PROGRAMA PARROQUIAL:DOMINGO, 24 DE ABRILPARROQUIA DEL CARMEN:
- Bendición de ramos y palmas, en la puerta de la Hermandad del Prendimiento, (a las 10.00 h).
- Eucaristía del Domingo de Ramos, en la Parroquia (sobre las 11.00 h.).
PARROQUIA DE LOS DOLORES:
- Bendición de ramos y palmas, en la puerta de los Salones Parroquiales, calle D. Bosco, 9, (a las 12.30 h).
- Eucaristía del Domingo de Ramos, en la Parroquia (sobre las 13.30 h.).
PARROQUIA DEL CARMEN:
- Bendición de ramos y palmas, en la puerta de la Hermandad del Prendimiento, (a las 10.00 h).
- Eucaristía del Domingo de Ramos, en la Parroquia (sobre las 11.00 h.).
PARROQUIA DE LOS DOLORES:
- Bendición de ramos y palmas, en la puerta de los Salones Parroquiales, calle D. Bosco, 9, (a las 12.30 h).
- Eucaristía del Domingo de Ramos, en la Parroquia (sobre las 13.30 h.).
NOTICIAS DE ACTUALIDAD
Homilía del Papa Franciscodel Domingo de Ramos(24.03.2024)
Portada
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SANTORAL DE HOY
Elogio: En Ronda, en Andalucía,
región de España, beato Diego José de Cádiz (Francisco José) López-Caamaño,
presbítero de la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos, predicador insigne y
propugnador intrépido de la libertad de la Iglesia.
Elogio: En San Salvador, capital de
El Salvador, san Oscar Arnulfo Romero Galdámez, arzobispo de esa arquidiócesis,
llamado popularmente «padre de los pobres», muerto por odio a la fe cuando
celebraba la santa misa.
Santos Timolao,
Dionisio y compañeros, mártires
En
Cesarea de Palestina, santos mártires Timolao, Dionisio, Páusides, Rómulo,
Alejandro y otro Alejandro, que en la persecución bajo el emperador Diocleciano
fueron conducidos maniatados ante el prefecto Urbano, donde confesaron que eran
cristianos, por lo cual, pocos días después, con los compañeros Agapio y otro
Dionisio, fueron decapitados, mereciendo las coronas de la vida eterna. († 303)
San Secúndulo,
mártir
En
Mauritania, san Secúndulo, que padeció por la fe de Cristo. († s. inc.)
San Maccartemio
de Clogher, obispo
En
Clogher, en Hibernia, san Maccartemio, obispo, a quien se tiene por discípulo
de san Patricio. († c. 506)
San Severo de
Catania, obispo
En
Catania, de Sicilia, san Severo, obispo. († 814)
Beato Juan del
Báculo, monje y presbítero
En
Fabriano, del Piceno, en Italia, beato Juan del Báculo, presbítero y monje,
compañero de san Silvestre, abad. († 1290)
Santa Catalina
de Suecia, virgen
En
Vástena, en Suecia, santa Catalina, virgen, hija de santa Brígida, que casada
contra su voluntad, con consentimiento de su cónyuge conservó la virginidad y,
al enviudar, se entregó a la vida piadosa. Peregrina en Roma y en Tierra Santa,
trasladó los restos de su madre a Suecia y los depositó en el monasterio de
Vástena, donde ella misma tomó el hábito monástico. († 1381)
Beata María
Serafina del Sagrado Corazón, virgen y fundadora
En
Faicchio, de Benevento, Italia, beata María Serafina del Sagrado Corazón, en el
siglo Clotilde Micheli, virgen, fundadora del Instituto de las Hermanas de la
Caridad de los Ángeles. († 1911)
Beata María
Karlowska, virgen y fundadora
En la
localidad de Pniewite, junto a Gdansk, en Polonia, beata María Karlowska,
virgen, que instituyó la Congregación de Hermanas del Divino Pastor de la
Providencia Divina, cuya finalidad era que recuperasen la dignidad de hijas de
Dios las jóvenes y mujeres pobres caídas en la corrupción de costumbres. (†
1935)
Elogio: En San Salvador, capital de
El Salvador, san Oscar Arnulfo Romero Galdámez, arzobispo de esa arquidiócesis,
llamado popularmente «padre de los pobres», muerto por odio a la fe cuando
celebraba la santa misa.
