PROGRAMA PARROQUIAL:VIERNES, 29 DE MARZO PARROQUIA DEL CARMEN:
- Solemne Vía Crucis (a las 12.00 h.).
- Celebración de la Adoración de la Santa Cruz (a las 17.00 h.).
PARROQUIA DE LOS DOLORES:
- Solemne Vía Crucis (a las 11.00 h.).
- Celebración de la Adoración de la Santa Cruz (a las 19.00 h.).
- Solemne Vía Crucis (a las 12.00 h.).
PARROQUIA DE LOS DOLORES:
- Solemne Vía Crucis (a las 11.00 h.).
NOTICIAS DE ACTUALIDAD
Portada
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SANTORAL DE HOY
San Marcos de Aretusa, obispo y confesor
(† 364)
Elogio: Conmemoración de san Marcos, obispo de Aretusa (actual Er Rastan), en Siria, que durante la controversia arriana no se desvió lo más mínimo de la fe ortodoxa y, bajo el emperador Juliano el Apóstata, fue perseguido. San Gregorio Nacianceno lo saludó como varón eximio y santísimo anciano.
Refieren a este santo: San Casiano de Ímola.
Elogio: En el monte Carmelo, en Palestina, beato Bertoldo, que, abandonando la milicia, fue admitido entre los hermanos que profesaban vida religiosa en ese monte, y más adelante, elegido prior, encomendó la piadosa comunidad a la Madre de Dios.refieren a este santo: Beato Brocardo.
Santos Armogastes, Arquinimo y Saturno, mártires
Conmemoración de los santos Armogastes, Arquinimo y Saturno, mártires, que en el reino vándalo de África, durante la persecución desencadenada bajo el rey arriano Genserico, sufrieron graves suplicios e infamias por confesar la verdadera fe. († c. 462)
San Guillermo Tempier, obispo
En Poitiers, en Aquitania, san Guillermo Tempier, obispo, que, prudente y firme, defendió contra los nobles la Iglesia a él encomendada, ofreciendo en su persona un integérrimo ejemplo de vida. († 1197)
San Ludolfo de Ratzeburg, obispo y mártir
En Wismar, en la región de Holstein, en Alemania, san Ludolfo, obispo de Ratzeburg y mártir, que por defender la libertad de la Iglesia fue aherrojado, por mandato del duque Alberto, en una reducida cárcel, donde quedó tan agotado corporalmente que, al ser liberado de prisión, partió hacia el Señor. († 1250)
Beato Juan Hambley, presbítero y mártir
En Salisbury, en Inglaterra, conmemoración del beato Juan Hambley, presbítero y mártir, que en tiempo de la reina Isabel I, por ser sacerdote, en un día no precisado de este mes, cercano a la Pascua del Señor, en el suplicio del patíbulo se conformó a la pasión de Cristo. († 1587)
Elogio: Conmemoración de san Marcos, obispo de Aretusa (actual Er Rastan), en Siria, que durante la controversia arriana no se desvió lo más mínimo de la fe ortodoxa y, bajo el emperador Juliano el Apóstata, fue perseguido. San Gregorio Nacianceno lo saludó como varón eximio y santísimo anciano.
Refieren a este santo: San Casiano de Ímola.
Santos Armogastes, Arquinimo y Saturno, mártires
Conmemoración de los santos Armogastes, Arquinimo y Saturno, mártires, que en el reino vándalo de África, durante la persecución desencadenada bajo el rey arriano Genserico, sufrieron graves suplicios e infamias por confesar la verdadera fe. († c. 462)
San Guillermo Tempier, obispo
En Poitiers, en Aquitania, san Guillermo Tempier, obispo, que, prudente y firme, defendió contra los nobles la Iglesia a él encomendada, ofreciendo en su persona un integérrimo ejemplo de vida. († 1197)
San Ludolfo de Ratzeburg, obispo y mártir
En Wismar, en la región de Holstein, en Alemania, san Ludolfo, obispo de Ratzeburg y mártir, que por defender la libertad de la Iglesia fue aherrojado, por mandato del duque Alberto, en una reducida cárcel, donde quedó tan agotado corporalmente que, al ser liberado de prisión, partió hacia el Señor. († 1250)
Beato Juan Hambley, presbítero y mártir
En Salisbury, en Inglaterra, conmemoración del beato Juan Hambley, presbítero y mártir, que en tiempo de la reina Isabel I, por ser sacerdote, en un día no precisado de este mes, cercano a la Pascua del Señor, en el suplicio del patíbulo se conformó a la pasión de Cristo. († 1587)
LITURGIA DE HOY
LITURGIA DE HOY
Introducción al Triduo pascual
140. Todos los años en el «sacratísimo triduo del Crucificado, del Sepultado y del Resucitado», o Triduo pascual, que se celebra desde la misa vespertina del Jueves en la cena del Señor hasta las Vísperas del Domingo de Resurrección, la Iglesia celebra, «en íntima comunión con Cristo su Esposo», los grandes misterios de la redención humana.
Otras observaciones
- Es sagrado el ayuno pascual de los dos primeros días del Triduo, en los cuales, según la antigua tradición, la Iglesia ayuna «porque el Esposo le ha sido arrebatado». El Viernes Santo de la Pasión del Señor hay que observar en todas partes el ayuno y la abstinencia, y se recomienda que se observe también durante el Sábado Santo, a fin de que la Iglesia pueda llegar con espíritu abierto a la alegría del Domingo de Resurrección (cf. PCFP, n. 39).
- Las celebraciones de la primera parte del Triduo (misa vespertina del Jueves Santo y celebraciones del Viernes y Sábado Santos durante el día) son intensamente sobrias; en cambio la Noche Santa de la Resurrección es una fiesta rebosante de alegría. El paso de la tristeza al gozo se expresa en la misma Vigilia pascual, celebración del tránsito de Cristo, de su muerte a su resurrección. Que se haga este paso en la liturgia es fundamental, para captar la realidad salvífica que se conmemora. La culminación del Triduo pascual es la Vigilia pascual, en la que hacemos memoria sacramental de la resurrección del Señor.
- Para la celebración adecuada del Triduo pascual se requiere un número conveniente de ministros y colaboradores, que han de ser instruidos cuidadosamente acerca de lo que han de hacer (PCFP, n. 41).
- No se celebren los oficios del Triduo pascual en aquellos lugares donde falte el número suficiente de participantes, ministros y cantores, y procúrese que los fieles se reúnan para participar en una iglesia más importante (PCFP, n. 43).
- Los pastores no dejen de explicar a los fieles, en el mejor modo posible, el significado y la estructura de las celebraciones, preparándoles a una participación activa y fructuosa (PCFP, n. 41).
- Tiene una importancia especial en las celebraciones de la Semana Santa, y especialmente durante el Triduo pascual, el canto del pueblo, de los ministros y del sacerdote celebrante, porque es concorde a la solemnidad de dichos días y, también, porque los textos adquieren toda su fuerza precisamente cuando son cantados (cf. PCFP, n. 42).
- En la celebración del matrimonio se advertirá a los esposos que tengan en cuenta la naturaleza peculiar de este tiempo litúrgico. En ningún caso se celebrará el matrimonio el Viernes Santo ni el Sábado Santo (cf. Ritual del matrimonio, n. 32).
