30 de marzo - DOMINGO DE LA IV SEMANA DE CUARESMA (DOMINICA LAETARE - CICLO C)





  DOMINGO IV DE CUARESMA (DOMINICA LAETARE - CICLO C)
  Oficio del Domingo de la Semana IV del Salterio
 (Liturgia de las Horas, Tomo IV: Oficio de Lecturas Laudes - Tercia   - Sexta Nona Vísperas - Completas)




PROGRAMA PARROQUIAL:
DOMINGO, 30 DE MARZO

PARROQUIA DEL CARMEN:

- Eucaristía del Domingo de la IV Semana de Cuaresma (a las 11.00 h.).

PARROQUIA DE LOS DOLORES:

- Eucaristía del Domingo de la IV Semana de Cuaresma (a las 12.30 h.)


Hoy no haremos la transmisión


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ADORACIÓN PERPETUA
DEL STMO. SACRAMENTO EN VIVO

Parroquia Ntra. Sra. de la Merced
Instituto del Verbo Encarnado
Capilla "San Ignacio de Loyola"
(Manresa, España)


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"Todo el que por mí deja casa, hermanos o hermanas, padre o madre, hijos o tierras, recibirá cien veces más y heredará la vida eterna" (Mt 19,29)

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NOTICIAS DE ACTUALIDAD


Catequesis del Papa Francisco
en el Año del Jubileo de la esperanza 2025



MENSAJE DEL SANTO PADRE

FRANCISCO

PARA LA CUARESMA 2025 

«Caminemos juntos en la esperanza»

Queridos hermanos y hermanas:

Con el signo penitencial de las cenizas en la cabeza, iniciamos la peregrinación anual de la santa cuaresma, en la fe y en la esperanza. La Iglesia, madre y maestra, nos invita a preparar nuestros corazones y a abrirnos a la gracia de Dios para poder celebrar con gran alegría el triunfo pascual de Cristo, el Señor, sobre el pecado y la muerte, como exclamaba san Pablo: «La muerte ha sido vencida. ¿Dónde está, muerte, tu victoria? ¿Dónde está tu aguijón?» ( 1 Co 15,54-55). Jesucristo, muerto y resucitado es, en efecto, el centro de nuestra fe y el garante de nuestra esperanza en la gran promesa del Padre: la vida eterna, que ya realizó en Él, su Hijo amado (cf. Jn 10,28; 17,3) [1].

En esta cuaresma, enriquecida por la gracia del Año jubilar, deseo ofrecerles algunas reflexiones sobre lo que significa caminar juntos en la esperanza y descubrir las llamadas a la conversión que la misericordia de Dios nos dirige a todos, de manera personal y comunitaria.

Antes que nada, caminar. El lema del Jubileo, “Peregrinos de esperanza”, evoca el largo viaje del pueblo de Israel hacia la tierra prometida, narrado en el libro del Éxodo; el difícil camino desde la esclavitud a la libertad, querido y guiado por el Señor, que ama a su pueblo y siempre le permanece fiel. No podemos recordar el éxodo bíblico sin pensar en tantos hermanos y hermanas que hoy huyen de situaciones de miseria y de violencia, buscando una vida mejor para ellos y sus seres queridos. Surge aquí una primera llamada a la conversión, porque todos somos peregrinos en la vida. Cada uno puede preguntarse: ¿cómo me dejo interpelar por esta condición? ¿Estoy realmente en camino o un poco paralizado, estático, con miedo y falta de esperanza; o satisfecho en mi zona de confort? ¿Busco caminos de liberación de las situaciones de pecado y falta de dignidad? Sería un buen ejercicio cuaresmal confrontarse con la realidad concreta de algún inmigrante o peregrino, dejando que nos interpele, para descubrir lo que Dios nos pide, para ser mejores caminantes hacia la casa del Padre. Este es un buen “examen” para el viandante.

