(Después de la hora nona)
Para la Misa de las I Vísperas de Pentecostés (rojo).
- Jl 3, 1-5: Sobre mis siervos y siervas derramaré mi Espíritu.
- Sal 103: R. Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra.
- Rom 8, 22-27: El Espíritu intercede por nosotros con gemidos inefables.
- Jn 7, 37-39: Manarán ríos de agua viva.
Para la Misa de la Vigilia de la solemnidad de Pentecostés (rojo).
MISAL: ants. y oracs. props., Gl., Cr., Pf. prop., embolismos props. en las PP. EE. No se puede decir la PE IV. Despedida con doble «Aleluya».
LECC.: vol. I (C).
- 1ª). Gén 11, 1-9: Se llama Babel, porque allí confundió el Señor la lengua de toda la tierra.
- Sal 32: R. Dichoso el pueblo que Dios se escogió como heredad.
- 2ª). Éx 19, 3-8. 16-20b: El Señor descendió al monte Sinaí a la vista del pueblo.
- Salmo, Dan 3, 52-56: R. ¡A ti gloria y alabanza por los siglos!
o bien, Sal 18: R. Señor, tú tienes palabras de vida eterna.
- 3ª). Ez 37, 1-14: Huesos secos, infundiré espíritu sobre vosotros y viviréis.
- Sal 106: R. Dad gracias al Señor, porque es eterna su misericordia.
- 4ª). Jl 3, 1-5: Sobre mis siervos y siervas derramaré mi Espíritu.
- Sal 103: R. Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra.
- Rom 8, 22-27: El Espíritu intercede por nosotros con gemidos inefables.
- Jn 7, 37-39: Manarán ríos de agua viva.
* La misa de la vigilia se utiliza en la tarde del sábado, antes o después de las primeras Vísperas del domingo de Pentecostés.
* Si no se celebra la misa de la vigilia de forma más extensa se escoge una lectura del Antiguo Testamento entre las cuatro propuestas.
Liturgia de las Horas: I Vísp. del oficio de la solemnidad. Comp. Dom. I.
DOMINGO DE PENTECOSTÉS
Solemnidad
Misa de la vigilia
Esta misa se utiliza en la tarde del sábado, antes o después de las primeras Vísperas del domingo de Pentecostés.
Monición de entrada
Hoy, solemnidad de Pentecostés, celebramos la culminación de la Pascua. El Señor Jesús nos envía desde el Padre el don de su Espíritu: el Espíritu Santo que los profetas anunciaron y Cristo nos prometió; el Espíritu Santo que dio a la Iglesia naciente su primer impulso y constantemente actúa en ella. El Espíritu Santo que nos da el convencimiento de la fe y nos congrega en la unidad; que llena el universo con su presencia y promueve la verdad, la bondad y la belleza; que alienta en la humanidad la firme esperanza de una tierra nueva.
Antífona de entrada Cf. Rm 5, 5; 8, 11
El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que habita en nosotros. Aleluya.
Acto penitencial
Todo como en el Ordinario de la Misa. Para la tercera fórmula pueden usarse las siguientes invocaciones:
- Tú, que por el Espíritu mueves nuestros corazones a la fe: Señor ten piedad.
R. Señor, ten piedad.
- Tú que has enviado al Espíritu para hacer de nosotros un solo pueblo: Cristo, ten piedad.
R. Cristo, ten piedad.
- Tú, que guías a la Iglesia por tu Espíritu: Señor, ten piedad.
R. Señor, ten piedad.
En lugar del acto penitencial, se puede celebrar el rito de la bendición y de la aspersión del agua bendita.
Monición al Gloria
Se dice Gloria. Puede introducirse con la siguiente monición.
Cantemos (recitemos) el himno de alabanza invocando a Jesucristo, el Señor, sentado a la derecha del padre para interceder por nosotros.
