PROGRAMA PARROQUIAL:DOMINGO, 22 DE JUNIO
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DEL STMO. SACRAMENTO EN VIVO
Parroquia Ntra. Sra. de la MercedInstituto del Verbo EncarnadoCapilla "San Ignacio de Loyola"(Manresa, España)
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"Todo el que por mí deja casa, hermanos o hermanas, padre o madre, hijos o tierras, recibirá cien veces más y heredará la vida eterna" (Mt 19,29)
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Homilía del Papa León XIV (Solemnidad del Corpus Christi, 22.06.2025)
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Oración
Señor, Dios nuestro, tú has querido enaltecer a tu obispo san Paulino de Nola por su celo pastoral y su amor a la pobreza; concede a cuantos celebramos hoy sus méritos imitar los ejemplos de su vida de caridad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén (oración litúrgica).
Elogio: San Juan Fisher, obispo, y santo Tomás Moro, mártires, que, por haberse opuesto al rey Enrique VIII en la controversia sobre su matrimonio y sobre la primacía del Romano Pontífice, fueron encarcelados en la Torre de Londres, en Inglaterra. Juan Fisher, obispo de Rochester, varón conocido por su erudición y por la dignidad de su vida, por mandato del rey fue decapitado este día frente a la cárcel, y Tomás Moro, padre de familia de vida integérrima y presidente del consejo real, por mantenerse fiel a la Iglesia católica murió el día 6 de julio, uniéndose así al martirio del obispo.
Refieren a este santo: Beatos Ricardo Whiting, Rogelio James y Juan Thorne, Santo Tomás Moro.
Oración
Señor, tú has querido que el testimonio del martirio sea perfecta expresión de la fe; concédenos, te rogamos, por la intercesión de san Juan Fisher y de santo Tomás Moro, ratificar con una vida santa la fe que profesamos de palabra. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén (oración litúrgica).
San Flavio Clemente, mártir
En Roma, conmemoración de san Flavio Clemente, mártir, a quien el emperador Domiciano, con el cual había compartido el consulado, condenó bajo la acusación de ateísmo, aunque realmente fue por su fe en Cristo. († 96)
San Albano, mártir
En Verulamio (hoy Saint-Albans), en Inglaterra, san Albano, mártir, que, según narra la tradición, todavía no bautizado se entregó ocupando el lugar de un clérigo que acogió en su casa, y de quien había recibido instrucción en la fe cristiana, cambiando sus vestidos por los de él, motivo por el cual, después de ser azotado y torturado, fue finalmente decapitado. († c. 287)
Santos Julio y Aarón, mártires
En Caerleon, en Gales, santos Julio y Aarón, mártires, que, en la persecución bajo el emperador Diocleciano, consumaron su pasión después de san Albano, al mismo tiempo que otros numerosos cristianos que, torturados de diversas formas y cruelmente ejecutados, terminaron su combate entrando gozosamente de la ciudad celeste. († s. IV in.)
San Eusebio de Samosata, obispo y mártir
En Dólica de Siria, san Eusebio, obispo de Samosata, que en tiempo del emperador arriano Constancio, vestido de militar, visitaba de incógnito las iglesias de Dios para confirmarlas en la fe católica. Posteriormente fue desterrado a Tracia por el emperador Valente, pero, recuperada la paz de la Iglesia, regresó del exilio y volvió a recorrer las comunidades, hasta que murió mártir herido en la cabeza por una teja que desde una altura le arrojó una mujer arriana. († 379)
San Nicetas de Remesiana, obispo
Conmemoración de san Nicetas, obispo de Remesiana, en Dacia, a quien alaba san Paulino de Nola en uno de sus poemas por haber pacificado a los bárbaros al enseñarles el Evangelio, por convencerles de vivir unidos en paz y por haber obtenido que gente inculta y desalmada aprendiese a cantar a Cristo con un corazón romano. († c. 414)
Beato Inocencio V, papa
En Roma, en Letrán, beato Inocencio V, papa, el cual, perteneciente primero a la Orden de Predicadores, enseñó teología en París y ocupó, a su pesar, la sede episcopal de Lyon. Junto con san Buenaventura preparó el II Concilio Ecuménico de Lyon, para tratar de la unión entre latinos y griegos. Elevado a la cátedra de san Pedro, desempeñó su magisterio por breve tiempo, apenas sin poder manifestarse a la Iglesia Romana. († 1276)
LITURGIA DE HOY
DIRECTORIO SOBRE LA PIEDAD POPULAR Y LA LITURGIA
La solemnidad del Cuerpo y la Sangre del Señor
160. El jueves siguiente a la solemnidad de la santísima Trinidad, la Iglesia celebra la solemnidad del santísimo Cuerpo y Sangre del Señor. La fiesta, extendida en 1269 por el Papa Urbano IV a toda la Iglesia latina, por una parte constituyó una respuesta de fe y de culto a doctrinas heréticas acerca del misterio de la presencia real de Cristo en la Eucaristía, por otra parte fue la culminación de un movimiento de ardiente devoción hacia el augusto Sacramento del altar.
La piedad popular favoreció el proceso que instituyó la fiesta del Corpus Christi; a su vez, esta fue causa y motivo de la aparición de nuevas formas de piedad eucarística en el pueblo de Dios.