- La práctica de organizar en una misma comunidad parroquial dos vigilias pascuales, una abreviada y otra muy desarrollada, es incorrecta, como contraria a los más elementales principios de la celebración pascual, que requieren una única asamblea, signo de la única Iglesia que se renueva en la celebración de los Misterios pascuales. Hay que favorecer el hecho de que los grupos particulares tomen parte en la celebración común de la Vigilia pascual, de suerte que todos los fieles, formando una única asamblea, puedan experimentar más profundamente el sentido de pertenencia a la comunidad eclesial.
DIRECTORIO SOBRE LA PIEDAD POPULAR Y LA LITURGIA
VIERNES
SANTO
La
procesión del Viernes Santo
142. El Viernes Santo la Iglesia celebra la
Muerte salvadora de Cristo. En el Acto litúrgico de la tarde, medita en la
Pasión de su Señor, intercede por la salvación del mundo, adora la Cruz y
conmemora su propio nacimiento del costado abierto del Salvador (Cfr. Jn
19,34).
Entre las manifestaciones de piedad popular
del Viernes Santo, además del Vía Crucis, destaca la procesión del "Cristo
muerto". Esta destaca, según las formas expresivas de la piedad popular,
el pequeño grupo de amigos y discípulos que, después de haber bajado de la Cruz
el Cuerpo de Jesús, lo llevaron al lugar en el cual había una "tumba
excavada en la roca, en la cual todavía no se había dado sepultura a
nadie" (Lc 23,53).
La procesión del "Cristo muerto" se
desarrolla, por lo general, en un clima de austeridad, de silencio y de
oración, con la participación de numerosos fieles, que perciben no pocos
sentidos del misterio de la sepultura de Jesús.
143. Sin embargo, es necesario que estas
manifestaciones de la piedad popular nunca aparezcan ante los fieles, ni por la
hora ni por el modo de convocatoria, como sucedáneo de las celebraciones
litúrgicas del Viernes Santo.
Por lo tanto, al planificar pastoralmente el
Viernes Santo se deberá conceder el primer lugar y el máximo relieve a la
Celebración litúrgica, y se deberá explicar a los fieles que ningún ejercicio
de piedad debe sustituir a esta celebración, en su valor objetivo.
Finalmente, hay que evitar introducir la
procesión de "Cristo muerto" en el ámbito de la solemne Celebración
litúrgica del Viernes Santo, porque esto constituiría una mezcla híbrida de
celebraciones.
Representación
de la Pasión de Cristo
144. En muchas regiones, durante la Semana
Santa, sobre todo el Viernes, tienen lugar representaciones de la Pasión de
Cristo. Se trata, frecuentemente, de verdaderas "representaciones
sagradas", que con razón se pueden considerar un ejercicio de piedad. Las
representaciones sagradas hunden sus raíces en la Liturgia. Algunas de ellas,
nacidas casi en el coro de los monjes, mediante un proceso de dramatización
progresiva, han pasado al atrio de la iglesia.
En muchos lugares, la preparación y ejecución
de la representación de la Pasión de Cristo está encomendada a cofradías, cuyos
miembros han asumido determinados compromisos de vida cristiana. En estas
representaciones, actores y espectadores son introducidos en un movimiento de
fe y de auténtica piedad. Es muy deseable que las representaciones sagradas de
la Pasión del Señor no se alejen de este estilo de expresión sincera y gratuita
de piedad, para convertirse en manifestaciones folclóricas, que atraen no tanto
el espíritu religioso cuanto el interés de los turistas.
Respecto a las representaciones sagradas hay
que explicar a los fieles la profunda diferencia que hay entre una
"representación" que es mímesis, y la "acción litúrgica",
que es anámnesis, presencia mistérica del acontecimiento salvífico de la
Pasión.
Hay que rechazar las prácticas penitenciales
que consisten en hacerse crucificar con clavos.
El
recuerdo de la Virgen de los Dolores
145. Dada su importancia doctrinal y
pastoral, se recomienda no descuidar el "recuerdo de los dolores de la
Santísima Virgen María". La piedad popular, siguiendo el relato
evangélico, ha destacado la asociación de la Madre a la Pasión salvadora del
Hijo (cfr. Jn 19,25-27; Lc 2,34ss) y ha dado lugar a diversos ejercicios de
piedad entre los que se deben recordar:
- el Planctus Mariae, expresión intensa de
dolor, que con frecuencia contiene elementos de gran valor literario y musical,
en el que la Virgen llora no sólo la muerte del Hijo, inocente y santo, su bien
sumo, sino también la pérdida de su pueblo y el pecado de la humanidad.
- la "Hora de la Dolorosa", en la que los fieles, con expresiones de conmovedora devoción, "hacen compañía" a la Madre del Señor, que se ha quedado sola y sumergida en un profundo dolor, después de la muerte de su único Hijo; al contemplar a la Virgen con el Hijo entre sus brazos – la Piedad – comprenden que en María se concentra el dolor del universo por la muerte de Cristo; en ella ven la personificación de todas las madres que, a lo largo de la historia, han llorado la muerte de un hijo. Este ejercicio de piedad, que en algunos lugares de América Latina se denomina "El pésame", no se debe limitar a expresar el sentimiento humano ante una madre desolada, sino que, desde la fe en la Resurrección, debe ayudar a comprender la grandeza del amor redentor de Cristo y la participación en el mismo de su Madre.
En este día, en que «ha sido inmolada nuestra Víctima Pascual: Cristo (1 Cor 5, 7), lo que por largo tiempo había sido prometido en misteriosa prefiguración se ha cumplido con plena eficacia: el cordero verdadero sustituye a la oveja que lo anunciaba, y con el único sacrificio se termina la diversidad de las víctimas antiguas» (cf. san León Magno).
MISAL: Todo propio. No se
dice «Podéis ir en paz».
LECC.: vol. I (C).
- Is 52, 13 — 53, 12. Él fue traspasado
por nuestras rebeliones.
- Sal 30. R. Padre, a
tus manos encomiendo mi espíritu.
- Heb 4, 14-16; 5,
7-9. Aprendió a obedecer; y se convirtió, para todos los que lo obedecen, en
autor de salvación.
La
acción litúrgica transcurre en silencio y en contemplación. La celebración
consta de las siguientes partes:
1. Rito de entrada:
procesión en silencio y oración.
2. Liturgia de la Palabra
en la que se proclama especialmente la narración de la Pasión y se ora
solemnemente por todos.
3. Adoración de la Cruz.
La Cruz es signo del triunfo de la donación y del amor supremo de Jesús.
4. Rito de comunión. La
comunión es configuración sacramental con Cristo, muerto y resucitado.
5. Rito de conclusión.
Las oraciones finales recuerdan a la asamblea, comunidad de la cruz, que debe
vivir lo que ha celebrado.
* Según una antiquísima
tradición, la Iglesia no celebra ningún sacramento ni en este día ni en el
siguiente, excepto los de la Penitencia y la Unción de enfermos. La sagrada
comunión se distribuye a los fieles únicamente dentro de la celebración de la
Pasión del Señor; a los enfermos que no puedan participar en dicha celebración,
se les puede llevar a cualquier hora del día.
* El altar debe estar
desnudo por completo: sin cruz, sin candeleros ni manteles.
* Después del mediodía,
cerca de las tres, a no ser que por razones pastorales se elija una hora más
tardía, tiene lugar la celebración de la Pasión del Señor, desde el mediodía
hasta el atardecer, pero nunca después de las nueve de la noche.
* Las lecturas han de
ser leídas por entero.
