15 de junio - DOMINGO DE LA X SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO, SANTÍSIMA TRINIDAD (CICLO C), solemnidad






  DOMINGO DE LA X SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO,
  SANTÍSIMA TRINIDAD (CICLO C), solemnidad 
  Oficio propio de la Santísima Trinidad del Salterio
  (Liturgia de las Horas, Tomo III: Oficio de Lecturas Laudes - Tercia - Sexta -  Nona Vísperas - Completas)
 



PROGRAMA PARROQUIAL:
DOMINGO 15 DE JUNIO

PARROQUIA DEL CARMEN:

- Eucaristía del Domingo de la X Semana del Tiempo Ordinario: Solemnidad de la Santísima Trinidad (a las 19.00 h.)

PARROQUIA DE LOS DOLORES:

- Eucaristía del Domingo de la X Semana del Tiempo Ordinario: Solemnidad de la Santísima Trinidad (a las 20.00 h.)


 Hoy no haremos la transmisión



DIRECTORIO SOBRE LA PIEDAD POPULAR Y LA LITURGIA

La solemnidad de la santísima Trinidad

157. El domingo siguiente a Pentecostés la Iglesia celebra la solemnidad de la santísima Trinidad. En la baja Edad Media, la devoción creciente de los fieles al misterio de Dios Uno y Trino, que desde la época carolingia tenía un lugar importante en la piedad privada y había dado origen a expresiones de piedad litúrgica, indujo a Juan XXII a extender en 1334 la fiesta de la Trinidad a toda la Iglesia latina. Este acontecimiento tuvo, a su vez, un influjo determinante en la aparición y desarrollo de algunos ejercicios de piedad.

Respecto a la piedad popular a la Santísima Trinidad, "el misterio central de la fe y de la vida cristiana", no es cuestión tanto de recordar tal o cual ejercicio de piedad, sino de subrayar que toda forma auténtica de piedad cristiana debe hacer referencia al verdadero y solo Dios Uno y Trino, "el Padre omnipotente y su Hijo unigénito y el Espíritu Santo". Tal es el misterio de Dios, el que se nos ha revelado en Cristo y por medio de Él. Tal es su manifestación en la historia de la salvación. Esta no es otra cosa que "la historia del camino y los medios por los cuales el Dios verdadero y único, Padre, Hijo y Espíritu Santo, se revela, reconcilia consigo a los hombres, apartados por el pecado, y se une con ellos".

En efecto, son numerosos los ejercicios de piedad que tienen una impronta y una dimensión trinitaria. La mayor parte de ellos comienza con el signo de la cruz y "en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo", la misma fórmula con la que son bautizados los discípulos de Jesús (cfr. Mt 28,19) y comienzan una vida de intimidad con Dios, como hijos del Padre, hermanos del Hijo encarnado, templos del Espíritu. Otros ejercicios de piedad emplean fórmulas similares a la actual Liturgia de las Horas, y comienzan dando "Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo". Otros concluyen con la bendición impartida en el nombre de las tres Personas divinas. Y no son pocos los ejercicios de piedad cuyas oraciones, siguiendo el esquema característico de la oración litúrgica, se dirigen "al Padre por Cristo en el Espíritu" y presentan formulas doxológicas inspiradas en los textos litúrgicos.

158. Como ya se ha dicho en la Primera Parte del presente Directorio, la vida cultual es un diálogo de Dios con el hombre, por Cristo, en el Espíritu Santo. Por esto, es necesario que el aspecto trinitario sea un elemento constante, también en la piedad popular. Tiene que quedar claro a los fieles que los ejercicios de piedad en honor de la Santísima Virgen, de los Ángeles y de los Santos, tienen como término al Padre, del que todo procede y al que todo conduce; al Hijo, encarnado, muerto, resucitado, único mediador (cfr. 1 Tim 2,5) sin el cual es imposible tener acceso al Padre (Jn 14,6); al Espíritu, única fuente de gracia y de santificación. Es importante evitar el peligro de alimentar la idea de una "divinidad" que prescinda de las Personas Divinas.

159. Entre los ejercicios de piedad dedicados directamente a Dios Trino y Uno hay que recordar, junto con la pequeña doxología (Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo...) y la gran doxología (Gloria a Dios en el cielo...), el Trisagio bíblico (Santo, Santo, Santo) y litúrgico (Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal, ten piedad de nosotros), muy difundido en Oriente y también en algunos países, órdenes y congregaciones de Occidente.