Santos Timolao, Dionisio y compañeros, mártires
En Cesarea de Palestina, santos mártires Timolao, Dionisio, Páusides, Rómulo, Alejandro y otro Alejandro, que en la persecución bajo el emperador Diocleciano fueron conducidos maniatados ante el prefecto Urbano, donde confesaron que eran cristianos, por lo cual, pocos días después, con los compañeros Agapio y otro Dionisio, fueron decapitados, mereciendo las coronas de la vida eterna. († 303)
San Secúndulo, mártir
En Mauritania, san Secúndulo, que padeció por la fe de Cristo. († s. inc.)
San Maccartemio de Clogher, obispo
En Clogher, en Hibernia, san Maccartemio, obispo, a quien se tiene por discípulo de san Patricio. († c. 506)
San Severo de Catania, obispo
En Catania, de Sicilia, san Severo, obispo. († 814)
Beato Juan del Báculo, monje y presbítero
En Fabriano, del Piceno, en Italia, beato Juan del Báculo, presbítero y monje, compañero de san Silvestre, abad. († 1290)
Santa Catalina de Suecia, virgen
En Vástena, en Suecia, santa Catalina, virgen, hija de santa Brígida, que casada contra su voluntad, con consentimiento de su cónyuge conservó la virginidad y, al enviudar, se entregó a la vida piadosa. Peregrina en Roma y en Tierra Santa, trasladó los restos de su madre a Suecia y los depositó en el monasterio de Vástena, donde ella misma tomó el hábito monástico. († 1381)
Beata María Serafina del Sagrado Corazón, virgen y fundadora
En Faicchio, de Benevento, Italia, beata María Serafina del Sagrado Corazón, en el siglo Clotilde Micheli, virgen, fundadora del Instituto de las Hermanas de la Caridad de los Ángeles. († 1911)
Beata María Karlowska, virgen y fundadora
En la localidad de Pniewite, junto a Gdansk, en Polonia, beata María Karlowska, virgen, que instituyó la Congregación de Hermanas del Divino Pastor de la Providencia Divina, cuya finalidad era que recuperasen la dignidad de hijas de Dios las jóvenes y mujeres pobres caídas en la corrupción de costumbres. († 1935)
LITURGIA DE HOY
LITURGIA DE HOY
Introducción al Triduo pascual
140. Todos los años en el «sacratísimo triduo del Crucificado, del Sepultado y del Resucitado», o Triduo pascual, que se celebra desde la misa vespertina del Jueves en la cena del Señor hasta las Vísperas del Domingo de Resurrección, la Iglesia celebra, «en íntima comunión con Cristo su Esposo», los grandes misterios de la redención humana.
Otras observaciones
- Es sagrado el ayuno pascual de los dos primeros días del Triduo, en los cuales, según la antigua tradición, la Iglesia ayuna «porque el Esposo le ha sido arrebatado». El Viernes Santo de la Pasión del Señor hay que observar en todas partes el ayuno y la abstinencia, y se recomienda que se observe también durante el Sábado Santo, a fin de que la Iglesia pueda llegar con espíritu abierto a la alegría del Domingo de Resurrección (cf. PCFP, n. 39).
- Las celebraciones de la primera parte del Triduo (misa vespertina del Jueves Santo y celebraciones del Viernes y Sábado Santos durante el día) son intensamente sobrias; en cambio la Noche Santa de la Resurrección es una fiesta rebosante de alegría. El paso de la tristeza al gozo se expresa en la misma Vigilia pascual, celebración del tránsito de Cristo, de su muerte a su resurrección. Que se haga este paso en la liturgia es fundamental, para captar la realidad salvífica que se conmemora. La culminación del Triduo pascual es la Vigilia pascual, en la que hacemos memoria sacramental de la resurrección del Señor.
- Para la celebración adecuada del Triduo pascual se requiere un número conveniente de ministros y colaboradores, que han de ser instruidos cuidadosamente acerca de lo que han de hacer (PCFP, n. 41).
- No se celebren los oficios del Triduo pascual en aquellos lugares donde falte el número suficiente de participantes, ministros y cantores, y procúrese que los fieles se reúnan para participar en una iglesia más importante (PCFP, n. 43).