Oración colecta
Dios todopoderoso y eterno, que has querido que el Misterio pascual se actualizase bajo el signo sagrado de los cincuenta días, haz que los pueblos dispersos en la diversidad de lenguas se congreguen, por los dones del cielo, en la única confesión de tu nombre. Por nuestro Señor Jesucristo.
O bien:
Dios todopoderoso, brille sobre nosotros el resplandor de tu gloria y que tu luz fortalezca, con la iluminación del Espíritu Santo, los corazones de los renacidos por tu gracia. Por nuestro Señor Jesucristo.
Estas lecturas se emplean en la Misa vespertina del sábado, ya sea antes o después de las primeras Vísperas de la solemnidad de Pentecostés.
Cuando se celebra la Misa de la vigilia de forma más extensa se leen todas las lecturas del Antiguo Testamento propuestas como de libre elección con su salmo responsorial y la oración. Después de la oración de la cuarta lectura se entona el himno Gloria a Dios en el cielo. Terminado el himno, el sacerdote dice la oración colecta y luego el lector proclama la lectura del Apóstol, y la Misa continúa del modo acostumbrado.
Si esta Misa no se celebra de la forma más extensa se escoge como primera lectura una de las del Antiguo Testamento con su salmo responsorial.
PRIMERA LECTURA
Se llama Babel, porque allí confundió el Señor la lengua de toda la tierra
Lectura del libro del Génesis (Gén 11, 1-9)
Toda la tierra hablaba una misma lengua con las mismas palabras.
Al emigrar los hombres desde oriente, encontraron una llanura en la tierra de Senaar y se establecieron allí.
Se dijeron unos a otros:
«Vamos a preparar ladrillos y a cocerlos al fuego».
Y emplearon ladrillos en vez de piedras, y alquitrán en vez de argamasa.
Después dijeron:
«Vamos a construir una ciudad y una torre que alcance el cielo, para hacernos un nombre, no sea que nos dispersemos por la superficie de la tierra».
El Señor bajó a ver la ciudad y la torre que estaban construyendo los hombres.
Y el Señor dijo:
«Puesto que son un solo pueblo con una sola lengua y esto no es más que el comienzo de su actividad, ahora nada de lo que decidan hacer les resultará imposible. Bajemos, pues, y confundamos allí su lengua, de modo que ninguno entienda la lengua del prójimo».
El Señor los dispersó de allí por la superficie de la tierra y cesaron de construir la ciudad.
Por eso se llama Babel, porque allí confundió el Señor la lengua de toda la tierra, y desde allí los dispersó el Señor por la superficie de la tierra.
Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.
SALMO RESPONSORIAL (Sal 32, 10-11. 12-13. 14-15 [R.: 12b])
R. Dichoso el pueblo que Dios se escogió como heredad.
V. El Señor deshace los planes de la naciones,
frustra los proyectos de los pueblos;
pero el plan del Señor subsiste por siempre;
los proyectos de su corazón, de edad en edad.
R. Dichoso el pueblo que Dios se escogió como heredad.
V. Dichosa la nación cuyo Dios es el Señor,
el pueblo que él se escogió como heredad.
El Señor mira desde el cielo,
se fija en todos los hombres.
R. Dichoso el pueblo que Dios se escogió como heredad.
V. Desde su morada observa
a todos los habitantes de la tierra:
él modeló cada corazón,
y comprende todas sus acciones.
R. Dichoso el pueblo que Dios se escogió como heredad.
SEGUNDA LECTURA
El Señor descendió al monte Sinaí a la vista del pueblo
Lectura del libro del Éxodo (Éx 19, 3-8. 16-20b)
En aquellos días, Moisés subió hacia Dios.
El Señor lo llamó desde la montaña diciendo:
«Así dirás a la casa de Jacob y esto anunciarás a los hijos de Israel: “Vosotros habéis visto lo que he hecho con los egipcios y cómo os he llevado sobre alas de águila y os he traído a mí. Ahora, pues, si de veras me obedecéis y guardáis mi alianza, seréis mi propiedad personal entre todos los pueblos, porque mía es toda la tierra. Seréis para mí un reino de sacerdotes y una nación santa”. Estas son las palabras que has de decir a los hijos de Israel».