El Trisagio litúrgico, que se inspira en otros cantos litúrgicos basados en el Trisagio bíblico – como el Santo en la celebración de la Eucaristía, el himno Te Deum, los improperios del rito de la adoración de la Cruz, el Viernes Santo, derivados a su vez de Isaías 6,3 y de Apocalipsis 4,8 – es un ejercicio de piedad en el que los que oran, en comunión con los ángeles, glorifican repetidamente a Dios Santo, Fuerte e Inmortal, con expresiones de alabanza tomadas de la Sagrada Escritura y de la Liturgia.



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ADORACIÓN PERPETUA

DEL STMO. SACRAMENTO EN VIVO

Parroquia Ntra. Sra. de la Merced
Instituto del Verbo Encarnado
Capilla "San Ignacio de Loyola"
(Manresa, España)



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"Todo el que por mí deja casa, hermanos o hermanas, padre o madre, hijos o tierras, recibirá cien veces más y heredará la vida eterna" (Mt 19,29)

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Homilía del Papa León XIV 
(Solemnidad de la Santísima Trinidad, 15.06.2025)







Homilía del Domingo X Semana del T.O
 
del P. Santiago Martín
(Solemnidad de la Santísima Trinidad,15.06.2025)



Homilía del Domingo X Semana del T.O.
(15.06.2025)





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SANTORAL DE HOY

El santo del día en 1 minuto:


 

   San Amós, santo del AT

Conmemoración de san Amós, profeta, que, siendo pastor en Tecoa, y cuidador de sicómoros, fue enviado por Dios a los hijos de Israel para reafirmar su justicia y santidad divinas contra las abominaciones. († c. s. VIII a.C.)

   San Esiquio, mártir   

En Silistra, lugar de Mesia, san Esiquio, soldado, que fue detenido junto con san Julio, y después de él obtuvo, bajo el prefecto Máximo, la corona del martirio. († 302)

   San Vito, mártir

En Lucania, san Vito, mártir. († s. inc.)

   San Abrahán de Clermont, monje   

En Auvernia, en Aquitania, san Abrahán, monje, el cual, nacido a orillas del río Éufrates, se dirigió a Egipto para visitar a los eremitas, pero, detenido por los paganos, estuvo encarcelado durante cinco años. Más tarde, viajando a la Galia, se estableció entre los arvernios y se retiró al monasterio de Saint-Cyr, donde murió ya muy anciano. († 480)

   San Landelino, abad   

En Saint-Crespin, en Hainaut, san Landelino, abad, que, convertido por san Autberto de una vida de latrocinio al ejercicio de la virtud, fundó el monasterio de Lobbes y, seguidamente, el de Saint-Crespin, donde terminó piadosamente sus días. († c. 686)

   San Lotario de Séez, obispo

En Séez, lugar de Neustria, san Lotario, obispo, que, depuesto de sus funciones, se afirma que esperó su final viviendo como ermitaño. († 756)

   Santa Benilde, mártir   

En Córdoba, en la región hispánica de Andalucía, santa Benilde, mártir, que, ya anciana, encontró la muerte en la persecución desencadenada por los sarracenos. († 853)

   San Bernardo de Menthone, monje y presbítero   

En Mont-Joux, en Valais, san Bernardo de Menthone, presbítero, que, canónigo y arcediano de Aosta, durante muchos años habitó en las cumbres de los Alpes, donde construyó un renombrado monasterio y, para acoger a los viajeros, también dos refugios que llevan aún su nombre. († 1081)

   San Isfrido de Ratzeburg, obispo   

En Ratzeburg, de Holstein, en Germania, san Isfrido, obispo, quien, manteniendo la observancia de vida de los canónigos premonstratenses, trabajó en la conversión de los vendos. († 1204)

   Beato Tomás Scryven, monje mártir   

En Londres, en Inglaterra, beato Tomás Scryven, mártir, monje de la Cartuja de esta ciudad, que en tiempo del rey Enrique VIII fue encarcelado por su fidelidad a la Iglesia católica, y alcanzó la corona del martirio al morir de hambre en prisión. († 1537)

   Beatos Pedro Snow y Rodolfo Grimston, mártires   

En York, también en Inglaterra, beatos mártires Pedro Snow, presbítero, y Rodolfo Grimston, los cuales, reinando Isabel I, fueron condenados a muerte y subieron juntos al patíbulo, el primero por ser sacerdote, y el segundo, por haber intentado liberarle. († 1598)

