18 de mayo - DOMINGO DE LA V SEMANA DE PASCUA (CICLO C)







  DOMINGO V DE PASCUA (CICLO C)
  Oficio propio del Domingo de la I Semana del Salterio, del tiempo de Pascua
  (Liturgia de las Horas, Tomo II: Oficio de Lecturas  -  Laudes  -  Tercia  - Sexta Nona Vísperas Completas)
 



PROGRAMA PARROQUIAL:
DOMINGO, 18 DE MAYO

PARROQUIA DEL CARMEN:

- Eucaristía del Domingo V de Pascua (a las 11.00 h.).

PARROQUIA DE LOS DOLORES:

- Eucaristía del Domingo V de Pascua  (a las 12.30 h.).



- Misión parroquial por las calles y plazas de nuestra barriada  (en la plazoleta de la antigua Fábrica de Harina, a las 12.30 h.).


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ADORACIÓN PERPETUA

DEL STMO. SACRAMENTO EN VIVO

Parroquia Ntra. Sra. de la Merced
Instituto del Verbo Encarnado
Capilla "San Ignacio de Loyola"
(Manresa, España)



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"Todo el que por mí deja casa, hermanos o hermanas, padre o madre, hijos o tierras, recibirá cien veces más y heredará la vida eterna" (Mt 19,29)

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NOTICIAS DE ACTUALIDAD



Con la celebración eucarística que se va a celebrar a partir de las 10:00, en la Basílica de San Pedro y en la plaza frente a ella, el Papa León XIV, Obispo de Roma, comienza oficialmente su Ministerio Petrino, como sucesor del apóstol Pedro y, por lo tanto, como Pastor de la Iglesia católica






El maestro de las celebraciones pontificias, monseñor Diego Ravelli, ha anunciado la agenda papal para las próximas semanas con la Misa de inicio del Ministerio Petrino el 18 de mayo en San Pedro y, las visitas a las Basílicas de San Pablo Extramuros y Santa María la Mayor







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Durante los próximos tres Domingos de Pascua (el 4, 11 y 18 de mayo) los hermanos del Camino Neocatecumenal y todos aquellos que nos quieran acompañar salimos a las calles y plazas de nuestro barrio de Las Colonias para llevar el Evangelio a los vecinos del barrio y para anunciarles el amor que Dios les tiene como la principal labor evangelizadora de nuestra Parroquia. Esperamos que la semilla del Reino de Dios que anunciamos llegue al corazón de cada uno que lo escuche y puedan experimentar la alegría que se recibe cuando acogemos el Evangelio y a nuestro Señor Jesucristo.

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Portada 


José María Carrera


Cuñadismos de sede vacante
Juan Manuel de Prada
León XIV
Monseñor José Ignacio Munilla









SANTORAL DE HOY

El santo del día en 1 minuto:




Elogio: En Roma, san Félix de Cantalicio, religioso de la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos, el cual, con admirable austeridad y sencillez, ejerció el trabajo de recaudar la limosna en la ciudad eterna durante cuarenta años, sembrando al mismo tiempo paz y caridad a su alrededor.

Patronazgos: patrono de las madres y los niños.


Elogio: San Juan I, papa y mártir, que, habiendo sido enviado por el rey arriano Teodorico en embajada al emperador Justino de Constantinopla, fue el primer pontífice romano que ofreció la Víctima Pascual en aquella Iglesia, pero a su regreso, detenido de manera indigna y aherrojado en la cárcel por el mismo Teodorico, pereció como víctima por Cristo Señor, en Ravena, en la Flaminia.

Refieren a este santo: San Eusebio de Fano, San Félix IV, San Germán de Capua.

Oración
Oh Dios, remunerador de las almas fieles, que has consagrado este día con el martirio del papa san Juan primero, escucha las oraciones de tu pueblo y concédenos imitar la constancia en la fe de aquel cuyos méritos veneramos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén (oración litúrgica).