Durante siglos, la celebración del Corpus Christi fue el principal punto de confluencia de la piedad popular a la Eucaristía. En los siglos XVI-XVII, la fe, reavivada por la necesidad de responder a las negaciones del movimiento protestante, y la cultura – arte, literatura, folclore – han contribuido a dar vida a muchas y significativas expresiones de la piedad popular para con el misterio de la Eucaristía.
161. La devoción eucarística, tan arraigada en el pueblo cristiano, debe ser educada para que capte dos realidades de fondo:
- que el punto de referencia supremo de la piedad eucarística es la Pascua del Señor; la Pascua, según la visión de los Padres, es la fiesta de la Eucaristía, como, por otra parte, la Eucaristía es ante todo celebración de la Pascua, es decir, de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús;
- que toda forma de devoción eucarística tiene una relación esencial con el Sacrificio eucarístico, ya porque dispone a su celebración, ya porque prolonga las actitudes cultuales y existenciales suscitadas por ella.
A causa precisamente de esto, el Rituale Romanum advierte: "Los fieles, cuando veneran a Cristo, presente en el Sacramento, recuerden que esta presencia deriva del Sacrificio y tiende a la comunión, sacramental y espiritual".
162. La procesión de la solemnidad del Cuerpo y Sangre de Cristo es, por así decir, la "forma tipo" de las procesiones eucarísticas. Prolonga la celebración de la Eucaristía: inmediatamente después de la Misa, la Hostia que ha sido consagrada en dicha Misa se conduce fuera de la iglesia para que el pueblo cristiano "dé un testimonio público de fe y de veneración al Santísimo Sacramento".
Los fieles comprenden y aman los valores que contiene la procesión del Corpus Christi: se sienten "Pueblo de Dios" que camina con su Señor, proclamando la fe en Él, que se ha hecho verdaderamente el "Dios con nosotros".
Con todo, es necesario que en las procesiones eucarísticas se observen las normas que regulan su desarrollo, en particular las que garantizan la dignidad y la reverencia debidas al santísimo Sacramento; y también es necesario que los elementos típicos de la piedad popular, como el adorno de las calles y de las ventanas, la ofrenda de flores, los altares donde se colocará el Santísimo en las estaciones del recorrido, los cantos y las oraciones "muevan a todos a manifestar su fe en Cristo, atendiendo únicamente a la alabanza del Señor", y ajenos a toda forma de emulación.
163. Las procesiones eucarísticas concluyen, normalmente, con la bendición del santísimo Sacramento. En el caso concreto de la procesión del Corpus Christi, la bendición constituye la conclusión solemne de toda la celebración: en lugar de la bendición sacerdotal acostumbrada, se imparte la bendición con el santísimo Sacramento.
Es importante que los fieles comprendan que la bendición con el santísimo Sacramento no es una forma de piedad eucarística aislada, sino el momento conclusivo de un encuentro cultual suficientemente amplio. Por eso, la normativa litúrgica prohíbe "la exposición realizada únicamente para impartir la bendición".
La adoración eucarística
164. La adoración del santísimo Sacramento es una expresión particularmente extendida del culto a la Eucaristía, al cual la Iglesia exhorta a los Pastores y fieles.
Su forma primigenia se puede remontar a la adoración que el Jueves Santo sigue a la celebración de la Misa en la cena del Señor y a la reserva de las sagradas Especies. Esta resulta muy significativa del vínculo que existe entre la celebración del memorial del sacrificio del Señor y su presencia permanente en las Especies consagradas. La reserva de las Especies sagradas, motivada sobre todo por la necesidad de poder disponer de las mismas en cualquier momento, para administrar el Viático a los enfermos, hizo nacer en los fieles la loable costumbre de recogerse en oración ante el sagrario, para adorar a Cristo presente en el Sacramento.
De hecho, "la fe en la presencia real del Señor conduce de un modo natural a la manifestación externa y pública de esta misma fe (...) La piedad que mueve a los fieles a postrarse ante la santa Eucaristía, les atrae para participar de una manera más profunda en el misterio pascual y a responder con gratitud al don de aquel que mediante su humanidad infunde incesantemente la vida divina en los miembros de su Cuerpo. Al detenerse junto a Cristo Señor, disfrutan su íntima familiaridad, y ante Él abren su corazón rogando por ellos y por sus seres queridos y rezan por la paz y la salvación del mundo. Al ofrecer toda su vida con Cristo al Padre en el Espíritu Santo, alcanzan de este maravilloso intercambio un aumento de fe, de esperanza y de caridad. De esta manera cultivan las disposiciones adecuadas para celebrar, con la devoción que es conveniente, el memorial del Señor y recibir frecuentemente el Pan que nos ha dado el Padre".
165. La adoración del santísimo Sacramento, en la que confluyen formas litúrgicas y expresiones de piedad popular entre las que no es fácil establecer claramente los límites, puede realizarse de diversas maneras:
- la simple visita al santísimo Sacramento reservado en el sagrario: breve encuentro con Cristo, motivado por la fe en su presencia y caracterizado por la oración silenciosa;
- adoración ante el santísimo Sacramento expuesto, según las normas litúrgicas, en la custodia o en la píxide, de forma prolongada o breve;
- la denominada Adoración perpetua o la de las Cuarenta Horas, que comprometen a toda una comunidad religiosa, a una asociación eucarística o a una comunidad parroquial, y dan ocasión a numerosas expresiones de piedad eucarística.