   Santa Germana, virgen

En Pibrac, en la región de Toulouse, santa Germana, virgen, que, hija de padres desconocidos, desde niña fue sometida a una vida servil pese a sus enfermedades, pero todo lo aguantó con ánimo decidido y rostro risueño, hasta fallecer con sólo veintidós años. († 1601)

   San Luis María Palazzolo, presbítero y fundador   

En Bérgamo, ciudad de Italia, san Luis María Palazzolo, presbítero, que fundó la Congregación de Hermanitas de los Pobres y la de Hermanos de la Sagrada Familia. († 1886)

   Santa Bárbara Cui Lianzhi, mártir   

Cerca de la ciudad de Liushuitao, en el territorio de Qianshengzhuang, en la provincia china de Hebei, santa Bárbara Cui Lianzhi, mártir, que habiendo presenciado la muerte de su hijo, de noche escapó para salvarse, pero detenida por los enemigos de los cristianos, fue sometida a crueles torturas hasta que murió. († 1900)

   Beata Albertina Berkenbrock, virgen y mártir   

En Saõ Luís, Imaruí, Brasil, beata Albertina Berkenbrock, virgen y mártir. († 1931)

   Beato Clemente Vismara, presbítero   

EN Mong Ping, Myanmar, beato Clemente Vismara, presbítero del Pontificio Instituto para las Misiones Extranjeras, que por su trabajo apostólico y social en favor del pueblo birmano mereció ser llamado "Patriarca de Birmania". († 1988)


LITURGIA DE HOY

Solemnidad de la Santísima e indivisa Trinidad, en la que confesamos y veneramos al único Dios en la Trinidad de personas, y la Trinidad de personas en la unidad de Dios (elog. del Martirologio Romano).

Misa de la solemnidad (blanco).

MISAL: ants. y oracs. props., Gl., Cr., Pf. prop. No se puede decir la PE IV.

LECC.: vol. I (C).

- Prov 8, 22-31. Antes de que la tierra existiera, la Sabiduría fue engendrada.

- Sal 8. R. ¡Señor, Dios nuestro, qué admirable es tu nombre en toda la tierra!

- Rom 5, 1-5. A Dios, por medio de Cristo, en el amor derramado por el Espíritu.

- Jn 16, 12-15. Lo que tiene el Padre es mío. El Espíritu recibirá y tomará de lo mío y os lo anunciará.

La Biblia narra el misterio del amor de Dios, un amor que es comunión de amor y vida, y que se manifiesta a través de las tres divinas personas. La sabiduría de Dios desde el principio es imagen del Verbo, nacido del Padre antes de todos los siglos. Y este Verbo, o Palabra de Dios que actúa, se hace hombre, y es Jesucristo, nuestro hermano mayor que nos lleva hasta Dios a través del amor derramado en nuestros corazones, el Espíritu Santo. Este Espíritu que nos guía procede del Padre y del Hijo y es igualmente Dios, y a través de la fe y de la vida sacramental nos introduce en la comunión de amor que es la Trinidad divina.

- JORNADA PRO ORANTIBUS (dependiente de la CEE, obligatoria): Liturgia del día, alusión en la mon. de entrada y en la hom., intención en la orac. univ.

- Del Domingo XI del tiempo ordinario, nada.

- Hoy no se permiten otras celebraciones, tampoco la misa exequial.

Liturgia de las Horas: oficio de la solemnidad. Te Deum. Comp. Dom. II.

Martirologio: elogs. del 16 de junio, pág. 366.




RITOS INICIALES

Contemplamos hoy de manera especial el misterio de Dios. La 1 lect. de hoy nos habla de la sabiduría de Dios, que antes de existir el mundo ya había sido engendrada: el Verbo, nacido del Padre antes de todos los siglos. Ese Hijo, hecho hombre, es Jesucristo, nuestro mediador en el camino hacia Dios, en el amor derramado en nuestros corazones, el Espíritu Santo (2 lect.). Ese Espíritu nos guía hacia la verdad plena. Procede del Padre y del Hijo y es igualmente Dios; y por el don de la fe y los sacramentos nos introduce en la vida trinitaria (Ev.). Una vida que se acrecienta cada domingo en nosotros cuando nos sentamos a la mesa de la Santísima Trinidad, la eucaristía, hasta que pasemos al banquete eterno del cielo, en el que alcanzaremos la plenitud de la contemplación y del gozo del Dios uno y trino.