Fue, pues, Moisés, convocó a los ancianos del pueblo y les expuso todo lo que el Señor le había mandado.
Todo el pueblo, a una, respondió:
«Haremos todo cuanto ha dicho el Señor».
Moisés comunicó la respuesta del pueblo al Señor.
Al tercer día, al amanecer, hubo truenos y relámpagos y una densa nube sobre la montaña; se oía un fuerte sonido de trompeta y toda la gente que estaba en el campamento se echó a temblar. Moisés sacó al pueblo del campamento, al encuentro de Dios, y se detuvieron al pie de la montaña. La montaña del Sinaí humeaba, porque el Señor había descendido sobre ella en medio de fuego. Su humo se elevaba como el de un horno y toda la montaña temblaba con violencia. El sonar de la trompeta se hacía cada vez más fuerte; Moisés hablaba y Dios le respondía con el trueno. El Señor descendió al monte Sinaí, a la cumbre del monte. El Señor llamó a Moisés a la cima de la montaña.
Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.
SALMO RESPONSORIAL a la segunda lectura (opción 1) Dan 3, 52a y c. 53a. 54a. 55a. 56a (R.: 52b)
R. ¡A ti gloria y alabanza por los siglos!
V. Bendito eres, Señor, Dios de nuestros padres.
Bendito tu nombre, santo y glorioso.
R. ¡A ti gloria y alabanza por los siglos!
V. Bendito eres en el templo de tu santa gloria.
R. ¡A ti gloria y alabanza por los siglos!
V. Bendito eres sobre el trono de tu reino.
R. ¡A ti gloria y alabanza por los siglos!
V. Bendito eres tú, que sentado sobre querubines sondeas los abismos.
R. ¡A ti gloria y alabanza por los siglos!
V. Bendito eres en la bóveda del cielo.
R. ¡A ti gloria y alabanza por los siglos!
SALMO RESPONSORIAL a la segunda lectura (opción 2) Sal 18, 8. 9. 10. 11 (R. Jn 6, 68c)
R. Señor, tú tienes palabras de vida eterna.
V. La ley del Señor es perfecta
y es descanso del alma;
el precepto del Señor es fiel
e instruye a los ignorantes.
R. Señor, tú tienes palabras de vida eterna.
V. Los mandatos del Señor son rectos
y alegran el corazón;
la norma del Señor es límpida
y da luz a los ojos;
R. Señor, tú tienes palabras de vida eterna.
V. El temor del Señor es puro
y eternamente estable;
los mandamientos del Señor son verdaderos
y enteramente justos;
R. Señor, tú tienes palabras de vida eterna.
V. Más preciosos que el oro,
más que el oro fino;
más dulces que la miel
de un panal que destila.
R. Señor, tú tienes palabras de vida eterna.
TERCERA LECTURA
Huesos secos, infundiré espíritu sobre vosotros y viviréis
Lectura de la profecía de Ezequiel (Ez 37,1-14)
En aquellos días, la mano del Señor se posó sobre mí. El Señor me saco en espíritu y me coloco en medio de un valle todo lleno de huesos. Me hizo dar vueltas y vueltas en torno a ellos:
eran muchísimos en el valle y estaban completamente secos. Me preguntó:
«Hijo de hombre: ¿podrán revivir estos huesos?».
Yo respondí:
«Señor, Dios mío, tú lo sabes».
Él me dijo:
«Pronuncia un oráculo sobre estos huesos y diles: “Huesos secos, escuchad la palabra del Señor! Esto dice el Señor Dios a estos huesos: Yo mismo infundiré espíritu sobre vosotros y viviréis. Pondré sobre vosotros los tendones, haré crecer la carne, extenderé sobre ella la piel, os infundiré espíritu y viviréis. Y comprenderéis que yo soy el Señor”».
Yo profeticé como me había ordenado, y mientras hablaba se oyó un estruendo y los huesos se unieron entre sí. Vi sobre ellos los tendones, la carne había crecido y la piel la recubría; pero no tenían espíritu.