* La historia de la
Pasión del Señor según san Juan se canta o se proclama como el domingo anterior
sin cirios ni incienso, no se hace al principio la salutación habitual, ni se
signa el libro, pero se dice al final «Palabra del Señor».
* Después de la lectura
de la Pasión es oportuno hacer una breve homilía. Al final de la misma, los
fieles pueden ser invitados a permanecer en oración durante un breve espacio de
tiempo.
* Para la adoración solo
debe exponerse una cruz, suficiente, grande y bella. Este rito ha de hacerse
con el esplendor digno de la Gloria del misterio de nuestra salvación.
* Acabada la
distribución de la comunión, el diácono u otro ministro idóneo lleva la píxide
a algún lugar especialmente preparado fuera de la iglesia, o bien, si lo exigen
las circunstancias, lo reserva en el sagrario.
* Después de la
celebración se desnuda el altar, pero dejando sobre él la cruz con dos o cuatro
candeleros. Dispóngase en la iglesia un lugar adecuado para colocar allí la
cruz, a fin de que los fieles puedan adorarla, besarla y permanecer en oración
y meditación. Hasta la Vigilia pascual se hace genuflexión sencilla a la Cruz.
* Los ejercicios de
piedad, como son el viacrucis, las procesiones de la Pasión y el recuerdo de
los dolores de la santísima Virgen María, en modo alguno pueden ser
descuidados, dada su importancia pastoral. Los textos y los cantos utilizados
han de responder al espíritu de la liturgia del día. Los horarios de estos
ejercicios piadosos han de regularse con el horario de la celebración litúrgica
de tal manera que aparezca claro que la acción litúrgica, por su misma
naturaleza, está por encima de los ejercicios piadosos.
* Hoy no se permiten
otras celebraciones, tampoco la misa exequial.
* Las exequias sin misa han de celebrarse sin canto, sin órgano y sin tocar las campanas.
* Se recomienda que en
este día se celebre en las iglesias el Oficio de lectura y las Laudes, con
participación de los fieles.
RITOS INICIALES
VIERNES SANTO
1. Según
una antiquísima tradición, la Iglesia no celebra ningún sacramento ni en este
día ni en el siguiente, excepto el de la Penitencia y Unción de enfermos.
2. En
este día la sagrada comunión se distribuye a los fieles únicamente dentro de la
celebración de la Pasión del Señor; a los enfermos, que no pueden participar en
dicha celebración, se les puede llevar a cualquier hora del día.
3. El
altar debe estar desnudo por completo: sin cruz, sin candeleros, ni manteles.
Celebración de la Pasión
del Señor
4. Después
del mediodía, cerca de las tres, a no ser que por razón pastoral se elija una
hora más tardía, tiene lugar la celebración de la Pasión del Señor, que consta
de tres partes: liturgia de la Palabra, adoración de la Cruz y sagrada
comunión.
Monición de entrada
Excepcionalmente
debe hacerla otro ministro, que no sea el que preside y antes de que comience
la celebración.
Nos
hemos reunido para conmemorar la pasión y muerte del Señor Jesús. Es la hora
aproximada en que sucedió el acontecimiento que nos trae la salvación: la Hora
del combate supremo y de la victoria definitiva; la Hora de la humillación y de
la glorificación; la Hora de pasar de este mundo al Padre. En la celebración de
esta tarde, todos los ritos han de ser vividos desde la contemplación y el
silencio, porque se trata del misterio santo de la cruz y la pasión.
Toda la celebración pone ante nuestros ojos la pasión del Señor: las lecturas de la Palabra de Dios que llegan a su culmen en la pasión según san Juan, la solemne oración universal que manifiesta la universalidad de la salvación, la Santa cruz a la que hoy adoramos, la sagrada comunión que nos une al Cuerpo entregado y a la Sangre derramada por nosotros.
5. El
sacerdote, y el diácono si lo hay, revestidos de color rojo como para la misa,
se dirigen en silencio al altar, y, hecha la reverencia al mismo, se postran
rostro en tierra o, si se juzga mejor, se arrodillan, y oran en silencio
durante algún espacio de tiempo. Todos los demás se postran de rodillas.
6. Después
el sacerdote, con los ministros, se dirige a la sede, donde, vuelto hacia el
pueblo, que está de pie, con las manos juntas, dice una de las siguientes
oraciones sin decir la invitación Oremos.
O
bien:
LITURGIA DE LA PALABRA
LITURGIA DE LA PALABRA
7. Luego todos se sientan y se proclama la lectura, del profeta Isaías (52, 13-53, 12), con su salmo.
Lectura
del libro de Isaías 52, 13-53, 12
MIRAD, mi siervo tendrá éxito,
subirá y crecerá mucho.
Como muchos se espantaron de él
porque desfigurado no parecía hombre,
ni tenía aspecto humano,
así asombrará a muchos pueblos,
ante él los reyes cerrarán la boca,
al ver algo inenarrable
y comprender algo inaudito.
¿Quién creyó nuestro anuncio?;
¿a quién se reveló el brazo del Señor?
Creció en su presencia como brote,
como raíz en tierra árida,
sin figura, sin belleza.
Lo vimos sin aspecto atrayente,
despreciado y evitado de los hombres,
como un hombre de dolores,
acostumbrado a sufrimientos,
ante el cual se ocultaban los rostros,
despreciado y desestimado.
Él soportó nuestros sufrimientos
y aguantó nuestros dolores;
nosotros lo estimamos leproso,
herido de Dios y humillado;
pero él fue traspasado por nuestras rebeliones,
triturado por nuestros crímenes.
Nuestro castigo saludable cayó sobre él,
sus cicatrices nos curaron.
Todos errábamos como ovejas,
cada uno siguiendo su camino;
y el Señor cargó sobre él
todos nuestros crímenes.
Maltratado, voluntariamente se humillaba y no abría la boca:
como cordero llevado al matadero,
como oveja ante el esquilador,
enmudecía y no abría la boca.
Sin
defensa, sin justicia, se lo llevaron,
¿quién se preocupará de su estirpe?
Lo arrancaron de la tierra de los vivos,
por los pecados de mi pueblo lo hirieron.
Le dieron sepultura con los malvados
y una tumba con los malhechores,
aunque no había cometido crímenes
ni hubo engaño en su boca.
El Señor quiso triturarlo con el sufrimiento,
y entregar su vida como expiación:
verá su descendencia, prolongará sus años,
lo que el Señor quiere prosperará por su mano.
Por los trabajos de su alma verá la luz,
el justo se saciará de conocimiento.
Mi siervo justificará a muchos,
porque cargó con los crímenes de ellos.
Le daré una multitud como parte,
y tendrá como despojo una muchedumbre.
Porque expuso su vida a la muerte
y fue contado entre los pecadores,
él tomó el pecado de muchos
e intercedió por los pecadores.
Palabra de Dios.
SALMO
RESPONSORIAL (Sal 30, 2 y 6. 12-13. 15-16. 17 y 25 [R.: Lc 23, 46])
R. Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu.
V. A
ti , Señor, me acojo:
no quede yo nunca defraudado;
tú, que eres justo, ponme a salvo.
A tus manos encomiendo mi espíritu:
tú, el Dios leal, me librarás.
R. Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu.
V. Soy
la burla de todos mis enemigos,
la irrisión de mis vecinos,
el espanto de mis conocidos:
me ven por la calle, y escapan de mí.
Me han olvidado como a un muerto,
me han desechado como a un cacharro inútil.
R. Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu.
V. Pero
yo confío en ti, Señor;
te digo: «Tú eres mi Dios.»