En estos momentos de adoración se debe ayudar a los fieles para que empleen la Sagrada Escritura como incomparable libro de oración, para que empleen cantos y oraciones adecuadas, para que se familiaricen con algunos modelos sencillos de la Liturgia de las Horas, para que sigan el ritmo del Año litúrgico, para que permanezcan en oración silenciosa. De este modo comprenderán progresivamente que durante la adoración del santísimo Sacramento no se deben realizar otras prácticas devocionales en honor de la Virgen María y de los Santos. Sin embargo, dado el estrecho vínculo que une a María con Cristo, el rezo del Rosario podría ayudar a dar a la oración una profunda orientación cristológica, meditando en él los misterios de la Encarnación y de la Redención.
DOMINGO DEL SANTÍSIMO CUERPO Y SANGRE DE CRISTO, solemnidad
Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo, quien, con estos alimentos sagrados, ofrece el remedio de la inmortalidad y la prenda de la resurrección (elog. del Martirologio Romano).
Misa de la solemnidad (blanco).
MISAL: ants. y oracs. props., Gl., Cr., Pf. I ó II de la Eucaristía.
LECC.: vol. I (C).
- Gen 14, 18-20. Ofreció pan y vino.
- Sal 109. R. Tú eres sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec.
- 1 Cor 11, 23-26. Cada vez que coméis y bebéis, proclamáis la muerte del Señor.
- Secuencia (opcional): Lauda, Sion, Salvatorem.
- Lc 9, 11b-17. Comieron todos y se saciaron.
En el sacrificio de Melquisedec a Abrahán vemos el anticipo de la misa, y a Jesús como el único y eterno sacerdote. Las palabras de Jesús en la última cena han sido fielmente transmitidas por la tradición de los evangelios y por san Pablo, pues eran la memoria de la muerte del Señor, que se hacía viva en medio de ellos cuando se reunían para partir el pan, su Cuerpo y su Sangre, es decir Jesús mismo, entregado en la cruz por nuestra salvación. La multiplicación de los panes y los peces es un anticipo de la eucaristía, la escuela de Jesús. Él está presente a través de su Espíritu, y nos invita y alienta nuestra fe.
- DÍA Y COLECTA DE LA CARIDAD (dependiente de la CEE, obligatoria): Liturgia del día, alusión en la mon. de entrada y en la hom., intención en la orac. univ., colecta.
- Del Domingo XII del tiempo ordinario, nada.
- Hoy no se permiten otras celebraciones, tampoco la misa exequial.
Liturgia de las Horas: oficio de la solemnidad. Te Deum. Comp. Dom. II.
Martirologio: elogs. del 23 de junio, pág. 377.
CALENDARIOS: Segovia: Aniversario de la muerte de Mons. Luis Gutiérrez Martín, obispo, emérito (2016).
Procesión: Como celebración especial de esta solemnidad, la piedad de la Iglesia nos ha transmitido la procesión, en la que el pueblo cristiano recorre solemnemente las calles con la Eucaristía, con cantos y plegarias, dando así testimonio público de fe y de piedad hacia el Santísimo Sacramento (CO 386).
RITOS INICIALES
RITOS INICIALES
Antífona de Entrada Sal 80, 17
El Señor los alimentó con flor de harina y los sació con miel silvestre.
Monición de entrada
Hoy, solemnidad del Cuerpo y Sangre de Cristo, cobra su relieve el mandato del Señor: «Haced esto -la eucaristía- en memora mía». Alegrémonos todos en el Señor, comensales suyos; entremos en su presencia, dándole gracias. Celebremos con gozo el sagrado banquete, memorial de Jesucristo, de su Pascua, y prenda de vida eterna en el reino glorioso.
Acto penitencial
Todo como en el Ordinario de la Misa. Para la tercera fórmula pueden usarse las siguientes invocaciones:
- Tú, que en este sacramento admirable nos dejaste el memorial de tu Pasión: Señor ten piedad.
R. Señor, ten piedad.
- Tú, que hoy nos entregas tu Cuerpo como alimento para la vida eterna: Cristo, ten piedad.
R. Cristo, ten piedad.
- Tú, que has derramado tu Sangre para el perdón de los pecados: Señor, ten piedad.
R. Señor, ten piedad.
Se dice Gloria.
nos dejaste el memorial de tu pasión,
te pedimos nos concedas venerar de tal modo
los sagrados misterios de tu Cuerpo y de tu Sangre,
que experimentemos constantemente en nosotros el fruto de tu redención.
Tú, que vives y reinas con el Padre en la unidad del Espíritu Santo
y eres Dios por los siglos de los siglos.
LITURGIA DE LA PALABRA
LITURGIA DE LA PALABRA
«Bendito sea Abrán por el Dios altísimo,
creador de cielo y tierra;
bendito sea el Dios altísimo,
que te ha entregado tus enemigos».
Y Abrán le dio el diezmo de todo.
SALMO RESPONSORIAL (Sal 109, 1bcde. 2. 3. 4 [R.: 4bc])
«Siéntate a mi derecha,
y haré de tus enemigos
estrado de tus pies».
el poder de tu cetro:
somete en la batalla a tus enemigos.
entre esplendores sagrados;
yo mismo te engendré, desde el seno,
antes de la aurora».