En segundo lugar, hagamos este viaje juntos. La vocación de la Iglesia es caminar juntos, ser sinodales [2]. Los cristianos están llamados a hacer camino juntos, nunca como viajeros solitarios. El Espíritu Santo nos impulsa a salir de nosotros mismos para ir hacia Dios y hacia los hermanos, y nunca a encerrarnos en nosotros mismos [3]. Caminar juntos significa ser artesanos de unidad, partiendo de la dignidad común de hijos de Dios (cf. Ga 3,26-28); significa caminar codo a codo, sin pisotear o dominar al otro, sin albergar envidia o hipocresía, sin dejar que nadie se quede atrás o se sienta excluido. Vamos en la misma dirección, hacia la misma meta, escuchándonos los unos a los otros con amor y paciencia.

En esta cuaresma, Dios nos pide que comprobemos si en nuestra vida, en nuestras familias, en los lugares donde trabajamos, en las comunidades parroquiales o religiosas, somos capaces de caminar con los demás, de escuchar, de vencer la tentación de encerrarnos en nuestra autorreferencialidad, ocupándonos solamente de nuestras necesidades. Preguntémonos ante el Señor si somos capaces de trabajar juntos como obispos, presbíteros, consagrados y laicos, al servicio del Reino de Dios; si tenemos una actitud de acogida, con gestos concretos, hacia las personas que se acercan a nosotros y a cuantos están lejos; si hacemos que la gente se sienta parte de la comunidad o si la marginamos [4]. Esta es una segunda llamada: la conversión a la sinodalidad.

En tercer lugar, recorramos este camino juntos en la esperanza de una promesa. La esperanza que no defrauda (cf. Rm 5,5), mensaje central del Jubileo [5], sea para nosotros el horizonte del camino cuaresmal hacia la victoria pascual. Como nos enseñó el Papa Benedicto XVI en la Encíclica Spe salvi, «el ser humano necesita un amor incondicionado. Necesita esa certeza que le hace decir: “Ni muerte, ni vida, ni ángeles, ni principados, ni presente, ni futuro, ni potencias, ni altura, ni profundidad, ni criatura alguna podrá apartarnos del amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús, Señor nuestro” ( Rm 8,38-39)» [6]. Jesús, nuestro amor y nuestra esperanza, ha resucitado [7], y vive y reina glorioso. La muerte ha sido transformada en victoria y en esto radica la fe y la esperanza de los cristianos, en la resurrección de Cristo.

Esta es, por tanto, la tercera llamada a la conversión: la de la esperanza, la de la confianza en Dios y en su gran promesa, la vida eterna. Debemos preguntarnos: ¿poseo la convicción de que Dios perdona mis pecados, o me comporto como si pudiera salvarme solo? ¿Anhelo la salvación e invoco la ayuda de Dios para recibirla? ¿Vivo concretamente la esperanza que me ayuda a leer los acontecimientos de la historia y me impulsa al compromiso por la justicia, la fraternidad y el cuidado de la casa común, actuando de manera que nadie quede atrás? 

Hermanas y hermanos, gracias al amor de Dios en Jesucristo estamos protegidos por la esperanza que no defrauda (cf. Rm 5,5). La esperanza es “el ancla del alma”, segura y firme [8]. En ella la Iglesia suplica para que «todos se salven» ( 1 Tm 2,4) y espera estar un día en la gloria del cielo unida a Cristo, su esposo. Así se expresaba santa Teresa de Jesús: «Espera, espera, que no sabes cuándo vendrá el día ni la hora. Vela con cuidado, que todo se pasa con brevedad, aunque tu deseo hace lo cierto dudoso, y el tiempo breve largo» ( Exclamaciones del alma a Dios, 15, 3) [9].

Que la Virgen María, Madre de la Esperanza, interceda por nosotros y nos acompañe en el camino cuaresmal.

Roma, San Juan de Letrán, 6 de febrero de 2025, memoria de los santos Pablo Miki y compañeros, mártires.

Francisco

___________________

[1] Cf. Carta enc. Dilexit nos (24 octubre 2024), 220.

[2] Cf. Homilía en la Santa Misa por la canonización de los beatos Juan Bautista Scalabrini y Artémides Zatti (9 octubre 2022).