En tu mano están mis azares:
líbrame de los enemigos que me persiguen.
R. Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu.
V. Haz
brillar tu rostro sobre tu siervo,
sálvame por tu misericordia.
Sed fuertes y valientes de corazón,
los que esperáis en el Señor.
R. Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu.
8. A
esta lectura sigue la de la carta a los Hebreos (4, 14-16; 5, 7-9), y el canto
antes del Evangelio.
Lectura
de la carta a los Hebreos 4, 14-16; 5, 7-9
HERMANOS:
Ya
que tenemos un sumo sacerdote grande que ha atravesado el cielo, Jesús, Hijo de
Dios, mantengamos firme la confesión de fe.
No
tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino
que ha sido probado en todo, como nosotros, menos en el pecado. Por eso,
comparezcamos confiados ante el trono de la gracia, para alcanzar misericordia
y encontrar gracia para un auxilio oportuno.
Cristo,
en efecto, en los días de su vida mortal, a gritos y con lágrimas, presentó
oraciones y súplicas al que podía salvarlo de la muerte, siendo escuchado por
su piedad filial. Y, aun siendo Hijo, aprendió, sufriendo, a obedecer. Y,
llevado a la consumación, se convirtió, para todos los que lo obedecen, en
autor de salvación eterna.
Palabra
de Dios.
9. Finalmente
se lee la historia de la Pasión del Señor según san Juan (18, 1-19, 42), del
mismo modo que el domingo precedente.
Para
la lectura de la historia de la Pasión del Señor no se llevan cirios ni
incienso, ni se hace al principio la salutación habitual, ni se signa el libro.
Esta lectura la proclama el diácono o, en su defecto, el mismo celebrante. Pero
puede también ser proclamada por lectores laicos, reservando, si es posible, al
sacerdote la parte correspondiente a Cristo.
Si
los lectores de la Pasión son diáconos, antes del canto de la Pasión piden la
bendición al celebrante, como en otras ocasiones antes del Evangelio; pero si
los lectores no son diáconos se omite esta bendición.
Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 18, 1-19, 42
¿A
quién buscáis? A Jesús, el Nazareno
Cronista:
En
aquel tiempo, salió Jesús con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón,
donde había un huerto, y entraron allí él y sus discípulos. Judas, el que lo
iba a entregar, conocía también el sitio, porque Jesús se reunía a menudo allí
con sus discípulos. Judas entonces, tomando una cohorte y unos guardias de los
sumos sacerdotes y de los fariseos, entró allá con faroles, antorchas y armas.
Jesús, sabiendo todo lo que venía sobre él, se adelantó y les dijo:
+ «¿A quién buscáis?».
C. Le
contestaron:
S. «A
Jesús, el Nazareno».
C. Les
dijo Jesús:
+ «Yo soy».
C. Estaba
también con ellos Judas, el que lo iba a entregar. Al decirles: «Yo soy»,
retrocedieron y cayeron a tierra. Les preguntó otra vez:
+ «¿A quién buscáis?».
C. Ellos
dijeron:
S. «A
Jesús, el Nazareno».
C. Jesús
contestó:
+ «Os he dicho que soy
yo. Si me buscáis a mí, dejad marchar a estos».
C. Y
así se cumplió lo que había dicho: «No he perdido a ninguno de los que me
diste».
Entonces
Simón Pedro, que llevaba una espada, la sacó e hirió al criado del sumo
sacerdote, cortándole la oreja derecha. Este criado se llamaba Malco. Dijo
entonces Jesús a Pedro:
+ «Mete la espada en la
vaina. El cáliz que me ha dado mi Padre, ¿no lo voy a beber?».
Llevaron
a Jesús primero ante Anás
C. La
cohorte, el tribuno y los guardias de los judíos prendieron a Jesús, lo ataron
y lo llevaron primero a Anás, porque era suegro de Caifás, sumo sacerdote aquel
año; Caifás era el que había dado a los judíos este consejo: «Conviene que
muera un solo hombre por el pueblo».
Simón
Pedro y otro discípulo seguían a Jesús. Este discípulo era conocido del sumo
sacerdote y entró con Jesús en el palacio del sumo sacerdote, mientras Pedro se
quedó fuera a la puerta. Salió el otro discípulo, el conocido del sumo
sacerdote, habló a la portera e hizo entrar a Pedro. La criada portera dijo
entonces a Pedro:
S. «¿No
eres tú también de los discípulos de ese hombre?».
C. Él
dijo:
S. «No
lo soy».
C. Los
criados y los guardias habían encendido un brasero, porque hacía frío, y se
calentaban. También Pedro estaba con ellos de pie, calentándose.
El
sumo sacerdote interrogó a Jesús acerca de sus discípulos y de su doctrina.
Jesús
le contestó:
+ «Yo he hablado
abiertamente al mundo; yo he enseñado continuamente en la sinagoga y en el
templo, donde se reúnen todos los judíos, y no he dicho nada a escondidas. ¿Por
qué me preguntas a mí? Pregunta a los que me han oído de qué les he hablado.
Ellos saben lo que yo he dicho».
C. Apenas
dijo esto, uno de los guardias que estaba allí le dio una bofetada a Jesús,
diciendo:
S. «¿Así
contestas al sumo sacerdote?».
C. Jesús
respondió:
+ «Si he faltado al
hablar, muestra en qué he faltado; pero si he hablado como se debe, ¿por qué me
pegas?».
C. Entonces
Anás lo envió atado a Caifás, sumo sacerdote.
¿No
eres tú también de sus discípulos? No lo soy
C. Simón
Pedro estaba de pie, calentándose, y le dijeron:
S. «¿No
eres tú también de sus discípulos?».
C. Él
lo negó, diciendo:
S. «No
lo soy».
C. Uno
de los criados del sumo sacerdote, pariente de aquel a quien Pedro le cortó la
oreja, le dijo:
S. «¿No
te he visto yo en el huerto con él?».
C. Pedro
volvió a negar, y enseguida cantó un gallo.
Mi
reino no es de este mundo
C. Llevaron
a Jesús de casa de Caifás al pretorio. Era el amanecer, y ellos no entraron en
el pretorio para no incurrir en impureza y poder así comer la Pascua. Salió
Pilato afuera, adonde estaban ellos, y dijo:
S. «¿Qué
acusación presentáis contra este hombre?».
C. Le
contestaron:
S. «Si
este no fuera un malhechor, no te lo entregaríamos».
C. Pilato
les dijo:
S. «Lleváoslo
vosotros y juzgadlo según vuestra ley».
C. Los
judíos le dijeron:
S. «No
estamos autorizados para dar muerte a nadie».
C. Y
así se cumplió lo que había dicho Jesús, indicando de qué muerte iba a morir.
Entró
otra vez Pilato en el pretorio, llamó a Jesús y le dijo:
S. «¿Eres
tú el rey de los judíos?».
C. Jesús
le contestó:
+ «¿Dices eso por tu
cuenta o te lo han dicho otros de mí?».
C. Pilato
replicó:
S. «¿Acaso
soy yo judío? Tu gente y los sumos sacerdotes te han entregado a mí; ¿qué has
hecho?».
C. Jesús
le contestó:
+ «Mi reino no es de
este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que
no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí».
C. Pilato
le dijo:
S. «Entonces,
¿tú eres rey?».
C. Jesús
le contestó:
+ «Tú lo dices: soy rey.
Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de
la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz».