Otros santos de este día:

   San Félix, mártir   

En Salona, de la Dalmacia, san Félix, mártir en la persecución bajo el emperador Diocleciano. († s. III/IV)

   San Dióscoro, mártir   

En Egipto, san Dióscoro, mártir, quien, hijo de un lector, después de muchos y variados tormentos, consumó su sacrificio con la decapitación. († c. 303)

   Santos Potamón, Ortasio, Serapión y compañeros, mártires

En Alejandría, también en Egipto, santos Potamón, Ortasio y Serapión, presbíteros, y sus compañeros, todos mártires. († s. IV)

   Santos Teodoto y Tecusa, Alejandra, Claudia, Faína, Eufrasia, Matrona y Julita, mártires 

En Ancira, en Galacia, santos mártires Teodoto y su tía Tecusa, y Alejandra, Claudia, Faína, Eufrasia, Matrona y Julita, vírgenes, que, después de haber sido prostituidas por orden del gobernador, fueron arrojadas a un lago con piedras atadas al cuello. († c. 303)

   Beato Burcardo, presbítero   

En el territorio de Argovia, en Helvecia, beato Burcardo, presbítero, que como párroco del pueblo de Beinwil cuidó con asidua diligencia pastoral el rebaño a él confiado. († s. XII)

   San Erico IX, mártir

En Upsala, ciudad de Suecia, san Erico IX, rey y mártir, que durante su reinado gobernó sabiamente al pueblo, veló por los derechos de las mujeres y envió a Finlandia al obispo san Enrique para que propagase la fe de Cristo, pero finalmente, mientras asistía a la celebración de la Misa, cayó apuñalado en una agresión de sus enemigos daneses. († 1161)

   Beato Guillermo, monje y presbítero   

En Toulouse, junto al río Garona, beato Guillermo, presbítero de la Orden de Ermitaños de San Agustín. († 1369)

   Beata Blandina Merten, virgen   

En Mergentheim, en Alemania, beata Blandina (María Magdalena) Merten, virgen de la Orden de Santa Úrsula, que unió a la vida contemplativa el cuidado de la formación humana y cristiana de niñas y adolescentes. († 1918)

   Beato Estanislao Kubski, presbítero y mártir

En el campo de concentración de Dachau, cercano a la ciudad de Munich, en Alemania, beato Estanislao Kubski, presbítero y mártir, que en tiempo de guerra entregó su espíritu por Cristo en una cámara de gas. († 1942)

   Beato Martín Oprzadek, presbítero y mártir  

En el lugar de Hartheim, cerca de Linz, en Austria, beato Martín Oprzadek, presbítero de la Orden de los Hermanos Menores y mártir, el cual, de nacionalidad polaca, en la misma época y del mismo modo alcanzó el reino celestial. († 1942)


LITURGIA DE HOY

DIRECTORIO SOBRE LA PIEDAD POPULAR Y LA LITURGIA

Los "meses de María"

190. Con respecto a la práctica de un "mes de María", extendida en varias Iglesias tanto de Oriente como de Occidente, se pueden recordar algunas orientaciones fundamentales.

En Occidente, los meses dedicados a la Virgen, nacidos en una época en la que no se hacía mucha referencia a la Liturgia como forma normativa del culto cristiano, se han desarrollado de manera paralela al culto litúrgico. Esto ha originado, y también hoy origina, algunos problemas de índole litúrgico-pastoral que se deben estudiar cuidadosamente.

191. En el caso de la costumbre occidental de celebrar un "mes de María" en Mayo (en algunos países del hemisferio sur en Noviembre), será oportuno tener en cuenta las exigencias de la Liturgia, las expectativas de los fieles, su maduración en la fe, y estudiar el problema que suponen los "meses de María" en el ámbito de la pastoral de conjunto de la Iglesia local, evitando situaciones de conflicto pastoral que desorienten a los fieles, como sucedería, por ejemplo, si se tendiera a eliminar el "mes de Mayo".

Con frecuencia, la solución más oportuna será armonizar los contenidos del "mes de María" con el tiempo del Año litúrgico. Así, por ejemplo, durante el mes de Mayo, que en gran parte coincide con los cincuenta días de la Pascua, los ejercicios de piedad deberán subrayar la participación de la Virgen en el misterio pascual (cfr. Jn 19,25-27) y en el acontecimiento de Pentecostés (cfr. Hech 1,14), que inaugura el camino de la Iglesia: un camino que ella, como partícipe de la novedad del Resucitado, recorre bajo la guía del Espíritu. Y puesto que los "cincuenta días" son el tiempo propicio para la celebración y la mistagogia de los sacramentos de la iniciación cristiana, los ejercicios de piedad del mes de Mayo podrán poner de relieve la función que la Virgen, glorificada en el cielo, desempeña en la tierra, "aquí y ahora", en la celebración de los sacramentos del Bautismo, de la Confirmación y de la Eucaristía.