Entonces me dijo:
«Conjura al espíritu, conjúralo, hijo de hombre, y di al espíritu: “Esto dice el Señor Dios: ven de los cuatro vientos, espíritu, y sopla sobre estos muertos para que vivan”».
Yo profeticé como me había ordenado; vino sobre ellos el espíritu y revivieron y se pusieron en pie. Era una multitud innumerable.
Y me dijo:
«Hijo de hombre, estos huesos son la entera casa de Israel, que dice: “Se han secado nuestros huesos, se ha desvanecido nuestra esperanza, ha perecido, estamos perdidos”. Por eso profetiza y diles: “Esto dice el Señor Dios: Yo mismo abriré vuestros sepulcros, y os sacaré de ellos, pueblo mío, y os llevaré a la tierra de Israel. Y cuando abra vuestros sepulcros y os saque de ellos, pueblo mío, comprenderéis que soy el Señor. Pondré mi espíritu en vosotros y viviréis; os estableceré en vuestra tierra y comprenderéis que yo, el Señor, lo digo y lo hago” —oráculo del Señor—».
Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.
SALMO RESPONSORIAL a la tercera lectura (Sal 106, 2-3. 4-5. 6-7. 8-9 [R.: 1])
R. Dad gracias al Señor, porque es eterna su misericordia.
O bien:
Aleluya.
V. Que lo confiesen los redimidos por el Señor,
los que él rescató de la mano del enemigo,
los que reunió de todos los países:
oriente y occidente, norte y sur.
R. Dad gracias al Señor, porque es eterna su misericordia.
V. Erraban por un desierto solitario,
no encontraban el camino de ciudad habitada;
pasaban hambre y sed,
se les iba agotando la vida.
R. Dad gracias al Señor, porque es eterna su misericordia.
V. Pero gritaron al Señor en su angustia,
y los arrancó de la tribulación.
Los guió por un camino derecho,
para que llegaran a una ciudad habitada.
R. Dad gracias al Señor, porque es eterna su misericordia.
V. Den gracias al Señor por su misericordia,
por las maravillas que hace con los hombres.
Calmó el ansia de los sedientos,
y a los hambrientos los colmó de bienes.
R. Dad gracias al Señor, porque es eterna su misericordia.
CUARTA LECTURA
Sobre mis siervos y siervas derramaré mi espíritu
Lectura de la profecía de Joel (Jl 3, 1-5)
Esto dice el Señor:
«Derramaré mi espíritu sobre toda carne,
vuestros hijos e hijas profetizarán,
vuestros ancianos tendrán sueños
y vuestros jóvenes verán visiones.
Incluso sobre vuestros siervos y siervas
derramaré mi espíritu en aquellos días.
Pondré señales en el cielo y en la tierra:
sangre, fuego y columnas de humo.
El sol se convertirá en tinieblas,
la luna, en sangre
ante el Día del Señor que llega,
grande y terrible.
Y todo el que invoque
el nombre del Señor se salvará.
Habrá supervivientes en el monte Sion,
como lo dijo el Señor,
y también en Jerusalén
entre el resto que el Señor convocará».
Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.
SALMO RESPONSORIAL a la cuarta lectura
Sal 103, 1-2a. 24 y 25c. 27-28. 29bc-30 (R.: cf. 30)
R. Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra.
O bien:
Aleluya.
V. Bendice, alma mía, al Señor:
¡Dios mío, qué grande eres!
Te vistes de belleza y majestad,
la luz te envuelve como un manto.
R. Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra.
V. Cuántas son tus obras, Señor,
y todas las hiciste con sabiduría;
la tierra está llena de tus criaturas.
¡Bendice, alma mía, al Señor!
R. Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra.
V. Todos ellos aguardan
a que les eches comida a su tiempo;
se la echas, y la atrapan;
abres tu mano, y se sacian de bienes.
R. Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra.