C. Pilato
le dijo:
S. «Y,
¿qué es la verdad?».
C. Dicho
esto, salió otra vez adonde estaban los judíos y les dijo:
S. «Yo
no encuentro en él ninguna culpa. Es costumbre entre vosotros que por Pascua
ponga a uno en libertad. ¿Queréis que os suelte al rey de los judíos?».
C. Volvieron
a gritar:
S. «A
ese no, a Barrabás».
C. El
tal Barrabás era un bandido.
¡Salve,
rey de los judíos!
C. Entonces
Pilato tomó a Jesús y lo mandó azotar. Y los soldados trenzaron una corona de
espinas, se la pusieron en la cabeza y le echaron por encima un manto color
púrpura; y, acercándose a él, le decían:
S. «Salve,
rey de los judíos!».
C. Y
le daban bofetadas.
Pilato
salió otra vez afuera y les dijo:
S. «Mirad,
os lo saco afuera para que sepáis que no encuentro en él ninguna culpa».
C. Y
salió Jesús afuera, llevando la corona de espinas y el manto color púrpura.
Pilato les dijo:
S. «He
aquí al hombre».
C. Cuando
lo vieron los sumos sacerdotes y los guardias, gritaron:
S. «Crucifícalo,
crucifícalo!».
C. Pilato
les dijo:
S. «Lleváoslo
vosotros y crucificadlo, porque yo no encuentro culpa en él».
C. Los
judíos le contestaron:
S. «Nosotros
tenemos una ley, y según esa ley tiene que morir, porque se ha hecho Hijo de
Dios».
C. Cuando
Pilato oyó estas palabras, se asustó aún más. Entró otra vez en el pretorio y
dijo a Jesús:
S. «¿De
dónde eres tú?».
C. Pero
Jesús no le dio respuesta.
Y
Pilato le dijo:
S. «¿A
mí no me hablas? ¿No sabes que tengo autoridad para soltarte y autoridad para
crucificarte?».
C. Jesús
le contestó:
+ «No tendrías ninguna
autoridad sobre mí si no te la hubieran dado de lo alto. Por eso el que me ha
entregado a ti tiene un pecado mayor».
¡Fuera,
fuera; crucifícalo!
C. Desde
este momento Pilato trataba de soltarlo, pero los judíos gritaban:
S. «Si
sueltas a ese, no eres amigo del César. Todo el que se hace rey está contra el
César».
C. Pilato
entonces, al oír estas palabras, sacó afuera a Jesús y se sentó en el tribunal,
en el sitio que llaman «el Enlosado» (en hebreo “Gábbata”). Era el día de la
Preparación de la Pascua, hacia el mediodía.
Y
dijo Pilato a los judíos:
S. «He
aquí a vuestro rey».
C. Ellos
gritaron:
S. «¡Fuera,
fuera; crucifícalo!».
C. Pilato
les dijo:
S. «¿A
vuestro rey voy a crucificar?».
C. Contestaron
los sumos sacerdotes:
S. «No
tenemos más rey que al César».
C. Entonces
se lo entregó para que lo crucificaran.
Lo
crucificaron; y con él a otros dos
C. Tomaron
a Jesús, y, cargando él mismo con la cruz, salió al sitio llamado «de la
Calavera» (que en hebreo se dice “Gólgota”), donde lo crucificaron; y con él a
otros dos, uno a cada lado, y en medio, Jesús. Y Pilato escribió un letrero y
lo puso encima de la cruz; en él estaba escrito: «Jesús, el Nazareno, el rey de
los judíos».
Leyeron
el letrero muchos judíos, porque estaba cerca el lugar donde crucificaron a
Jesús, y estaba escrito en hebreo, latín y griego.
Entonces
los sumos sacerdotes de los judíos dijeron a Pilato:
S. «No
escribas “El rey de los judíos”, sino: “Este ha dicho: soy el rey de los
judíos”».
C. Pilato
les contestó:
S. «Lo
escrito, escrito está».
Se
repartieron mis ropas
C. Los
soldados, cuando crucificaron a Jesús, cogieron su ropa, haciendo cuatro
partes, una para cada soldado, y apartaron la túnica. Era una túnica sin
costura, tejida toda de una pieza de arriba abajo. Y se dijeron:
S. «No
la rasguemos, sino echémosla a suerte, a ver a quién le toca».
C. Así
se cumplió la Escritura: «Se repartieron mis ropas y echaron a suerte mi
túnica». Esto hicieron los soldados.
Ahí
tienes a tu hijo. Ahí tienes a tu madre
C. Junto
a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María, la de
Cleofás, y María, la Magdalena. Jesús, al ver a su madre y junto a ella al
discípulo al que amaba, dijo a su madre:
+ «Mujer, ahí tienes a
tu hijo».
C. Luego,
dijo al discípulo:
+ «Ahí tienes a tu
madre».
C. Y
desde aquella hora, el discípulo la recibió como algo propio.
Está
cumplido
C. Después
de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba cumplido, para que se cumpliera la
Escritura, dijo:
+ «Tengo sed».
C. Había
allí un jarro lleno de vinagre. Y, sujetando una esponja empapada en vinagre a
una caña de hisopo, se la acercaron a la boca. Jesús, cuando tomó el vinagre,
dijo:
+ «Está cumplido».
C. E
inclinando la cabeza, entregó el espíritu.
Todos
se arrodillan, y se hace una pausa.
Al
punto salió sangre y agua
C. Los
judíos entonces, como era el día de la Preparación, para que no se quedaran los
cuerpos en la cruz el sábado, porque aquel sábado era un día grande, pidieron a
Pilato que les quebraran las piernas y que los quitaran. Fueron los soldados,
le quebraron las piernas al primero y luego al otro que habían crucificado con
él; pero al llegar a Jesús, viendo que ya había muerto, no le quebraron las
piernas, sino que uno de los soldados, con la lanza, le traspasó el costado, y
al punto salió sangre y agua. El que lo vio da testimonio, y su testimonio es
verdadero, y él sabe que dice verdad, para que también vosotros creáis. Esto
ocurrió para que se cumpliera la Escritura:
«No
le quebrarán un hueso»; y en otro lugar la Escritura dice:
«Mirarán
al que traspasaron».
Envolvieron
el cuerpo de Jesús en los lienzos con los aromas
C. Después
de esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús aunque oculto por miedo a
los judíos, pidió a Pilato que le dejara llevarse el cuerpo de Jesús. Y Pilato
lo autorizó. Él fue entonces y se llevó el cuerpo. Llegó también Nicodemo, el
que había ido a verlo de noche, y trajo unas cien libras de una mixtura de
mirra y áloe.
Tomaron
el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en los lienzos con los aromas, según se
acostumbra a enterrar entre los judíos. Había un huerto en el sitio donde lo
crucificaron, y en el huerto, un sepulcro nuevo donde nadie había sido
enterrado todavía. Y como para los judíos era el día de la Preparación, y el
sepulcro estaba cerca, pusieron allí a Jesús.
Audio y comentario del Evangelio de hoy
10. Después
de la lectura de la Pasión es oportuno hacer una breve homilía. Al final de la
misma, el sacerdote puede invitar a los fieles a que permanezcan en oración
durante un breve espacio de tiempo.
Oración universal
11. La
liturgia de la Palabra se concluye con la oración universal, que se hace de
este modo: el diácono, si lo hay, o en su ausencia un ministro laico, en pie y
desde el ambón, pronuncia las invitaciones que expresan la intención. Después
todos oran en silencio durante un espacio de tiempo, y seguidamente el
sacerdote, desde la sede o, si parece más oportuno, desde el altar, con las
manos extendidas, dice la oración.