En definitiva, se deberá seguir con diligencia la directriz de la Constitución Sacrosanctum Concilium sobre la necesidad de que "el espíritu de los fieles se dirija sobre todo, a las fiestas del Señor, en las cuales se celebran los misterios de salvación durante el curso del año", misterios a los cuales está ciertamente asociada santa María Virgen.

Una oportuna catequesis convencerá a los fieles de que el domingo, memoria semanal de la Pascua, es "el día de fiesta primordial". Finalmente, teniendo presente que en la Liturgia Romana las cuatro semanas de Adviento constituyen un tiempo mariano armónicamente inscrito en el Año litúrgico, se deberá ayudar a los fieles a valorar convenientemente las numerosas referencias a la Madre del Señor, presentes en todo este periodo.


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Misa del Domingo (blanco).
MISAL: ants. y oracs. props., Gl., Cr., Pf. Pasc.
LECC.: vol. I (C).
- Hch 14, 21b-27. Contaron a la Iglesia lo que Dios había hecho por medio de ellos.
- Sal 144. R. Bendeciré tu nombre por siempre, Dios mío, mi rey. 
- Ap 21, 1-5a. Dios enjugará toda lágrima de sus ojos.
- Jn 13, 31-33a. 34-35. Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros.
El amor de Dios manifestado en Jesús resucitado es la fuerza que mueve a san Pablo y sus compañeros en aquella primera misión de la Iglesia, y por este amor soportaron con perseverancia y alegría todo tipo de pruebas y persecuciones, pues veían que era Dios quien actuaba por medio de ellos. Este amor alimenta la esperanza en un cielo y una tierra nueva en donde seremos también nosotros resucitados. El Evangelio nos sitúa ante las palabras de Jesús durante la última cena. Son su testamento, y miran al futuro de los discípulos.
- Hoy no se permiten otras celebraciones, tampoco la misa exequial.
Liturgia de las Horas: oficio dominical. Te Deum. Comp. Dom. II.
Martirologio: elogs. del 19 de mayo, pág. 316.
CALENDARIOS: Mérida-Badajoz: Aniversario de la ordenación episcopal de Mons. José Rodríguez Carballo, arzobispo (2013).
Mallorca: Aniversario de la muerte de Mons. Teodoro Úbeda Gramage, obispo (2003).

RITOS INICIALES

Antífona de entrada Cf. Sal 97, 1-2
Cantad al Señor un cántico nuevo porque ha hecho maravillas; reveló a las naciones su salvación. Aleluya.

Monición de entrada (Año C)
En nosotros se cumple la promesa del Señor «Dondequiera que estéis reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de vosotros». Así podemos dar testimonio de él con nuestro mutuo amor.
 
Acto penitencial
Todo como en el Ordinario de la Misa. Para la tercera formula pueden usarse las invocaciones propias de la cincuentena pascual.
En lugar del acto penitencial, se puede celebrar el rito de la bendición y de la aspersión del agua bendita.

Monición al Gloria
Se dice Gloria. Puede introducirse con la siguiente monición.
Cantemos (recitemos) el himno de alabanza, invocando a Dios Padre y a Jesucristo, el Señor, sentado a la derecha del Padre para interceder por nosotros.

Oración colecta
Dios todopoderoso y eterno,
lleva a su pleno cumplimiento en nosotros el Misterio pascual,
para que, quienes, por tu bondad, han sido renovados en el santo bautismo,
den frutos abundantes con tu ayuda y protección
y lleguen a los gozos de la vida eterna.
Por nuestro Señor Jesucristo.

LITURGIA DE LA PALABRA

PRIMERA LECTURA 
Contaron a la Iglesia lo que Dios había hecho por medio de ellos

Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles  14, 21b-27
EN AQUELLOS DÍAS, Pablo y Bernabé volvieron a Listra, a Iconio y a Antioquia, animando a los discípulos y exhortándolos a perseverar en la fe, diciéndoles que hay que pasar por muchas tribulaciones para entrar en el reino de Dios. En cada Iglesia designaban presbíteros, oraban, ayunaban y los encomendaban al Señor, en quien habían creído. Atravesaron Pisidia y llegaron a Panfilia. Y después de predicar la Palabra en Perge, bajaron a Atalía y allí se embarcaron para Antioquía, de donde los habían encomendado a la gracia de Dios para la misión que acababan de cumplir.
Al llegar, reunieron a la Iglesia, les contaron lo que Dios había hecho por medio de ellos y cómo había abierto a los gentiles la puerta de la fe.
Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL (Sal 144, 8-9. 10-11. 12-13ab [R.: cf. 1bc])
R. Bendeciré tu nombre por siempre, Dios mío, mi Rey.
V. El Señor es clemente y misericordioso,
lento a la cólera y rico en piedad;
el Señor es bueno con todos,
es cariñoso con todas sus criaturas.
R. Bendeciré tu nombre por siempre, Dios mío, mi Rey.
V. Que todas tus criaturas te den gracias, Señor,
que te bendigan tus fieles.
Que proclamen la gloria de tu reinado,
que hablen de tus hazañas.
R. Bendeciré tu nombre por siempre, Dios mío, mi Rey.
V. Explicando tus hazañas a los hombres,
la gloria y majestad de tu reinado.
Tu reinado es un reinado perpetuo,
tu gobierno va de edad en edad.
R. Bendeciré tu nombre por siempre, Dios mío, mi Rey.

SEGUNDA LECTURA
Dios enjugará toda lágrima de sus ojos
Lectura del libro del Apocalipsis 21, 1-5a
YO, JUAN, vi un cielo nuevo y una tierra nueva, pues el primer cielo y la primera tierra desaparecieron, y el mar ya no existe.
Y vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén que descendía del cielo, de parte de Dios, preparada como una esposa que se ha adornado para su esposo.
Y oí una gran voz desde el trono que decía:
«He aquí la morada de Dios entre los hombres, y morará entre ellos, y ellos serán su pueblo, y el “Dios con ellos” será su Dios».
Y enjugará toda lágrima de sus ojos, y ya no habrá muerte, ni duelo, ni llanto ni dolor, porque lo primero ha desaparecido.
Y dijo el que está sentado en el trono:
«Mira, hago nuevas todas las cosas».
Palabra de Dios.
 
Aleluya Jn 13, 34
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Os doy un mandamiento nuevo -dice el Señor-:
que os améis unos a otros, como yo os he amado. R.


EVANGELIO 
Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros
 
Lectura del santo Evangelio según san Juan 13, 31-33a. 34-35
CUANDO salió Judas del cenáculo, dijo Jesús:
«Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en él. Si Dios es glorificado en él, también Dios lo glorificará en sí mismo: pronto lo glorificará. Hijitos, me queda poco de estar con vosotros.
Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros; como yo os he amado, amaos también unos a otros. En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os amáis unos a otros».
Palabra del Señor.


Papa Francisco
REGINA COELI. Plaza de San Pedro. Domingo, 19 de mayo de 2019

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

El Evangelio de hoy nos conduce al Cenáculo para hacernos escuchar algunas palabras que Jesús dirigió a sus discípulos en el “discurso de despedida” antes de su Pasión. Después de haber lavado los pies a los Doce, Él les dijo: «Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros. Que, como yo os he amado, así os améis también vosotros los unos a los otros» (Juan 13, 34). ¿Pero en qué sentido Jesús llama “nuevo” a este mandamiento? Porque sabemos que ya en el Antiguo Testamento, Dios había mandado a los miembros de su pueblo amar al prójimo como a sí mismos (cf. Levítico 19, 18). Jesús mismo, a quién le preguntaba cuál era el mandamiento más importante de la Ley, respondía que el primero es amar a Dios con todo el corazón y el segundo amar al prójimo como a sí mismo (cf. Mateo 22, 38-39).

Entonces, ¿cuál es la novedad de este mandamiento que Jesús encomienda a sus discípulos? ¿Por qué lo llama “mandamiento nuevo”? El antiguo mandamiento del amor se ha convertido en nuevo porque ha sido completado con este añadido: «como yo os he amado a vosotros», «amaos los unos a los otros como yo os he amado». La novedad está completamente en el amor de Jesucristo, ese con el que Él ha dado la vida por nosotros. Se trata del amor de Dios, universal, sin condiciones y sin límites, que encuentra el ápice sobre la cruz. En ese momento de extremo abajamiento, en ese momento de abandono al Padre, el Hijo de Dios ha mostrado y donado al mundo la plenitud del amor. Repensando en la Pasión y en la agonía de Cristo, los discípulos comprendieron el significado de esas palabras suyas: «Que como yo os he amado a vosotros, así os améis también vosotros los unos a los otros».
Jesús nos ha amado primero, nos ha amado a pesar de nuestras fragilidades, nuestros límites y nuestras debilidades humanas. Ha sido Él quien ha hecho que nos hiciéramos dignos de su amor que no conoce límites y no termina nunca. Dándonos el mandamiento nuevo, Él nos pide que nos amemos entre nosotros no solo y no tanto con nuestro amor, sino con el suyo, que el Espíritu Santo infunde en nuestros corazones si lo invocamos con fe.