[3] Cf. ibíd.

[4] Cf. ibíd.

[5] Cf. Bula Spes non confundit, 1.

  


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ÚLTIMA HORA DEL PAPA

La salud del Papa mejora: progresa en la recuperación de su voz y precisa de menos oxígeno de alto flujo durante el día

La Oficina de Prensa del Vaticano precisa que los valores de Francisco son normales, por lo que la situación es estable. Su día a día de Santa Marta en el Vaticano, transcurre entre la oración , el trabajo y la fisioterapia







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El Obispo de Huelva pide oraciones por la salud del Papa Francisco

Con este gesto de comunión y cercanía, la Iglesia en Huelva se une a toda la Iglesia universal en la súplica por el bienestar del Papa

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Portada

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SANTORAL DE HOY

El santo del día en 1 minuto:




Elogio: En el monte Sinaí, san Juan, abad, que compuso la célebre obra «Escala del Paraíso», para la instrucción de los monjes, en la que señalaba el camino del progreso espiritual a modo de una ascensión por treinta peldaños hacia Dios, debido a lo cual recibió el sobrenombre de «Clímaco».

Refieren a este santo: San Anastasio del Monte Sinaí.

Elogio: En Siracusa, de Sicilia, san Zósimo, obispo, que, primero, fue humilde custodio del sepulcro de santa Lucía, y después, abad del monasterio de esta población.


Elogio: En Aguilera, en el reino de Castilla, san Pedro de Valladolid Regalado, presbítero de la Orden de los Hermanos Menores, que, insigne por su humildad y el rigor de su penitencia, construyó dos cenobios, en los que sólo debían vivir doce hermanos en total soledad.


   San Segundo, mártir

En Asti, en la región transpadana, san Segundo, mártir. († s. inc)

   San Domnino, mártir

En Tesalónica, ciudad de Macedonia, san Domnino, mártir. († s. IV)

   San Régulo de Senlis, obispo   

En Senlis, en la Galia lugdunense, san Régulo, obispo. († s. IV)

   Santos Mártires de Constantinopla, mártires   

Conmemoración de muchos santos mártires, que en Constantinopla, en tiempo del emperador Constancio, por orden del obispo arriano Macedonio fueron desterrados o torturados con toda clase de suplicios. († s. IV)

   Santa Osburga, abadesa   

En Coventry, en Inglaterra, santa Osburga, primera abadesa del monasterio de este lugar. († c. 1018)

   San Clino, abad   

Cerca de Aquino, en la región del Lacio, san Clino, abad del monasterio de san Pietro della Foresta. († d. 1030)

   Beato Amadeo IX de Saboya, laico   

En Vercelli, en el Piamonte, beato Amadeo IX, duque de Saboya, que durante su gobierno fomentó por todos los medios la paz, y con su ayuda y celo sostuvo las causas de los pobres, las viudas y los huérfanos. († 1472)

   Santos Antonio Daveluy, obispo, y compañeros, mártires   

En la aldea de Su-Ryong, en Corea, santos mártires Antonio Daveluy, obispo, Pedro Aumaître, Martín Lucas Huin, presbíteros, José Chang Chu-gi, Tomás Son Cha-son y Lucas Hwang Sok-tu, catequistas, que por su fe en Cristo murieron decapitados. († 1866)

   San Luis de Casoria, religioso presbítero   

En Nápoles, en Italia, san Luis (Arcángel) Palmentieri de Casoria, presbítero de la Orden de los Hermanos Menores, que, impulsado por el ardor de la caridad hacia los pobres de Cristo, instituyó dos congregaciones: los Hermanos de la Caridad y las Hermanas Franciscanas de Santa Isabel. († 1885)

   San Leonardo Murialdo, presbítero

En Turín, también en Italia, san Leonardo Murialdo, presbítero, que fundó la Pía Sociedad de San José, para educar en la fe y la caridad cristianas a los niños abandonados. († 1900)

