevo de tu Hijo,
amándonos como él nos ha amado.
Por el mismo Jesucristo, nuestro Señor.
LITURGIA EUCARÍSTICA
LITURGIA EUCARÍSTICA
Oración sobre las ofrendas
Oh, Dios, que nos haces partícipes de tu única y suprema divinidad
por el admirable intercambio de este sacrificio,
concédenos alcanzar en una vida santa
la realidad que hemos conocido en ti.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
por el admirable intercambio de este sacrificio,
concédenos alcanzar en una vida santa
la realidad que hemos conocido en ti.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Prefacio Pascual VCristo, sacerdote y víctima
es nuestro deber y salvación
glorificarte siempre, Señor;
pero más que nunca exaltarte en este tiempo glorioso
en que Cristo, nuestra Pascua, ha sido inmolado.
dio pleno cumplimiento a lo que anunciaban los antiguos sacrificios
y, ofreciéndose a sí mismo por nuestra salvación,
se manifestó, a la vez, como sacerdote, altar y víctima.
el mundo entero se desborda de alegría,
y también los coros celestiales, los ángeles y los arcángeles,
cantan el himno de tu gloria diciendo sin cesar:
Antífona de comunión Cf. Jn 15, 1. 5
Yo soy la verdadera vid, y vosotros los sarmientos, dice el Señor; el que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante. Aleluya.
Oración después de la comunión
Asiste, Señor, a tu pueblo y haz que pasemos
del antiguo pecado a la vida nueva
los que hemos sido alimentados con los sacramentos del cielo.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Se puede utilizar la fórmula de la bendición solemne. Tiempo pascual
Dios, que por la resurrección de su Unigénito os ha redimido y adoptado como hijos, os llene de alegría con sus bendiciones.
R. Amén.
Y ya que por la redención de Cristo recibisteis el don de la libertad verdadera, por su bondad recibáis también la herencia eterna.
R. Amén.
Y, pues confesando la fe habéis resucitado con Cristo en el bautismo, por vuestras buenas obras merezcáis ser admitidos en la patria del cielo.
R. Amén.
Y la bendición de Dios todopoderoso,
Padre, Hijo + y Espíritu Santo,
descienda sobre vosotros y os acompañe siempre.
R. Amén.
Pensamientos para el Evangelio de hoy
«Ésta es la única salvación para nuestra carne y nuestra alma: la caridad para con ellos [enfermos, necesitados]» (San Gregorio Nacianceno).
«Lo esencial en estas palabras es el “nuevo fundamento” del ser que se nos ha dado. La novedad solamente puede venir del don de la comunión con Cristo, del vivir en Él» (Benedicto XVI).
«La voluntad de nuestro Padre es ‘que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento pleno de la verdad’ (1Tm 2,3-4). El ‘usa de paciencia, no queriendo que algunos perezcan’ (2Pe 3,9). Su mandamiento que resume todos los demás y que nos dice toda su voluntad es que ‘nos amemos los unos a los otros como él nos ha amado’ (Jn 13,34)» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 2.822).
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