De esta manera —y solo así— nosotros podemos amarnos entre nosotros no solo como nos amamos a nosotros mismos, sino como Él nos ha amado, es decir inmensamente más. Dios de hecho nos ama mucho más de cuanto nosotros nos amamos a nosotros mismos. Y así podemos difundir por todos lados la semilla del amor que renueva las relaciones entre las personas y abre horizontes de esperanza. Jesús siempre abre horizontes de esperanza, su amor abre horizontes de esperanza. Este amor nos hace convertirnos en hombres nuevos, hermanos y hermanas en el Señor, y hace de nosotros el nuevo Pueblo de Dios, es decir la Iglesia, en la cual todos son llamados a amar a Cristo y en Él a amarse unos a otros.

El amor que se ha manifestado en la cruz de Cristo y que Él nos llama a vivir es la única fuerza que transforma nuestro corazón de piedra en corazón de carne; la única fuerza capaz de transformar nuestro corazón es el amor de Jesús, si nosotros también amamos con este amor. Y este amor nos hace capaces de amar a los enemigos y perdonar a quien nos ha ofendido. Yo os haré una pregunta, que cada uno de vosotros responda en su corazón. ¿Yo soy capaz de amar a mis enemigos? Todos tenemos gente, no sé si enemigos, pero que no están de acuerdo con nosotros, que están “del otro lado”; o alguno tiene gente que le ha hecho daño… ¿Yo soy capaz de amar a esta gente? Ese hombre, esa mujer que me ha hecho mal, que me ha ofendido. ¿Soy capaz de perdonarlo? Que cada uno responda en su corazón. El amor de Jesús nos hace ver al otro como miembro actual o futuro de la comunidad de los amigos de Jesús; nos estimula al diálogo y nos ayuda a escucharnos y conocernos recíprocamente. El amor nos abre al otro, convirtiéndose en la base de las relaciones humanas. Hace capaces de superar las barreras de las propias debilidades y de los propios prejuicios. El amor de Jesús en nosotros crea puentes, enseña nuevos caminos, produce el dinamismo de la fraternidad. Que la Virgen María nos ayude, con su materna intercesión, a acoger de su Hijo Jesús el don de su mandamiento, y del Espíritu Santo la fuerza de practicarlo en la vida de cada día.

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Papa Benedicto XVI
Homilía, Turin, Plaza "San Carlo", Domingo 2 de mayo de 2010

Queridos hermanos y hermanas:

(...) Estamos en el tiempo pascual, que es el tiempo de la glorificación de Jesús. El Evangelio que acabamos de escuchar nos recuerda que esta glorificación se realizó mediante la pasión. En el misterio pascual pasión y glorificación están estrechamente vinculadas entre sí, forman una unidad inseparable. Jesús afirma: "Ahora ha sido glorificado el Hijo del hombre y Dios ha sido glorificado en él" (Jn 13, 31) y lo hace cuando Judas sale del Cenáculo para cumplir su plan de traición, que llevará al Maestro a la muerte: precisamente en ese momento comienza la glorificación de Jesús. El evangelista san Juan lo da a entender claramente: de hecho, no dice que Jesús fue glorificado sólo después de su pasión, por medio de la resurrección, sino que muestra que su glorificación comenzó precisamente con la pasión. En ella Jesús manifiesta su gloria, que es gloria del amor, que entrega toda su persona. Él amó al Padre, cumpliendo su voluntad hasta el final, con una entrega perfecta; amó a la humanidad dando su vida por nosotros. Así, ya en su pasión es glorificado, y Dios es glorificado en él. Pero la pasión –como expresión realísima y profunda de su amor– es sólo un inicio. Por esto Jesús afirma que su glorificación también será futura (cf. v. 32). Después el Señor, en el momento de anunciar que deja este mundo (cf. v. 33), casi como testamento da a sus discípulos un mandamiento para continuar de modo nuevo su presencia en medio de ellos: "Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros. Como yo os he amado, así amaos también vosotros los unos a los otros" (v. 34). Si nos amamos los unos a los otros, Jesús sigue estando presente entre nosotros, y sigue siendo glorificado en el mundo.

