02 de noviembre - JUEVES DE LA XXX SEMANA DEL TIEMPPO ORDINARIO, CONMEMORACIÓN DE TODOS LOS FIELES DIFUNTOS

 


  JUEVES DE LA XXX SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO,
  CONMEMORACIÓN DE TODOS LOS FIELES DIFUNTOS
  Oficio Propio de Difuntos, del Salterio
  (Liturgia de las Horas, Tomo IV: Oficio de Lecturas Laudes Tercia - 
  Sexta - Nona Vísperas - Completas)
 



PROGRAMA PARROQUIAL:
JUEVES, 02 DE NOVIEMBRE

PARROQUIA DEL CARMEN:

- Eucaristía de la Conmemoración de Todos los Fieles Difuntos (a las 18.30 h.).
 

PARROQUIA DE LOS DOLORES:

- Eucaristía de la Conmemoración de Todos los Fieles Difuntos (a las 19.30 h.).






NOTICIAS DE ACTUALIDAD






Portada

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DIRECTORIO SOBRE LA PIEDAD POPULAR Y LA LITURGIA

LOS SUFRAGIOS POR LOS DIFUNTOS

Sentido de los sufragios

251. En la muerte, el justo se encuentra con Dios, que lo llama a sí para hacerle partícipe de la vida divina. Pero nadie puede ser recibido en la amistad e intimidad de Dios si antes no se ha purificado de las consecuencias personales de todas sus culpas. "La Iglesia llama Purgatorio a esta purificación final de los elegidos, que es completamente distinta del castigo de los condenados. La Iglesia ha formulado la doctrina de la fe relativa al Purgatorio sobre todo en los Concilios de Florencia y de Trento".

De aquí viene la piadosa costumbre de ofrecer sufragios por las almas del Purgatorio, que son una súplica insistente a Dios para que tenga misericordia de los fieles difuntos, los purifique con el fuego de su caridad y los introduzca en el Reino de la luz y de la vida.

Los sufragios son una expresión cultual de la fe en la Comunión de los Santos. Así, "la Iglesia que peregrina, desde los primeros tiempos del cristianismo tuvo perfecto conocimiento de esta comunión de todo el Cuerpo Místico de Jesucristo, y así conservó con gran piedad el recuerdo de los difuntos, y ofreció sufragios por ellos, "porque santo y saludable es el pensamiento de orar por los difuntos para que queden libres de sus pecados" (2 Mac 12,46)". Estos sufragios son, en primer lugar, la celebración del sacrificio eucarístico, y después, otras expresiones de piedad como oraciones, limosnas, obras de misericordia e indulgencias aplicadas en favor de las almas de los difuntos.


Otros sufragios

255. La Iglesia ofrece el sacrificio eucarístico por los difuntos con ocasión, no sólo de la celebración de los funerales, sino también en los días tercero, séptimo y trigésimo, así como en el aniversario de la muerte; la celebración de la Misa en sufragio de las almas de los propios difuntos es el modo cristiano de recordar y prolongar, en el Señor, la comunión con cuantos han cruzado ya el umbral de la muerte. El 2 de Noviembre, además, la Iglesia ofrece repetidamente el santo sacrificio por todos los fieles difuntos, por los que celebra también la Liturgia de las Horas.

Cada día, tanto en la celebración de la Eucaristía como en las Vísperas, la Iglesia no deja de implorar al Señor con súplicas, para que dé a "los fieles que nos han precedido con el signo de la fe... y a todos los que descansan en Cristo, el lugar del consuelo, de la luz y de la paz".

Es importante, pues, educar a los fieles a la luz de la celebración eucarística, en la que la Iglesia ruega para que sean asociados a la gloria del Señor resucitado todos los fieles difuntos, de cualquier tiempo y lugar, evitando el peligro de una visión posesiva y particularista de la Misa por el "propio" difunto. La celebración de la Misa en sufragio por los difuntos es además una ocasión para una catequesis sobre los novísimos.