«Tú eres sacerdote eterno,
según el rito de Melquisedec.»
que el Señor Jesús, en la noche en que iba a ser entregado, tomó pan y, pronunciando la Acción de Gracias, lo partió y dijo:
«Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía».
Lo mismo hizo con el cáliz, después de cenar, diciendo:
«Este cáliz es la nueva alianza en mi sangre; haced esto cada vez que lo bebáis, en memoria mía».
Por eso, cada vez que coméis de este pan y bebéis del cáliz, proclamáis la muerte del Señor, hasta que vuelva.
Hoy puede decirse la secuencia Lauda, Sion, salvatorem.
alaba a tu guía y pastor
con himnos y cánticos.
Pregona su gloria cuanto puedas,
porque él está sobre toda alabanza,
y jamás podrás alabarle lo bastante.
El tema especial de nuestros loores
es hoy el pan vivo
y que da vida.
El cual se dio en la mesa de la sagrada cena
al grupo de los doce apóstoles
sin género de duda.
Sea, pues, llena, sea sonora,
sea alegre, sea pura
la alabanza de nuestra alma.
Pues celebramos el solemne día
en que fue instituido
este divino banquete.
En esta mesa del nuevo rey,
la pascua nueva de la nueva ley
pone fin a la pascua antigua.
Lo viejo cede ante lo nuevo,
la sombra ante la realidad,
y la luz ahuyenta la noche.
Lo que Jesucristo hizo en la cena,
mandó que se haga
en memoria suya.
Instruidos con sus santos mandatos,
consagramos el pan y el vino,
en sacrificio de salvación.
Es dogma que se da a los cristianos,
que el pan se convierte en carne,
y el vino en sangre.
Lo que no comprendes y no ves,
una fe viva lo atestigua,
fuera de todo el orden de la naturaleza.
Bajo diversas especies,
que son accidentes y no sustancia,
están ocultos los dones más preciados.
Su Carne es alimento y su Sangre bebida;
mas Cristo está todo entero
bajo cada especie.
Quien lo recibe no lo rompe,
no lo quebranta ni lo desmembra;
recíbese todo entero.
Recíbelo uno, recíbenlo mil;
y aquel lo toma tanto como estos,
pues no se consume al ser tomado.
Recíbenlo buenos y malos;
mas con suerte desigual
de vida o de muerte.
Es muerte para los malos,
y vida para los buenos;
mira cómo un mismo alimento
produce efectos tan diversos.
Cuando se divida el Sacramento,
no vaciles, sino recuerda
que Jesucristo tan entero
está en cada parte como antes en el todo.
No se parte la sustancia,
se rompe solo la señal;
ni el ser ni el tamaño
se reducen de Cristo presente.
He aquí el pan de los ángeles,
hecho viático nuestro;
verdadero pan de los hijos,
no lo echemos a los perros.
Figuras lo representaron:
Isaac fue sacrificado;
el cordero pascual, inmolado;
el maná nutrió a nuestros padres.
Buen Pastor, Pan verdadero,
¡oh, Jesús!, ten piedad.
Apaciéntanos y protégenos;
haz que veamos los bienes
en la tierra de los vivientes.
Tú, que todo lo sabes y puedes,
que nos apacientas aquí siendo aún mortales,
haznos allí tus comensales,
coherederos y compañeros
de los santos ciudadanos.
Amen.
hecho viático nuestro;
verdadero pan de los hijos,
no lo echemos a los perros.
Figuras lo representaron:
Isaac fue sacrificado;
el cordero pascual, inmolado;
el maná nutrió a nuestros padres.
Buen Pastor, Pan verdadero,
oh, Jesús!, ten piedad.
Apaciéntanos y protégenos;
haz que veamos los bienes
en la tierra de los vivientes.
Tú, que todo lo sabes y puedes,
que nos apacientas aquí siendo aún mortales,
haznos allí tus comensales,
coherederos y compañeros
de los santos ciudadanos.
Amen.
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 9, 11b-17
EN AQUEL TIEMPO, Jesús hablaba a la gente del reino y sanaba a los que tenían necesidad de curación. El día comenzaba a declinar. Entonces, acercándose los Doce, le dijeron:
«Despide a la gente; que vayan a las aldeas y cortijos de alrededor a buscar alojamiento y comida, porque aquí estamos en descampado».
Él les contestó:
«Dadles vosotros de comer».
Ellos replicaron:
«No tenemos más que cinco panes y dos peces; a no ser que vayamos a comprar de comer para toda esta gente».
Porque eran unos cinco mil hombres.
Entonces dijo a sus discípulos:
«Haced que se sienten en grupos de unos cincuenta cada uno».
Lo hicieron así y dispusieron que se sentaran todos. Entonces, tomando él los cinco panes y los dos peces y alzando la mirada al cielo, pronunció la bendición sobre ellos, los partió y se los iba dando a los discípulos para que se los sirvieran a la gente. Comieron todos y se saciaron, y recogieron lo que les había sobrado: doce cestos de trozos.
Palabra del Señor.