Los
fieles pueden permanecer de rodillas o de pie durante todo el tiempo de las
oraciones.
12. Antes
de la oración del sacerdote se pueden emplear, según la tradición, las
invitaciones del diácono: Pongámonos de rodillas y: Podéis
levantaros, con un espacio de oración en silencio que todos hacen arrodillados.
13. En
una grave necesidad pública, el obispo diocesano puede permitir o mandar que se
añada alguna intención especial.
I. Por la santa Iglesia
La
oración se canta en tono simple o, si se usan las invitaciones Pongámonos
de rodillas - Podéis levantaros, en tono solemne.
Oremos, hermanos, por la
Iglesia santa de Dios, para que el Señor le dé la paz, la mantenga en la
unidad, la proteja en toda la tierra, y a todos nos conceda una vida confiada y
serena, para gloria de Dios, Padre todopoderoso.
Oración
en silencio. Prosigue el sacerdote:
Dios todopoderoso y eterno,
que en Cristo manifiestas tu gloria a todas las naciones, vela solícito por la
obra de tu amor, para que la Iglesia, extendida por todo el mundo, persevere
con fe inquebrantable en la confesión de tu nombre. Por Jesucristo, nuestro
Señor.
R. Amén.
II. Por el Papa
Oremos también por nuestro
Santo Padre el papa N., para que Dios, que lo llamó al orden episcopal, lo
asista y proteja para bien de la Iglesia, como guía del pueblo santo de Dios.
Oración
en silencio. Prosigue el sacerdote:
Dios todopoderoso y eterno,
cuya sabiduría gobierna todas las cosas, atiende bondadoso nuestras súplicas y
guarda en tu amor a quien has elegido como papa, para que el pueblo cristiano,
gobernado por ti, progrese siempre en la fe bajo el cayado del mismo pontífice.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
III. Por todos los
ministros y por los fieles
Oremos también por nuestro
obispo N., [por el obispo coadjutor (auxiliar) N., o bien: y por
sus obispos auxiliares,] por todos los obispos, presbíteros, diáconos, y
por todos los miembros del pueblo santo de Dios.
Oración
en silencio. Prosigue el sacerdote:
Dios todopoderoso y eterno,
cuyo Espíritu santifica y gobierna todo el cuerpo de la Iglesia, escucha las
súplicas que te dirigimos por tus ministros, para que, con la ayuda de tu
gracia, todos te sirvan con fidelidad. Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
IV. Por los
catecúmenos.
Oremos también por
los (nuestros) catecúmenos, para que Dios nuestro Señor les abra los
oídos del espíritu y la puerta de la misericordia, de modo que, recibida la
remisión de todos los pecados por el baño de la regeneración, sean incorporados
a Jesucristo, nuestro Señor.
Oración
en silencio. Prosigue el sacerdote:
Dios todopoderoso y eterno,
que heces fecunda a tu Iglesia dándole constantemente nuevos hijos, acrecienta
la fe y la sabiduría de los (nuestros) catecúmenos, para que al
renacer en la fuente bautismal, sean contados entre los hijos de adopción. Por
Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
V. Por la unidad de los
cristianos.
Oremos también por todos los
hermanos nuestros que creen en Cristo, para que Dios nuestro Señor asista y
congregue en una sola Iglesia a los que viven de acuerdo con la verdad.
Oración
en silencio. Prosigue el sacerdote:
Dios todopoderoso y eterno,
que vas reuniendo a tus hijos dispersos y velas por la unidad ya lograda, mira
con amor a la grey de tu Hijo, para que la integridad de la fe y el vínculo de
la caridad congregue a los que consagró un solo bautismo. Por Jesucristo,
nuestro Señor.
R. Amén.
VI. Por los judíos.
Oremos también por el pueblo
judío, el primero a quien habló el Señor Dios nuestro, para que acreciente en
ellos el amor de su nombre y la fidelidad a la alianza.
Oración
en silencio. Prosigue el sacerdote:
Dios todopoderoso y eterno,
que confiaste tus promesas a Abraham y a su descendencia, escucha con piedad
las súplicas de tu Iglesia, para que el pueblo de la primera alianza llegue a
conseguir en plenitud la redención. Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
VII. Por los que no
creen en Cristo.
Oremos también por los que
no creen en Cristo, para que, iluminados por el Espíritu Santo, encuentren el
camino de la salvación.
Oración
en silencio. Prosigue el sacerdote:
Dios todopoderoso y eterno,
concede a quienes no creen en Cristo encontrar la verdad al caminar en tu
presencia con sincero corazón, y a nosotros, deseosos de ahondar en el misterio
de tu vida, ser ante el mundo testigos más convincentes de tu amor y crecer en
la caridad fraterna. Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
VIII. Por los que no
creen en Dios.
Oremos también por los que
no conocen a Dios, para que merezcan llegar a él por la rectitud y sinceridad
de su vida.
Oración
en silencio. Prosigue el sacerdote:
Dios todopoderoso y eterno,
que creaste a todos los hombres para que, deseándote siempre, te busquen y,
cuando te encuentren, descansen en ti, concédeles, en medio de sus
dificultades, que los signos de tu amor y el testimonio de las buenas obras de
los creyentes los lleven al gozo de reconocerte como el único Dios verdadero y
Padre de todos los hombres. Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
IX. Por los
gobernantes.
Oremos también por los
gobernantes de todas las naciones, para que Dios nuestro Señor, según sus
designios, los guíe en sus pensamientos y decisiones hacia la paz y libertad de
todos los hombres.
Oración
en silencio. Prosigue el sacerdote:
Dios todopoderoso y eterno,
en tu mano están los corazones de los hombres y los derechos de los pueblos,
mira con bondad a los que nos gobiernan, para que en todas partes se mantengan,
por tu misericordia, la prosperidad de los pueblos, la paz estable y la
libertad religiosa. Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
Oremos, queridos hermanos, a
Dios Padre todopoderoso, para que libre al mundo de todos los errores, aleje
las enfermedades, destierre el hambre, abra las prisiones injustas, rompa las
cadenas, conceda seguridad a los caminantes, el retorno a casa a los
peregrinos, la salud a los enfermos y la salvación a los moribundos.
Oración
en silencio. Prosigue el sacerdote:
Dios todopoderoso y eterno,
consuelo de los afligidos y fuerza de los que sufren, lleguen hasta ti las
súplicas de quienes te invocan en su tribulación, para que todos sientan en sus
adversidades el gozo de tu misericordia. Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
14. Acabada
la oración universal, tiene lugar la solemne adoración de la santa Cruz. De las
dos formas que se proponen a continuación para mostrar la cruz, elíjase la que
se juzgue más apropiada, según las exigencias pastorales.
Mostración de la santa Cruz
Primera
forma
15. El
diácono, u otro ministro idóneo, acompañado de otros ministros, va a la
sacristía y, de allí, trae la Cruz procesionalmente por la iglesia, cubierta
con un velo morado, hasta el centro del presbiterio, acompañándole dos
ministros con velas encendidas.
El
sacerdote, de pie ante el altar, de cara al pueblo, toma la cruz, descubre un
poco su parte superior y la eleva, comenzando la invitación: Mirad el
árbol de la cruz acompañándole en el canto el diácono o, si es necesario,
la «schola». Todos responden: Venid a adorarlo, y acabado el canto se
arrodillan y adoran en silencio, durante unos momentos, la cruz, que el
sacerdote, de pie, mantiene en alto.