V. Les retiras el aliento, y expiran
y vuelven a ser polvo;
envías tu aliento, y los creas,
y repueblas la faz de la tierra.
R. Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra.
EPÍSTOLA
El Espíritu intercede por nosotros con gemidos inefables
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos (Rom 8, 22-27)
Hermanos:
Sabemos que hasta hoy toda la creación está gimiendo y sufre dolores de parto.
Y no solo eso, sino que también nosotros, que poseemos las primicias del Espíritu, gemimos en nuestro interior, aguardando la adopción filial, la redención de nuestro cuerpo.
Pues hemos sido salvados en esperanza. Y una esperanza que se ve, no es esperanza; efectivamente, ¿cómo va a esperar uno algo que ve?
Pero si esperamos lo que no vemos, aguardamos con perseverancia.
Del mismo modo, el Espíritu acude en ayuda de nuestra debilidad, pues nosotros no sabemos pedir como conviene; pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables.
Y el que escruta los corazones sabe cuál es el deseo del Espíritu, y que su intercesión por los santos es según Dios.
Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.
Aleluya
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles
y enciende en ellos la llama de tu amor. R.
EVANGELIO
Manarán ríos de agua viva
╬ Lectura del santo Evangelio según san Juan (Jn 7, 37-39)
R. Gloria a ti, Señor.
El último día, el más solemne de la fiesta, Jesús en pie gritó:
«El que tenga sed, que venga a mí y beba el que cree en mí; como dice la Escritura: “de sus entrañas manarán ríos de agua viva”».
Dijo esto refiriéndose al Espíritu, que habían de recibir los que creyeran en él.
Todavía no se había dado el Espíritu, porque Jesús no había sido glorificado.
Palabra del Señor.
R. Gloria a ti, Señor Jesús
Monición al Credo
Se dice Credo. Puede introducirse con la siguiente monición.
Proclamemos nuestra fe en Dios Padre, por Jesucristo, su Hijo, en la unidad del Espíritu Santo.
Oración de los fieles
Oremos a Dios Padre, que por la muerte y resurrección de Cristo nos ha dado el Espíritu Santo.
- Por la Iglesia, extendida por todo el universo, para que, impulsada por el Espíritu Santo, permanezca atenta a lo que sucede en el mundo, haga suyos los sufrimientos, alegrías y esperanzas de los hombres de nuestro tiempo, intuya los signos caritativos que debe realizar y así pueda iluminarlo todo con el Evangelio. Roguemos al Señor.
- Por todos los pueblos y razas en la diversidad de culturas y civilizaciones, para que el Espíritu Santo abra los corazones de todos al Evangelio, proclamado en sus propias lenguas, y los guíe hasta la verdad plena. Roguemos al Señor.
- Por nuestro mundo de hoy, sujeto a cambios profundos y rápidos, para que el Espíritu Santo, que abarca la historia humana, promueva la esperanza de un futuro mejor y vislumbremos el gran día de Jesucristo. Roguemos al Señor.
- Por nosotros, aquí reunidos, para que, iluminados y fortalecidos por el Espíritu Santo, demos testimonio de nuestra fe. Roguemos al Señor.
Dios, Padre nuestro, tu Espíritu ora con nosotros, dentro de nosotros; escucha la oración de tu Iglesia, morada suya, concédenos lo que el mismo Espíritu nos sugiere pedirte. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Oración sobre las ofrendas
Colma, Señor, estos dones con la acción santificadora de tu Espíritu, para que se manifieste, por medio de ellos, aquel amor de tu Iglesia que hace brillar en todo el mundo la verdad del misterio de la salvación. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Prefacio
El misterio de Pentecostés
En verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Pues, para llevar a plenitud el Misterio pascual,
enviaste hoy el Espíritu Santo sobre los que habías adoptado como hijos
por la encarnación de tu Unigénito.
El Espíritu que, desde el comienzo de la Iglesia naciente,
infundió el conocimiento de Dios en todos los pueblos
y reunió la diversidad de lenguas en la confesión de una misma fe.