260. La piedad popular para con los difuntos se expresa de múltiples formas, según los lugares y las tradiciones.

- la novena de los difuntos como preparación y el octavario como prolongación de la Conmemoración del 2 de Noviembre; ambos se deben celebrar respetando las normas litúrgicas;

- la visita al cementerio; en algunas circunstancias se realiza de forma comunitaria, como en la Conmemoración de todos los fieles difuntos, al final de las misiones populares, con ocasión de la toma de posesión de la parroquia por el nuevo párroco; en otras se realiza de forma privada, como cuando los fieles se acercan a la tumba de sus seres queridos para mantenerla limpia y adornada con luces y flores; esta visita debe ser una muestra de la relación que existe entre el difunto y sus allegados, no expresión de una obligación, que se teme descuidar por una especie de temor supersticioso;

- la adhesión a cofradías y otras asociaciones, que tienen como finalidad "enterrar a los muertos" conforme a una visión cristiana del hecho de la muerte, ofrecer sufragios por los difuntos, ser solidarios y ayudar a los familiares del fallecido;

- los sufragios frecuentes, de los que ya se ha hablado, mediante limosnas y otras obras de misericordia, ayunos, aplicación de indulgencias y sobre todo oraciones, como la recitación del salmo De profundis, de la breve fórmula Requiem aeternam, que suele acompañar con frecuencia al Ángelus, el santo Rosario, la bendición de la mesa familiar.



SANTORAL DE HOY

Conmemoración de todos los fieles difuntos


Elogio: Conmemoración de todos los fieles difuntos. La Santa Madre Iglesia, después de su solicitud en celebrar con las debidas alabanzas la dicha de todos sus hijos bienaventurados en el cielo, se interesa ante el Señor en favor de las almas de cuantos nos precedieron con el signo de la fe y duermen en la esperanza de la resurrección, y por todos los difuntos desde el principio del mundo, cuya fe sólo Dios conoce, para que, purificados de toda mancha del pecado y asociados a los ciudadanos celestes, puedan gozar de la visión de la felicidad eterna.

Oración

Escucha, Señor, nuestras suplicas, para que, al confesar la resurrección de Jesucristo, tu Hijo, se afiance también nuestra esperanza de que todos tus hijos resucitarán. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén (oración litúrgica).


Otros santos de este día:

   San Victorino de Pettau, obispo y mártir  

Conmemoración de san Victorino, obispo de Pettau, en Panonia, que redactó múltiples escritos para explicar los libros de la Sagrada Biblia y fue coronado con el martirio en la persecución desencadenada por Diocleciano.

   San Justo de Trieste, mártir  

En Trieste, de Istria, san Justo, mártir.

   Santos Carterio, Estiriaco, Tobías, Eudoxio, Agapio y compañeros, mártires

En Sebaste, de Armenia, santos Carterio, Estiriaco, Tobías, Eudoxio, Agapio y compañeros mártires, que, siendo soldados, en tiempo del emperador Licinio fueron arrojados a las llamas por permanecer en la fe de Cristo, según nos refiere la tradición.

   Santos Acindino, Pegasio, Aftonio, Epidíforo, Anempodisto y muchos compañeros, mártires  

En Persia, santos Acindino, Pegasio, Aftonio, Epidíforo, Anempodisto y muchos compañeros mártires, que, según se cuenta, padecieron durante el reinado de Sapor II.

   San Marciano de Siria, eremita  

Conmemoración de san Marciano, eremita, que, nacido en Cirro, se retiró al desierto de Calcedonia, y allí, viviendo en una estrechísima caseta, sólo por la tarde se alimentaba de una módica cantidad de pan y agua, pero poniendo por delante del ayuno el amor fraterno.

   San Ambrosio, abad

En el monasterio de Agauno, entre los helvecios, san Ambrosio, abad, que, primeramente padre del monasterio de la isla Bárbara, cerca de Lyon, fue luego trasladado a Agauno por su ejemplar observancia religiosa, y allí estableció la práctica de la alabanza perpetua.

   San Domnino de Vienne, obispo

En Vienne, de la Galia Lugdunense, san Domnino, obispo, que se dedicó a la redención de los cautivos.

   Santa Winefrida, virgen  

Junto a la fuente de Holywell, en Cambria, santa Winefrida, virgen, a la que se venera como monja eximia.

   San Jorge de Vienne, obispo

En Vienne, de Burgundia, san Jorge, obispo.