Seguidamente
el sacerdote descubre el brazo derecho de la cruz, y de nuevo, elevándola,
canta la invitación: Mirad el árbol, y se hace todo lo restante como la
primera vez.
Finalmente
descubre totalmente la cruz y, elevándola, canta por tercera vez la
invitación: Mirad el árbol, y se hace todo lo restante como la primera
vez.
El
sacerdote:
Mirad el árbol de la cruz,
donde estuvo clavada la salvación del mundo.
Todos
responden:
R/.Venid
adorarlo.
Segunda forma
16. El
sacerdote, o el diácono, con los ministros, o bien otro ministro idóneo, se
dirige a la puerta de la iglesia, donde toma la cruz ya descubierta; los
ministros le acompañan con velas encendidas, y van procesionalmente por la
iglesia hacia el presbiterio. Cerca de la puerta, en medio de la iglesia y
antes de subir al presbiterio, el que lleva la cruz la eleva y canta la
invitación Mirad el árbol, a la que todos responden Venid a adorarlo, y después
de cada una de las respuestas se arrodillan y la adoran en silencio durante
unos momentos, como se ha indicado antes.
El
sacerdote:
V/. Mirad el árbol de la cruz,
donde estuvo clavada la salvación del mundo.
R/. Venid a adorarlo.
Adoración de la santa Cruz
17. Seguidamente,
acompañado por dos ministros con velas encendidas, lleva la cruz al comienzo
del presbiterio o a otro lugar apto, y allí la deja o la entrega a los
ministros para que la sostengan, una vez dejadas las velas a ambos lados de la
cruz.
18. Para
la adoración de la cruz, primero se acerca solo el sacerdote celebrante que,
silo juzga conveniente, puede quitarse la casulla y los zapatos. A continuación,
el clero, los ministros laicos y los fieles se acercan procesionalmente y
adoran la cruz mediante una genuflexión simple o con algún otro signo de
veneración (por ejemplo, besándola), según las costumbres de cada lugar.
19. Para
la adoración sólo debe exponerse una cruz. Si por el gran número de asistentes
resulta difícil que cada uno de los fieles adore individualmente la santa cruz,
el sacerdote, después que una parte de los fieles haya hecho la adoración, toma
la cruz y, de pie ante el altar, invita al pueblo con una breve monición a que
adore la santa cruz. Luego la levanta en alto durante unos momentos y los
fieles la adoran en silencio.
20. Mientras
tanto, se canta la antífona Tu Cruz adoramos, los Improperios, el
himno Oh, cruz fiel, u otros cánticos apropiados. Los que ya han
adorado la cruz, regresan a sus lugares y se sientan.
Cantos para la adoración de
la santa Cruz
Antífona
Tu cruz adoramos, Señor, y
tu santa resurrección alabamos y glorificamos. Por el madero ha venido la
alegría al mundo entero.
Cf.
Sal 66, 2 Que Dios tenga piedad y nos bendiga, ilumine su rostro sobre
nosotros y tenga piedad.
Y se
repite la antífona:
Tu cruz adoramos.
Improperios
Las
partes que corresponden a cada coro se indican con los números 1 (coro
primero), y 2 (coro segundo); las que deben cantar conjuntamente los dos coros
se indican de esta manera: 1 y 2. Algunos versos pueden cantarlos dos cantores.
I
1 y
2. ¡Pueblo mío! ¿Qué te he hecho, en qué te he ofendido? Respóndeme.
1. Yo
te saqué de Egipto; tú preparaste una cruz para tu Salvador.
2. ¡Pueblo
mío! ¿Qué te he hecho, en qué te he ofendido? Respóndeme.
1. Hágios
o Theós.
2. Santo
es Dios.
1. Hágios
Ischyrós.
2. Santo
y fuerte.
1. Hágios
Athánatos, eléison himás.
2. Santo
e inmortal, ten piedad de nosotros.
1 y
2. Yo te guié cuarenta años por el desierto, te alimenté con el maná,
te introduje en una tierra excelente; tú preparaste una cruz para tu Salvador.
1. Hágios
o Theós.
2. Santo
es Dios.
1. Hágios
Ischyrós.
2. Santo
y fuerte.
1. Hágios
Athánatos, eléison himás.
2. Santo
e inmortal, ten piedad de nosotros.
1 y
2. ¿Qué más pude hacer por ti? Yo te planté como viña mía, escogida y
hermosa. ¡Qué amarga te has vuelto conmigo! Para mi sed me diste vinagre, con
la lanza traspasaste el costado a tu Salvador.
1. Hágios
o Theós.
2. Santo
es Dios.
1. Hágios
Ischyrós.
2. Santo
y fuerte.
1. Hágios
Athánatos, eléison himás.
2. Santo
e inmortal, ten piedad de nosotros.
II
Cantores:
Yo por ti azoté a Egipto y a
sus primogénitos; tú me entregaste para que me azotaran.
1 y
2. ¡Pueblo mío! ¿Qué te he hecho, en qué te he ofendido? Respóndeme.
Cantores:
Yo te saqué de Egipto,
sumergiendo al Faraón en el mar Rojo; tú me entregaste a los sumos sacerdotes.
1 y
2. ¡Pueblo mío! ¿Qué te he hecho, en qué te he ofendido? Respóndeme.
Cantores:
Yo abrí el mar delante de
ti; tú con la lanza abriste mi costado.
1 y
2. ¡Pueblo mío! ¿Qué te he hecho, en qué te he ofendido? Respóndeme.
Cantores:
Yo te guiaba con una columna
de nubes; tú me guiaste al pretorio de Pilato.
1 y
2. ¡Pueblo mío! ¿Qué te he hecho, en qué te he ofendido? Respóndeme.
Cantores:
Yo te sustenté con maná en
el desierto; tú me abofeteaste y me azotaste.
1 y
2. ¡Pueblo mío! ¿Qué te he hecho, en qué te he ofendido? Respóndeme.
Cantores:
Yo te di a beber el agua
salvadora que brotó de la peña; tú me diste a beber hiel y vinagre.
1 y
2. ¡Pueblo mío! ¿Qué te he hecho, en qué te he ofendido? Respóndeme.
Cantores:
Yo por ti herí a los reyes
cananeos; tú me heriste la cabeza con la caña.
1 y
2. ¡Pueblo mío! ¿Qué te he hecho, en qué te he ofendido? Respóndeme.
Cantores:
Yo te di un cetro real; tú
me pusiste una corona de espinas.
1 y
2. ¡Pueblo mío! ¿Qué te he hecho, en qué te he ofendido? Respóndeme.
Cantores:
Yo te levanté con gran
poder; tú me colgaste del patíbulo de la cruz.
1 y
2. ¡Pueblo mío! ¿Qué te he hecho, en qué te he ofendido? Respóndeme.
Himno
¡Oh cruz
fiel, árbol único en nobleza!
Todos:
¡Oh cruz fiel, árbol único
en nobleza!
Jamás el bosque dio mejor
tributo
en hoja, en flor y en fruto.
¡Dulces clavos! ¡Dulce árbol
donde la Vida empieza
con un peso tan dulce en su
corteza!
Cantores:
Cantemos la nobleza de esta
guerra,
el triunfo de la sangre y
del madero,
y un Redentor, que en trance
de Cordero,
sacrificado en cruz, salvó
la tierra.