Por eso, con esta efusión de gozo pascual,
el mundo entero se desborda de alegría,
y también los coros celestiales, los ángeles y los arcángeles,
cantan el himno de tu gloria diciendo sin cesar:
R. Santo, Santo, Santo...
Antífona de la comunión Jn 7, 37
El último día de la fiesta, Jesús en pie gritó: «El que tenga sed, que venga a mí y beba». Aleluya.
Oración después de la comunión
Estos dones que acabamos de recibir, Señor, nos sirvan de provecho, para que nos inflame el mismo Espíritu que infundiste de modo inefable en tus apóstoles. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Se puede utilizar la bendición solemne. Espíritu Santo.
Dios, Padre de los astros, que [en el día de hoy] iluminó las mentes de sus discípulos derramando sobre ellas el Espíritu Santo, os alegre con sus bendiciones y os llene con los dones del Espíritu consolador.
R. Amén.
Que el mismo fuego divino, que de manera admirable se posó sobre los apóstoles, purifique vuestros corazones de todo pecado y los ilumine con la efusión de su claridad.
R. Amén.
Y que el Espíritu que congregó en la confesión de una misma fe a los que el pecado había dividido en diversidad de lenguas os conceda el don de la perseverancia en esta misma fe, y así podáis pasar de la esperanza a la plena visión.
R. Amén.
Y la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo ✠ y Espíritu Santo, descienda sobre vosotros y os acompañe siempre.
R. Amén.
Misa vespertina de la vigilia de forma más extensa
1. En las iglesias donde se celebra la misa de la vigilia de forma más extensa, esta misa se puede celebrar del modo siguiente:
2. a) Si las I Vísperas, rezadas en el coro o en comunidad, preceden inmediatamente a la misa, la celebración puede comenzar por el versículo introductorio y el himno Ven, Espíritu divino, o bien por el canto de entrada (El amor de Dios) con la procesión de entrada y el saludo del celebrante, omitiendo en uno y otro caso el rito penitencial (cf. Ordenación general de la Liturgia de las Horas, nn. 94 y 96).
Luego sigue la salmodia de Vísperas hasta la lectura breve exclusive.
Después de la salmodia, omitido el acto penitencial y, según las circunstancias, el Señor, ten piedad, el sacerdote dice la oración:
Dios todopoderoso (segunda de la misa de la vigilia).
3. b) Si la misa empieza del modo acostumbrado, después del Señor, ten piedad el sacerdote dice la oración: Dios todopoderoso (segunda de la misa de la vigilia).
A continuación el sacerdote puede exhortar al pueblo con estas palabras u otras semejantes:
Hemos empezado ya, queridos hermanos, la vigilia de Pentecostés; imitando a los apóstoles y discípulos, que, con María, la madre de Jesús, se dedicaban a la oración, esperando el Espíritu prometido por el Señor, escuchemos ahora, con atención y reposadamente, la palabra de Dios. Meditemos los prodigios que hizo Dios en favor de su pueblo y pidamos que el Espíritu Santo, que el Padre envió como primicia para los creyentes, lleve a plenitud su obra en el mundo.
4. Siguen luego las lecturas propuestas ad libitum en el Leccionario. El lector se dirige al ambón y proclama la lectura. Luego, el salmista o el lector proclama el salmo al que responde el pueblo. Después, poniéndose todos en pie, el sacerdote dice Oremos y, tras un breve lapso de tiempo que todos dedican a la oración, pronuncia la oración correspondiente a la lectura. En lugar del salmo responsorial puede guardarse un intervalo de respetuoso silencio, en cuyo caso se omite la pausa tras el Oremos.
Oraciones para después de las lecturas:
5. Después de la primera lectura (Se llama Babel, porque allí confundió el Señor la lengua de toda la tierra: Gén 11, 1-9) y el salmo (32, 10-11. 12-13. 14-15; R. [12b] Dichoso el pueblo que el Señor se escogió como heredad).