   San Julio Álvarez Mendoza, presbítero y mártir

En la aldea de San Julián, en el territorio de Guadalajara, en México, san Julio Álvarez Mendoza, presbítero y mártir, que en la cruel persecución contra la religión atestiguó con su sangre su fidelidad a Cristo. († 1927)

   Beata María Restituta Kafka, virgen y mártir   

Cerca de Viena, de Austria, beata María Restituta (Hélena) Kafka, virgen de la Congregación de las Hermanas Franciscanas de la Caridad Cristiana y mártir, la cual, originaria de Moravia, ejerció el servicio de enfermera en un hospital y, detenida en tiempo de guerra por los enemigos de la fe, murió decapitada. († 1943)


LITURGIA DE HOY

Misa del Domingo (morado o rosa).

MISAL: ants. y oracs. props., sin Gl., Cr., Pf. prop. No se puede decir la PE IV.

LECC.: vol. I (C).

- Jos 5, 9a. 10-12. El pueblo de Dios, tras entrar en la tierra prometida, celebra la Pascua.

- Sal 33. R. Gustad y ved qué bueno es el Señor.

- 2 Cor 5, 17-21. Dios nos reconcilió consigo por medio de Cristo.

- Lc 15, 1-3. 11-32. Este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido.

Gustar y ver la bondad del Señor cuando nos sentimos reconciliados con él es la fuente de nuestra alegría. Jesús nos invita a identificarnos con el padre. Al final ha encontrado al hijo menor que se había ido; solo el hijo mayor sigue perdido, aunque no se haya ido fuera, y todo por no comprender la misericordia del Padre. Esta misericordia viene expresada con prisa: «Era preciso celebrar un banquete». No calcula su alegría por el hijo que ha vuelto, ni el qué dirán. ¿Se esperaba el Padre que la crítica viniera de su propia casa? Este hijo mayor representa a los escribas y fariseos, los que ponen en duda la acogida misericordiosa de Jesús para con los pecadores.

® Este domingo se celebra el segundo escrutinio preparatorio al bautismo para los catecúmenos que en la Vigilia pascual serán admitidos a los sacramentos de la iniciación cristiana, con oraciones e intercesiones propias.

® Hoy puede utilizarse la música instrumental y se puede adornar el altar con flores.

® Hoy no se permiten otras celebraciones, tampoco la misa exequial.

Liturgia de las Horas: oficio dominical. No se dice Te Deum. Comp. Dom. II.

Martirologio: elogs. del 31 de marzo, pág. 230.


RITOS INICIALES  

Antífona de entrada Cf. Is 66, 10-11 

Alégrate, Jerusalén, reuníos todos los que la amáis, regocijaos los que estuvisteis tristes para que exultéis; mamaréis a sus pechos y os saciaréis de sus consuelos.


Oración colecta
OH, Dios, que, por tu Verbo,
realizas de modo admirable
la reconciliación del género humano,
haz que el pueblo cristiano
se apresure, con fe gozosa y entrega diligente,
a celebrar las próximas fiestas pascuales.
Por nuestro Señor Jesucristo.

LITURGIA DE LA PALABRA

PRIMERA LECTURA
El pueblo de Dios, tras entrar en la tierra prometida, celebra la Pascua
Lectura del libro de Josué 5, 9a. 10-12
EN AQUELLOS DÍAS, dijo el Señor a Josué:
«Hoy os he quitado de encima el oprobio de Egipto».
Los hijos de Israel acamparon en Guilgal y celebraron allí la Pascua al atardecer del día catorce del mes, en la estepa de Jericó.
Al día siguiente a la Pascua, comieron ya de los productos de la tierra: ese día, panes ácimos y espigas tostadas.
Y desde ese día en que comenzaron a comer de los productos de la tierra, cesó el maná. Los hijos de Israel ya no tuvieron maná, sino que ya aquel año comieron de la cosecha de la tierra de Canaán.
Palabra de Dios.