Audio y comentario del Evangelio de hoy
SANTA MISA Y PROCESIÓN EUCARÍSTICA
EN LA SOLEMNIDAD DEL SANTÍSIMO CUERPO Y SANGRE DE CRISTO
HOMILÍA DEL SANTO PADRE FRANCISCO
Atrio de la iglesia de Santa Maria Consolatrice, Casal Bertone, Roma
Domingo, 23 de junio de 2019
La Palabra de Dios nos ayuda hoy a redescubrir dos verbos sencillos, dos verbos esenciales para la vida de cada día: decir y dar.
Decir. En la primera lectura, Melquisedec dice: «Bendito sea Abrán por el Dios altísimo […]; bendito sea el Dios altísimo» (Gn 14,19-20). El decir de Melquisedec es bendecir. Él bendice a Abraham, en quien todas las familias de la tierra serán bendecidas (cf. Gn 12,3; Ga 3,8). Todo comienza desde la bendición: las palabras de bien engendran una historia de bien. Lo mismo sucede en el Evangelio: antes de multiplicar los panes, Jesús los bendice: «tomando él los cinco panes y los dos peces y alzando la mirada al cielo, pronunció la bendición sobre ellos, los partió y se los iba dando a los discípulos» (Lc 9,16). La bendición hace que cinco panes sean alimento para una multitud: hace brotar una cascada de bien.
¿Por qué bendecir hace bien? Porque es la transformación de la palabra en don. Cuando se bendice, no se hace algo para sí mismo, sino para los demás. Bendecir no es decir palabras bonitas, no es usar palabras de circunstancia: no; es decir bien, decir con amor. Así lo hizo Melquisedec, diciendo espontáneamente bien de Abraham, sin que él hubiera dicho ni hecho nada por él. Esto es lo que hizo Jesús, mostrando el significado de la bendición con la distribución gratuita de los panes. Cuántas veces también nosotros hemos sido bendecidos, en la iglesia o en nuestras casas, cuántas veces hemos escuchado palabras que nos han hecho bien, o una señal de la cruz en la frente... Nos hemos convertido en bendecidos el día del Bautismo, y al final de cada misa somos bendecidos. La Eucaristía es una escuela de bendición. Dios dice bien de nosotros, sus hijos amados, y así nos anima a seguir adelante. Y nosotros bendecimos a Dios en nuestras asambleas (cf. Sal 68,27), recuperando el sabor de la alabanza, que libera y sana el corazón. Vamos a Misa con la certeza de ser bendecidos por el Señor, y salimos para bendecir nosotros a su vez, para ser canales de bien en el mundo.
También para nosotros: es importante que los pastores nos acordemos de bendecir al pueblo de Dios. Queridos sacerdotes, no tengáis miedo de bendecir, bendecir al pueblo de Dios. Queridos sacerdotes: Id adelante con la bendición: el Señor desea decir bien de su pueblo, está feliz de que sintamos su afecto por nosotros. Y solo en cuanto bendecidos podremos bendecir a los demás con la misma unción de amor. Es triste ver con qué facilidad hoy se hace lo contrario: se maldice, se desprecia, se insulta. Presos de un excesivo arrebato, no se consigue aguantar y se descarga la ira con cualquiera y por cualquier cosa. A menudo, por desgracia, el que grita más y con más fuerza, el que está más enfadado, parece que tiene razón y recibe la aprobación de los demás. Nosotros, que comemos el Pan que contiene en sí todo deleite, no nos dejemos contagiar por la arrogancia, no dejemos que la amargura nos llene. El pueblo de Dios ama la alabanza, no vive de quejas; está hecho para las bendiciones, no para las lamentaciones. Ante la Eucaristía, ante Jesús convertido en Pan, ante este Pan humilde que contiene todo el bien de la Iglesia, aprendamos a bendecir lo que tenemos, a alabar a Dios, a bendecir y no a maldecir nuestro pasado, a regalar palabras buenas a los demás.
El segundo verbo es dar. El “decir” va seguido del “dar", como Abraham que, bendecido por Melquisedec, «le dio el diezmo de todo» (Gn 14,20). Como Jesús que, después de recitar la bendición, dio el pan para ser distribuido, revelando así el significado más hermoso: el pan no es solo un producto de consumo, sino también un modo de compartir. En efecto, sorprende que en la narración de la multiplicación de los panes nunca se habla de multiplicar. Por el contrario, los verbos utilizados son “partir, dar, distribuir” (cf. Lc 9,16). En resumen, no se destaca la multiplicación, sino el compartir. Es importante: Jesús no hace magia, no transforma los cinco panes en cinco mil y luego dice: “Ahora, distribuidlos”. No. Jesús reza, bendice esos cinco panes y comienza a partirlos, confiando en el Padre. Y esos cinco panes no se acaban. Esto no es magia, es confianza en Dios y en su providencia.
En el mundo siempre se busca aumentar las ganancias, incrementar la facturación... Sí, pero, ¿cuál es el propósito? ¿Es dar o tener? ¿Compartir o acumular? La “economía” del Evangelio multiplica compartiendo, nutre distribuyendo, no satisface la voracidad de unos pocos, sino que da vida al mundo (cf. Jn 6,33). El verbo de Jesús no es tener, sino dar.