- Los pastores no dejen de explicar a los fieles, en el mejor modo posible, el significado y la estructura de las celebraciones, preparándoles a una participación activa y fructuosa (PCFP, n. 41).
- Tiene una importancia especial en las celebraciones de la Semana Santa, y especialmente durante el Triduo pascual, el canto del pueblo, de los ministros y del sacerdote celebrante, porque es concorde a la solemnidad de dichos días y, también, porque los textos adquieren toda su fuerza precisamente cuando son cantados (cf. PCFP, n. 42).
- En la celebración del matrimonio se advertirá a los esposos que tengan en cuenta la naturaleza peculiar de este tiempo litúrgico. En ningún caso se celebrará el matrimonio el Viernes Santo ni el Sábado Santo (cf. Ritual del matrimonio, n. 32).
- La práctica de organizar en una misma comunidad parroquial dos vigilias pascuales, una abreviada y otra muy desarrollada, es incorrecta, como contraria a los más elementales principios de la celebración pascual, que requieren una única asamblea, signo de la única Iglesia que se renueva en la celebración de los Misterios pascuales. Hay que favorecer el hecho de que los grupos particulares tomen parte en la celebración común de la Vigilia pascual, de suerte que todos los fieles, formando una única asamblea, puedan experimentar más profundamente el sentido de pertenencia a la comunidad eclesial.
Domingo de Ramos en la Pasión del Señor, cuando nuestro Señor Jesucristo, como indica la profecía de Zacarías, entró en Jerusalén sentado sobre un pollino de borrica, y a su encuentro salió la multitud con ramos de olivos (elog. del Martirologio Romano).
Misa del Domingo (rojo).
MISAL: ants. y oracs. props., sin Gl., Cr., Pf. prop. No se puede decir la PE IV.
LECC.: vol. I (B).
Procesión:
- Mc 11, 1-10. Bendito el que viene en nombre del Señor.
o bien: Jn 12, 12-16. Bendito el que viene en nombre del Señor.
Misa:
- Is 50, 4-7. No escondí el rostro ante ultrajes, sabiendo que no quedaría defraudado.
- Sal 21. R. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
- Flp 2, 6-11. Se humilló a sí mismo; por eso Dios lo exaltó sobre todo.
- Mc 14, 1 — 15, 47. Pasión de nuestro Señor Jesucristo.
Jesús decide cómo quiere entrar en Jerusalén, como un Mesías humilde y pacífico, defensor de los pobres y desvalidos, de aquellos que no tienen «rey» que les defienda. Tal como había profetizado Zacarías. Y en las horas de la pasión se muestra como el siervo de Dios entregado y pacíficamente sufriente de Isaías. Y en la cruz se expresa como el siervo sufriente del Salmo que clama con una infinita confianza a Dios Padre que guarda silencio, a su Abba de Getsemaní. Acompañando a Jesús en su pasión, comprendemos que Dios está presente en medio de nuestros sufrimientos cuando entrevemos la esperanza de entrar con él en la Jerusalén del cielo.
- Hoy no se permiten otras celebraciones, tampoco la misa exequial.
Liturgia de las Horas: oficio dominical. No se dice Te Deum. Comp. Dom. II.
Martirologio: elogs. del 25 de marzo, pág. 222.
Celebración penitencial: Es muy conveniente que el tiempo de la Cuaresma termine, tanto para cada uno de los fieles como para toda la comunidad cristiana, con alguna celebración penitencial que prepare a una más plena participación en el Misterio pascual (Carta circular sobre las fiestas pascuales, n. 37).
RITOS INICIALES
Bendición de las Palmas y los Ramos
Domingo
de Ramos en la Pasión del Señor, cuando nuestro Señor Jesucristo, como indica
la profecía de Zacarías, entró en Jerusalén sentado sobre un pollino de
borrica, y a su encuentro salió la multitud con ramos de olivos (elog. del
Martirologio Romano).
Misa del Domingo (rojo).
MISAL: ants. y oracs. props.,
sin Gl., Cr., Pf. prop. No se puede decir la PE IV.
LECC.: vol. I (C).
Procesión:
- Mt 21, 1-11. Bendito el que viene en
nombre del Señor.
Solemne Eucaristía de la Pasión del Señor
- Is 50, 4-7. No escondí el rostro ante
ultrajes, sabiendo que no quedaría defraudado.