   San Malaquías de Down y Connor, obispo  

En el monasterio de Clairvaux, en la Borgoña, sepultura de san Malaquías, obispo de Down y Connor, en Irlanda, que restauró allí la vida de la Iglesia, y cuando se dirigía a Roma, en dicho monasterio, y en presencia del abad san Bernardo, entregó su espíritu al Señor.

   Beata Margarita de Lorena, religiosa  

En Argentan, de Normandía, en Francia, beata Margarita de Lorena, que primero fue duquesa de Alençon, y al quedar viuda, abrazó la vida religiosa en un monasterio de Clarisas que ella misma había edificado.

   Beato Juan Bodey, mártir  

En Andover, en el condado inglés de Hampshire, beato Juan Bodey, mártir, que, siendo maestro de escuela, por no aceptar la autoridad de la reina Isabel I en los asuntos espirituales, murió ahorcado y descuartizado.

   Beato Pío de San Luis Campidelli, religioso  

En Casale, de la provincia de Flaminia, en Italia, beato Pío de San Luis Campidelli, religioso pasionista, el cual, siendo joven y víctima de cruel enfermedad, se conformó totalmente a la divina voluntad.


LITURGIA DE HOY

Conmemoración de todos los fieles difuntos. La santa Madre Iglesia, después de su solicitud para celebrar con las debidas alabanzas la dicha de todos sus hijos bienaventurados en el cielo, se interesa ante el Señor en favor de las almas de cuantos nos precedieron con el signo de la fe y duermen en la esperanza de la resurrección, y por todos los difuntos desde el principio del mundo, cuya fe solo Dios conoce, para que, purificados de toda mancha de pecado y asociados a los ciudadanos celestes, puedan gozar de la visión de la felicidad eterna (elog. del Martirologio Romano).

 

Misa de la conmemoración (morado).

MISAL: ants. y oracs. props. (3 formularios a libre elección del celebrante), Pf. de difuntos. No se puede decir la PE IV.

LECC.: vol. IV. Se toman dos lecturas de las misas de difuntos.

* Todos los sacerdotes pueden celebrar tres misas; pero solo se puede recibir un estipendio; la segunda se debe aplicar por el sufragio de todos los fieles difuntos, la tercera por las intenciones del Sumo Pontífice.

* Los fieles que hayan recibido la comunión en una misa pueden recibirla otra vez, solamente dentro de la celebración eucarística en la que participe (c. 917).

* Hoy no se permiten otras celebraciones, excepto la misa exequial.

Liturgia de las Horas: oficio propio.

Martirologio: elogs. del 3 de noviembre, pág. 647.

 

RITOS INICIALES

Monición de entrada

Conmemoramos hoy en nuestra celebración a todos los fieles difuntos. La Iglesia intercede ante el Señor por cuantos nos precedieron en la fe y duermen en la esperanza de la resurrección; también ora por todos los difuntos desde el principio del mundo, cuya fe sólo Dios conoce, para que, purificados de todo pecado, puedan gozar de la eterna bienaventuranza.

 

Antífona de entrada Cf. 4 Esd 2, 34-35

Señor, dales el descanso eterno y brille sobre ellos la luz eterna.


Oración colecta
Oh, Dios, gloria de los fieles y vida de los justos,
los redimidos por la muerte y resurrección de tu Hijo,
te pedimos que acojas con bondad a tus siervos difuntos,
para que quienes profesaron el misterio de nuestra resurrección
merezcan alcanzar los gozos de la eterna bienaventuranza.
Por nuestro señor Jesucristo.

LITURGIA DE LA PALABRA  

(Opción 1)
PRIMERA LECTURA
¿Quién nos separará del amor de Cristo?

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos Rm 31b-35. 37-39
HERMANOS:
Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? El que no se reservó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará todo con él? ¿Quién acusará a los elegidos de Dios? Dios es el que justifica. ¿Quién condenará? ¿Acaso Cristo Jesús, que murió, más todavía, resucitó y está a la derecha de Dios y que además intercede por nosotros? ¿Quién nos separará del amor de Cristo?, ¿la tribulación?, ¿la angustia?, ¿la persecución?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿el peligro?, ¿la espada?;
Pero en todo esto vencemos de sobra gracias a aquel que nos ha amado. Pues estoy convencido de que ni muerte, ni vida, ni ángeles, ni principados, ni presente, ni futuro, ni potencias, ni altura, ni profundidad, ni ninguna otra criatura podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, nuestro Señor.
Palabra de Dios.