La petición que él hace a los discípulos es perentoria: «Dadles vosotros de comer» (Lc 9,13). Tratemos de imaginar el razonamiento que habrán hecho los discípulos: “¿No tenemos pan para nosotros y debemos pensar en los demás? ¿Por qué deberíamos darles nosotros de comer, si a lo que han venido es a escuchar a nuestro Maestro? Si no han traído comida, que vuelvan a casa, es su problema, o que nos den dinero y lo compraremos”. No son razonamientos equivocados, pero no son los de Jesús, que no escucha otras razones: Dadles vosotros de comer. Lo que tenemos da fruto si lo damos —esto es lo que Jesús quiere decirnos—; y no importa si es poco o mucho. El Señor hace cosas grandes con nuestra pequeñez, como hizo con los cinco panes. No realiza milagros con acciones espectaculares, no tiene la varita mágica, sino que actúa con gestos humildes. La omnipotencia de Dios es humilde, hecha sólo de amor. Y el amor hace obras grandes con lo pequeño. La Eucaristía nos los enseña: allí está Dios encerrado en un pedacito de pan. Sencillo y esencial, Pan partido y compartido, la Eucaristía que recibimos nos transmite la mentalidad de Dios. Y nos lleva a entregarnos a los demás. Es antídoto contra el “lo siento, pero no me concierne”, contra el “no tengo tiempo, no puedo, no es asunto mío”; contra el mirar desde la otra orilla.
En nuestra ciudad, hambrienta de amor y atención, que sufre la degradación y el abandono, frente a tantas personas ancianas y solas, familias en dificultad, jóvenes que luchan con dificultad para ganarse el pan y alimentar sus sueños, el Señor te dice: “Tú mismo, dales de comer”. Y tú puedes responder: “Tengo poco, no soy capaz para estas cosas”. No es verdad, lo poco que tienes es mucho a los ojos de Jesús si no lo guardas para ti mismo, si lo arriesgas. También tú, arriesga. Y no estás solo: tienes la Eucaristía, el Pan del camino, el Pan de Jesús. También esta tarde nos nutriremos de su Cuerpo entregado. Si lo recibimos con el corazón, este Pan desatará en nosotros la fuerza del amor: nos sentiremos bendecidos y amados, y querremos bendecir y amar, comenzando desde aquí, desde nuestra ciudad, desde las calles que recorreremos esta tarde. El Señor viene a nuestras calles para decir-bien, decir bien de nosotros y para darnos ánimo, darnos ánimo a nosotros. También nos pide que seamos don y bendición.
ÁNGELUS, Domingo 2 de junio de 2013
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El jueves pasado hemos celebrado la fiesta del Corpus Christi, que en Italia y en otros países se traslada a este domingo. Es la fiesta de la Eucaristía, Sacramento del Cuerpo y Sangre de Cristo.
El Evangelio nos propone el relato del milagro de los panes (Lc 9, 11-17); quisiera detenerme en un aspecto que siempre me conmueve y me hace reflexionar. Estamos a orillas del lago de Galilea, y se acerca la noche; Jesús se preocupa por la gente que está con Él desde hace horas: son miles, y tienen hambre. ¿Qué hacer? También los discípulos se plantean el problema, y dicen a Jesús: "Despide a la gente" para que vayan a los poblados cercanos a buscar de comer. Jesús, en cambio, dice: "Dadles vosotros de comer" (v. 13). Los discípulos quedan desconcertados, y responden: "No tenemos más que cinco panes y dos peces", como si dijeran: apenas lo necesario para nosotros.
Jesús sabe bien qué hacer, pero quiere involucrar a sus discípulos, quiere educarles. La actitud de los discípulos es la actitud humana, que busca la solución más realista sin crear demasiados problemas: Despide a la gente –dicen–, que cada uno se las arregle como pueda; por lo demás, ya has hecho demasiado por ellos: has predicado, has curado a los enfermos... ¡Despide a la gente!
La actitud de Jesús es totalmente distinta, y es consecuencia de su unión con el Padre y de la compasión por la gente, esa piedad de Jesús hacia todos nosotros: Jesús percibe nuestros problemas, nuestras debilidades, nuestras necesidades. Ante esos cinco panes, Jesús piensa: ¡he aquí la providencia! De este poco, Dios puede sacar lo necesario para todos. Jesús se fía totalmente del Padre celestial, sabe que para Él todo es posible. Por ello dice a los discípulos que hagan sentar a la gente en grupos de cincuenta –esto no es casual, porque significa que ya no son una multitud, sino que se convierten en comunidad, nutrida por el pan de Dios. Luego toma los panes y los peces, eleva los ojos al cielo, pronuncia la bendición –es clara la referencia a la Eucaristía–, los parte y comienza a darlos a los discípulos, y los discípulos los distribuyen... los panes y los peces no se acaban, ¡no se acaban! He aquí el milagro: más que una multiplicación es un compartir, animado por la fe y la oración. Comieron todos y sobró: es el signo de Jesús, pan de Dios para la humanidad.
Los discípulos vieron, pero no captaron bien el mensaje. Se dejaron llevar, como la gente, por el entusiasmo del éxito. Una vez más siguieron la lógica humana y no la de Dios, que es la del servicio, del amor, de la fe. La fiesta de Corpus Christi nos pide convertirnos a la fe en la Providencia, saber compartir lo poco que somos y tenemos y no cerrarnos nunca en nosotros mismos. Pidamos a nuestra Madre María que nos ayude en esta conversión para seguir verdaderamente más a Jesús, a quien adoramos en la Eucaristía. Que así sea.