Salmo responsorial Sal 33,2-3. 4-5. 6-7 (R: 9a)
R/. Gustad y ved qué bueno es el Señor.
V/. Bendigo al Señor en todo momento,
su alabanza está siempre en mi boca;
mi alma se gloría en el Señor:
que los humildes lo escuchen y se alegren. R/.
V/. Proclamad conmigo la grandeza del Señor,
ensalcemos juntos su nombre.
Yo consulté al Señor, y me respondió,
me libró de todas mis ansias. R/.
V/. Contempladlo, y quedaréis radiantes,
vuestro rostro no se avergonzará.
El afligido invocó al Señor,
él lo escuchó y lo salvó de sus angustias. R/.

SEGUNDA LECTURA
Dios nos reconcilió consigo por medio de Cristo
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios 5, 17-21
HERMANOS:
Si alguno está en Cristo es una criatura nueva. Lo viejo ha pasado, ha comenzado lo nuevo.
Todo procede de Dios, que nos reconcilió consigo por medio de Cristo y nos encargó el ministerio de la reconciliación.
Porque Dios mismo estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo, sin pedirles cuenta de sus pecados, y ha puesto en nosotros el mensaje de la reconciliación.
Por eso, nosotros actuamos como enviados de Cristo, y es como si Dios mismo exhortara por medio de nosotros. En nombre de Cristo os pedimos que os reconciliéis con Dios.
Al que no conocía el pecado, lo hizo pecado en favor nuestro, para que nosotros llegáramos a ser justicia de Dios en él.
Palabra de Dios.

Versículo antes del Evangelio Lc 15, 18
R/. Gloria a ti, Cristo Palabra de Dios.
V/. Me levantaré, me pondré en camino adonde está mi padre y le diré:
Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. R/.

EVANGELIO
Este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido



Lectura del santo Evangelio según san Lucas 15, 1-3. 11-32
EN AQUEL TIEMPO, solían acercarse a Jesús todos los publícanos y pecadores a escucharlo. Y los fariseos y los escribas murmuraban diciendo:
«Ese acoge a los pecadores y come con ellos».
Jesús Ies dijo esta parábola:
«Un hombre tenía dos hijos; el menor de ellos dijo a su padre: “Padre, dame la parte que me toca de la fortuna”.
El padre les repartió los bienes.
No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, se marchó a un país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente. Cuando lo había gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible, y empezó él a pasar necesidad.
Fue entonces y se contrató con uno de los ciudadanos de aquel país que lo mandó a sus campos a apacentar cerdos. Deseaba saciarse de las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie le daba nada.
Recapacitando entonces, se dijo:
“Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre. Me levantaré, me pondré en camino adonde está mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros”.
Se levantó y vino adonde estaba su padre; cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se le conmovieron las entrañas; y, echando a correr, se le echó al cuello y lo cubrió de besos.
Su hijo le dijo:
“Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo”.
Pero el padre dijo a sus criados:
“Sacad enseguida la mejor túnica y vestídsela; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traed el ternero cebado y sacrificadlo; comamos y celebremos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido y lo hemos encontrado”.
Y empezaron a celebrar el banquete.
Su hijo mayor estaba en el campo. Cuando al volver se acercaba a la casa, oyó la música y la danza, y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello.
Este le contestó:
“Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha sacrificado el ternero cebado, porque lo ha recobrado con salud”.
Él se indignó y no quería entrar, pero su padre salió e intentaba persuadirlo.
Entonces él respondió a su padre:
“Mira: en tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mí nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; en cambio, cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado”.
El padre le dijo:
“Hijo, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo; pero era preciso celebrar un banquete y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido y lo hemos encontrado”».
Palabra del Señor.



DOMINGO DE LA IV SEMANA DE CUARESMA (CICLO C “LAETARE”)

Aunque el tema central no puede ser otro que la parábola del hijo pródigo, la segunda lectura nos dará algunas claves que iluminan su contenido: Dios mismo estaba en Cristo, reconciliando al mundo consigo, sin pedirle cuentas de sus pecados.... y en nombre de Cristo, os pedimos que os reconciliéis con Dios.