Antífona de entrada
Bendito sea Dios Padre y el Hijo unigénito de Dios y el Espíritu Santo, porque ha tenido misericordia de nosotros.
Se dice Gloria.

Oración colecta
DIOS Padre,
que, al enviar al mundo
la Palabra de la verdad
y el Espíritu de la santificación,
revelaste a los hombres tu admirable misterio,
concédenos, al profesar la fe verdadera,
reconocer la gloria de la eterna Trinidad
y adorar la Unidad en su poder y grandeza.
Por nuestro Señor Jesucristo.

LITURGIA DE LA PALABRA

PRIMERA LECTURA
Antes de que la tierra existiera, la Sabiduría fue engendrada

Lectura del libro de los Proverbios 8, 22-31

ESTO DICE la Sabiduría de Dios:
«El Señor me creó al principio de sus tareas,
al comienzo de sus obras antiquísimas.
En un tiempo remoto fui formada,
antes de que la tierra existiera.
Antes de los abismos fui engendrada,
antes de los manantiales de las aguas.
Aún no estaban aplomados los montes,
antes de las montañas fui engendrada.
No había hecho aún la tierra y la hierba,
ni los primeros terrones del orbe.
Cuando colocaba los cielos, allí estaba yo;
cuando trazaba la bóveda sobre la faz del abismo;
cuando sujetaba las nubes en la altura,
y fijaba las fuentes abismales;
cuando ponía un límite al mar,
cuyas aguas no traspasan su mandato;
cuando asentaba los cimientos de la tierra,
yo estaba junto a él, como arquitecto,
y día tras día lo alegraba,
todo el tiempo jugaba en su presencia:
jugaba con la bola de la tierra,
y mis delicias están con los hijos de los hombres».

Palabra de Dios.

 

SALMO RESPONSORIAL (Sal 8, 4-5. 6-7. 8-9 [R.: 2ab])

R. ¡Señor, Dios nuestro,

qué admirable es tu nombre en toda la tierra!

V. Cuando contemplo el cielo, obra de tus dedos,
la luna y las estrellas que has creado.
¿Qué es el hombre, para que te acuerdes de él,
el ser humano, para mirar por él?

R. ¡Señor, Dios nuestro, qué admirable es tu nombre en toda la tierra!

V. Lo hiciste poco inferior a los ángeles,
lo coronaste de gloria y dignidad;
le diste el mando sobre las obras de tus manos.
Todo lo sometiste bajo sus pies.

R. ¡Señor, Dios nuestro, qué admirable es tu nombre en toda la tierra!

V. Rebaños de ovejas y toros,
y hasta las bestias del campo,
las aves del cielo, los peces del mar,
que trazan sendas por el mar.

R. ¡Señor, Dios nuestro, qué admirable es tu nombre en toda la tierra!

SEGUNDA LECTURA
A Dios, por medio de Cristo, en el amor derramado por el Espíritu

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 5, 1-5

HERMANOS:

Habiendo sido justificados en virtud de la fe, estamos en paz con Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo, por el cual hemos obtenido además por la fe el acceso a esta gracia, en la cual nos encontramos; y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios. Más aún, nos gloriamos incluso en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia, la paciencia, virtud probada, la virtud probada, esperanza, y la esperanza no defrauda, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado.

Palabra de Dios.

Aleluya Cf. Ap 1, 8

R. Aleluya, aleluya, aleluya.

V. Gloria al Padre, al Hijo, y al Espíritu Santo;
al Dios que es, al que era y al que ha de venir. R.

 

EVANGELIO
Lo que tiene el Padre es mío. El Espíritu recibirá y tomará de lo mío y os lo anunciará

Lectura del santo Evangelio según san Juan 16, 12-15

EN AQUEL TIEMPO, dijo Jesús a sus discípulos:
«Muchas cosas me quedan por deciros, pero no podéis cargar con ellas por ahora; cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena. Pues no hablará por cuenta propia, sino que hablará de lo que oye y os comunicará lo que está por venir.
Él me glorificará, porque recibirá de lo mío y os lo anunciará. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso os he dicho que recibirá y tomará de lo mío y os lo anunciará».

Palabra del Señor.