Jesús habla de un "mandamiento nuevo". ¿Cuál es su novedad? En el Antiguo Testamento Dios ya había dado el mandato del amor; pero ahora este mandamiento es nuevo porque Jesús añade algo muy importante: "Como yo os he amado, así amaos también vosotros los unos a los otros". Lo nuevo es precisamente este "amar como Jesús ha amado". Todo nuestro amar está precedido por su amor y se refiere a este amor, se inserta en este amor, se realiza precisamente por este amor. El Antiguo Testamento no presentaba ningún modelo de amor, sino que formulaba solamente el precepto de amar. Jesús, en cambio, se presenta a sí mismo como modelo y como fuente de amor. Se trata de un amor sin límites, universal, capaz de transformar también todas las circunstancias negativas y todos los obstáculos en ocasiones para progresar en el amor. Y en los santos de esta ciudad vemos la realización de este amor, siempre desde la fuente del amor de Jesús.

En los siglos pasados la Iglesia que está en Turín ha conocido una rica tradición de santidad y de generoso servicio a los hermanos –como han recordado el cardenal arzobispo y el señor alcalde– gracias a la obra de celosos sacerdotes, religiosos y religiosas de vida activa y contemplativa, y de fieles laicos. Las palabras de Jesús adquieren una resonancia especial para esta Iglesia de Turín, una Iglesia generosa y activa, comenzando por sus sacerdotes. Al darnos el mandamiento nuevo, Jesús nos pide vivir su mismo amor, vivir de su mismo amor, que es el signo verdaderamente creíble, elocuente y eficaz para anunciar al mundo la venida del reino de Dios. Obviamente, sólo con nuestras fuerzas somos débiles y limitados. En nosotros permanece siempre una resistencia al amor y en nuestra existencia hay muchas dificultades que provocan divisiones, resentimientos y rencores. Pero el Señor nos ha prometido estar presente en nuestra vida, haciéndonos capaces de este amor generoso y total, que sabe vencer todos los obstáculos, también los que radican en nuestro corazón. Si estamos unidos a Cristo, podemos amar verdaderamente de este modo. Amar a los demás como Jesús nos ha amado sólo es posible con la fuerza que se nos comunica en la relación con él, especialmente en la Eucaristía, en la que se hace presente de modo real su sacrificio de amor que genera amor: es la verdadera novedad en el mundo y la fuerza de una glorificación permanente de Dios, que se glorifica en la continuidad del amor de Jesús en nuestro amor.

Quiero dirigir ahora unas palabras de aliento en particular a los sacerdotes y a los diáconos de esta Iglesia, que se dedican con generosidad al trabajo pastoral, así como a los religiosos y a las religiosas. A veces, ser obreros en la viña del Señor puede ser arduo, los compromisos se multiplican, las exigencias son muchas y no faltan los problemas: aprended a sacar diariamente de la relación de amor con Dios en la oración la fuerza para llevar el anuncio profético de salvación; volved a centrar vuestra existencia en lo esencial del Evangelio; cultivad una dimensión real de comunión y de fraternidad dentro del presbiterio, de vuestras comunidades, en las relaciones con el pueblo de Dios; testimoniad en el ministerio el poder del amor que viene de lo Alto, viene del Señor presente entre nosotros.