SALMO RESPONSORIAL (Sal 114, 5. 6; 115, 10-11. 15-16a y c [R.: 114, 9])

R. Caminaré en presencia del Señor en el país de los vivos.

V. El Señor es benigno y justo,
nuestro Dios es compasivo;
el Señor guarda a los sencillos:
estando yo sin fuerzas, me salvó.

R. Caminaré en presencia del Señor en el país de los vivos.

V. Tenía fe, aun cuando dije:
«¡Qué desgraciado soy!».
Yo decía en mi apuro:
«Los hombres son unos mentirosos».

R. Caminaré en presencia del Señor en el país de los vivos.

V. Mucho le cuesta al Señor
la muerte de sus fieles.
Señor, yo soy tu siervo,
rompiste mis cadenas.

R. Caminaré en presencia del Señor en el país de los vivos.

Aleluya Jn 11, 25-26

R/. Aleluya, aleluya, aleluya.
V/. Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá;
y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. R/.


EVANGELIO
Deseo que estén conmigo donde yo estoy

╬ Lectura del santo Evangelio según San Juan Jn 17, 24-26
EN AQUEL TIEMPO, Jesús, levantando los ojos del cielo, oró diciendo:
«Padre, este es mi deseo: que los que me has dado estén conmigo donde yo estoy y contemplen mi gloria, la que me diste, porque me amabas, antes de la fundación del mundo.
Padre justo, si el mundo no te ha conocido, yo te he conocido, y estos han conocido que tú me enviaste. Les he dado a conocer y les daré a conocer tu nombre, para que el amor que me tenías esté en ellos, y yo en ellos».
Palabra del Señor.


(Opción 2)

PRIMERA LECTURA

Lectura del libro de las Lamentaciones 3,17-26
ME HAN arrancado la paz, y ni me acuerdo de la dicha; me digo: «Se me acabaron las fuerzas y mi esperanza en el Señor.» Fíjate en mi aflicción y en mi amargura, en la hiel que me envenena; no hago más que pensar en ello y estoy abatido. Pero hay algo que traigo a la memoria y me da esperanza: que la misericordia del Señor no termina y no se acaba su compasión: antes bien, se renuevan cada mañana: ¡qué grande es tu fidelidad! El Señor es mi lote, me digo, y espero en él. El Señor es bueno para los que en él esperan y lo buscan; es bueno esperar en silencio la salvación del Señor.

Palabra de Dios.

 
Salmo responsorial Sal 129,1-2.3-4.5-6.7-8
 
R/. Desde lo hondo a ti grito, Señor.
V/. Desde lo hondo a ti grito, Señor;
Señor, escucha mi voz;
estén tus oídos atentos
a la voz de mi súplica. R/.
V/. Si llevas cuenta de los delitos, Señor,
¿Quién podrá resistir?
Pero de ti procede el perdón
y así infundes respeto. R/.
V/. Mi alma espera en el Señor,
espera en su palabra;
mi alma aguarda al Señor,
más que el centinela la aurora. R/.
V/. Aguarde Israel al Señor,
como el centinela la aurora;
porque del Señor viene la misericordia,
la redención copiosa. R/.
V/. Y él redimirá a Israel
de todos sus delitos. R/.

EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san Juan 14,1-6
EN AQUEL TIEMPO, dijo Jesús a sus discípulos: «Que no tiemble vuestro corazón; creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas estancias; si no fuera así, ¿os habría dicho que voy a prepararos sitio? Cuando vaya y os prepare sitio, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo, estéis también vosotros. Y adonde yo voy, ya sabéis el camino.»
Tomás le dice: «Señor, no sabemos adonde vas, ¿cómo podemos saber el camino?»
Jesús le responde: «Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie va al Padre sino por mí.»
Palabra del Señor.