Audio y comentario del Evangelio de hoy

Audio y comentario del Evangelio de hoy

 

Papa Francisco

ÁNGELUS, Solemnidad de la Santísima Trinidad. Domingo 22 de mayo de 2016

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Hoy, fiesta de la Santísima Trinidad, el Evangelio de san Juan nos presenta un pasaje del largo discurso de despedida, pronunciado por Jesús poco antes de su pasión. En este discurso Él explica a los discípulos las verdades más profundas relacionadas con Él; y así se expresa la relación entre Jesús, el Padre y el Espíritu. Jesús sabe que está cerca de la realización del designio del Padre, que se cumplirá con su muerte y resurrección; por esto quiere asegurar a los suyos que no los abandonará, porque su misión será prolongada por el Espíritu Santo. Será el Espíritu quien prolongará la misión de Jesús, es decir, guiará a la Iglesia hacia adelante.

Jesús revela en qué consiste esta misión. Sobre todo el Espíritu nos conduce a entender muchas cosas que Jesús mismo tiene aún que decir (cf. Jn 16, 12). No se trata de doctrinas nuevas y especiales, sino de una plena comprensión de todo lo que el Hijo oyó del Padre y dio a conocer a los discípulos (cf. v. 15). El Espíritu nos guía por nuevas situaciones existenciales con una mirada dirigida a Jesús y, al mismo tiempo, abierto a los eventos y al futuro. Él nos ayuda a caminar en la historia firmemente radicados en el Evangelio y también con dinámica fidelidad a nuestras tradiciones y costumbres.

Pero el misterio de la Trinidad nos habla también de nosotros, de nuestra relación con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. En efecto, mediante el Bautismo, el Espíritu Santo nos ha insertado en el corazón y en la vida misma de Dios, que es comunión de amor. Dios es una «familia» de tres Personas que se aman tanto que forman una sola cosa. Esta «familia divina» no está cerrada en sí misma, sino que está abierta, se comunica en la creación y en la historia y ha entrado en el mundo de los hombres para llamar a todos a formar parte de ella. El horizonte trinitario de comunión nos envuelve a todos y nos anima a vivir en el amor y la fraternidad, seguros de que ahí donde hay amor, ahí está Dios.

Nuestro ser creados a imagen y semejanza de Dios-comunión nos llama a comprendernos a nosotros mismos como seres-en-relación y a vivir las relaciones interpersonales en la solidaridad y en el amor recíproco. Tales relaciones se juegan, sobre todo, en el ámbito de nuestras comunidades eclesiales, para que sea cada vez más evidente la imagen de la Iglesia icono de la Trinidad. Pero se juega en las distintas relaciones sociales, desde la familia, hasta las amistades y el ambiente de trabajo: son ocasiones concretas que se nos ofrecen para construir relaciones cada vez más humanamente ricas, capaces de respeto recíproco y de amor desinteresado.

La fiesta de la Santísima Trinidad nos invita a comprometernos en los acontecimientos cotidianos para ser fermento de comunión, de consolación y de misericordia. En esta misión, nos sostiene la fuerza que el Espíritu Santo nos dona: ella cura la carne de la humanidad herida por la injusticia, por los abusos, por el odio y la avidez. La Virgen María en su humildad, acogió la voluntad del Padre y concibió al Hijo por obra del Espíritu Santo. Que ella, espejo de la Trinidad, nos ayude a reforzar nuestra fe en el Misterio trinitario y a encarnarla con elecciones y actitudes de amor y de unidad.

 

ÁNGELUS, Plaza de San Pedro, Solemnidad de la Santísima Trinidad, Domingo 26 de mayo de 2013

Queridos hermanos y hermanas:

¡Buenos días! Esta mañana he realizado mi primera visita a una parroquia de la diócesis de Roma. Doy gracias al Señor y os pido que oréis por mi servicio pastoral a esta Iglesia de Roma, que tiene la misión de presidir en la caridad universal.

Hoy es el domingo de la Santísima Trinidad. La luz del tiempo pascual y de Pentecostés renueva cada año en nosotros la alegría y el estupor de la fe: reconocemos que Dios no es una cosa vaga, nuestro Dios no es un Dios «spray», es concreto, no es un abstracto, sino que tiene un nombre: «Dios es amor». No es un amor sentimental, emotivo, sino el amor del Padre que está en el origen de cada vida, el amor del Hijo que muere en la cruz y resucita, el amor del Espíritu que renueva al hombre y el mundo. Pensar en que Dios es amor nos hace mucho bien, porque nos enseña a amar, a darnos a los demás como Jesús se dio a nosotros, y camina con nosotros. Jesús camina con nosotros en el camino de la vida.