La primera lectura que hemos escuchado nos presenta precisamente un modo especial de glorificación de Jesús: el apostolado y sus frutos. Pablo y Bernabé, al término de su primer viaje apostólico, regresan a las ciudades que ya habían visitado y alientan de nuevo a los discípulos, exhortándolos a permanecer firmes en la fe, porque, como ellos dicen, "es necesario que pasemos por muchas tribulaciones para entrar en el reino de Dios" (Hch 14, 22). La vida cristiana, queridos hermanos y hermanas, no es fácil; sé que tampoco en Turín faltan dificultades, problemas, preocupaciones: pienso, en particular, en quienes viven concretamente su existencia en condiciones de precariedad, a causa de la falta de trabajo, de la incertidumbre por el futuro, del sufrimiento físico y moral; pienso en las familias, en los jóvenes, en las personas ancianas que con frecuencia viven en soledad, en los marginados, en los inmigrantes. Sí, la vida lleva a afrontar muchas dificultades, muchos problemas, pero lo que permite afrontar, vivir y superar el peso de los problemas cotidianos es precisamente la certeza que nos viene de la fe, la certeza de que no estamos solos, de que Dios nos ama a cada uno sin distinción y está cerca de cada uno con su amor. El amor universal de Cristo resucitado fue lo que impulsó a los Apóstoles a salir de sí mismos, a difundir la Palabra de Dios, a dar su vida sin reservas por los demás, con valentía, alegría y serenidad. Cristo resucitado posee una fuerza de amor que supera todo límite, no se detiene ante ningún obstáculo. Y la comunidad cristiana, especialmente en las realidades de mayor compromiso pastoral, deber ser instrumento concreto de este amor de Dios.

Exhorto a las familias a vivir la dimensión cristiana del amor en las acciones cotidianas sencillas, en las relaciones familiares, superando divisiones e incomprensiones, cultivando la fe que hace todavía más firme la comunión. Que en el rico y variado mundo de la Universidad y de la cultura tampoco falte el testimonio del amor del que nos habla el Evangelio de hoy, con la capacidad de escucha atenta y de diálogo humilde en la búsqueda de la Verdad, seguros de que es la Verdad misma la que nos sale al encuentro y nos aferra. Deseo también alentar el esfuerzo, a menudo difícil, de quien está llamado a administrar el sector público: la colaboración para buscar el bien común y hacer que la ciudad sea cada vez más humana y habitable es una señal de que el pensamiento cristiano sobre el hombre nunca va contra su libertad, sino en favor de una mayor plenitud que sólo encuentra su realización en una "civilización del amor". A todos, en particular a los jóvenes, quiero decir que no pierdan nunca la esperanza, la que viene de Cristo resucitado, de la victoria de Dios sobre el pecado, sobre el odio y sobre la muerte.

La segunda lectura de hoy nos muestra precisamente el resultado final de la resurrección de Jesús: es la nueva Jerusalén, la ciudad santa, que desciende del cielo, de Dios, engalanada como una esposa ataviada para su esposo (cf. Ap 21, 2). Aquel que fue crucificado, que compartió nuestro sufrimiento, como nos recuerda también, de manera elocuente, la Sábana Santa, ha resucitado y nos quiere reunir a todos en su amor. Se trata de una esperanza estupenda, "fuerte", sólida, porque, como dice el libro del Apocalipsis: "(Dios) enjugará toda lágrima de sus ojos, y no habrá ya muerte ni habrá llanto, ni gritos ni fatigas, porque el mundo viejo ha pasado" (Ap 21, 4). ¿Acaso la Sábana Santa no comunica el mismo mensaje? En ella vemos reflejados como en un espejo nuestros padecimientos en los sufrimientos de Cristo: "Passio Christi. Passio hominis". Precisamente por esto la Sábana Santa es un signo de esperanza: Cristo afrontó la cruz para atajar el mal; para hacernos entrever, en su Pascua, la anticipación del momento en que para nosotros enjugará toda lágrima y ya no habrá muerte, ni llanto, ni gritos ni fatigas.

El pasaje del Apocalipsis termina con la afirmación: "Dijo el que está sentado en el trono: "Mira que hago un mundo nuevo"" (Ap 21, 5). Lo primero absolutamente nuevo realizado por Dios fue la resurrección de Jesús, su glorificación celestial, la cual es el inicio de toda una serie de "cosas nuevas", a las que pertenecemos también nosotros. "Cosas nuevas" son un mundo lleno de alegría, en el que ya no hay sufrimientos ni vejaciones, ya no hay rencor ni odio, sino sólo el amor que viene de Dios y que lo transforma todo.

Querida Iglesia que está en Turín, he venido entre vosotros para confirmaros en la fe. Deseo exhortaros, con fuerza y con afecto, a permanecer firmes en la fe que habéis recibido, que da sentido a la vida, que da fuerza para amar; a no perder nunca la luz de la esperanza en Cristo resucitado, que es capaz de transformar la realidad y hacer nuevas todas las cosas; a vivir de modo sencillo y concreto el amor de Dios en la ciudad, en los barrios, en las comunidades, en las familias: "Como yo os he amado, así amaos los unos a los otros".