- Sal 21. R. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
- Flp 2, 6-11. Se humilló a sí mismo; por eso Dios lo exaltó sobre todo.
- Mt 26, 14 — 27, 66. Pasión de nuestro Señor
Jesucristo.
1. En
este día la Iglesia recuerda la entrada de Cristo, el Señor, en Jerusalén para
consumar su Misterio pascual. Por esta razón, en todas las misas se hace
memoria de la entrada del Señor en la ciudad santa; esta memoria se hace o bien
por la procesión o entrada solemne antes de la misa principal, o bien por la
entrada simple antes de las restantes misas. La entrada solemne, no así la
procesión, puede repetirse antes de aquellas misas que se celebran con gran
asistencia de fieles.
Cuando
no se pueda hacer ni la procesión ni la entrada solemne, es conveniente que se
haga una celebración de la palabra de Dios con relación a la entrada mesiánica
y a la pasión del Señor, ya sea el sábado al atardecer, ya sea el domingo a la
hora más oportuna.
Conmemoración de la
entrada del Señor en Jerusalén
PROCESIÓN
Forma primera: Procesión
2. A
la hora señalada se reúnen todos en una iglesia menor o en otro lugar apto
fuera de la iglesia a la que se va a ir en procesión. Los fieles tienen en sus
manos los ramos.
3. El
sacerdote y el diácono, revestidos con las vestiduras rojas que se requieren
para la celebración de la misa, se dirigen al lugar donde se ha congregado el
pueblo. El sacerdote, en lugar de casulla, puede llevar capa pluvial, que se
quitará una vez acabada la procesión.
4. Mientras
los ministros llegan al lugar de la reunión, se canta la siguiente antífona u
otro canto apropiado:
Antífona
Cf. Mt 21, 9
Hosanna al Hijo de David,
bendito el que viene en nombre del Señor, el Rey de Israel. Hosanna en el
cielo.
5. El
sacerdote y el pueblo se signan, mientras el sacerdote dice: En el nombre
del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Después saluda al pueblo como
de costumbre, y hace una breve monición, en la que invita a los fieles a
participar activa y conscientemente en la celebración de este día, con estas
palabras u otras semejantes:
Queridos
hermanos: Ya desde el principio de la Cuaresma nos venimos preparando con obras
de penitencia y caridad. Hoy nos disponemos a inaugurar, en comunión con toda
la Iglesia, la celebración anual del Misterio pascual de la pasión y
resurrección de Nuestro Señor Jesucristo quien, para llevarlo a cabo, hizo la
entrada en la ciudad santa de Jerusalén.
Por
este motivo, recordando con fe y devoción esta entrada salvadora, acompañemos
al Señor para que, participando de su cruz por la gracia, merezcamos un día
tener parte en su resurrección y vida.
6. Después
de la monición, el sacerdote dice una de las siguientes oraciones, con las
manos juntas:
O
bien:
«¡Hosanna!¡Bendito el que viene en nombre del Señor!¡Bendito el reino que llega, el de nuestro padre David!¡Hosanna en las alturas!».
8. Después
del evangelio, se puede hacer una breve homilía. Antes de comenzar la
procesión, el sacerdote, el diácono o un ministro laico, dice con estas u otras
palabras:
Queridos
hermanos, imitemos a la muchedumbre que aclamaba a Jesús, y vayamos en paz.
O
bien:
Vayamos
en paz.
En
este caso todos responden:
En el
nombre de Cristo. Amén.
9. Y comienza la procesión hacia la iglesia donde se va a celebrar la misa. Si se emplea el incienso, va delante el turiferario con el incensario humeante, seguidamente el acólito u otro ministro que porta la cruz adornada con ramos o palmas según las costumbres del lugar, en medio de dos ministros con velas encendidas. A continuación, el diácono llevando el libro de los Evangelios, el sacerdote con los ministros y, detrás de ellos, los fieles, que llevan los ramos en las manos.
Durante
la procesión, los cantores, junto con el pueblo, cantan los siguientes cantos u
otros apropiados en honor de Cristo Rey:
Antífona
1
Los niños hebreos, llevando
ramos de olivo, salieron al encuentro del Señor, aclamando: Hosanna en el
cielo.