Audio y comentario del Evangelio de hoy

Audio y comentario del Evangelio de hoy


SANTA MISA POR LOS DIFUNTOS Y ORACIÓN EN EL CEMENTERIO

Homilía del Santo Padre Francisco

Capilla del Camposanto Teutónico. Lunes, 2 de noviembre de 2020

Job derrotado, o mejor dicho, acabado en su existencia, a causa de la enfermedad, con la piel desgarrada, casi a punto de morir, casi sin carne, Job tiene una certeza y dice: «Bien sé yo que mi Defensor está vivo, y que él, el último, se levantará sobre la tierra» (Jb 19,25). Cuando Job está más hundido, en lo peor, hay un abrazo de luz y calor que le asegura: «Yo, sí, yo mismo le veré, le mirarán mis ojos, no los de otro» (Jb 19,27).

Esta certeza, en el momento preciso, casi el último de la vida, es la esperanza cristiana. Una esperanza que es un regalo: no nos pertenece. Es un don que debemos pedir: “Señor, dame esperanza”. Hay tantas cosas malas que nos llevan a desesperar, a creer que todo será una derrota final, que después de la muerte no habrá nada... Y la voz de Job vuelve, vuelve: «Bien sé yo que mi Defensor está vivo, y que él, el último, se levantará sobre la tierra [...] Yo mismo le veré» con estos ojos.

«La esperanza no falla» (Rm 5,5), nos dice Pablo. La esperanza nos atrae y da sentido a nuestras vidas. No veo el más allá, pero la esperanza es el don de Dios que nos atrae hacia la vida, hacia la alegría eterna. La esperanza es un ancla que tenemos al otro lado, y nosotros, aferrándonos a la cuerda, nos sostenemos (cf. Hb 6,18-20). “Sé que mi Redentor vive y lo veré".” Y esto, hay que repetirlo en los momentos de alegría y en los malos momentos, en los momentos de muerte, digámoslo así.

Esta certeza es un don de Dios, porque nosotros nunca podremos alcanzar la esperanza con nuestras propias fuerzas. Tenemos que pedirla. La esperanza es un don gratuito que nunca merecemos: se nos da, se nos regala. Es gracia.

Y después, el Señor la confirma, esta esperanza que no falla: «Todo lo que me dé el Padre vendrá a mí» (Jn 6,37). Este es el propósito de la esperanza: ir a Jesús. Y «al que venga a mí no lo echaré fuera, porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado« (Jn 6,37-38). El Señor que nos recibe allí, donde está el ancla. La vida en esperanza es vivir así: aferrados, con la cuerda en la mano, con fuerza, sabiendo que el ancla está ahí. Y esta ancla no falla, no falla.

Hoy, pensando en los muchos hermanos y hermanas que se han ido, nos hará bien mirar los cementerios y mirar hacia arriba. Y repetir, como Job: “Sé que mi Redentor vive, y yo mismo le veré, le mirarán mis ojos, no los de otro”. Y esta es la fuerza que nos da la esperanza, este don gratuito que es la virtud de la esperanza. Que el Señor nos la dé a todos.

 

Del Catecismo de la Iglesia Católica

958 La comunión con los difuntos. "La Iglesia peregrina, perfectamente consciente de esta comunión de todo el Cuerpo místico de Jesucristo, desde los primeros tiempos del cristianismo honró con gran piedad el recuerdo de los difuntos y también ofreció por ellos oraciones `pues es una idea santa y provechosa orar por los difuntos para que se vean libres de sus pecados' (2M 12, 45)" (LG 50). Nuestra oración por ellos puede no solamente ayudarles sino también hacer eficaz su intercesión en nuestro favor.


La purificación final o Purgatorio

1030 Los que mueren en la gracia y en la amistad de Dios, pero imperfectamente purificados, aunque están seguros de su eterna salvación, sufren después de su muerte una purificación, a fin de obtener la santidad necesaria para entrar en la alegría del cielo.