Empecemos aclarando un principio fundamental: Los atributos en Dios nos se contradicen. También en este tema nos iluminan algunas afirmaciones de la Madre Trinidad de la Santa Madre Iglesia en su libro Luz en la noche. El misterio de la fe dado en sabiduría amorosa (Opúsculo nº 14):

«¡Que no se confundan...! –exclamaba entonces–. Sobreabunda la misericordia para quien quiera aprovecharse de la Sangre redentora de Cristo, la Misericordia Encarnada; sobreabunda al pecado la misericordia y el amor, para aquellos que quieran aprovecharse de la sobreabundancia de la misericordia infinita en derramamiento amoroso de los torrenciales afluentes divinos de los eternos Manantiales».

¡Qué dolor! ante la confusión, llena de insensatez, de los que piensan, por falta de conocimiento de la excelencia subsistente de Dios, que, por haber sido redimidos por Cristo, ya podemos oponernos a la Santidad infinita, que, por justicia, exige respuesta de la criatura; no ya sólo como Creador, sino ¡también como Redentor que muere, lleno de amor misericordioso, para redimir al hombre con su Sangre santísima...!

¿Cómo es posible que el desvarío de la mente humana, intentando acogerse a la misericordia divina, que por justicia exige la respuesta del hombre redimido, piense que, aunque se rebele contra Dios y desprecie la donación de la Redención, está salvado; y sin haber sido purificado y santificado por la Sangre del Unigénito Hijo de Dios, pueda entrar sin traje de fiesta en las Bodas del Cordero?

«Entrando el rey para ver a los que estaban a la mesa, vio allí a un hombre que no llevaba traje de boda, y le dijo: Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin el vestido de boda?. Él enmudeció. Entonces el rey dijo a sus ministros: Atadle de pies y manos y arrojadle a las tinieblas exteriores; allí habrá llanto y crujir de dientes. Porque muchos son los llamados y pocos los escogidos»4 .

¡¿Cómo podrá, por justicia, el Dios Misericordioso Encarnado, siendo menospreciado, llevar a los que se enfrentan obstinadamente a su Santidad, a participar para siempre en la Eternidad de la felicidad de la vida divina en intimidad de familia con las divinas Personas?!
¡¿Cómo podrá unirse a Dios el pecado del hombre con su: «no me someteré a tu voluntad ni como Creador ni como Redentor», que abusando de las donaciones del mismo Dios, se opone a todo su ser manifestándose su voluntad contra el pecado, menospreciándole y ultrajándole?! [...]

Dios por su perfección infinita exige reparación infinita. El hombre era incapaz de reconciliarse con Dios, pero el mismo Dios se hace hombre y entonces paga infinitamente y su perfección infinita y amor infinito se transforman en misericordia para todos aquellos que quieran aprovecharse de la reparación realizada por Cristo. Dios, valga la expresión, pide cuentas a Cristo y, saldadas por Él las cuentas, ya no se las pide al mundo. Releemos aquí de nuevo la afirmación de San Pablo: Dios mismo estaba en Cristo, reconciliando al mundo consigo, sin pedirle cuentas de sus pecados...

Basta acercarnos a otro tema para valorar un poco lo que le cuesta a Cristo saldar las cuentas de los pecados de los hombres: Dios mío, ¿porqué me has abandonado?

Veamos también algunos párrafos de la Madre Trinidad de la Santa Madre Iglesia en su libro Luz en la noche. El misterio de la fe dado en sabiduría amorosa (Opúsculo nº 11):

Comprendiendo mi espíritu, adorante y lacerado, que, con esas palabras, Cristo manifestaba el abandono, la soledad y la angustia de su alma, al ser Él el Receptor de los pecados de toda la humanidad, aunque era el Santo, el Impecable –«a quien no conoció el pecado Dios le hizo pecado por nosotros, para que en Él fuéramos justicia de Dios»22–; y que en su alma santísima contemplaba a Dios cara a cara, inundada del gozo más profundo ante la visión beatífica y sin velos, en todos y cada uno de los momentos de su vida, de la gloria del Omnipotente, que Él mismo era por su Persona divina, y al que respondía en alabanza, acción de gracias y adoración infinita.