Oración
Dios todopoderoso, haz que tu Iglesia permanezca siempre como pueblo santo, reunido en la unidad del Padre, y del Hijo, y del Espíritu, que manifieste al mundo el signo de tu santidad y unidad, y que lo conduzca a la perfección de tu amor. Por Jesucristo, nuestro Señor.
6. Después de la segunda lectura (El Señor bajó al monte Sinaí a la vista del pueblo: Éx 19, 3-8a. 16-2ob) y el Cántico (Dan 3, 52. 53. 54. 55. 56; R. [52b] A ti gloria y alabanza por los siglos) o el salmo (18, 8. 9. 10. 11; R. [Jn 6, 68c] Señor, tú tienes palabras de vida eterna).
Oración
Oh, Dios, que en el monte Sinaí, en medio del resplandor del fuego, diste a Moisés la ley antigua, y en el día de hoy, con el fuego del Espíritu Santo, manifestaste la nueva Alianza, te pedimos que nos inflame continuamente el mismo Espíritu que infundiste de modo inefable en tus apóstoles y que el nuevo. Israel, convocado de entre todos los pueblos, reciba con alegría el mandamiento eterno de tu amor. Por Jesucristo, nuestro Señor.
7. Después de la tercera lectura (Huesos secos, traeré sobre vosotros espíritu, y viviréis: Ez 37, 1-14) y el salmo (106, 2-3. 4-5. 6-7. 8-9; R. [1] Dad gracias al Señor, porque es eterna su misericordia, o bien: Aleluya).
Oración
Señor, Dios todopoderoso, que restauras cuanto está caído y, una vez restaurado, lo conservas, multiplica los pueblos que han de ser renovados por la acción santificadora de tu nombre, para que todos los que reciban el santo bautismo sean guiados siempre por tu inspiración. Por Jesucristo, nuestro Señor.
O bien:
Oh, Dios, que nos has regenerado por tu palabra de vida, derrama sobre nosotros tu Espíritu Santo, para que, caminando en la unidad de la fe, merezcamos llegar a la incorruptible resurrección de la carne que habrá de ser glorificada. Por Jesucristo, nuestro Señor.
O bien:
Que tu pueblo, oh, Dios, exulte siempre al verse renovado y rejuvenecido en el espíritu, para que todo el que se alegra ahora de haber recobrado la gloria de la adopción filial, ansíe el día de la resurrección con la esperanza cierta de la felicidad eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor.
8. Después de la cuarta lectura (Sobre mis siervos y siervas derramaré mi Espíritu: JI 3, 1-5) y el salmo (103, 1-2a. 24 y 35c. 27-28. 29bc-30; R. [cf. 30] Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra, o bien: Aleluya).
Oración
Cumple, Señor, en nosotros tu promesa, para que la venida del Espíritu Santo nos convierta ante el mundo en testigos del Evangelio de nuestro Señor Jesucristo. Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.
9. Luego el sacerdote entona el himno Gloria a Dios.
10. Terminado el himno, el sacerdote dice la oración colecta:
Dios todopoderoso y eterno (primera de la misa de la vigilia).
11. Luego el lector proclama la lectura del Apóstol (Rom 8, 22-27, o bien, Ciclo C: Rm 8,8-17:). Después se proclama el Evangelio, Jn 7.37-39, o bien, Ciclo C: Jn 14,15-16.23b-26), y la misa continúa del modo acostumbrado.
12. Si se celebran unidas las Vísperas y la misa, después de la comunión con la antífona El último día de las fiestas, se canta el Magníficat con su antífona de las Vísperas Ven, Espíritu Santo; luego se dice la oración después de la comunión y lo demás, del modo acostumbrado.
13. Se puede usar la fórmula de bendición solemne.
Para despedir al pueblo el diácono o el mismo sacerdote, dice:
Podéis ir en paz, aleluya, aleluya.
R. Demos gracias a Dios, aleluya, aleluya.
Se puede anteponer una de las fórmulas de despedida previstas en el Ordinario de la misa.
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