La Santísima Trinidad no es el producto de razonamientos humanos; es el rostro con el que Dios mismo se ha revelado, no desde lo alto de una cátedra, sino caminando con la humanidad. Es justamente Jesús quien nos ha revelado al Padre y quien nos ha prometido el Espíritu Santo. Dios ha caminado con su pueblo en la historia del pueblo de Israel y Jesús ha caminado siempre con nosotros y nos ha prometido el Espíritu Santo que es fuego, que nos enseña todo lo que no sabemos, que dentro de nosotros nos guía, nos da buenas ideas y buenas inspiraciones.

Hoy alabamos a Dios no por un particular misterio, sino por Él mismo, «por su inmensa gloria», como dice el himno litúrgico. Le alabamos y le damos gracias porque es Amor, y porque nos llama a entrar en el abrazo de su comunión, que es la vida eterna.

Confiemos nuestra alabanza a las manos de la Virgen María. Ella, la más humilde entre las criaturas, gracias a Cristo ya ha llegado a la meta de la peregrinación terrena: está ya en la gloria de la Trinidad. Por esto María nuestra Madre, la Virgen, resplandece para nosotros como signo de esperanza segura. Es la Madre de la esperanza; en nuestro camino, en nuestra vía, Ella es la Madre de la esperanza. Es la madre que también nos consuela, la Madre de la consolación y la Madre que nos acompaña en el camino. Ahora recemos a la Virgen todos juntos, a nuestra Madre que nos acompaña en el camino.

 

Papa Benedicto XVI
ÁNGELUS, Plaza de San Pedro, Domingo 30 de mayo de 2010

Queridos hermanos y hermanas:

Después del tiempo pascual, que concluyó el domingo pasado con Pentecostés, la liturgia ha vuelto al "tiempo ordinario". Pero esto no quiere decir que el compromiso de los cristianos deba disminuir; al contrario, al haber entrado en la vida divina mediante los sacramentos, estamos llamados diariamente a abrirnos a la acción de la gracia divina, para progresar en el amor a Dios y al prójimo. La solemnidad de hoy, domingo de la Santísima Trinidad, en cierto sentido recapitula la revelación de Dios acontecida en los misterios pascuales: muerte y resurrección de Cristo, su ascensión a la derecha del Padre y efusión del Espíritu Santo. La mente y el lenguaje humanos son inadecuados para explicar la relación que existe entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, y, sin embargo, los Padres de la Iglesia trataron de ilustrar el misterio de Dios uno y trino viviéndolo en su propia existencia con profunda fe.

La Trinidad divina, en efecto, pone su morada en nosotros el día del Bautismo: "Yo te bautizo –dice el ministro– en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo". El nombre de Dios, en el cual fuimos bautizados, lo recordamos cada vez que nos santiguamos. El teólogo Romano Guardini, a propósito del signo de la cruz, afirma: "Lo hacemos antes de la oración, para que... nos ponga espiritualmente en orden; concentre en Dios pensamientos, corazón y voluntad; después de la oración, para que permanezca en nosotros lo que Dios nos ha dado ... Esto abraza todo el ser, cuerpo y alma, ... y todo se convierte en consagrado en el nombre del Dios uno y trino" (Lo spirito della liturgia. I santi segni, Brescia 2000, pp. 125-126).

Por tanto, en el signo de la cruz y en el nombre del Dios vivo está contenido el anuncio que genera la fe e inspira la oración. Y, al igual que en el Evangelio Jesús promete a los Apóstoles que "cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad completa" (Jn 16, 13), así sucede en la liturgia dominical, cuando los sacerdotes dispensan, cada semana, el pan de la Palabra y de la Eucaristía. También el santo cura de Ars lo recordaba a sus fieles: "¿Quién ha recibido vuestra alma –decía– recién nacidos? El sacerdote. ¿Quién la alimenta para que pueda terminar su peregrinación? El sacerdote. ¿Quién la preparará para comparecer ante Dios, lavándola por última vez en la sangre de Jesucristo? ... Siempre el sacerdote" (Carta de convocatoria del Año sacerdotal).