1031 La Iglesia llama Purgatorio a esta purificación final de los elegidos que es completamente distinta del castigo de los condenados. La Iglesia ha formulado la doctrina de la fe relativa al Purgatorio sobre todo en los Concilios de Florencia (cf. DS 1304) y de Trento (cf. DS 1820: 1580). La tradición de la Iglesia, haciendo referencia a ciertos textos de la Escritura (por ejemplo 1Co 3, 15; 1P 1, 7) habla de un fuego purificador:

"Respecto a ciertas faltas ligeras, es necesario creer que, antes del juicio, existe un fuego purificador, según lo que afirma Aquél que es la Verdad, al decir que si alguno ha pronunciado una blasfemia contra el Espíritu Santo, esto no le será perdonado ni en este siglo, ni en el futuro (Mt 12, 31). En esta frase podemos entender que algunas faltas pueden ser perdonadas en este siglo, pero otras en el siglo futuro" (San Gregorio Magno, dial. 4, 39).

1032 Esta enseñanza se apoya también en la práctica de la oración por los difuntos, de la que ya habla la Escritura: "Por eso mandó [Judas Macabeo] hacer este sacrificio expiatorio en favor de los muertos, para que quedaran liberados del pecado" (2M 12, 46). Desde los primeros tiempos, la Iglesia ha honrado la memoria de los difuntos y ha ofrecido sufragios en su favor, en particular el sacrificio eucarístico (cf. DS 856), para que, una vez purificados, puedan llegar a la visión beatífica de Dios. La Iglesia también recomienda las limosnas, las indulgencias y las obras de penitencia en favor de los difuntos:

"Llevémosles socorros y hagamos su conmemoración. Si los hijos de Job fueron purificados por el sacrificio de su Padre (cf. Jb 1, 5), ¿por qué habríamos de dudar de que nuestras ofrendas por los muertos les lleven un cierto consuelo? No dudemos, pues, en socorrer a los que han partido y en ofrecer nuestras plegarias por ellos" (San Juan Crisóstomo, hom. in 1Co 41, 5).


Sufragios por los difuntos

1371 El sacrificio eucarístico es también ofrecido por los fieles difuntos "que han muerto en Cristo y todavía no están plenamente purificados" (Cc. de Trento: DS 1743), para que puedan entrar en la luz y la paz de Cristo:

"Enterrad este cuerpo en cualquier parte; no os preocupe más su cuidado; solamente os ruego que, dondequiera que os hallareis, os acordéis de mi ante el altar del Señor" (S. Mónica, antes de su muerte, a S. Agustín y su hermano; Conf. 9, 9, 27).

"A continuación oramos (en la anáfora) por los santos padres y obispos difuntos, y en general por todos los que han muerto antes que nosotros, creyendo que será de gran provecho para las almas, en favor de las cuales es ofrecida la súplica, mientras se halla presente la santa y adorable víctima… Presentando a Dios nuestras súplicas por los que han muerto, aunque fuesen pecadores, … presentamos a Cristo inmolado por nuestros pecados, haciendo propicio para ellos y para nosotros al Dios amigo de los hombres" (s. Cirilo de Jerusalén, Cateq. Mist. 5, 9. 10).

1479 Puesto que los fieles difuntos en vía de purificación son también miembros de la misma comunión de los santos, podemos ayudarles, entre otras formas, obteniendo para ellos indulgencias, de manera que se vean libres de las penas temporales debidas por sus pecados.

* * * * *

Después de haber saboreado un poco lo que es el Cielo, vamos a valorar lo que es el Purgatorio.

En una charla de octubre de 1963, la Madre Trinidad de la Santa Madre Iglesia presenta el Purgatorio como lugar del desamor:

"Aquí en la tierra, como tenemos tantos velos, como estamos tan torcidos y no poseemos la luz infusa del Purgatorio, estamos inconscientes; allí la inconsciencia se terminó; allí estaremos en una consciencia completa de nuestra maldad, de nuestras ofensas. Allí veremos la importancia que tuvo cada cosa y tambièn la intención que tuvo...

Estoy en este lugar por no haber amado al Señor como Él me pidió. Estoy en el lugar de los desamorados. ¡He sido un desamorado!

Un aspecto iluminador de la hondura de la purificación será éste: Le he quitado gloria a Dios y no la puedo recuperar, no puedo adelantar nada, estoy sufriendo sin ganar mérito alguno".