Siendo precisamente la contemplación sin velos de la Santidad infinita del Dios altísimo que se opone con la terribilidad de todo su ser al más mínimo movimiento pecaminoso, la que proporcionaba a Cristo el dolor más grande mientras moraba en la tierra; y especialmente en el momento redentor de la cruz ante el contraste de tener que cargar sobre sí los pecados de todos los hombres, que se oponen a todo el ser de Dios manifestándose en voluntad de Santidad contra el pecado.

Pecado que Cristo conocía en su justa medida como ofensa y rebelión contra el Dios tres veces Santo, al contemplarle cara a cara en la hondura luminosísima que correspondía a la humanidad de su misma Persona como Verbo Encarnado.

Llegando el dolor y el martirio de su alma a ser como incontenible ante el choque de Dios que pide reparación, y de Dios que se inmola, siendo Hombre, en representación de los pecados de la humanidad y con la carga de todos ellos; reclamando la misericordia compasiva del perdón, que su Sangre divina de reparación inmolante exigía en justicia, en la lucha definitiva como Representante del pecado de sus hermanos, en conquista de gloria redentora.

Por lo que, al volverse el Cristo hacia el Padre, implorante, como representación y con la carga ingente de todas nuestras culpas, la Santidad infinita del Eterno Ser tenía que volverle el rostro ante todo aquello que Él representaba –pero no ante su unigénito Hijo en el cual tenía todas sus complacencias– ¡en rechazo!, por la perfección intocable de la Santidad eterna.

Repercutiendo este rechazo en el alma santísima del Cristo del Padre, que, como divino Redentor, en la plenitud del ejercicio de su Sacerdocio, como un maldito, colgado entre el cielo y la tierra, «despreciado y abandonado de los hombres, varón de dolores y familiarizado con el sufrimiento, y como uno ante el cual se oculta el rostro, menospreciado sin que le tengamos en cuenta»23, imploraba, como Misericordia infinita Encarnada, a la Misericordia infinita ultrajada, el abrazo Reconciliador del Padre con el hombre; siendo Él el Hombre Dios que quita los pecados del mundo, y que, por la inmolación de su vida en sacrificio de reparación de méritos infinitos, exigía, en justicia, ante la voluntad del Padre cumplida por Él en derramamiento de su Sangre redentora, que el mismo Padre manifestara su voluntad de perdón sobre la humanidad entera.

Dentro del esquema limitado de este comentario queda muy claro que la misericordia infinita está a nuestro alcance porque Jesús pagó en justicia ante el Padre.

Así se comprende que cuando Jesús quiere mostrarnos el corazón misericordioso del Padre nos lo diga en los detalles de esta parábola: El hijo vuelve al padre sólo porque se siente solo y abandonado. El padre le está esperando y cuando le ve venir corre hacia él –no el hijo, sino el padre-. Le abraza y besa... –no el hijo al padre, sino el padre al hijo- y olvida su pasado.

Dejémonos pues reconciliar, que tenemos al Padre de nuestra parte y basta que queramos encontrarle porque Él nos está ya buscando, más, si cabe, en este tiempo de gracia que es la Cuaresma.

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4 Mt 22, 11-14.
22 2 Cor 5, 21 23 Is 53, 3.


Se dice Credo.


Oración Universal

Oremos, hermanos, al Señor, que no desea la muerte del pecador, sino que se convierta y viva, y pidámosle que tenga misericordia de su pueblo penitente.

- Para que Dios aumente la fe y fortalezca la voluntad de los que se preparan a recibir en estos días cuaresmales el sacramento de la penitencia y les conceda un verdadero arrepentimiento de sus culpas, roguemos al Señor.
- Para que el Señor abra la inteligencia y el corazón de los incrédulos, de manera que lleguen al conocimiento de la verdad, y en la fe encuentren aquel descanso que tanto desea su corazón, roguemos al Señor.
- Para que Dios conceda su ayuda a los enfermos, a los pobres, a los que se sienten tentados y a todos aquellos que con su sufrimiento participan de la cruz de Cristo, roguemos al Señor.
- Para que todos nosotros perseveremos en el esfuerzo cuaresmal y lleguemos, purificados e iluminados, a las fiestas de Pascua que se acercan, roguemos al Señor.