Todos:
¡Oh cruz fiel, árbol único
en nobleza!
Jamás el bosque dio mejor
tributo
en hoja, en flor y en fruto.
Cantores:
Dolido mi Señor por el
fracaso
de Adán, que mordió muerte
en la manzana,
otro árbol señaló, de flor
humana,
que reparase el daño paso a
paso.
Todos:
¡Dulces clavos!¡Dulce árbol
donde la Vida empieza.
con un peso tan dulce en su
corteza!
Cantores:
Y así dijo el Señor: ¡Vuelva
la Vida
y que Amor redima la
condena!
La gracia está en el fondo
de la pena
y la salud naciendo de la
herida.
Todos:
¡Oh cruz fiel, árbol único
en nobleza!
Jamás el bosque dio mejor
tributo
en hoja, en flor y en fruto.
Cantores:
¡Oh plenitud del tiempo
consumado!
Del seno de Dios Padre en
que vivía,
ved la Palabra entrando por
María
en el misterio mismo del
pecado.
Todos:
¡Dulces clavos!¡Dulce árbol
donde la Vida empieza.
con un peso tan dulce en su
corteza!
Cantores:
¿Quién vio en más estrechez
gloria más plena
y a Dios como el menor de
los humanos?
Llorando en el pesebre, pies
y manos
le faja una doncella
nazarena.
Todos:
¡Oh cruz fiel, árbol único
en nobleza!
Jamás el bosque dio mejor
tributo
en hoja, en flor y en fruto.
Cantores:
En plenitud de vida y de
sendero,
dio el paso hacia la muerte
porque él quiso.
Mirad de par en par el
paraíso
abierto por la fuerza de un
Cordero.
Todos:
Dulces clavos!¡Dulce árbol
donde la Vida empieza.
con un peso tan dulce en su
corteza!
Cantores:
Vinagre y sed la boca,
apenas gime;
y al golpe de los clavos y
lanza,
un mar de sangre fluye,
inunda, avanza
por tierra, mar y cielo y
los redime.
Todos:
¡Oh cruz fiel, árbol único
en nobleza!
Jamás el bosque dio mejor
tributo
en hoja, en flor y en fruto.
Cantores:
Ablándate, madero, tronco
abrupto
de duro corazón y fibra
inerte;
doblégate a este peso y esta
muerte
que cuelga de tus ramas como
un fruto.
Todos:
¡Dulces clavos!¡Dulce árbol
donde la Vida empieza.
con un peso tan dulce en su
corteza!
Cantores:
Tú sólo entre los árboles,
crecido
para tender a Cristo en tu
regazo;
tú el arca que nos salva, tú
el abrazo
de Dios con los verdugos del
Ungido.
Todos:
¡Oh cruz fiel, árbol único
en nobleza!
Jamás el bosque dio mejor
tributo
en hoja, en flor y en fruto.
Esta conclusión no debe
omitirse:
Todos:
Al Dios de los designios de
la historia,
que es Padre, Hijo y
Espíritu, alabanza;
al que en cruz devuelve la
esperanza
de toda salvación, honor y
gloria. Amén.
Teniendo
en cuenta las condiciones del lugar y las tradiciones del pueblo,según la
oportunidad pastoral, se puede cantar el Stabat Mater, según el Gradual
Romano, u otro canto apropiado en memoria de la compasión de santa María
Virgen.
21. Terminada
la adoración, el diácono, u otro ministro, lleva la Cruz a su lugar junto al
altar. Las velas encendidas se colocan cerca del altar, sobre el altar o junto
a la Cruz.
22. Sobre
el altar se pone el mantel y sobre el mismo se coloca el corporal y el Misal.
Mientras tanto, el diácono, o en su defecto el mismo sacerdote, con el velo
humeral, traslada el Santísimo Sacramento desde el lugar de la reserva al
altar, por el camino más corto, mientras todos permanecen de pie y en silencio.
Dos ministros con velas encendidas acompañan el Santísimo Sacramento y dejan
luego las velas cerca del altar o sobre el mismo.
Después
que el diácono, si lo hay, ha colocado sobre el altar el Santísimo Sacramento y
ha destapado la píxide, el sacerdote se acerca al altar y hace genuflexión.
23. Después,
el sacerdote, con voz clara y teniendo las manos juntas, dice:
Fieles a la recomendación
del Salvador, y siguiendo su divina enseñanza, nos atrevemos a decir:
El
sacerdote, con las manos extendidas, dice junto con el pueblo:
Padre nuestro, que estás en
el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu
voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de
cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que
nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal.
24. El
sacerdote, con las manos extendidas, prosigue él solo:
Líbranos de todos los males,
Señor, y concédenos la paz en nuestros días, para que, ayudados por tu
misericordia, vivamos siempre libres de pecado y protegidos de toda
perturbación, mientras esperamos la gloriosa venida de nuestro Salvador
Jesucristo.
Junta
las manos.
El
pueblo concluye la oración, aclamando:
Tuyo es el reino, tuyo el
poder y la gloria por siempre, Señor.
25. A
continuación el sacerdote, con las manos juntas, dice en secreto:
Señor Jesucristo, la
comunión de tu Cuerpo no sea para mí un motivo de juicio y condenación, sino
que, por tu piedad, me aproveche para defensa de alma y cuerpo y como remedio
saludable.
26. Seguidamente
hace genuflexión, toma una partícula, la mantiene un poco elevada sobre la
píxide y, dirigiéndose al pueblo, dice con voz clara:
Este es el Cordero de Dios,
que quita el pecado del mundo. Dichosos los invitados a la cena del Señor.
Y,
juntamente con el pueblo, añade una sola vez:
Señor, no soy digno de que
entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme.
27. Luego,
comulga reverentemente el Cuerpo de Cristo, diciendo en secreto: El
Cuerpo de Cristo.
28. Después
distribuye la comunión a los fieles. Durante la comunión se puede cantar
el salmo 21 u otro canto apropiado.
29. Acabada
la distribución de la comunión, el diácono u otro ministro idóneo lleva la
píxide a algún lugar especialmente preparado fuera de la iglesia, o bien, si lo
exigen las circunstancias, lo reserva en el sagrario.
30. Después,
el sacerdote dice: Oremos, y guardado, si lo cree oportuno, un espacio de
sagrado silencio, dice la oración después de la comunión:
Dios todopoderoso y eterno,
que nos has renovado con la gloriosa muerte y resurrección de tu
Ungido, continúa realizando en nosotros, por la participación en este
misterio, la obra de tu misericordia, para que vivamos siempre entregados a ti.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
31. Para
despedir al pueblo, el diácono, o en su defecto el sacerdote, puede decir esta
invitación: Inclinaos para recibir la bendición.
Después,
el sacerdote, de pie cara al pueblo y con las manos extendidas sobre él, dice
la siguiente oración sobre el pueblo:
Descienda, Señor, tu
bendición abundante sobre tu pueblo que ha celebrado la muerte de tu Hijo con
la esperanza de su resurrección; llegue a él tu perdón, reciba el consuelo,
crezca su fe y se afiance en él la salvación eterna. Por Jesucristo, nuestro
Señor.
R. Amén.
32. Y
todos, hecha genuflexión a la cruz, salen en silencio.
33. Después
de la celebración se desnuda el altar, pero dejando sobre él la cruz con dos o
cuatro candeleros.
34. Los
que han participado en esta solemne acción litúrgica vespertina no celebran la
hora de Vísperas.
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