Ha terminado el tiempo de merecer y por esto en el Purgatorio se purifica la falta de amor, pero no se crece en el amor. Nos quedamos en el grado de amor que tenemos en el momento de la muerte. Si tenía que tener 100 grados de amor y he muerto con 80 grados, purificaré los 20 grados que me faltan, pero me quedaré eternamente con 80.

Por la gloria de Dios, por mi felicidad eterna y la felicidad eterna de los bienaventurados no me puedo permitir el lujo de ir al Purgatorio. Allí sólo purifico, pero no puedo ya crecer; con la muerte terminó la posibilidad de ello.


Oración de los fieles
Nuestro Dios es el Dios de la vida, el Dios de los vivos. Oremos confiadamente.
1.- Por toda la familia santa de Dios, para que viva en la esperanza de la futura resurrección. Roguemos al Señor.
2.- Por los que se sienten desolados por la muerte de personas queridas, para que los consuele la certeza de haber sido creados por amor. Roguemos al Señor.
3.- Por los que entregaron su vida generosamente por amor a los demás, para que Dios los haga gozar de su presencia. Roguemos al Señor.
4.- Por los que han muerto violentamente a causa de la guerra, el terrorismo, el odio, la venganza y los accidentes de tráfico, para que sean acogidos por el Príncipe de la Paz. Roguemos al Señor.
5.- Por los miembros de nuestras familias, amigos y bienhechores difuntos, a quienes hoy particularmente recordamos, para que estén con Cristo, a cuya imagen fueron creados. Roguemos al Señor.
Concede, Señor, a los que han muerto
el perdón y la plenitud de la vida;
y a nosotros vivir en la fe y la esperanza
de nuestra resurrección en Cristo.
Te lo pedimos por el mismo Jesucristo.

LITURGIA EUCARÍSTICA

Oración sobre las ofrendas

ACEPTA en tu bondad nuestras ofrendas, Señor,
para que tus siervos difuntos
sean recibidos en la gloria con tu Hijo,
a quien nos unimos
por este gran sacramento de piedad.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Prefacio de difuntos


Antífona de comunión Cf. Jn 11, 25-26
Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá, y el que está vivo y cree en mí no morirá para siempre, dice el Señor.

Oración después de la comunión
TE pedimos, Señor,
que tus siervos difuntos,
por quienes hemos celebrado el Misterio pascual,
lleguen a la mansión de la luz y de la paz.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Bendición solemne

Dios,
fuente de todo consuelo,
que con amor inefable creó al hombre
y en la resurrección de su Hijo ha dado a los creyentes
la esperanza de resucitar,
derrame sobre vosotros su bendición
R./ Amén.
Él conceda el perdón de toda culpa
a los que aún vivimos en el mundo,
y otorgue a los que han muerto
el lugar de la luz y de la paz.
R./ Amén.
Y que Dios os conceda vivir eternamente felices con Cristo,
al que proclamamos resucitado de entre los muertos.
R./ Amén.

Y la bendición de Dios todopoderoso,
Padre, Hijo † y Espíritu Santo,
descienda sobre vosotros y os acompañe siempre.
R./ Amén.

Pensamientos para el Evangelio de hoy

«¿Por qué habríamos de dudar de que nuestras ofrendas por los muertos les lleven un cierto consuelo? No dudemos, pues, en socorrer a los que han partido y en ofrecer nuestras plegarias por ellos» (San Juan Crisóstomo).

«¡Seremos finalmente revestidos de la alegría, de la paz y del amor de Dios en modo completo, sin ningún límite, y estaremos cara a cara con Él! ¡Es bello pensar esto! Pensar en el cielo es bello. ¡Da fuerza al alma!» (Francisco).

«La comunión con los difuntos. La Iglesia peregrina, perfectamente consciente de esta comunión de todo el Cuerpo místico de Jesucristo, desde los primeros tiempos del cristianismo, honró con gran piedad el recuerdo de los difuntos y también ofreció por ellos oraciones, pues es una idea santa y provechosa orar por los difuntos para que se vean libres de sus pecados. Nuestra oración por ellos puede no solamente ayudarles sino también hacer eficaz su intercesión en nuestro favor» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 958).


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