Esta antífona se puede repetir entre los versículos de este salmo.
Salmo
23
Del Señor es la tierra y cuanto la llena, /
el orbe y todos sus habitantes:
él la fundó sobre los mares, /
él la afianzó sobre los ríos. [R]
¿Quién puede subir al monte del Señor? /
¿Quién puede estar en el recinto sacro?
El hombre de manos inocentes /
y puro corazón, que no confía en los ídolos /
ni jura contra el prójimo en falso. [R]
Ése recibirá la bendición
del Señor, le hará justicia el Dios de salvación.
Ésta es la generación que
busca al Señor, que busca tu rostro, Dios de Jacob. [R]
¡Portones!, alzad los
dinteles, /
que se alcen las puertas eternales: va a entrar el Rey de la gloria. /
¿Quién ese Rey de la gloria? El Señor, héroe valeroso, /
el Señor valeroso en la batalla. [R]
¡Portones!, alzad los dinteles, /
que se alcen las puertas eternales:
va a entrar el Rey de la
gloria.
¿Quién ese Rey de la gloria?
El Señor, Dios del universo:
él es el Rey de la gloria. [R]
Antífona
2
Los niños hebreos extendían
mantos por el camino y aclamaban: Hosanna al Hijo de David, bendito el que
viene en nombre del Señor.
Esta antífona se puede repetir entre los versículos de este salmo.
Salmo 46
Pueblos todos, batid palmas,
/
aclamad a Dios con gritos de
júbilo;
porque el Señor altísimo es terrible, /
emperador de toda la tierra. [R]
Él nos somete los pueblos /
y nos sojuzga las naciones;
él nos escogió por heredad suya: /
gloria de Jacob, su amado.
Dios asciende entre aclamaciones; /
el Señor, al son de trompetas: [R]
tocad para Dios, tocad, /
tocad para nuestro Rey, tocad.
Porque Dios es el rey del mundo: /
tocad con maestría. [R]
Dios reina sobre las naciones, /
Dios se sienta en su trono sagrado.
Los príncipes de los gentiles se reúnen con el pueblo del Dios de Abrahán;
porque de Dios son los grandes de la tierra,
y él es excelso. [R]
Himno
a Cristo Rey
Pueblo:
¡Gloria, alabanza y honor!
¡Gritad Hosanna,
y haceos como los niños
hebreos
al paso del Redentor!
¡Gloria y honor al que viene
en el nombre del Señor!
Cantores:
1. Como
Jerusalén con su traje festivo, vestida de palmeras, coronada de olivos, viene
la cristiandad en son de romería a inaugurar tu Pascua con himnos de alegría. R.
2. Ibas
como va el sol a un ocaso de gloria; cantaban ya tu muerte al cantar tu
victoria; Pero tú eres el Rey, el Señor, el Dios Fuerte, la Vida que renace del
fondo de la Muerte. R.
3. Tú,
que amas a Israel y bendices sus cantos, complácete en nosotros, el pueblo de
los santos; Dios de toda bondad que acoges en tu seno cuanto hay entre los
hombres sencillamente bueno. R.
10. Al
entrar la procesión en la iglesia se canta el siguiente responsorio u otro
canto que haga alusión a la entrada del Señor:
V. Al
entrar el Señor en la ciudad santa, los niños hebreos profetizaban la
resurrección de Cristo, proclamando, con ramos de palmas: «Hosanna en el
cielo».
R. Hosanna en el cielo.
V. Como
el pueblo oyese que Jesús llegaba a Jerusalén, salió a su encuentro, proclamando
con ramos de palmas: «Hosanna en el cielo».
R. Hosanna en el cielo.
11. El
sacerdote, al llegar al altar, lo venera y, silo juzga oportuno, lo inciensa.
Después va a la sede, se quita la capa pluvial si la ha usado, y se pone la
casulla y, omitidos los demás ritos iniciales de la misa y, según la
oportunidad, el Señor ten piedad, dice la oración colecta de la misa y
continúa como de costumbre.
Forma segunda: Entrada
solemne
12. Cuando
no es posible hacer la procesión fuera de la iglesia, la entrada del Señor se
celebra dentro de la iglesia, por medio de una entrada solemne antes de la misa
principal.