Dios, rico en misericordia,
que acoges con el abrazo del perdón a tus hijos,
que, arrepentidos, retornan a ti,
escucha nuestras oraciones,
perdona nuestras culpas
y revístenos con vestiduras de fiesta,
para que podamos participar en el banquete pascual.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

LITURGIA EUCARÍSTICA

Oración sobre las ofrendas
SEÑOR, al ofrecerte alegres
los dones de la eterna salvación,
te rogamos nos ayudes
a celebrarlos con fe verdadera
y a saber ofrecértelos de modo adecuado
por la salvación del mundo.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Prefacio I de Cuaresma
Significación espiritual de la Cuaresma

Cuando no se lee el Evangelio del ciego de nacimiento, se utiliza el prefacio I o II de Cuaresma.


En verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación
darte gracias
siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo,
Dios todopoderoso y eterno
por Cristo, Señor nuestro.
Por él concedes a tus hijos
anhelar, años tras año,
con el gozo de habernos purificado,
la solemnidad de la Pascua,
para que, dedicados con mayor entrega
a la alabanza divina y al amor fraterno,
por la celebración de los misterios que nos dieron nuestra vida,
lleguemos a ser con plenitud hijos de Dios.
Por eso,
con los ángeles y arcángeles
y con todos los coro celestiales,
cantamos sin cesar
el himno de tu gloria:
Santo, Santo, Santo..


Antífona de comunión
Cuando se lee el Evangelio del ciego de nacimiento: Cf. Jn 9, 11. 38
El Señor untó mis ojos: fui, me lavé, vi y creí en Dios.

Cuando se lee el Evangelio del hijo pródigo: Cf. Lc 15, 32

Deberías alegrarse, hijo, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido y lo hemos encontrado.

Cuando se lee otro Evangelio: Cf. Sal 121, 3-4

Jerusalén está fundada como ciudad bien compacta. Allá suben las tribus, las tribus del Señor, a celebrar tu nombre, Señor.


Oración después de la comunión

OH, Dios,
luz que alumbras a todo hombre
que viene a este mundo,
ilumina nuestros corazones con la claridad de tu gracia,
para que seamos capaces
de pensar siempre, y de amar con sinceridad,
lo que es digno y grato a tu grandeza.
Por Jesucristo, nuestro Señor.


Oración sobre el pueblo

DEFIENDE, Señor, a los que te suplican,
fortalece a los débiles,
vivifica siempre con tu luz a los que caminan
en sombras de muerte,
y, libres de todo mal por tu compasión,
concédeles llegar a los bienes definitivos.
Por Jesucristo, nuestro Señor.


Pensamientos para el Evangelio de hoy

«El Padre eterno puso, con inefable benignidad, los ojos de su amor en aquella alma y empezó a hablarle de esta manera: ‘¡Hija mía muy querida! Firmísimamente he determinado usar de misericordia para con todo el mundo y proveer a todas las necesidades de los hombres’» (Santa Catalina de Siena).

«San Juan Pablo II decía en su encíclica “Dives in misericordia” que el amor de Dios, en una historia herida por el pecado, se ha convertido en misericordia, compasión. La Pasión de Jesús es la medida de esta misericordia» (Benedicto XVI).

«El símbolo del cielo nos remite al misterio de la Alianza que vivimos cuando oramos al Padre. Él está en el cielo, es su morada, la Casa del Padre es por tanto nuestra “patria”. De la patria de la Alianza el pecado nos ha desterrado y hacia el Padre, hacia el cielo, la conversión del corazón nos hace volver. En Cristo se han reconciliado el cielo y la tierra, porque el Hijo ‘ha bajado del cielo’, y nos hace subir allí con Él, por medio de su Cruz, su Resurrección y su Ascensión» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 2.795).


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