Queridos amigos, hagamos nuestra la oración de san Hilario de Poitiers: "Mantén incontaminada esta fe recta que hay en mí y, hasta mi último aliento, dame también esta voz de mi conciencia, a fin de que me mantenga siempre fiel a lo que profesé en mi regeneración, cuando fui bautizado en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu Santo" (De Trinitate, XII, 57: CCL 62/a, 627). Invocando a la Virgen María, primera criatura plenamente habitada por la Santísima Trinidad, pidamos su protección para proseguir bien nuestra peregrinación terrena.

 

Monición al Credo.

Se dice Credo. Puede introducirse con la siguiente monición.

Confesamos nuestra fe en Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, en la unidad de la Iglesia.


Oración de los fieles

Oremos al Padre, por Jesucristo, su Hijo, en la unidad del Espíritu Santo.

- Por la unión de las Iglesias, para que los cristianos dispersos seamos reunidos en la unidad de la Iglesia de Cristo. Roguemos al Señor.

- Por los gobernantes de todas las naciones, para que promuevan la honradez y la justicia. Roguemos al Señor.

- Por los no cristianos, para que reconozcan en el Hombre Jesús al Dios vivo y verdadero. Roguemos al Señor.

- Por los hermanos que han recibido en la Iglesia la vocación contemplativa, para que, en la oración, el silencio y la entrega intercesora ante Dios, busquen en todo momento el rostro de Cristo para el bien de toda la Iglesia y la humanidad. Roguemos al Señor.

- Por nosotros, aquí reunidos, para que seamos uno y así el mundo crea. Roguemos al Señor.


Dios único y verdadero, omnipotente y misericordioso,

tú nos has llamado a compartir tu vida
en la comunidad de las tres Personas.
Escucha, Padre nuestro, la oración de tu Iglesia,
que ora en el Espíritu Santo,
en nombre de tu Hijo, Jesucristo, Señor nuestro,
que vive y reina por los siglos de los siglos.


LITURGIA EUCARÍSTICA

Oración sobre las ofrendas

Por la invocación de tu nombre, santifica, Señor y Dios nuestro,
estos dones de nuestra docilidad y transfórmanos,
por ellos, en ofrenda permanente.
Por Jesucristo, nuestro Señor.


Prefacio
El misterio de la Santísima Trinidad


En verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación
darte gracias siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.

Que con tu Hijo unigénito y el Espíritu Santo
eres un solo Dios, un solo Señor;
no en la singularidad de una sola Persona,
sino en la Trinidad de una sola naturaleza.

Y lo que creemos de tu gloria porque tú lo revelaste
lo afirmamos sin diferencia de tu Hijo y del Espíritu Santo.

De modo que, al proclamar nuestra fe en la verdadera y eterna Divinidad,
adoramos tres Personas distintas, de única naturaleza e iguales en dignidad.
A quien alaban los ángeles y los arcángeles,
los querubines y serafines,
que no cesan de aclamarte, diciendo a una sola voz:

R. Santo, Santo, Santo...


Antífona de Comunión Gál 4, 6
Como sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, que dama: «Abba, Padre».

Oración después de la comunión
Señor y Dios nuestro, que la recepción de este sacramento
y la profesión de fe en la santa y eterna Trinidad y en su Unidad indivisible,
nos aprovechen para la salvación del alma y del cuerpo.
Por Jesucristo, nuestro Señor.



Se puede usar la bendición solemne

El Señor os bendiga y os guarde.
R. Amén.
Haga brillar su rostro sobre vosotros y os conceda su favor.
R. Amén.
Vuelva su mirada a vosotros y os conceda la paz.
R. Amén.
Y la bendición de Dios todopoderoso,
Padre, Hijo y Espíritu Santo,
descienda sobre vosotros y os acompañe siempre.
R. Amén.

Pensamientos para el Evangelio de hoy

«¡Oh Abismo, oh Trinidad eterna, oh Deidad, oh Mar profundo!: ¿podías darme algo más preciado que Tú mismo?» (Santa Catalina de Siena).

«La liturgia nos invita a alabar a Dios no sólo por una maravilla realizada por Él, sino sobre todo por cómo es Él; por la belleza y la bondad de su ser» (Benedicto XVI).

«(...) El Espíritu Santo es enviado a los Apóstoles y a la Iglesia tanto por el Padre en nombre del Hijo, como por el Hijo en persona, una vez que vuelve junto al Padre (cf. Jn 14,26). El envío de la persona del Espíritu tras la glorificación de Jesús, revela en plenitud el misterio de la Santa Trinidad» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 244).


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