13. Los
fieles se reúnen o en la puerta de la iglesia o en la misma iglesia, teniendo
los ramos en las manos. El sacerdote, los ministros y una representación de
fieles se dirigen a un lugar apto de la iglesia, fuera del presbiterio, donde
por la mayor parte de los fieles pueda ver el rito.
14. Mientras
el sacerdote se dirige al lugar indicado, se canta la
antífona: Hosanna u otro canto adecuado. En este lugar se
bendicen los ramos y se proclama el evangelio de la entrada del Señor en
Jerusalén, como se ha indicado más arriba (nn. 5-7). Después del evangelio, el
sacerdote con los ministros y algunos fieles se dirigen al presbiterio por la
iglesia; mientras tanto se canta el responsorio: Al entrar el Señor (n.
10), u otro canto apto.
15. Cuando
ha llegado al altar, el sacerdote lo venera, después va a la sede, y, omitiendo
los ritos iniciales de la misa y, según la oportunidad, el Señor ten
piedad, dice la oración colecta. Después la misa continúa como de costumbre.
Forma tercera: Entrada
simple
16. En
las restantes misas de este domingo en las que no se hace la entrada solemne,
se hace memoria de la entrada del Señor en Jerusalén como entrada simple.
17. Mientras
el sacerdote se dirige al altar, se canta la antífona de entrada con el
salmo (n. 18), u otro canto que haga alusión a la entrada del Señor. El
sacerdote, llegado al altar, lo venera y se dirige a la sede. Después de hacer
la señal de la cruz, saluda al pueblo y la misa prosigue como de costumbre.
En
otras misas, en las que no es posible cantar una antífona de entrada, el
sacerdote, inmediatamente después de llegar al altar y venerarlo, saluda al
pueblo, lee la antífona de entrada y prosigue la misa como de costumbre.
18. Antífona
de entrada Cf. Jn 12, 1. 12, 12-13; Sal 23, 9-10
Seis días antes de la
solemnidad de la Pascua, cuando Jesús iba a la ciudad de Jerusalén, salieron a
su encuentro los niños: en las manos tomaron ramos y aclamaban gritando:
Hosanna en las alturas:
Bendito tú que viniste
con abundante misericordia.
Portones, alzad los
dinteles,
que se alcen las puertas
eternales:
va a entrar el Rey de la
gloria.
¿Quién es ese Rey de la
gloria?
El Señor, Dios del universo,
él es el Rey de la gloria.
Hosanna en las alturas:
Bendito tú que viniste
con abundante misericordia.
MISA
19. Después
de la procesión o de la entrada solemne, el sacerdote comienza la misa con la
oración colecta.
LITURGIA DE LA PALABRA
LITURGIA DE LA PALABRA
hacen visajes, menean la cabeza:
«Acudió al Señor, que lo ponga a salvo;
que lo libre si tanto lo quiere».
me cerca una banda de malhechores;
me taladran las manos y los pies,
puedo contar mis huesos.
echan a suertes mi túnica.
Pero tú, Señor, no te quedes lejos;
fuerza mía, ven corriendo a ayudarme.
en medio de la asamblea te alabaré.
«Los que teméis al Señor, alabadlo;
linaje de Jacob, glorificadlo;
temedlo, linaje de Israel».
Y así, reconocido como hombre por su presencia, se humilló a sí mismo, hecho obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz.
Por eso Dios lo exaltó sobre todo y le concedió el Nombre-sobre-todo-nombre; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.
Palabra del Señor.
Audio y comentario del Evangelio de hoy (I)
Audio y
comentario del Evangelio de hoy (II)
22. Después
de la lectura de la historia de la Pasión téngase, oportunamente, una breve
homilía. También puede observarse algún espacio de silencio.
HOMILÍA DEL SANTO PADRE
FRANCISCO
Plaza de San
Pedro. XXXIV Jornada Mundial de la Juventud
Domingo, 14 de abril de 2019
Las aclamaciones de la entrada en Jerusalén y la humillación de Jesús. Los gritos de fiesta y el ensañamiento feroz. Este doble misterio acompaña cada año la entrada en la Semana Santa, en los dos momentos característicos de esta celebración: la procesión con las palmas y los ramos de olivo, al principio, y luego la lectura solemne de la narración de la Pasión.