SOLEMNIDAD DEL SANTÍSIMO CUERPO Y SANGRE DE CRISTO
Terminamos esta serie de fiestas y solemnidades: Pascua, Ascensión, Pentecostés, Santísima Trinidad, con la celebración del Corpus Christi.
La Iglesia, año tras año, nos hace vivir todas estas solemnidades. Aquel Yo estaré con vosotros hasta el fin de los tiempos, se hará perceptible de muchas maneras, pero hoy nos toca subrayar su presencia eucarística.
Veamos unos pensamientos del libro de la Madre Trinidad de la Santa Madre Iglesia, Frutos de Oración:
871. La Eucaristía es la manera de estar Jesús realmente con los hombres de nuestro tiempo, como la Encarnación lo fue de estar durante treinta y tres años con los del suyo. (17-1-1967)
872. Amándonos, Dios se encarnó; y amándonos hasta la consumación de los tiempos, inventó la Eucaristía. (17-1-1967)
873. Amándonos hasta el fin, el Verbo se encarnó y se quedó en la Eucaristía para que seamos uno con Él, con el Padre y con el Espíritu Santo, y uno entre nosotros. (17-1-1967)
895. Al Amor le gusta estar con los que ama, y para eso se quedó en la Eucaristía; por ello, es necesario que amemos al Amor, estando grandes ratos con Él. (26-9-1963)
896. Dios instituyó la Eucaristía para estar conmigo siempre. ¡El Amor es así! ¿Procuro yo estar con Él? En eso sabré cuánto y cómo le amo. (4-7-1969)
898. Yo sé que Jesús está en la Eucaristía y me mira, y lo sé porque me lo dice la fe; y eso que la fe me dice, la esperanza me lo actualiza y la caridad me lo vivifica. (11-1-1967)
921. Los años pasan, el mundo se altera, los hombres cambian, nacen y mueren... Jesús sigue igual, esperando en el sagrario sin cambiar ni alterarse. El Amor Infinito es así. ¡Qué seguridad encierran los misterios divinos, aunque los hombres, por no gustarlos, los profanen! (25-10-1968)
924. Señor, te olvidaron los hombres... ¡Están tan ocupados, tan llenos de cosas...! ¡No hay mayor desprecio que no hacer aprecio del bien recibido! (1-5-1977)
Veamos igualmente alguna poesía del libro Luz en la Noche:
MI DIOS GRANDE
Dios es tan grande, ¡tan grande!,
en su infinito portento,
que es capaz de hacerse Pan
y de habitar en el suelo.
Dios es tan grande, ¡tan grande!,
tan exhaustivo en su seno,
que se hace cuanto quiere,
y por eso es alimento.
Dios es tan grande, ¡tan grande!,
en su serse el Sempiterno,
que se hace criatura
para llevarme a su encuentro.
Dios es tan grande, ¡tan grande!,
que por eso es tan pequeño
cuando se oculta en la Hostia
tras la cárcel de su encierro.
Dios es tan grande, ¡tan grande!,
que es capaz de ser, sin serlo,
cosas de las que no son,
para mostrar sus portentos.
Dios es tan grande, ¡tan grande!,
que todo Él rompe en Beso,
para besarme en su ser
en gozo de amor eterno.
Dios es tan grande, ¡tan grande!,
que me besa cuando peno,
¡haciéndose tan chiquito
como mi pena en el suelo!
Dios es tan grande, ¡tan grande!,
que, en su proceder eterno,
por la fuerza de su brazo,
¡rompe en inmensos portentos!
28-5-1974
CONTIGO QUEDO
Tú quieres que esté contigo
en descansados encuentros,
sin más quehaceres que amarte
junto a mi Sagrario abierto.
Tú quieres que esté contigo
en ratos de entendimiento,
donde Tú vuelcas tus penas
en la hondura de mi pecho.
Tú quieres que esté contigo
en adorantes desvelos,
pues, cuando en ti me tienes,
descansas con mis recreos.
Tú quieres que esté contigo,
¡tanto!, que, cuando no vengo,
mi espíritu se acongoja
y mi alma rompe en vuelo.
Tú quieres que esté contigo...
¡Esto bien que lo comprendo
por las dulzuras de gloria
que vivo, cuando a ti vengo!
Tú quieres que esté contigo...
¡Cuán hondo misterio es esto!,
pues mi pobreza es tan grande,
que ante tus amores muero.
Tú quieres que esté contigo.
¡Contigo quedo, mi Dueño!
(15-4-1975)
El Señor quiere tomar posesión de nuestras calles y plazas; nuestros pueblos y ciudades.
El día de la institución de la Eucaristía está muy cerca de su pasión y muerte el Viernes Santo. Nuestra admiración y adoración exigía encontrar maneras de demostrar nuestro agradecimiento, y la fe de nuestro pueblo ha encontrado la manera de manifestarse.
Serán las custodias, las procesiones, los horas santas y de adoración; que en algunas iglesias, como en la de San Ginés, se ha convertido en Adoración Permanente desde las 7:30h de la mañana hasta las 23:00h de la noche...