 

Monición al Credo
Se dice Credo. Puede introducirse con la siguiente monición.
La noticia de la Pascua es el eje central que recorre y unifica los artículos del Credo. Confesemos nuestra fe.
 
Oración de los fieles (Año C)
Oremos al Señor, nuestro Dios. Él está siempre con nosotros.
- Por la Iglesia, morada de Dios con los hombres, para que, observando el mandamiento nuevo, sea en medio del mundo signo de esperanza de la nueva tierra que Cristo ha inaugurado. Roguemos al Señor.
- Por todos los que trabajan por un mundo mejor, para que la victoria de Cristo aliente sus esfuerzos. Roguemos al Señor.
- Por todos los que sufren, para que sean enjugadas las lágrimas de sus ojos. Roguemos al Señor.
- Por nosotros, aquí reunidos, para que, amándonos unos a otros, el mundo pueda reconocernos como discípulos de Cristo. Roguemos al Señor.
Concédenos, Padre nuestro, lo que te pedimos,
y haz que cumplamos el mandamiento nuevo de tu Hijo,
amándonos como él nos ha amado.
Por el mismo Jesucristo, nuestro Señor.

LITURGIA EUCARÍSTICA

Oración sobre las ofrendas
Oh, Dios, que nos haces partícipes de tu única y suprema divinidad
por el admirable intercambio de este sacrificio, 
concédenos alcanzar en una vida santa
la realidad que hemos conocido en ti.
Por Jesucristo, nuestro Señor.


Prefacio Pascual V
Cristo, sacerdote y víctima

En verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación
glorificarte siempre, Señor;
pero más que nunca exaltarte en este tiempo glorioso
en que Cristo, nuestra Pascua, ha sido inmolado.
Porque él, con la inmolación de su cuerpo en la cruz,
dio pleno cumplimiento a lo que anunciaban los antiguos sacrificios
y, ofreciéndose a sí mismo por nuestra salvación,
se manifestó, a la vez, como sacerdote, altar y víctima.
Por eso, con esta efusión de gozo pascual,
el mundo entero se desborda de alegría,
y también los coros celestiales, los ángeles y los arcángeles,
cantan el himno de tu gloria diciendo sin cesar:
Santo, Santo, Santo...


Antífona de comunión Cf. Jn 15, 1. 5

Yo soy la verdadera vid, y vosotros los sarmientos, dice el Señor; el que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante. Aleluya.

 
Oración después de la comunión

Asiste, Señor, a tu pueblo y haz que pasemos
del antiguo pecado a la vida nueva
los que hemos sido alimentados con los sacramentos del cielo.
Por Jesucristo, nuestro Señor.


Se puede utilizar la fórmula de la bendición solemne. Tiempo pascual


Dios, que por la resurrección de su Unigénito os ha redimido y adoptado como hijos, os llene de alegría con sus bendiciones.

R. Amén.

Y ya que por la redención de Cristo recibisteis el don de la libertad verdadera, por su bondad recibáis también la herencia eterna.

R. Amén.

Y, pues confesando la fe habéis resucitado con Cristo en el bautismo, por vuestras buenas obras merezcáis ser admitidos en la patria del cielo.

R. Amén.


Y la bendición de Dios todopoderoso,
Padre, Hijo + y Espíritu Santo,
descienda sobre vosotros y os acompañe siempre.

R. Amén.


Pensamientos para el Evangelio de hoy

«Ésta es la única salvación para nuestra carne y nuestra alma: la caridad para con ellos [enfermos, necesitados]» (San Gregorio Nacianceno).

«Lo esencial en estas palabras es el “nuevo fundamento” del ser que se nos ha dado. La novedad solamente puede venir del don de la comunión con Cristo, del vivir en Él» (Benedicto XVI).

«La voluntad de nuestro Padre es ‘que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento pleno de la verdad’ (1Tm 2,3-4). El ‘usa de paciencia, no queriendo que algunos perezcan’ (2Pe 3,9). Su mandamiento que resume todos los demás y que nos dice toda su voluntad es que ‘nos amemos los unos a los otros como él nos ha amado’ (Jn 13,34)» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 2.822).


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