Dejemos que esta acción animada por el Espíritu Santo nos envuelva, para obtener lo que hemos pedido en la oración: acompañar con fe a nuestro Salvador en su camino y tener siempre presente la gran enseñanza de su Pasión como modelo de vida y de victoria contra el espíritu del mal.
Jesús nos muestra cómo hemos de afrontar los momentos difíciles y las tentaciones más insidiosas, cultivando en nuestros corazones una paz que no es distanciamiento, no es impasividad o creerse un superhombre, sino que es un abandono confiado en el Padre y en su voluntad de salvación, de vida, de misericordia; y, en toda su misión, pasó por la tentación de “hacer su trabajo” decidiendo él el modo y desligándose de la obediencia al Padre. Desde el comienzo, en la lucha de los cuarenta días en el desierto, hasta el final en la Pasión, Jesús rechaza esta tentación mediante la confianza obediente en el Padre.
También hoy, en su entrada en Jerusalén, nos muestra el camino. Porque en ese evento el maligno, el Príncipe de este mundo, tenía una carta por jugar: la carta del triunfalismo, y el Señor respondió permaneciendo fiel a su camino, el camino de la humildad.
El triunfalismo trata de llegar a la meta mediante atajos, compromisos falsos. Busca subirse al carro del ganador. El triunfalismo vive de gestos y palabras que, sin embargo, no han pasado por el crisol de la cruz; se alimenta de la comparación con los demás, juzgándolos siempre como peores, con defectos, fracasados... Una forma sutil de triunfalismo es la mundanidad espiritual, que es el mayor peligro, la tentación más pérfida que amenaza a la Iglesia (De Lubac). Jesús destruyó el triunfalismo con su Pasión.
El Señor realmente compartió y se regocijó con el pueblo, con los jóvenes que gritaban su nombre aclamándolo como Rey y Mesías. Su corazón gozaba viendo el entusiasmo y la fiesta de los pobres de Israel. Hasta el punto que, a los fariseos que le pedían que reprochara a sus discípulos por sus escandalosas aclamaciones, él les respondió: «Os digo que, si estos callan, gritarán las piedras» (Lc 19,40). Humildad no significa negar la realidad, y Jesús es realmente el Mesías, el Rey.
Pero al mismo tiempo, el corazón de Cristo está en otro camino, en el camino santo que solo él y el Padre conocen: el que va de la «condición de Dios» a la «condición de esclavo», el camino de la humillación en la obediencia «hasta la muerte, y una muerte de cruz» (Flp 2,6-8). Él sabe que para lograr el verdadero triunfo debe dejar espacio a Dios; y para dejar espacio a Dios solo hay un modo: el despojarse, el vaciarse de sí mismo. Callar, rezar, humillarse. Con la cruz no se puede negociar, o se abraza o se rechaza. Y con su humillación, Jesús quiso abrirnos el camino de la fe y precedernos en él.
Tras él, la primera que lo ha recorrido fue su madre, María, la primera discípula. La Virgen y los santos han tenido que sufrir para caminar en la fe y en la voluntad de Dios. Ante los duros y dolorosos acontecimientos de la vida, responder con fe cuesta «una particular fatiga del corazón» (cf. S. Juan Pablo II, Carta enc. Redemptoris Mater, 17). Es la noche de la fe. Pero solo de esta noche despunta el alba de la resurrección. Al pie de la cruz, María volvió a pensar en las palabras con las que el Ángel le anunció a su Hijo: «Será grande [...]; el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin» (Lc 1,32-33). En el Gólgota, María se enfrenta a la negación total de esa promesa: su Hijo agoniza sobre una cruz como un criminal. Así, el triunfalismo, destruido por la humillación de Jesús, fue igualmente destruido en el corazón de la Madre; ambos supieron callar.
Precedidos por María, innumerables santos y santas han seguido a Jesús por el camino de la humildad y la obediencia. Hoy, Jornada Mundial de la Juventud, quiero recordar a tantos santos y santas jóvenes, especialmente a aquellos “de la puerta de al lado”, que solo Dios conoce, y que a veces a él le gusta revelarnos por sorpresa. Queridos jóvenes, no os avergoncéis de mostrar vuestro entusiasmo por Jesús, de gritar que él vive, que es vuestra vida. Pero al mismo tiempo, no tengáis miedo de seguirlo por el camino de la cruz. Y cuando sintáis que os pide que renunciéis a vosotros mismos, que os despojéis de vuestras seguridades, que os confiéis por completo al Padre que está en los cielos, entonces alegraos y regocijaos. Estáis en el camino del Reino de Dios.