Saber que Jesús es uno más que convive con nosotros como convivía con los de su tiempo, es, para quienes tenemos fe, un gran regalo que hay que saber agradecer.
Monición al Credo
Se dice Credo. Puede introducirse con la siguiente monición.
Confesamos nuestra fe, recordando las intervenciones maravillosas de Dios en la historia de la salvación: la creación, la encarnación, la Pascua la venida del Espíritu Santo sobre la Iglesia y la promesa de la vida eterna.
Oración de los fieles
Oremos a Dios Padre, que da el alimento a todo viviente.
- Por la unión de todos los cristianos en la unidad de la Iglesia de Cristo, para que formemos un solo cuerpo los que comemos del mismo pan. Roguemos al Señor.
- Por la organización eclesial de Cáritas, para que promueva el amor fraterno, la mutua ayuda, la solidaridad. Roguemos al Señor.
- Por los responsables políticos de las naciones, para que fomenten la libertad religiosa y la justicia. Roguemos al Señor.
- Por los que sufren hambre, para que sepamos compartir con ellos nuestro pan de cada día, anuncio del pan de vida eterna. Roguemos al Señor.
- Por nosotros, invitados a la mesa del Señor, para que el pan de la palabra despierte en nosotros el hambre del pan de la eucaristía. Roguemos al Señor.
que observando fielmente el mandato de tu Hijo,
celebra el memorial de su obra, hasta que él vuelva.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
LITURGIA EUCARÍSTICA
LITURGIA EUCARÍSTICA
los dones de la paz y de la unidad,
místicamente representados en los dones que hemos ofrecido.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
es nuestro deber y salvación
darte gracias siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno,
por Cristo, Señor nuestro.
para perpetuar a través de los siglos el memorial de la cruz salvadora,
se entregó a ti como Cordero inmaculado y ofrenda perfecta de alabanza.
Con este sacramento alimentas y santificas a tus fieles,
para que una misma fe ilumine, y un mismo amor congregue,
a todos los hombres que habitan un mismo mundo.
para que, impregnados de la suavidad de tu gracia,
nos transformemos según el modelo celestial.
te adoran cantando un cántico nuevo,
y también nosotros, con todo el ejército de los ángeles,
te aclamamos por siempre diciendo:
Antífona de la comunión Jn 6, 57
anticipado en la recepción actual de tu precioso Cuerpo y Sangre.
Tú, que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Conviene que la procesión tenga lugar después de la misa en la que se consagra la hostia que se ha de llevar en ella. Pero nada impide que la procesión se haga después de una adoración pública y prolongada que siga a la misa. Si la procesión se tiene inmediatamente después de la misa, concluida la comunión de los fieles se coloca sobre el altar la custodia en la cual se pone la hostia consagrada.
Dicha la oración después de la comunión y omitidos los ritos conclusivos, se organiza la procesión.
Monición a la procesión con el Santísimo Sacramento
Llevamos en procesión el Santísimo Sacramento para expresar públicamente, con nuestros cánticos y aclamaciones, nuestra adhesión a Cristo en la eucaristía; como los discípulos que lo seguían y acompañaban; como la gente que lo rodeaba y acudía a su encuentro, aclamándolo, suplicándole, agradeciéndole. El pan de la eucaristía es nuestro viático: el alimento que fortalece nuestros pasos en nuestra peregrinación por este mundo hasta la casa del Padre; como el maná, que alimentaba al pueblo de Dios en su travesía por el desierto; como el pan que comió el profeta Elías, para proseguir con ánimo el camino emprendido hasta el monte de Dios; como los panes y los peces que Cristo multiplicó, para saciar el hambre de la muchedumbre que lo seguía.
Pensamientos para el Evangelio de hoy
««Alimentó a la muchedumbre cuando ya declinaba la tarde, esto es, cuando ya se acerca el fin de los tiempos, o cuando el Sol de Justicia iba a morir por nosotros» (San Beda el Venerable).
«El Señor desea que todos los seres humanos se alimenten de la Eucaristía. Hoy, fiesta del Corpus Christi, con la procesión y la adoración común de la Eucaristía, se llama la atención hacia el hecho de que Cristo se inmoló por la humanidad entera» (Benedicto XVI).
«Los milagros de la multiplicación de los panes, cuando el Señor dijo la bendición, partió y distribuyó los panes por medio de sus discípulos para alimentar la multitud, prefiguran la sobreabundancia de este único pan de su Eucaristía» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 1.335).
Pensamientos para el Evangelio de hoy
««Alimentó a la muchedumbre cuando ya declinaba la tarde, esto es, cuando ya se acerca el fin de los tiempos, o cuando el Sol de Justicia iba a morir por nosotros» (San Beda el Venerable).
«El Señor desea que todos los seres humanos se alimenten de la Eucaristía. Hoy, fiesta del Corpus Christi, con la procesión y la adoración común de la Eucaristía, se llama la atención hacia el hecho de que Cristo se inmoló por la humanidad entera» (Benedicto XVI).
«Los milagros de la multiplicación de los panes, cuando el Señor dijo la bendición, partió y distribuyó los panes por medio de sus discípulos para alimentar la multitud, prefiguran la sobreabundancia de este único pan de su Eucaristía» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 1.335).
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