Aclamaciones
de fiesta y furia feroz; el silencio de Jesús en su Pasión es impresionante.
Vence también a la tentación de responder, de ser “mediático”. En los momentos
de oscuridad y de gran tribulación hay que callar, tener el valor de callar,
siempre que sea un callar manso y no rencoroso. La mansedumbre del silencio
hará que parezcamos aún más débiles, más humillados, y entonces el demonio,
animándose, saldrá a la luz. Será necesario resistirlo en silencio,
“manteniendo la posición”, pero con la misma actitud que Jesús. Él sabe que la
guerra es entre Dios y el Príncipe de este mundo, y que no se trata de poner la
mano en la espada, sino de mantener la calma, firmes en la fe. Es la hora de
Dios. Y en la hora en que Dios baja a la batalla, hay que dejarlo hacer.
Nuestro puesto seguro estará bajo el manto de la Santa Madre de Dios. Y
mientras esperamos que el Señor venga y calme la tormenta (cf. Mc 4,37-41), con
nuestro silencioso testimonio en oración, nos damos a nosotros mismos y a los
demás razón de nuestra esperanza (cf. 1 P 3,15). Esto nos ayudará a vivir en la
santa tensión entre la memoria de las promesas, la realidad del ensañamiento
presente en la cruz y la esperanza de la resurrección.
Se
dice el Credo y se hace la oración universal.
Oración de los fieles
Oremos
a Dios Padre, que por nosotros entregó a su Hijo Jesús a la muerte y lo levantó
sobre todo, como Mediador nuestro.
- Por la Iglesia, que
sufre en sus miembros y se solidariza con el sufrimiento de toda la humanidad,
para que sepa decir al abatido una palabra de aliento. Roguemos al Señor.
- Por la unidad de todos
los cristianos, para que el sacrificio de Cristo nos reúna en la unidad a los
hijos de Dios dispersos. Roguemos al Señor.
- Por los enfermos, los
moribundos y todos los que sufren, para que, participando del cáliz de la
pasión, a semejanza de Cristo, tengan la firme esperanza de participar con El
en su gloria. Roguemos al Señor.
- Por nosotros, que nos disponemos a celebrar la Pascua del Señor Jesús, para que su muerte y resurrección se realicen en nuestra vida de cristianos. Roguemos al Señor.
Escucha, Padre, la oración
de tu pueblo,
que conmemora la pasión de Jesucristo,
tu Hijo, para que, siguiendo su ejemplo,
cumpla siempre tu voluntad.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
LITURGIA EUCARÍSTICA
LITURGIA EUCARÍSTICA
se extienda sobre nosotros tu misericordia
y, aunque no la merecen nuestras obras,
que con la ayuda de tu compasión
podamos recibirla en este sacrificio único.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
24. Prefacio de la
Pasión del Señor
es nuestro deber y salvación
darte gracias siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno,
por Cristo, Señor nuestro.
y ser condenado injustamente en lugar de los malhechores.
De esta forma, al morir, borró nuestros delitos,
y, al resucitar, logró nuestra salvación.
aclamándote llenos de alegría:
25. Antífona
de comunión Mt 26, 42
Padre
mío, si este cáliz no puede pasar sin que yo lo beba, hágase tu voluntad.
26. Oración después de la comunión
Saciados con los dones santos, te pedimos, Señor,
que, así como nos has hecho esperar lo que creemos
por la muerte de tu Hijo,
podamos alcanzar, por su resurrección,
la plena posesión de lo que anhelamos.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
27. Oración
sobre el pueblo
V/. El Señor esté con vosotros. R/.
V/. Inclinaos para recibir la bendición.
Dirige tu mirada, Señor, sobre esta familia tuya
por la que nuestro Señor Jesucristo
no dudó en entregarse a los verdugos y padecer el tormento de la cruz.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
V/. Y
la bendición de Dios todopoderoso,
Padre, Hijo +, y Espíritu Santo,
descienda sobre vosotros y os acompañe siempre.
R. Amén.
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